viernes, 25 de septiembre de 2020

“IMÁGENES DE ACTUALIDAD” OCTUBRE 2020, a la venta



El n.º 412 de Imágenes de Actualidad dedica su portada a una de las (escasas) superproducciones que, con un poco de suerte, veremos en pantalla grande antes de que acabe este año tan aciago: Wonder Woman 1984 (ídem, 2020), de Patty Jenkins. Aquí tenéis, también, el sumario completo del número.



Con motivo del estreno de la Muerte en el Nilo (Death on the Nile, 2020) de Kenneth Branagh, firmo para la sección Cult Movies un texto sobre la estupenda primera versión para el cine de la misma novela de Agatha Christie: Muerte en el Nilo (Death on the Nile, 1978), de John Guillermin, que se complementa con comentarios sobre otras dos producciones de John Brabourne y Richard Goodwin basadas, asimismo, en libros de Christie: El espejo roto (The Mirror Crack’d, 1980) y Muerte bajo el sol (Evil Under the Sun, 1982), ambas realizadas por Guy Hamilton.



Cierro mi contribución a este número de la revista con un par de reseñas de otros tantos films de Terrence Malick de los cuales he hablado abundantemente en este blog y que acaban de aterrizar en nuestros (pocos) cines: Knight of Cups (2015) y Song to Song (2017) (1), además de la crítica de She Dies Tomorrow (2020), de Amy Seimetz.



(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2016/07/fragmentos-pedazos-de-un-hombre-knight.html + http://elcineseguntfv.blogspot.com/2017/12/variaciones-malick-song-to-song-de.html 

 

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sábado, 12 de septiembre de 2020

Experimento “blockbuster”: “TENET”, de CHRISTOPHER NOLAN



[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTA PELÍCULA.] El coste de producción de Tenet (ídem, 2020), el nuevo film escrito y dirigido por Christopher Nolan, oscila, según las fuentes, entre los 200 y los 225 millones de dólares; es, sin duda alguna, un blockbuster, o al menos, lo que se entiende como tal: una superproducción de acción made in Hollywood. Razones no nos faltan para verla y aceptarla como, sencillamente, eso: un entretenimiento hollywoodense sin más, un producto de vistosa factura y lujosos medios que llena la pantalla con 150 minutos de acción evasiva, si se me permite el juego de palabras. De hecho, arranca como lo hace el 90% del cine comercial estadounidense de gran aparato, con una “gran secuencia” de acción para-ir-abriendo-boca; prosigue con una serie de calculadas set pieces de acción, o lo que se entienden como tales, progresivamente mayores, ergo, cada vez más espectaculares (mucho habría que hablar sobre qué es la acción en el cine y qué es el cine de acción como género, pero dejamos este tema para otra ocasión); y culmina en un grand finale, una última y definitiva secuencia de acción a modo de apoteosis. En principio, nada que no hayamos visto cientos de veces hasta ahora.



Pero, claro, estamos hablando de una película de Christopher Nolan, un cineasta –ahora mismo, uno de los mejores del mundo– que hace tiempo que viene demostrando una más que notable habilidad para disfrazar de superficialidad y entretenimiento no pocos experimentos visuales y narrativos de primer orden. Sin ser uno de sus mejores trabajos, Tenet no constituye, ni mucho menos, una excepción. Por el contrario, su nuevo film vuelve a ser, en este sentido, una superproducción para adultos (o. mejor dicho, para público con una mentalidad adulta, tenga la edad que tenga), como pudieran serlo, cada una a su manera, la trilogía del Caballero Oscuro (1) –en particular, su magnífico segundo capítulo–, Origen (2), Interstellar (3) o Dunkerque (4). De hecho, vuelve a ser, como es habitual en todo el cine de Nolan, un experimento a ratos juguetón, a ratos extremadamente severo, con las convenciones narrativas del cine de género, en esta ocasión, las del así llamado cine de acción.




Dicho en términos coloquiales, si el “más difícil todavía” es una de las reglas de oro del cine de acción como género, en virtud del cual las secuencias de acción, que son las que lo define y distingue de otros géneros, tienen que ir “a más”, el planteamiento de Tenet, de pura ciencia ficción, es de los que rizan el rizo. Si en Origen, su película con la cual más se ha comparado Tenet –a mi entender, exageradamente–, se trataba de un equipo de agentes secretos capaces de introducirse en los sueños de las personas y manipularlas a su antojo, en esta ocasión la trama, de nuevo protagonizada por agentes secretos, gira alrededor de la posibilidad de manipular los flujos temporales entre pasado y futuro, dando por resultado una inversión de los conceptos de causa y efecto: las balas saltan a las manos de quienes las manipulan, o regresan “mágicamente” al interior de las armas de fuego, porque cayeron de esas manos o fueron disparadas por esas armas en el pasado; los agujeros perforados en el cristal “escupen” esas mismas balas disparadas en el pasado y que ahora tienen la facultad, como digo, de regresar al interior de los cargadores de las pistolas; los cuerpos humanos se deslizan por el suelo en dirección contraria a la de la fuerza de una explosión que los ha empujado; en esa otra dimensión donde el tiempo retrocede hacia el pasado, las personas hablan un lenguaje incomprensible, hasta que descubrimos que en realidad están hablando al revés; en medio de una persecución automovilística, los coches volcados giran “imposiblemente” sobre sí mismos y recomponen sus pedazos para volver a circular en perfecto estado por la calzada; otro coche, este en llamas, no carboniza a su indefenso conductor, sino que lo deja “congelado” (sic), porque en esa otra dimensión se invierten los conceptos habituales de nuestra realidad, de tal manera que el fuego hiela, y el hielo, abrasa; y, en medio de un campo de batalla, las explosiones se contraen y luego detonan, o los edificios destruidos se recomponen solos… Todo ello más complicado que complejo, a mi entender, pero visualizado de la manera más sencilla y eficaz posible: mediante la proyección de la imagen hacia atrás, recuperando, por unos instantes, la magia primigenia del cine, los trucos que dejaban boquiabierto y maravillado al público que asistía a los espectáculos de Méliès. Que una superproducción de acción aparentemente à la pâge tome como referente visual al cine silente es o debería ser suficiente para que Tenet se viera con algo más que simpatía. Pero la cosa, que ya es mucho, no termina ahí.



También puede verse Tenet como un comentario en voz alta sobre la naturaleza misma del blockbuster. Su principal protagonista (John David Washington), del cual nunca conoceremos su nombre, se identifica en las escenas finales como El Protagonista, sin más. Es el único personaje que carece de nombre y apellido a pesar de ser, paradójicamente, el protagonista del relato. Desde cierto punto de vista, ¿acaso no es verdad, en el blockbuster contemporáneo, que el personaje protagonista se llame así o asá es algo completamente indiferente (más allá de figuras icónicas como James Bond, Indiana Jones o Rambo)? Por otro lado, el Protagonista carece, al principio, de entidad propia: es un personaje que, literalmente, “nace” (tras la primera gran secuencia de acción del principio) y “crece” (tan pronto como es puesto en antecedentes sobre qué es Tenet) ante los ojos del espectador a medida que avanza el relato. Pero lo relevante reside en el hecho de que el Protagonista de Tenet es, aquí más que nunca, el personaje-conductor de una trama que se desarrolla, en la mayoría de las secuencias, desde su punto de vista, y lo único que confiere un determinado sentido narrativo a lo desarrollado. Un relato que está lleno, por otro lado, de numerosos ecos de las películas de James Bond, una obsesión reconocida por el propio Nolan que se hallaba muy presente en Origen y, en parte, en la Trilogía del Caballero Oscuro, que mostraba, en este sentido, un Batman muy 007.



Otro tanto puede afirmarse de los personajes, digamos, “secundarios”, si bien no menos importantes en el desarrollo del argumento: el agente secreto Neil –un excelente Robert Pattinson: vaticino que el actor va a dar una grata sorpresa como Batman–, cuya ambigüedad es coherente con la cantidad de sorpresas que escode (entre ellas, la final, que no “destriparemos” aquí en atención a quien todavía no haya visto el film); Kat (Elizabeth Debicki) y su gélida belleza, que Nolan filma con una mezcla de delectación y fascinación: hay un momento en que incluso dedica un plano general muy abierto para que veamos a Debicki y su impresionante metro noventa de estatura rodeada/ contrapuesta a una serie de estatuas de corte clásico, como si ella fuera un “monumento” más; el villano ruso Andrei Sator, a cargo de un sorprendente Kenneth Branagh, cuyo carácter trágico y nihilista queda desvelado, asimismo, en las escenas finales, que no relataremos…; el jefe del servicio secreto inglés Sir Michael Crosby, a cargo de un demacrado Michael Caine, repitiendo en cierto sentido el carácter de icono del cine de espías británico que ya desempeñó en la mediocre Kingsman: Servicio secreto (Kingsman: The Secret Dervice, 2014, Matthew Vaughn) (5). El único inconveniente de este juego, atractivo en primera instancia, no tanto si se profundiza un poco en él, reside en que el carácter arquetípico de estos personajes no va más allá de su enunciado, ni tan siquiera partiendo de la base de que son tópicos con conciencia de estar presentándolos como tales: los personajes de Tenet, y lo que les ocurra, no nos interesan ni nos emocionan, con independencia de la buena labor de sus intérpretes y de su condición de arquetipos que Nolan contempla, deliberadamente, “desde fuera”.



Por suerte, hay en Tenet muchos otros elementos de interés que compensan esa deficiencia dramática (deficiencia que puede serlo o no en función de cómo “entre” cada espectador en la abstracción del juego planteado por el cineasta). Es bien sabido que Nolan se ocupa personalmente de dirigir la segunda o segundas unidades de sus películas. En este sentido, ya hace tiempo que demuestra una pericia para las secuencias de acción que ha ido puliendo con el tiempo, sobre todo a partir del momento en que se doctoró en las mismas con Batman Begins, alcanzando ya una primera cima con las de El caballero oscuro: todo lo que había aprendido/ ensayado en su primer film del Hombre Murciélago brillaba a gran altura en el segundo. Tenet no constituye una excepción: dejando aparte la secuencia final de la batalla, excesivamente alargada con vistas a lograr el “obligado” clímax apoteósico del cine de acción contemporáneo, y de servir de mero contrapunto espectacular para la parte de la intriga dramáticamente más interesante –los esfuerzos de Kat en el yate a fin de engañar a Sator y acabar con su vida–, la maestría del director británico a la hora de planificar, filmar y montar secuencias de acción vuelve a estar, aquí, fuera de toda duda: la secuencia inicial del atentado en la sala de conciertos, la del asalto nocturno del Protagonista y Neil a la vivienda de la traficante de armas Priya (Dimple Kapadia), la de la incursión del Protagonista y Neil en el almacén de arte tras haber estrellado un avión de pasajeros vacío como maniobra de distracción (¡), la del asalto al coche donde los sicarios de Sator transportan una valiosa mercancía rodeándolo con varios vehículos pesados y la posterior persecución automovilística hacen gala de una brillantez y limpieza narrativa ejemplares. Incluso algunos detalles de puesta en escena que, en un primer momento, parecen meros “pegotes”, tales como la escena de la chica que salta al agua desde el yate de Sator, o la planificación cámara en mano y con planos cerrados de la pelea cuerpo a cuerpo en el almacén de arte del Protagonista contra un sicario fuertemente equipado y con casco y máscara antigás, no son sino astutos trampantojos destinados a proporcionarnos “informaciones parciales” que, más adelante, adquirirán todo su sentido. Con franqueza, no comprendo las malas críticas (ni los chistes) que ha recibido este excelente film que, en el contexto del blockbuster contemporáneo, hace gala de una carga intelectual insólita y que, en otras circunstancias, habría sido recibida con entusiasmo. Tampoco entiendo que sea tildada de “confusa”, “ininteligible” y “pretenciosa” por el mero hecho de incurrir en un pecado, por lo visto, “imperdonable” hoy en día: obligar al espectador a pensar.


 

(1) El caballero oscuro: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2009/04/el-caballero-oscuro-vs-watchmen-el.html / + El caballero oscuro: La leyenda renace: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2012/07/la-caida-y-el-regreso-del-murcielago-el.html

(2) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2010/09/los-dos-cobb-proposito-de-following-y.html

(3) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2014/12/imagenes-de-actualidad-y-dirigido-por.html

(4) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2017/08/

(5) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2015/03/hijos-de-james-bond-y-harry-palmer.html