[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTA PELÍCULA.] El coste de
producción de Tenet (ídem, 2020), el nuevo film escrito y dirigido por
Christopher Nolan, oscila, según las fuentes, entre los 200 y los 225 millones
de dólares; es, sin duda alguna, un blockbuster, o al menos, lo que se
entiende como tal: una superproducción de acción made in Hollywood.
Razones no nos faltan para verla y aceptarla como, sencillamente, eso: un
entretenimiento hollywoodense sin más, un producto de vistosa factura y lujosos
medios que llena la pantalla con 150 minutos de acción evasiva, si se me
permite el juego de palabras. De hecho, arranca como lo hace el 90% del cine
comercial estadounidense de gran aparato, con una “gran secuencia” de acción
para-ir-abriendo-boca; prosigue con una serie de calculadas set pieces
de acción, o lo que se entienden como tales, progresivamente mayores, ergo, cada
vez más espectaculares (mucho habría que hablar sobre qué es la acción en el
cine y qué es el cine de acción como género, pero dejamos este tema
para otra ocasión); y culmina en un grand finale, una última y
definitiva secuencia de acción a modo de apoteosis. En principio, nada que no
hayamos visto cientos de veces hasta ahora.
Pero,
claro, estamos hablando de una película de Christopher Nolan, un cineasta
–ahora mismo, uno de los mejores del mundo– que hace tiempo que viene
demostrando una más que notable habilidad para disfrazar de superficialidad y
entretenimiento no pocos experimentos visuales y narrativos de primer orden.
Sin ser uno de sus mejores trabajos, Tenet no constituye, ni mucho
menos, una excepción. Por el contrario, su nuevo film vuelve a ser, en este
sentido, una superproducción para adultos (o. mejor dicho, para público con una
mentalidad adulta, tenga la edad que tenga), como pudieran serlo, cada una a su
manera, la trilogía del Caballero Oscuro (1) –en particular, su
magnífico segundo capítulo–, Origen (2), Interstellar (3)
o Dunkerque (4). De hecho, vuelve a ser, como es habitual en todo
el cine de Nolan, un experimento a ratos juguetón, a ratos extremadamente
severo, con las convenciones narrativas del cine de género, en esta ocasión,
las del así llamado cine de acción.
Dicho
en términos coloquiales, si el “más difícil todavía” es una de las reglas de
oro del cine de acción como género, en virtud del cual las secuencias de
acción, que son las que lo define y distingue de otros géneros, tienen que ir
“a más”, el planteamiento de Tenet, de pura ciencia ficción, es de los
que rizan el rizo. Si en Origen, su película con la cual más se ha
comparado Tenet –a mi entender, exageradamente–, se trataba de un equipo
de agentes secretos capaces de introducirse en los sueños de las personas y
manipularlas a su antojo, en esta ocasión la trama, de nuevo protagonizada por
agentes secretos, gira alrededor de la posibilidad de manipular los flujos
temporales entre pasado y futuro, dando por resultado una inversión de los
conceptos de causa y efecto: las balas saltan a las manos de quienes las
manipulan, o regresan “mágicamente” al interior de las armas de fuego, porque cayeron
de esas manos o fueron disparadas por esas armas en el pasado; los
agujeros perforados en el cristal “escupen” esas mismas balas disparadas en el
pasado y que ahora tienen la facultad, como digo, de regresar al interior de
los cargadores de las pistolas; los cuerpos humanos se deslizan por el suelo en
dirección contraria a la de la fuerza de una explosión que los ha empujado; en
esa otra dimensión donde el tiempo retrocede hacia el pasado, las personas
hablan un lenguaje incomprensible, hasta que descubrimos que en realidad están
hablando al revés; en medio de una persecución automovilística, los coches
volcados giran “imposiblemente” sobre sí mismos y recomponen sus pedazos para
volver a circular en perfecto estado por la calzada; otro coche, este en llamas,
no carboniza a su indefenso conductor, sino que lo deja “congelado” (sic),
porque en esa otra dimensión se invierten los conceptos habituales de nuestra
realidad, de tal manera que el fuego hiela, y el hielo, abrasa; y, en
medio de un campo de batalla, las explosiones se contraen y luego detonan, o
los edificios destruidos se recomponen solos… Todo ello más complicado que
complejo, a mi entender, pero visualizado de la manera más sencilla y eficaz
posible: mediante la proyección de la imagen hacia atrás, recuperando, por unos
instantes, la magia primigenia del cine, los trucos que dejaban boquiabierto y
maravillado al público que asistía a los espectáculos de Méliès. Que una
superproducción de acción aparentemente à la pâge tome como referente
visual al cine silente es o debería ser suficiente para que Tenet se
viera con algo más que simpatía. Pero la cosa, que ya es mucho, no termina ahí.
También
puede verse Tenet como un comentario en voz alta sobre la naturaleza
misma del blockbuster. Su principal protagonista (John David Washington),
del cual nunca conoceremos su nombre, se identifica en las escenas finales como
El Protagonista, sin más. Es el único personaje que carece de nombre y apellido
a pesar de ser, paradójicamente, el protagonista del relato. Desde cierto punto
de vista, ¿acaso no es verdad, en el blockbuster contemporáneo, que el
personaje protagonista se llame así o asá es algo completamente indiferente
(más allá de figuras icónicas como James Bond, Indiana Jones o Rambo)? Por otro
lado, el Protagonista carece, al principio, de entidad propia: es un personaje
que, literalmente, “nace” (tras la primera gran secuencia de acción del
principio) y “crece” (tan pronto como es puesto en antecedentes sobre qué es
Tenet) ante los ojos del espectador a medida que avanza el relato. Pero lo
relevante reside en el hecho de que el Protagonista de Tenet es, aquí
más que nunca, el personaje-conductor de una trama que se desarrolla, en la
mayoría de las secuencias, desde su punto de vista, y lo único que confiere un
determinado sentido narrativo a lo desarrollado. Un relato que está lleno, por
otro lado, de numerosos ecos de las películas de James Bond, una obsesión reconocida
por el propio Nolan que se hallaba muy presente en Origen y, en parte,
en la Trilogía del Caballero Oscuro, que mostraba, en este sentido, un Batman
muy 007.
Otro
tanto puede afirmarse de los personajes, digamos, “secundarios”, si bien no
menos importantes en el desarrollo del argumento: el agente secreto Neil –un
excelente Robert Pattinson: vaticino que el actor va a dar una grata sorpresa
como Batman–, cuya ambigüedad es coherente con la cantidad de sorpresas que
escode (entre ellas, la final, que no “destriparemos” aquí en atención a quien
todavía no haya visto el film); Kat (Elizabeth Debicki) y su gélida belleza,
que Nolan filma con una mezcla de delectación y fascinación: hay un momento en
que incluso dedica un plano general muy abierto para que veamos a Debicki y su
impresionante metro noventa de estatura rodeada/ contrapuesta a una serie de
estatuas de corte clásico, como si ella fuera un “monumento” más; el villano
ruso Andrei Sator, a cargo de un sorprendente Kenneth Branagh, cuyo carácter
trágico y nihilista queda desvelado, asimismo, en las escenas finales, que no
relataremos…; el jefe del servicio secreto inglés Sir Michael Crosby, a cargo
de un demacrado Michael Caine, repitiendo en cierto sentido el carácter de icono
del cine de espías británico que ya desempeñó en la mediocre Kingsman:
Servicio secreto (Kingsman: The Secret Dervice, 2014, Matthew Vaughn) (5).
El único inconveniente de este juego, atractivo en primera instancia, no tanto
si se profundiza un poco en él, reside en que el carácter arquetípico de estos
personajes no va más allá de su enunciado, ni tan siquiera partiendo de la base
de que son tópicos con conciencia de estar presentándolos como tales: los
personajes de Tenet, y lo que les ocurra, no nos interesan ni nos
emocionan, con independencia de la buena labor de sus intérpretes y de su
condición de arquetipos que Nolan contempla, deliberadamente, “desde fuera”.
Por
suerte, hay en Tenet muchos otros elementos de interés que compensan esa
deficiencia dramática (deficiencia que puede serlo o no en función de cómo
“entre” cada espectador en la abstracción del juego planteado por el cineasta).
Es bien sabido que Nolan se ocupa personalmente de dirigir la segunda o
segundas unidades de sus películas. En este sentido, ya hace tiempo que
demuestra una pericia para las secuencias de acción que ha ido puliendo con el
tiempo, sobre todo a partir del momento en que se doctoró en las mismas con Batman
Begins, alcanzando ya una primera cima con las de El caballero oscuro:
todo lo que había aprendido/ ensayado en su primer film del Hombre Murciélago
brillaba a gran altura en el segundo. Tenet no constituye una excepción:
dejando aparte la secuencia final de la batalla, excesivamente alargada con
vistas a lograr el “obligado” clímax apoteósico del cine de acción
contemporáneo, y de servir de mero contrapunto espectacular para la parte de la
intriga dramáticamente más interesante –los esfuerzos de Kat en el yate a fin
de engañar a Sator y acabar con su vida–, la maestría del director británico a
la hora de planificar, filmar y montar secuencias de acción vuelve a estar,
aquí, fuera de toda duda: la secuencia inicial del atentado en la sala de
conciertos, la del asalto nocturno del Protagonista y Neil a la vivienda de la
traficante de armas Priya (Dimple Kapadia), la de la incursión del Protagonista
y Neil en el almacén de arte tras haber estrellado un avión de pasajeros vacío
como maniobra de distracción (¡), la del asalto al coche donde los sicarios de
Sator transportan una valiosa mercancía rodeándolo con varios vehículos pesados
y la posterior persecución automovilística hacen gala de una brillantez y
limpieza narrativa ejemplares. Incluso algunos detalles de puesta en escena
que, en un primer momento, parecen meros “pegotes”, tales como la escena de la
chica que salta al agua desde el yate de Sator, o la planificación cámara en
mano y con planos cerrados de la pelea cuerpo a cuerpo en el almacén de arte del
Protagonista contra un sicario fuertemente equipado y con casco y máscara
antigás, no son sino astutos trampantojos destinados a proporcionarnos
“informaciones parciales” que, más adelante, adquirirán todo su sentido. Con
franqueza, no comprendo las malas críticas (ni los chistes) que ha recibido
este excelente film que, en el contexto del blockbuster contemporáneo,
hace gala de una carga intelectual insólita y que, en otras circunstancias,
habría sido recibida con entusiasmo. Tampoco entiendo que sea tildada de
“confusa”, “ininteligible” y “pretenciosa” por el mero hecho de incurrir en un
pecado, por lo visto, “imperdonable” hoy en día: obligar al espectador a pensar.
(1)
El caballero oscuro: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2009/04/el-caballero-oscuro-vs-watchmen-el.html
/ +
El caballero oscuro: La leyenda renace: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2012/07/la-caida-y-el-regreso-del-murcielago-el.html
(2)
http://elcineseguntfv.blogspot.com/2010/09/los-dos-cobb-proposito-de-following-y.html
(3)
http://elcineseguntfv.blogspot.com/2014/12/imagenes-de-actualidad-y-dirigido-por.html
(4)
http://elcineseguntfv.blogspot.com/2017/08/
(5) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2015/03/hijos-de-james-bond-y-harry-palmer.html