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lunes, 29 de mayo de 2023

A la sombra de “Moby Dick”: “ORCA, LA BALLENA ASESINA”, de MICHAEL ANDERSON



No cuesta nada ver en Orca, la ballena asesina (Orca, 1977, Michael Anderson) una consecuencia directa del estruendoso éxito, dos años antes, de Tiburón (Jaws), a pesar de que el proyecto se puso en marcha en 1975, el mismo año del estreno del film de Steven Spielberg, después de que el productor italiano Luciano Vincenzoni telefoneara en plena noche a su amigo Dino de Laurentiis para proponerle la idea. No está claro si la película nació espontáneamente porque Vincenzoni acababa de ver Tiburón, o porque había tenido acceso a la novela Orca, escrita por Arthur Herzog, también conocido como Arthur Herzog III. Herzog es asimismo autor de la novela El enjambre (1974), la cual daría pie a la homónima superproducción catastrofista producida y dirigida por Irvin Allen en 1978 (1), si bien Orca no llegaría a las librerías hasta 1977, coincidiendo con el estreno de la película (ese mismo año conoció edición española a cargo de Atlántida, dentro de su colección Libro Elegido, bajo el mismo título español del film). De Laurentiis, que en aquellos momentos barruntaba la posibilidad de hacer una secuela de su King Kong (ídem, 1976, John Guillermin) –que no llevaría a cabo hasta muchos años después, y, visto el resultado, King Kong 2 (King Kong Lives!, 1986, Guillermin), más le hubiese valido dejarlo correr…–, se decantó por Orca, la ballena asesina.



Con un presupuesto, bastante elevado para la época, de 6 millones de dólares, el film sería una coproducción entre Estados Unidos (donde por aquel entonces De Laurentiis tenía fijado su cuartel general), Italia y Holanda. Vincenzoni escribió el guion junto con Sergio Donati y un no acreditado Robert Towne, y el rodaje tuvo lugar en exteriores de Terranova y Labrador, en el noreste de Canadá, y en la localidad de Petty Harbour-Maddox Cove, a 15 kilómetros de la capital de la provincia, San Juan de Terranova. Otras localizaciones fueron los parques acuáticos californianos Marineland of the Pacific y Six Flags Discovery Kingdom. Aunque se utilizaron dos orcas reales, llamadas Yaka y Nepo, las escenas peligrosas corrieron a cargo de animatronics creados por Alex Weldon, cuya utilización provocó protestas de grupos de defensa de los derechos de los animales, quienes consideraban que las orcas artificiales confundían a las auténticas. La filmación se completó en la calurosa Malta, donde el decorador Mario Garbuglia construyó un ingenioso decorado flotante que simulaba ser el helado océano polar de Labrador. Estrenada en los EE.UU. el 22 de julio de 1977, Orca, la ballena asesina no fue un gran éxito comercial –aunque, a pesar de todo, hizo unos también para la época dignos 14 millones de dólares–, pero devino muy pronto una película de culto.



Orca, la ballena asesina
se recuerda como una de las más estimables “consecuencias” del éxito de Tiburón, mal que le pesara a su actor protagonista, el excelente y malogrado Richard Harris, que se ponía furioso cada vez que alguien comparaba la película dirigida por Michael Anderson con el éxito de Spielberg. No le faltaba razón, dado que el film de Anderson tiene un planteamiento y una resolución muy diferentes, y además, está recorrido por un aliento trágico que contribuye a dotarlo de cierta consistencia y espesor dramáticos. La trama gira alrededor del capitán Nolan (Harris), un pescador irlandés que mata accidentalmente a una orca hembra embarazada cuando pretendía capturar con vida al macho, desatando la ira vengativa de este último. El relato está recorrido por el fatalismo: muy a su pesar, Nolan comprende y comparte el dolor del animal por la pérdida de su compañera embarazada porque él también perdió a su esposa encinta por culpa de un conductor borracho. Finalmente, la orca atrae a Nolan y a su barco hacia una zona helada al norte de Labrador, donde el animal y el hombre tendrán su duelo final. No hace falta ser un lince para ver en esta trama ecos del Moby Dick de Herman Melville, ya presentes en Tiburón pero aquí mucho más acentuados.



La melancólica partitura de Ennio Morricone contribuye a acentuar esa atmósfera de tragedia. El tema principal de la banda sonora, muy bello, suena en la primera e idílica secuencia, en la cual vemos a la pareja de orcas dando saltos fuera del agua, una estampa de felicidad acaso ingenua pero efectiva e, incluso, dramáticamente interesante, dado que predispone al espectador a ponerse inicialmente del lado de las “ballenas asesinas”, es decir, de las teóricas “villanas” del relato. En dicha secuencia, Michael Anderson inserta planos desde el punto de vista subjetivo de las orcas, forzando al mismo tiempo una identificación por parte del espectador e insinuando, ya de paso, la humanización de estos animales. En una de las primeras secuencias, puramente didáctica, la bióloga marina Rachel Bedford (Charlotte Rampling) imparte una conferencia en la universidad donde pone de relieve no tanto la peligrosidad de las “ballenas asesinas” como, sobre todo, sus características humanas: el tamaño de su cerebro es proporcionalmente más grande que el de los seres humanos, llegándose a afirmar que, en determinados aspectos, atesoran una inteligencia superior; además, los fetos de orca tienen un inquietante parecido con los fetos humanos, compartiendo incluso la característica de poseer cinco dedos en cada una de sus manos antes de que éstas se transformen definitivamente en aletas.



No es casual, en este sentido, que abunden las actitudes humanas en el comportamiento de las orcas. La que, al principio del relato, salva a Rachel y a su ayudante Ken (Robert Carradine) del ataque de un tiburón blanco adopta, en cierto sentido, una actitud “protectora”. Cuando Nolan y su tripulación emprenden la arriesgada operación de captura de una orca macho viva con la intención de venderla a un parque acuático, el resultado acaba siendo catastrófico e, incluso, melodramático: Nolan dispara un arpón equipado con un potente narcótico contra el macho, pero falla el tiro; el arpón roza la aleta dorsal del macho, dejándole una característica cicatriz que a partir de ese momento le identificará del resto de sus congéneres, y se clava en la hembra, hiriéndola gravemente; esta última profiere unos gritos de dolor y miedo que parecen humanos, aterrorizando a Nolan y a su tripulación. Pero lo peor está por llegar: la hembra, resistiéndose a su captura…, intenta suicidarse, infligiéndose graves heridas con la hélice en marcha del barco de Nolan; una vez izada a bordo colgando de la cola, del cuerpo de la hembra brota el feto abortado de su cría, que Nolan arroja con repugnancia al mar, no sin que antes el macho haya proferido unos gritos que se dirían de furia y desesperación. La orca macho iniciará su venganza arrastrando el cadáver de su hembra hasta la playa, a modo de siniestro recordatorio para Nolan. Luego, hará gala de una astucia impropia de un animal: primero, diezmando uno por uno a la tripulación de Nolan (en cierto sentido, sus “cómplices”): el viejo Novak (Keenan Wynn), Paul (Peter Hooten) y su novia Annie (Bo Derek) –la única que, además de Rachel, sobrevivirá a la orca, si bien horriblemente mutilada–, así como el esquimal Umilak (Will Sampson) y el ayudante de Rachel, Ken, estos últimos por haberse atrevido a unirse a Nolan en su expedición de venganza contra el cetáceo. Asimismo, la orca sabotea los barcos de los otros pescadores del pueblo pero respeta el de Nolan, a fin de forzar a este último a que salga a alta mar a su encuentro. Incluso hay un momento en que provoca un incendio en el muelle que hace saltar por los aires unos depósitos de combustible. Más tarde, vemos cómo la orca hace señas con su aleta y su cola para que Nolan le persiga con su barco y conducirle hasta el lugar donde se producirá su enfrentamiento final.



A pesar de la excesivamente mecánica y funcional puesta en escena de Anderson, hay momentos en que la misma queda compensada por esos detalles, ya apuntados, de tonalidad fantastique. Hay una combinación de bonitos planos marinos y submarinos de la orca macho empujando el cadáver de su hembra, escoltados, además, por otras orcas, en lo que puede verse una especie de cortejo “fúnebre”. Rachel y Umilak advierten a Nolan de la inteligencia de las orcas y de que tienen desarrollado el sentido de la venganza contra los seres humanos que les han hecho daño, la una apelando a la ciencia, el otro a las leyendas y tradiciones de su pueblo. Una noche, la orca se aparece, amenazadora, ante Nolan, quien se encuentra en la orilla al lado de un pequeño faro cuya luz rojiza confiere una tonalidad “infernal” a ese encuentro. Un primer plano del ojo de la orca muestra a Nolan reflejándose en la pupila del animal, y más adelante es la orca la que aparece reflejada en un primer plano del ojo de Nolan.  



Hay, asimismo, buenos momentos de acción. El ataque de la orca a un enorme tiburón blanco sería retomado en Tiburón 2 (Jaws 2, 1978, Jeannot Szwarc), pero invirtiendo la situación: si en esta última es el cetáceo quien perecerá entre las fauces del escualo, en Orca, la ballena asesina sucede justo lo contrario. Son notables algunos momentos espectaculares como el ya mencionado hundimiento de los barcos pesqueros, que la orca embiste con su cabeza provocando vías de agua que los manda a pique. O la ya citada secuencia del incendio nocturno del muelle por parte del animal, un momento argumentalmente inverosímil pero dramáticamente efectivo, en cuanto refuerza cierto trasfondo fantástico asimismo presente en el film acentuando los rasgos humanos, o cuanto menos humanizados, con los que es presentado: resulta difícil de creer (por no decir imposible) que una orca sea capaz de provocar ese fuego intencionadamente, pero la posibilidad de que así sea, y que luego veamos a la orca saltando fuera del agua, tal y como la hemos visto al principio junto con su compañera, manifestando una especie de alegría por estar llevando a cabo su venganza, potencia ese soterrado trasfondo fantástico que recorre buena parte del relato. Pero si hay una escena particularmente cruel es la del ataque de la orca a Annie. La muchacha tiene una pierna completamente escayolada, como consecuencia de una lesión que se ha producido durante uno de los ataques de la orca contra el barco de Nolan; el animal golpea la estructura de madera que sostiene la cabaña frente al mar donde se encuentra la chica, haciendo que se incline sobre el agua y que Annie, inexorablemente, vaya resbalando hasta ponerse al alcance de las temibles mandíbulas de la orca, pese a los esfuerzos de Nolan  y Paul por impedirlo: una rápida dentellada, y la pierna escayolada de la joven termina en las fauces del animal, dejando a Annie mutilada.



Es una pena que, aun siendo una película de lo más estimable, a la vista de lo que hemos explicado, el film no termine de estar conseguido por culpa de la pobreza de la cual hace gala, subrepticiamente, la puesta en imágenes. Hay momentos en los cuales los ataques de la orca están resueltos exactamente igual, mediante el rápido inserto de un plano del animal saltando fuera del agua para abalanzarse sobre su presa, acompañado del efecto sonoro del chillido de la bestia hecho con la finalidad de “asustar”, haciéndose repetitivos. El recurso a la narración en off del personaje de Rachel transmite la sensación de que ha sido insertada para cubrir determinados agujeros narrativos y, en consecuencia, de que posiblemente falten escenas, algo que se hace patente en la parte final del relato. Como ya he mencionado, Rachel, Ken y Umilak se unen a la expedición de pesca de la orca que Nolan y Paul emprenden tras la mutilación de Annie, sin que se vean demasiado claros los motivos por los cuales lo hacen. Se insinúa un conato de love story entre Nolan y Rachel, muy bien expresado y matizado por Harris y Rampling, pero que tampoco va más allá, lo cual resulta de agradecer, pues creo que no aportaría a la película nada sustancial. Asimismo no se entiende demasiado la reacción de Umilak, personaje inicialmente presentado como alguien espiritual y reflexivo (aunque sea haciendo honor al tópico del “indígena sabio”, todo hay que decirlo), pero que al final empuña un rifle e intenta convencer a la fuerza a Nolan de que deben regresar a puerto.

 


(1) Véase mi crítica de este film en DIRIGIDO POR…, n.º 501 (julio-agosto 2019): http://elcineseguntfv.blogspot.com/2019/07/dirigido-por-julio-agosto-2019-la-venta.html 

viernes, 26 de mayo de 2023

“DIRIGIDO POR…” junio 2023, a la venta



DIRIGIDO POR…
, n.º 540, dedica su portada a su contenido más espectacular: un dosier dedicado a la saga Indiana Jones, con motivo del próximo estreno de Indiana Jones y el Dial del Destino (Indiana Jones and the Dial of Destiny, 2023, James Mangold), en el cual el lector hallará un artículo sobre los precedentes de la serie, amplias antologías de los cinco largometrajes para el cine que la componen, un perfil de James Mangold, una parada en la serie de televisión Las aventuras del joven Indiana Jones, un artículo sobre las imitaciones de la saga, una extensa e interesante conversación entre Steven Spielberg y John Williams comentando sus 50 años de colaboración, y un análisis sobre la música de la saga. Otros contenidos destacados en portada giran alrededor de cineastas como Paul Schrader, Lou Ye y David Wagner.



Contribuyo al dosier Indiana Jones con una antología dedicada a la primera entrega de la saga, la espléndida En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981, Steven Spielberg).



También firmo un par de críticas para la sección homónima de las primeras páginas: Y todos arderán (David Hebrero 2021) y Las Cícladas. Escapada de amigas (Les Cyclades, 2022, Marc Fitoussi).



Y, para la sección Streaming/TV, el comentario de Peter Pan & Wendy (ídem, 2023, David Lowery).



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lunes, 15 de mayo de 2023

La Prehistoria según Hammer Films: “CUANDO LOS DINOSAURIOS DOMINABAN LA TIERRA”, de VAL GUEST



Entre 1966 y 1971, la productora británica Hammer Films llevó a cabo un pequeño ciclo de “películas prehistóricas”, inaugurado por la segunda versión de Hace un millón de años (One Million Years B.C., 1966, Don Chaffey), protagonizada por la popular Raquel Welch y con efectos visuales del gran Ray Harryhausen, a la cual le siguió Mujeres prehistóricas (Prehistoric Women, 1967, Michael Carreras), Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (When Dinosaurs Ruled the Earth, 1970) y la poco recordada Creatures the World Forgot (Chaffey, 1971). Hoy hablaremos de Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, producida en 1968 y con copia fechada en 1969, si bien estrenada en 1970, y acaso la más interesante del lote a pesar de sus deficiencias y no pocas ingenuidades, empezando por el tópico inherente a este tipo de films: la insistencia en mostrar a dinosaurios y seres humanos compartiendo nuestro mundo, cuando es bien sabido que el homo sapiens apareció sobre la faz de la Tierra unos 200.000 años después de la extinción de los lagartos terribles.



Escrita y dirigida por Val Guest, realizador a quien se le deben otros atractivos títulos para la Hammer –El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, 1955), Quatermass II (1957), The Abominable Snowman (1957)–, además de excelentes aportaciones al cine bélico –The Camp of Blood Island (1958), Ayer enemigos (Yesterday’s Enemy, 1959)–, Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra fue una modesta producción hammeriana presupuestada en 566.000 libras esterlinas y rodada en diversos enclaves de Gran Canaria y Fuerteventura (la playa de Maspalomas, la montaña de Ansite, Amurga, Caldera de Tejera), y hace gala de algunas curiosas particularidades. En primer lugar, la presencia como asesor de guion del famoso escritor J.G. Ballard (Crash, Rascacielos, El Imperio del Sol), acreditado como J.B. Ballard, quien –como ya ocurría en Hace un millón de años– creó expresamente para el film un ficticio lenguaje cavernícola de 27 palabras, entre ellas “neecha” (“alto”), “zak” (“izquierda”), “akita” (“mira”), “necro” (“malo”), “m'kan” (“matar”), “mata” (“muerto”) o “yo kita” (“voy”). Por otra parte, la solvencia de los efectos visuales stop-motion de Jim Danforth y sus colaboradores, David W. Allen y Roger Dickens, en la línea de los creados por Harryhausen para Hace un millón de años, y que incluso llegaron a ser acreedores a una nominación al Óscar. Resulta chocante la anécdota que afirma que Guest y Danforth, que en la vida real eran muy puritanos, se negaron a incluir un tiranosaurio entre los monstruos de la película porque, en su opinión, aquél tenía connotaciones gais (sic).



Buena parte del lanzamiento publicitario giró alrededor de su protagonista, Victoria Vetri, una actriz norteamericana que había sido “chica Playboy” (Miss Septiembre 1967 y Playmate del Año 1968) usando el seudónimo Angela Dorian, había tenido pequeños papeles en títulos como Chuka (ídem, 1967, Gordon Douglas) y La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968, Roman Polanski), y su vida privada fue de lo más turbulenta y desdichada (1). Hammer Films se asoció con Playboy de cara a promocionar Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra en los EE.UU. mediante sesiones fotográficas en las que Vetri aparecía con bikinis prehistóricos todavía más diminutos que los que luce en el film. En 1984, Vetri confesó que Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra incluía los desnudos más explícitos de la historia del cine Hammer: una escena de sexo que fue cortada en el momento de su estreno pero que se encuentra incorporada en las actuales ediciones en formato doméstico.



Dentro de cierta tosquedad formal, tiene su mérito que Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra tenga a gala explicar una historia muy sencilla, cierto, pero apoyándose completamente en las imágenes y sin recurrir a los diálogos, que como hemos dicho tienen lugar en un idioma “prehistórico” completamente ficticio. Ya hemos avanzado que hay mucha ingenuidad en esta película: Sanna (Victoria Vetri) es una muchacha condenada a muerte desde su nacimiento, dado que en su aldea es costumbre sacrificar en honor del sol a las jóvenes de cabellos rubios como ella. Sanna huye de su aldea arrojándose al mar, donde es rescatada por Tara (Robin Hawdon), miembro de una tribu de pescadores que se enamora de ella, provocando así los inevitables celos de su pareja, Ayak (Imogen Hassall), quien intenta deshacerse de Sanna acusándola de ser una bruja. De nuevo huida para salvar su vida, Sanna es adoptada por un dinosaurio hembra que, al descubrirla dormida dentro de la cáscara de uno de sus huevos, cree que es una de sus crías (sic).



A pesar de esas simplezas, el film hace gala, por otra parte, de cierta, e inesperada, crudeza. La secuencia del elasmosaurus que casi arrasa la aldea de Tara tras haberlo capturado culmina con el dinosaurio quemado vivo con la ayuda de un líquido inflamable. Sanna está a punto de ser devorada viva por una planta carnívora, dentro de la cual se refugia, escondiéndose de sus perseguidores, sin conocer el peligro en el que se está metiendo, y de la cual tan solo logrará zafarse cortándose su cabellera, atrapada en las fauces del voraz vegetal con un cuchillo; precisamente, cuando Tara descubra un mechón de los rubios cabellos de Sanna cogidos por esa misma planta, creerá que la joven ha sido devorada por el vegetal. Los cazadores de la tribu se enfrentan a un chasmosaurus (una especie de triceratops), cuyas afiladas astas provocan graves heridas. En la secuencia final del tsunami que arrasa la aldea de los pescadores, Sanna, Tara y otra pareja de amigos suyos salvarán sus existencias atravesando el oleaje a bordo de una frágil embarcación; antes, Ayak morirá, tragada por las arenas movedizas, a pesar de los esfuerzos de Tara por salvarle la vida; por otro lado, unos inquietantes cangrejos gigantes aprovechan la retirada del mar para abalanzarse salvajemente sobre los aldeanos. Steven Spielberg rindió un pequeño homenaje a esta modesta pero agradable película de Val Guest en su Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993): inmediatamente después de que el tiranosaurio haya vencido a los velocirraptores que amenazaban a los protagonistas, se desploma una pancarta donde se lee el título original en inglés del film de Guest: When Dinosaurs Ruled the Earth.



(1) En 1980, fue víctima de un asalto en su propia casa, como consecuencia del cual acabó con la nariz y costillas rotas; los agresores nunca fueron detenidos. El 16 de octubre de 2010, intentó asesinar a tiros a su esposo Bruce Rathgeb, de 25 años (cuarenta y uno menos que ella), lo cual le acarreó cumplir una condena de privación de libertad, por intento de asesinato, en el Centro de Mujeres de California Central, del cual salió en abril de 2018 en libertad condicional.