[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTA SERIE (Y DE LA NOVELA QUE LA
INSPIRA).] Como ya tuve ocasión de comentar en mi primera aproximación a lo
que podríamos denominar el “universo Cuento de la Criada”, formado por la
novela homónima de Margaret Atwood (1985), su primera adaptación para el cine –el
largometraje El cuento de la doncella (The Handmaid’s Tale, 1990,
Volker Schlöndorff)–, y la segunda para televisión –la serie El cuento de la
criada (The Handmaid’s Tale, 2017- )–, hasta ese momento no había tenido la
ocasión de leer el mencionado libro de Atwood (1). Una vez leído, en una
reciente reedición española a cargo de Salamandra (octubre de 2020) que incluye
una introducción añadida por Atwood a las ediciones publicadas con
posterioridad al éxito de la serie protagonizada por Elisabeth Moss, me ha
parecido una obra excelente, hasta el punto de que pienso leer su continuación
escrita, asimismo, por Atwood –Los testamentos, también publicada en
castellano por Salamandra en 2019–, tan pronto como me sea posible. Escribo
estas líneas tras haber leído la novela y a falta de revisar la película de
Schlöndorff basada en la misma, un visionado demasiado lejano en el tiempo como
para pronunciarme con rigor sobre ella, por más que puedo avanzar, sobre la
base de ese vago recuerdo, algo que, me imagino, habrá sido ya sobradamente comentado,
con lo cual doy por sentado de que no estoy descubriendo nada: que tanto el
film de Schlöndorff como la primera temporada de la serie son adaptaciones
razonablemente fieles a la trama del libro. Mi intención es escribir más
aproximaciones al “universo Cuento de la Criada” en cuanto haya revisado El
cuento de la doncella, visto la cuarta temporada de la serie –y ya se ha
anunciado la realización de una quinta–, y leído Los testamentos.
Lo
primero que me ha llamado la atención de la novela son las declaraciones de su
autora en la mencionada introducción incluida en las ediciones más recientes
del libro. En una de ellas explica el que, a su entender, es el origen de la
idea de que la protagonista de la serie se llame June, tal y como creen,
asimismo, muchos lectores, cuando en la novela no tiene nombre, salvo el que
usan sus amos para denominarla: Defred. “Cuando empecé –escribe Atwood–,
“El cuento de la criada” se llamaba “Offred”, el nombre de su personaje
principal. Está compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el
prefijo que denota posesión: es como el “de” en francés y español, el “von” del
alemán, o el sufijo “son” de los apellidos ingleses, como Williamson. El nombre
insinuaba también otra posible interpretación: “offred”, “ofrecida”, que aludía
a una ofrenda religiosa, o a una víctima ofrecida en sacrificio. ¿Por qué no
llegamos a conocer en ningún momento el verdadero nombre del personaje
principal? Me lo preguntan a menudo. Porque, respondo, a lo largo de la
historia mucha gente ha visto su nombre cambiado, o simplemente ha desaparecido
de la vista. Hay quien deduce que el verdadero nombre de Defred es June porque,
de todos los nombres susurrados entre las criadas en el gimnasio/ dormitorio,
June es el único que no vuelve a aparecer nunca más. No era esa mi idea
original, pero, como encaja, los lectores son libres de creerlo si así lo
desean” (2). La escritora se refiere concretamente a la línea final
del capítulo I, Primera Parte (La noche), en la que la protagonista recuerda
cómo las criadas sometidas a adiestramiento comunicaban de una cama a otra sus
nombres de pila: “Alma, Janine, Dolores, Moira, June”. También menciona
de pasada un dato que, ignorante de mí, desconocía por completo: la existencia
de una ópera basada en su novela –The Handmaid’s Tale (2000), compuesta
por Poul Ruders y con libreto de Paul Bentley–, un ballet –The Handmaid’s
Tale (2013), con coreografía de Lila York– y un cómic –The Handmaid’s
Tale: The Graphic Novel (2019), con dibujos de Renée Nault–.
A
falta, como digo, de recordar con precisión la versión de Schlöndorff, la serie
toma de la novela muchas cosas, entre ellas su construcción narrativa a base de
flasbhacks, con la salvedad, recordemos, de que, en el arranque del
primer capítulo de la primera temporada de la serie, veíamos a June/ Defred
huyendo de la persecución de los Guardianes de Gilead junto con su marido Luke
(O-T. Fagbenie) y su hija Hannah (Raven Riley Dupont/ Ayomi Jonas/ Jordana
Blake en distintas edades), así como la captura de June y Hannah, las cuales
dan a Luke por muerto. En cambio, la novela nos presenta a la protagonista ya
sometida al adiestramiento especialmente concebido para asegurar la sumisión y
fertilidad de las Criadas a manos de las Tías, las guardianas femeninas, y la
descripción del intento de huida de Defred y su familia no aparece hasta bien
avanzado el libro en forma, asimismo, de flashback, literario en este
caso. Por cierto, en la novela no se menciona para nada que Luke sea, como en
la serie, de raza negra, ni, por descontado, el carácter mestizo de Hannah, por
más que la raza de estos personajes no resulta relevante a la hora de caracterizar
a los mismos, a no ser que lo interpretemos como un ejemplo práctico del
pensamiento progresista y sin prejuicios de June. Y, ya que estamos con los
personajes, también llama la atención que la protagonista del libro se describa
a sí misma del siguiente modo: “Tengo treinta y tres años y el cabello
castaño. Mido uno setenta descalza”. Más cerca, por tanto, de la malograda protagonista
de El cuento de la doncella Natasha Richardson y su metro setenta y
cinco, por más que fuera rubia, que de Elisabeth Moss y su metro sesenta de
estatura y el cabello asimismo rubio que luce en la serie.
No
obstante, y a diferencia de la serie, el personaje del comandante en la novela
y en el film de Schlöndorff (donde corre a cargo de Robert Duvall), y el de su
esposa, Serena Joy (Faye Dunaway, en la película), son bastante más mayores que
sus homólogos, el comandante Fred Waterford (Joseph Fiennes) y Serena Joy
(Yvonne Strahovski) en la serie. ¿A qué se debe este cambio en las edades de
estos personajes de la serie con respecto al libro y al largo para el cine?
Especulo con que ello se justifica a fin de subrayar, más todavía que en la
novela y que en el film de Schlöndorff, que el comandante Waterford se siente
secretamente enamorado de su criada Defred/ June, y que le interesa más allá
del hecho de que se trate de una mujer joven, y, por tanto, sexualmente más deseable
que la esposa ajada imaginada por Atwood y visualizada por Schlöndorff, y eso
se debe a que, además, le gusta a nivel intelectual: recordemos que el comandante
llama a su criada a su despacho muchas noches… para jugar al Scrabble. El hecho
de que en la serie Serena sea una mujer joven y hermosa, y por tanto también
atractiva a nivel sexual, además de tanto o más intelectual que su marido,
contrasta todavía más con el hecho de que el comandante Waterford ni la ama ni
la desea, y en cambio, por contraste, le resulta más atractiva y excitante su
criada porque es diferente.
El
sexo en el libro de Atwood y en la película de Schlöndorff, tiene una
importancia a nivel narrativo mayor que en la serie. En la novela, el horrible
ritual de la Ceremonia destinado a conseguir que el comandante insemine a su
criada, y que no es más que una repugnante violación en toda regla, está
descrito con todo detalle. No solo eso: la protagonista del libro, el cual está
narrado en primera persona por aquélla, es una mujer que piensa por sí misma y
lucha con tal de impedir que los tiranos de Gilead le laven el cerebro y la
conviertan en una sierva sumisa y paridora sin más. Además, la Defred de Atwood
es una mujer joven, viva y sensual, a la que le gusta el sexo y no se le van de
la cabeza sus ganas de follar. De hecho, una de las cosas que más la agravian
de su condición de esclava sexual consiste, precisamente, en que tiene que
follar no cuando ella quiere y con quien quiere, sino cuando se lo ordenan y
con quien se lo ordenan por el mero hecho de ser mujer. En un momento de la
novela, mientras la protagonista está tomando un baño, Atwood pone en su mente
la siguiente reflexión: “Mi desnudez me resulta extraña. Mi cuerpo parece
anticuado. ¿De verdad me ponía bañador para ir a la playa? Lo hacía sin reparar
en ello, entre los hombres, sin importarme que mis piernas, mis brazos, mis
muslos y mi espalda quedaran al descubierto y alguien los viera: vergonzoso,
impúdico. Evito mirar mi cuerpo, no tanto porque vea algo vergonzoso o
impúdico, sino porque no quiero verlo. No quiero mirar algo que me determina de
forma absoluta”. Quizá fuera por eso que, para compensar la frialdad con la
cual la primera temporada de la serie contemplaba la cuestión sexual –es
difícil hacer una serie como El cuento de la criada, venderla como un
alegato feminista en el que su protagonista es sometida a la vejación de la
Ceremonia, y luego tener que explicar que, pese a ser víctima de semejante delito,
a Defred le gusta el sexo…–, en el segundo episodio de la segunda temporada, No
mujeres (Unwomen, 2018, Mike Barker), se subrayaba el deseo que June siente
hacia Nick (Max Minghella), satisfaciendo furiosamente con él su apetito sexual
largo tiempo reprimido.
La
novela culmina con el mismo final ambiguo y abierto del último episodio de la
primera temporada de la serie, con Defred/ June conducida por hombres armados que
o bien son guardianes, o bien insurrectos disfrazados como tales, que la sacan
de la vivienda del comandante y la introducen dentro de una furgoneta que la
conducirá quizá a la muerte, quizá a la libertad. Es de suponer que los
responsables de la serie prefirieron curarse en salud para el caso de que la
misma no superara su primera temporada, pero, gracias al éxito que tuvo, a
partir de las siguientes temporadas fueron ampliando la trama del libro. No
obstante, el auténtico final de la novela consiste en un capítulo a modo de
adenda que al contrario que el resto de la obra no está escrito en primera
persona, como ya hemos indicado, sino en tercera persona, y que, básicamente, consiste
en la transcripción de una supuesta conferencia impartida en el año 2195 (sic),
donde se nos aclara que lo que acabamos de leer no es sino otra transcripción,
la del relato de Defred grabado en viejas cintas de casete milagrosamente descubiertas.
Cabe preguntarse, llegados a este punto, si Atwood conocía Mecanoescrito del
segundo origen (Mecanoscrit del segon origen), la famosa novela de
ciencia ficción de Manuel de Pedrolo originalmente publicada en 1974 y editada
por primera vez en lengua inglesa en los Estados Unidos en 1985 –el mismo año
que se publicó El cuento de la criada–, con el título de Final
Trajectory, y cuya conclusión es, como mínimo, parecida.
(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2020/05/el-cuento-de-la-criada-una-primera.html
(2) Las declaraciones de
Atwood y todos los fragmentos de la novela que cito están extraídos de la
mencionada edición española de El cuento de la criada a cargo de
Salamandra de octubre de 2020.