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domingo, 29 de diciembre de 2019

Las MEJORES PELÍCULAS de 2018-2019, según “DIRIGIDO POR…”



Un año más, la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya ha pedido a Dirigido por… una lista de las mejores películas estrenadas en España entre el 2 de noviembre de 2018 y el 1 de noviembre de 2019, con vistas a realizar, a partir de la misma y de las solicitadas a otros medios, un ciclo con las mejores películas del último año estrenadas entre esas fechas, de ahí que el lector echará en falta films notorios que ya se habrán estrenado entre el 2 de noviembre y el 31 de diciembre de este año, ausentes en virtud del criterio establecido por Filmoteca. La lista solicitada era de diez títulos, pero el resultado final, computado a partir de las puntuaciones de los colaboradores de la revista, es de quince películas, como consecuencia de los empates de votos en los puestos números 10, 8, 7 y 3. Los films más votados, de menos a más, son:


En el número 10: empate entre LA PORTUGUESA, de Rita Acevedo Gomes…
…y EL PERAL SALVAJE, de Nuri Bilge Ceylan.


En el número 9: LOS HERMANOS SISTERS, de Jacques Audiard.


En el número 8: triple empate entre DOBLES VIDAS, de Olivier Assayas…
PARÁSITOS, de Bong Joon-ho…
…y SUSPIRIA, de Luca Guadagnino.


En el número 7: empate entre LA BALADA DE BUSTER SCRUGGS, de Joel y Ethan Coen…
…y AD ASTRA, de James Gray.


En el número 6: LA CASA DE JACK, de Lars von Trier.


En el número 5: ÉRASE UNA VEZ EN… HOLLYWOOD, de Quentin Tarantino.


En el número 4: DOLOR Y GLORIA, de Pedro Almodóvar.


En el número 3: empate entre ROMA, de Alfonso Cuarón…
…y MULA, de Clint Eastwood.


En el número 2: LO QUE ESCONDE SILVER LAKE, de David Robert Mitchell.


En el número 1: LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE, de Bi Gan. 

In Memoriam SUE LYON: “LOLITA”, de STANLEY KUBRICK, o la tragedia de Humbert Humbert



Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas”. Así es como empieza Lolita, de Vladimir Nabokov, que el que suscribe se atreve en colocar entre las mejores novelas que ha leído en su vida y, si sus conocimientos literarios fuesen todo lo amplios que desearía, entre las mejores novelas que conoce de entre las que han sido publicadas a lo largo del siglo XX. Teniendo en cuenta la elevada calidad del libro de Nabokov, y la práctica imposibilidad de que una película fuese capaz de captar todos sus sugestivos matices, no hay más remedio que reconocer, de entrada, que el film homónimo de Stanley Kubrick no termina de estar a la altura del mismo. Ello no significa, en este caso, que nos hallemos ante una obra fallida ni mucho menos: la Lolita (ídem, 1962) de Kubrick es una magnífica película, tanto en sí misma considerada y como adaptación del maravilloso texto de Nabokov. El resultado de la colaboración del escritor en la película de Kubrick dio pie a una singular relación amor-odio con el film, dado que en declaraciones posteriores Nabokov explicaba que la Lolita de Kubrick le parecía una gran película, a pesar de que la primera vez que la vio le desagradaron ciertas innovaciones respecto al libro introducidas por Kubrick; pero que, a fin de cuentas, el film le interesaba porque le había servido, a nivel personal, para volver a ver su propia novela con otros ojos.


Ya he mencionado que la adaptación de libro a la pantalla tal cual resulta prácticamente imposible, habida cuenta de que está narrado en primera persona y el relato abunda en acotaciones personales muy subjetivas sobre la vida de su protagonista y narrador, Humbert Humbert, de muy ardua traslación al cine. De hecho, es famosa la anécdota según la cual Kubrick habría ideado una primera secuencia destinada a describir gráficamente la atracción sexual del personaje por las niñas, luego suprimida por temor a incurrir en las iras de la censura y en las críticas de las ligas de opinión católicas (las cuales, a pesar de ello, no dejaron de atacar la película cuando se estrenó en los Estados Unidos; en España, donde fue prohibida por la censura franquista, lo hizo años más tarde); en dicha secuencia debía verse una serie de fotografías de niñas, o cuanto menos adolescentes, acompañadas de una voz en off detallando las preferencias de Humbert por féminas tan jóvenes, o como él mismo las llama en el libro, “nínfulas”. Sin embargo, si ya de por sí entrar en detalles respecto a esa cuestión resultaba complicado, cómo no iba a serlo trasladar al cine el espíritu de una novela tan brillante, llena de pasajes rebosantes de inteligentes observaciones sobre la vida y el comportamiento humanos, arrojados además con tanta ironía, como el que voy a mencionar ahora, y que no fue incluido en la película de Kubrick: me refiero a aquél fragmento, en los primeros capítulos del libro, en el que Humbert rememora cómo se separó de su primera mujer; esta última tenía un amante, un ruso alto y apuesto por el cual acabó abandonándole; un día, rota ya su relación por completo, la mujer de Humbert recogió sus cosas del piso de este último, y su amante ruso fue con ella a ayudarla a llevarse las maletas; el protagonista recuerda cómo se dio cuenta, cuando su exmujer y su amante se marcharon, que el ruso había orinado en su inodoro y ni siquiera había tenido la decencia de tirar de la cadena; pero, a continuación, pasada su reacción inicial de furia y asco ante aquello, Humbert reflexiona al respecto, llegando a la conclusión de que quizá el ruso había mostrado más delicadeza y sensibilidad de lo que pudiera parecer a simple vista, habida cuenta que el ruido de la cisterna del váter sonando en medio de la despedida de Humbert y su exmujer podría haber sonado a modo de “inoportuno contrapunto sonoro” en tan incómoda situación… ¿Cómo llevar al cine semejante obra maestra de la ironía y de la buena literatura?


Pues hay que reconocer que Stanley Kubrick resolvió excelentemente semejante papeleta. A pesar de que, por exigencias de la censura de la época, él y Nabokov tuvieron que escoger a una actriz relativamente “mayor” para interpretar a Lolita como la adolescente Sue Lyon (téngase en cuenta que, en libro, Lolita apenas tiene 12 años), lo cual desvirtúa en gran parte el sentido de la novela; y que, como ya he indicado, no pudo volcar en el film fragmentos del original literario tan excepcionales como el que he descrito líneas arriba (a pesar de que la película dura nada menos que 152 minutos; los cuales, por cierto, pasan en un suspiro), Lolita es un film excelente y un modélico ejemplo de adaptación literaria al cine.


Una primera alteración que llevó a cabo Kubrick respecto al libro, alteración en la forma pero no en el espíritu, consiste en que, a diferencia de la novela, la película arranca con el clímax de aquélla: una primera y magistral secuencia en la cual Humbert (James Mason) irrumpe en la mansión de Clare Quilty (Peter Sellers), el cínico y adinerado guionista de televisión por culpa del cual el primero acabó perdiendo para siempre el amor de Lolita (Sue Lyon), y le asesina a tiros. La secuencia, sin duda una de las páginas más brillantes legadas para la posteridad por Kubrick, y que se beneficia extraordinariamente de la labor de dos grandes actores, James Mason en la cumbre de su arte interpretativo y Peter Sellers resolviendo genialmente uno de sus más difíciles y complejos personajes, supone además una variante en relación a la novela que, lejos de ser una “traición” a la misma, tiene una determinada función. Consciente de que el momento culminante de la Lolita de Nabokov consiste en el reencuentro final de Humbert con una Lolita crecida, casada con otro hombre y embarazada (una Lolita que, para el protagonista, ha dejado de ser “su Lolita”), con esta variación Kubrick logró un doble propósito: abrir el film con una secuencia “fuerte”, y reservar para el final de la película ese emotivo (y fallido) reencuentro entre los dos protagonistas; reencuentro que se cierra patéticamente con Humbert viéndose obligado a perder a Lolita por segunda vez, y ahora para siempre, y se encadena con la llegada del primero, armado con una pistola y sediento de venganza, a la mansión de Quilty.


Por otro lado, arrancando la narración con la consumación de la venganza de Humbert sobre Quilty, Kubrick logró también no solo captar de inmediato toda la atención del espectador que no conociese la trama del libro de Nabokov, sino además justificar las posteriores elipsis en virtud de las cuales van llegando los momentos esenciales de un relato sostenido a golpes de intensidad. La película, en este sentido, es muy fiel a la novela, y al mismo tiempo la “aligera” en virtud de esas abundantes elipsis, por más que algunas de ellas ya se encuentren en el libro, aunque a simple vista pueda no parecerlo: véase, sin ir más lejos, esa escena en la que, a solas en la habitación del hotel, Lolita se acerca a Humbert y le propone jugar a un juego “muy divertido” al cual ella misma había jugado a menudo con el chico del campamento de señoritas del que acaba de ser recogida por Humbert; Lolita le susurra las reglas al oído a Humbert; este se queda estupefacto al oírlas; la imagen, entonces, funde a negro… De este modo, tanto en la novela como en el film se insinúa la naturaleza sexual de ese “juego”, pero en ambos casos nunca llegamos a conocer el contenido del mismo, quedando este a la imaginación del lector/ espectador.


Lolita, versión Stanley Kubrick, es una honesta y a ratos extraordinaria traslación de la obra de Nabokov en la que el director de 2001: Una odisea del espacio trabajó particularmente el contenido del plano y la dirección de actores, de tal manera que gestos y miradas, cuya expresividad se refuerza con excelentes diálogos llenos de dobles sentidos, contribuyen a ir creando una espesa atmósfera de mezquindad cotidiana y de secretas intenciones. La llegada de  Humbert al hogar de los Haze para alquilar una habitación, donde la viuda Charlotte Haze (una no menos excepcional Shelley Winters) vive sola con su hija adolescente Dolores/ Lolita, está construida sobre un gran sentido del detalle y a partir de la conjunción de dos deseos: el primero, evidente, de la viuda Haze con tal de alojar bajo su techo a un hombre atractivo que pueda ser candidato a “futuro marido” suyo; y el segundo, que brota espontánea y sutilmente en Humbert al ver por primera vez  a Lolita, tomando el sol en bikini en el jardín de la vivienda y decidiendo en ese mismo instante que se va a quedar allí. Todas las secuencias posteriores que describen la estancia de Humbert en el hogar de los Haze, espléndidamente filmadas por Kubrick, se apoyan en no poca medida en la interpretación magistral de Mason y Winters, en particular ese momento en el cual Charlotte, tras haber conseguido casarse con Humbert (petición a la cual este último ha accedido exclusivamente para así poder estar siempre cerca de Lolita), le avisa de que tiene pensado que la chica pase todo el verano fuera de casa en un campamento y que a continuación sea internada en un colegio religioso: la mirada de Mason, sin cambiar de expresión, revela sutilmente su frustración; luego, su forma de mirar la pistola que Charlotte tiene en su mesita de noche le inspira la idea de asesinar a su esposa…



Lolita es una tragedia en torno a un hombre peligrosamente obsesionado con una niña sexualmente precoz, maleducada, egoísta, vulgar y grosera; o lo que casi es lo mismo, la tragedia de un hombre inteligente fatalmente atraído por la vulgaridad de un mundo al cual quiere dar la espalda gracias a su pasión desenfrenada hacia una chiquilla que, sin que sepa verlo hasta que ya es demasiado tarde, personifica toda esa mezquindad de la cual pretende huir, refugiándose en un amor que tan solo existe en su imaginación. De ahí que, a partir del momento en que, tras la muerte accidental de Charlotte indirectamente provocada por Humbert y el periplo de este último con Lolita buscando en vano un lugar donde poder vivir en plena libertad su amor prohibido, la película se va impregnando de una rara tensión, de un ambiente grotesco, propiciado en gran medida por las diversas apariciones, escondido o disfrazado, de Clare Quilty, el hombre que acabará seduciendo a Lolita y arrebatándosela a Humbert, y con ello quitándole su única razón para vivir.


Sue Lyon (1946-2019)



sábado, 28 de diciembre de 2019

“IMÁGENES DE ACTUALIDAD” ENERO 2020, a la venta




Imágenes de Actualidad empieza el nuevo año dedicando la portada de su nº 408, precisamente, a su Especial 100 películas para 2020, entre otros interesantes contenidos.


Como la salida del número coincide, más o menos, con las fiestas navideñas, dedico los Cult Movies a Pesadilla antes de Navidad (Tim Burton’s The Nightmare Before Christmas, 1993, Henry Selick), ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946, Frank Capra) y Black Christmas (Bob Clark, 1974).


Concluyo mi participación en este número con las críticas de la simpática Jumanji: Siguiente nivel (Jumanji: The Next Level, 2019, Jake Kasdan) y la vomitiva 6 en la sombra (6 Underground, 2019, Michael Bay) para la sección Estrenos.

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lunes, 16 de diciembre de 2019

25 aniversario del estreno de “ENTREVISTA CON EL VAMPIRO”



Hoy se cumplen 25 años del estreno en España del film de Neil Jordan Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles, 1994), adaptación de la novela homónima de Anne Rice. Para conmemorarlo, recupero el enlace a los comentarios que dediqué en este blog a este film y a su secuela, la nada despreciable La reina de los condenados (Queen of the Damned, 2002, Michael Rymer).


Entrevista con el vampiro + La reina de los condenados



sábado, 14 de diciembre de 2019

Futuro pasado: “LA FUGA DE LOGAN”, de MICHAEL ANDERSON




El origen de este film de Michael Anderson se halla en la novela homónima de William F. Nolan y George Clayton Johnson, publicada por primera vez en los Estados Unidos en 1967, cuyos derechos cinematográficos fueron adquiridos por la Metro-Goldwyn-Mayer. Nolan y Johnson también firmaron el guion del film, accediendo a llevar a cabo algunos cambios en el argumento del libro, como elevar el límite de vida de los ciudadanos del futuro de los 21 a los 30 años y la inclusión de un clímax espectacular que incluyera la destrucción de la ciudad.


El cambio más radical fue una imposición de la MGM. En la novela, el procedimiento del ordenador que controla la ciudad para regular la demografía consiste en una Casa del Sueño, donde los ciudadanos de 21 años son “dormidos” para nunca despertar. La idea hizo tanta gracia que fue incorporada al argumento de otra producción MGM de ciencia ficción que se realizó antes que La fuga de Logan (Logan’s Run, 1976): la magnífica Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973), dirigida por Richard Fleischer. Ello obligó a los autores a inventarse el ritual del Carrusel, en el cual sus participantes flotan en el aire dentro de un extraño escenario preparado a tales efectos y explotan, ante el alborozo de los espectadores asistentes, ajenos a lo que se está desarrollando ante sus ojos, que van gritando: ¡Renovarse! ¡Renovarse!. No obstante, el guion definitivo sería obra de David Zelag Goodman, quien figura acreditado como único guionista.


En cierto sentido puede afirmarse que La fuga de Logan es el último exponente de un tipo de cine de ciencia ficción de temática futurista muy en boga en el cine norteamericano de los setenta, como la ya mencionada Cuando el destino nos alcance o el film de Norman Jewison Rollerball (ídem, 1975), y una heredera directa de las películas de ciencia ficción de los años treinta, cuarenta y cincuenta, dado que su visión colorista del futuro, que muestra a los hombres vestidos con uniformes que parecen pijamas y a las mujeres con atuendos vaporosos y minifaldas, está más cerca de la mostrada por títulos como la británica La vida futura (Things To Come, 1936, William Cameron Menzies), los seriales de Flash Gordon, Planeta prohibido (Forbidden Planet, 1956, Fred McLeod Wilcox,) o la serie de televisión Star Trek y sus posteriores secuelas cinematográficas, que de 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968, Stanley Kubrick,). Ello es perceptible en secuencias como la del Carrusel, la del laboratorio de cirugía estética con láser que regenta Doc (encarnado por el propio hijo del realizador del film, el actor Michael Anderson Jr.), o la que tiene lugar en La Catedral, un sector degradado de la ciudad poblado por jóvenes Cachorros que viven en un estado de salvajismo, y donde la pareja protagonista, Logan (Michael York) y Jessica (Jenny Agutter), atraviesan una situación peligrosa: la concepción de la secuencia evoca el ambiente de títulos como El último hombre... vivo (The Omega Man, 1971, Boris Sagal,) o Nueva York, año 2012 (The Ultimate Warrior, 1975, Robert Clouse) (1).


También se ha querido ver en la escena en la cual Logan y Jessica, tras haber conseguido huir de la ciudad, llegan hasta Washington y ven, por primera vez en su vida, el rostro esculpido en mármol de un anciano, el del gigantesco monumento a Abraham Lincoln, un equivalente de la famosa Estatua de la Libertad semienterrada en la playa en el célebre final de El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968, Franklin J. Schaffner,). Otro aspecto que marca el momento en que La fuga de Logan fue realizada reside en sus secuencias finales, las cuales remiten al cine de catástrofes imperante durante los setenta: en particular, una bonita escena submarina (Logan y Jenny vuelven a entrar en la ciudad buceando a través del conducto de la planta depuradora de agua), que guarda ciertos ecos de La aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972, Ronald Neame); y sobre todo, las más bien inverosímiles escenas de destrucción de la ciudad.



De hecho, al año siguiente de su estreno todo el cine de ciencia ficción representado por La fuga de Logan sería literalmente barrido por el triunfo clamoroso de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977, George Lucas), seguido dos años más tarde por el de Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979, Ridley Scott) (2), películas que cambiaron para siempre el horizonte del género. La fuga de Logan está más cerca de otras aproximaciones posteriores que del trasfondo sórdido y pesimista que imperó en la ciencia ficción norteamericana de los setenta, y quizás ello explicaría el generoso “culto” que existe a su alrededor, sobre todo en los Estados Unidos, donde esta película sigue siendo increíblemente popular. Baste con señalar su ingenuo “final feliz”, recuperado de forma muy parecida en La Isla (The Island, 2005, Michael Bay), en el cual los habitantes de la ya destruida ciudad del futuro se encuentran cara a cara con el viejo (Peter Ustinov) que, previamente, Logan y Jessica han conocido en el exterior y descubriendo así que es posible vivir más allá de los treinta años de edad… A pesar de ello, y de esa carga de ingenuidad, los mejores momentos de la función son los más sombríos, como el extraño episodio que enfrenta a Logan y Jessica con el robot Box (Roscoe Lee Browne), la pelea a muerte de Logan con su examigo y ahora perseguidor Francis (Richard Jordan) en el desolado decorado del Congreso de los Estados Unidos, ahora cubierto de hiedra y donde vive el viejo con sus gatos; o, en particular, la escena en la cual el cerebro electrónico que gobierna la ciudad le arrebata a Logan los últimos años que le quedaban antes de “renovarse”: Logan abandona la sala donde opera ese gigantesco ordenador, y la cámara le sigue en un travelling casi ceremonioso, de tal manera que los extraños relojes de colores del decorado pasan a ser, ahora, siniestros indicadores del poco tiempo de vida que le queda… Anotar, finalmente, la existencia de algunas pequeñas escenas inéditas, entre las cuales destaca una, directamente sacada de la novela de Nolan y Johnson, en la cual Logan y Jessica posan desnudos para una estatua de hielo que esculpe Box; dicha escena puede apreciarse incluso en el cartel publicitario del film.