[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTA SERIE.] Al igual que ocurría con Bruja Escarlata y Visión (Wandavision, 2021) (1) y como creo que ocurrirá, previsiblemente, con Loki (ídem, 2021), Falcon y el Soldado de Invierno (The Falcon and the Winter Soldier, 2021) transcurre D.d.T., es decir, después de que Thanos llevara a cabo el famoso “chasquido” de dedos con el guante decorado con las Gemas del Infinito y, literalmente, borrara la mitad de la vida del Universo entero (¡toma ya!) en el celebrado clímax de Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, 2018, Anthony y Joe Russo) (2), y después de que, naturalmente, los Vengadores volvieran a poner el Universo en su sitio en la todavía más celebrada culminación de Vengadores: Endgame (ídem, 2019, Anthony y Joe Russo), la película que, por extensión (tres horas) y ambición, sigue siendo el punto culminante de la producción cinematográfica de Marvel.
Hasta
aquí, nada nuevo bajo el sol, con la diferencia de que Falcon y el Soldado de
Invierno se centra en dos personajes relativamente secundarios en el ciclo
de películas Marvel centrado en Steve Rogers/ el Capitán América y los Vengadores:
Sam Wilson/ Falcon (Anthony Mackie) y Bucky Barnes/ El Soldado de Invierno (Sebastian
Stan), mostrándonoslos al principio del relato poco después de cómo quedaron estos
personajes en los minutos finales de Vengadores: Endgame, con Wilson
recibiendo de manos de un envejecido Capi su célebre escudo de “adamantium”.
Escudo que, en el primer episodio de esta serie de seis entregas, es cedido por
Wilson a las autoridades de los Estados Unidos, principalmente porque no se
siente merecedor de su custodia, y que acabará en manos nada menos que de… un
nuevo Capitán América: el condecorado héroe de guerra John Walker (Wyatt Russell).
Sin embargo, Falcon y el Soldado de Invierno no gira alrededor de este
renovado Capi, ni tan siquiera en torno a los reproches que Wilson tiene que
sufrir por parte de Barnes, quien le echa en cara que haya regalado el escudo
de Steve Rogers al gobierno, y de rebote, a alguien que no le llega al original
Capitán América ni a la suela del zapato, como no tarda en comprobarse. La
trama se complica –sin por ello hacerse más compleja– con el añadido de: 1) los
problemas de conciencia de Wilson, que sigue dudando sobre si merecía o no recibir
la herencia de Steve Rogers en forma de escudo decorado con los colores de la
bandera de las barras y estrellas, y todo lo que ello representa; 2) los
problemas, también de conciencia, de Barnes, que todavía sufre con el recuerdo
de las víctimas mortales que dejó a su paso durante los años en que fue el
Soldado de Invierno dominado por Hydra, tal y como vimos, recordemos, en Capitán
América: El Soldado de Invierno (Captain America: The Winter Soldier, 2014,
Anthony y Joe Russo) (3); y 3) la aparición de un grupo de terroristas
superdotados antiglobalización, que deben sus superpoderes a la administración
del famoso suero del súper soldado que dio origen al Capitán América, apodados los
Sin Bandera, que lidera la joven Karli Morgenthau (Erin Kellyman, la mejor del
reparto), lo cual, de paso, sirve para recuperar a un personaje secundario pero
decisivo en la trama de Capitán América: Civil War (Captain America:
Civil War, 2016, Anthony y Joe Russo) (4): el barón Zemo (Daniel Brûhl).
El
resultado final de esta serie es tan correcto como, por lo general, poco
estimulante, situándose por debajo de la curiosa, pero asimismo algo
decepcionante, Bruja Escarlata y Visión. Brillan con luz propia las
abundantes secuencias de acción, resultado más que nada de un excelente nivel
de producción (la serie hace gala, para entendernos, de unos medios “de cine”,
al igual que la, no obstante, más simpática The Mandalorian/ ídem, 2020-
), y de la buena labor de las segundas unidades y las unidades de efectos
visuales, que de la labor meramente funcional de la realizadora de la serie, la
canadiense Kari Skogland, una manufacturera habitual del serial televisivo
norteamericano de estos últimos años (Nikita, Boardwalk Empire, Los
Borgia, Vikingos, The Walking Dead, Fear the Walking Dead,
House of Cards, El cuento de la criada…). Todo lo que plantea es,
en principio, prometedor y con posibilidades: la función de los superhéroes en
la sociedad contemporánea, las paradojas de la existencia del superhéroe cuando
“desciende” al nivel de la vida cotidiana –cf. los problemas económicos de
Sarah (Adepero Oduye), la hermana de Wilson, para tirar adelante su negocio sin
perder el viejo barco de pesca heredado de su padre–, la sátira del patriotismo
típicamente made in USA por mediación del nuevo (y decepcionante)
Capitán América/ John Walker –lo cual da pie a la imagen más impactante del
serial: el escudo del Capi manchado de sangre como consecuencia de la brutal
venganza de Walker contra uno de los terroristas antiglobalización–, el sempiterno
racismo de la sociedad norteamericana –cf. Isaiah Bradley (Carl Lumbly), un
anciano héroe de guerra que fue sometido a atroces experimentos biológicos con
el suero del súper soldado por el mero hecho de ser negro…–, el caos mundial
provocado por el regreso de los “desvanecidos” que fueron borrados de la faz de
la Tierra por Thanos… Pero nada resulta lo suficientemente interesante,
consistente o emocionante. Personalmente me quedo, con sus muchos defectos, con
Bruja Escarlata y Visión, ni que fuera por su (relativa) heterodoxia
formal.
(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2021/04/el-show-de-wanda-bruja-escarlata-y.html
(2) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2018/05/thanos-vengadores-infinity-war-de-vvaa.html
(3) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2014/06/apuntes-apuntes-jimmy-p-el-gran-hotel.html
(4) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2016/04/superheroes-enfrentados-capitan-america.html