[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Guardianes de la Galaxia (Guardians of
the Galaxy, 2014) (1) me pareció,
todo lo más, una película simpática, no ese film extraordinario y sin parangón
que proclamaron algunos, dicho sea con el mayor de los respetos para quienes
piensen sinceramente así, y con permiso (o sin él) de quienes se molestan
porque expreso mi parecer sobre un estado general de opinión (prueba palpable
de que, a casi cuarenta y dos años vista de la muerte de Franco, la libertad de
expresión sigue siendo la gran asignatura pendiente de este país). Guardianes de la Galaxia Vol. 2
(Guardians of the Galaxy Vol. 2, 2017) no me parece mucho mejor; de hecho,
reitera muchos de los defectos del primer film; el principal de ellos, su
pretensión de “colarnos”, como si fuera algo distinto/ diferente/ innovador lo
que no son más que las convenciones de toda la vida sobre la space opera y el cine de superhéroes.
Pero al menos, y como ya ocurría con la primera película, la cinta de nuevo
escrita y dirigida por James Gunn hace gala de un saludable sentido del humor,
más agudo y mejor integrado en la construcción narrativa de la trama, que logra,
más si cabe que en el primer Guardianes
de la Galaxia, que el film exhiba un agradable cariño hacia sus personajes
y, de paso, una rara, aunque irregular, personalidad propia.
Puede
que, tras haber roto el hielo con Guardianes
de la Galaxia, ahora “entramos” en este Vol.
2 mejor de lo previsto, pero lo cierto es que en esta ocasión los toques
irónicos y sarcásticos de esta segunda película me parecen mejores y más
sofisticados que los de la primera entrega. Durante buena parte del metraje, el
humor marca distancias entre el espectador y lo que se le narra, invitándole a
no tomarse demasiado en serio lo que se le cuenta, o cuanto menos invitándole a
que se divierta con ello. La primera secuencia, tal y como comenta el colega
Roberto Morato en la reseña que se publicará en el próximo número de Dirigido por…, resulta sintomática. Nada
más empezar, James Gunn “rompe”, o al menos relativiza, la convención de la
gran set piece de acción con la que
deben empezar, por decreto, el 90% de los modernos blockbusters hollywoodienses: Peter Quill/ Star-Lord (Chris Pratt),
Gamora (Zoe Saldana), Drax (Dave Bautista) y Rocket (voz de Bradley Cooper) se
enfrentan a un gigantesco monstruo espacial en lo alto de un edificio; pero,
mientras se produce este encarnizado combate –y se superponen los títulos de
crédito–, la cámara de Gunn se centra en un personaje recién incorporado a los
Guardianes, el Bebé Groot (¡voz de Vin Diesel!), quien escucha una de las ya famosas
canciones que Peter atesora en su walkman; en virtud de ese largo
plano-secuencia en cámara móvil, la espectacular batalla contra el monstruo
queda en segundo término, poniendo en primer plano de la acción y del campo
visual a ese diminuto personaje. A lo largo del relato abundan los ejemplos de
humor de este o parecido estilo, destinados a conferirle al film una identidad
diferente a la del grueso del cine de los Marvel Studios; mencionemos, por
ejemplo, la secuencia en la que los Saqueadores intentan capturar a Rocket,
Bebé Groot y Nébula (Karen Gillan) en el bosque, y de qué manera el astuto
Rocket sabotea sus intenciones mediante hábiles artimañas (a retener ese
divertido momento, en plano general abierto, en el que vemos a los Saqueadores
saltando por encima de las copas de los árboles, impulsados por las bombas
magnéticas de Rocket); o, en particular, la que probablemente es la secuencia
de acción más brillante de toda la película: la fuga de Rocket y Bebé Groot de
la nave de Yondu (Michael Rooker), al compás de la flecha voladora que lanza
este último a distancia y gracias a la cual se deshace de todos los hombres que
le han traicionado, en un fragmento en el que el uso del ralentí combinado con
el fondo musical de otra canción logra resultados delirantes.
También
hay, como digo, un cariño puesto en la descripción de los personajes que
resulta algo superior al del primer Guardianes
de la Galaxia. Este Vol. 2 se
entretiene, de manera notable, en solidificar los lazos entre personajes,
haciéndolo además de una forma bastante convincente, si bien con resultados
desiguales: la relación paterno-filial entre Peter Quill y su recién descubierto
padre Ego (Kurt Russell); la que se da entre las dos hermanas enemistadas
Gamora y Nébula; la extraña amistad, medio amorosa y medio burlesca, entre Drax
y Mantis (Pom Klementieff), la ayudante de Ego (la cual da pie, hay que
reconocerlo, a las líneas de diálogo más graciosas del relato); y, en
particular, lo que atañe en esta ocasión al personaje de Yondu, quien acaba
mostrando un estrecho lazo amistoso con Rocket y, sobre todo, que en el fondo
siempre fue el auténtico “padre”, no biológico, de Peter: Michael Rooker, como
siempre, vuelve a ser el mejor de la función. Pese a todo hay, como digo, cosas
que funcionan y cosas que no: el desenlace de la relación entre Gamora y
Nébula, las hermanas que luchan entre ellas a muerte
porque-en-el-fondo-se-quieren (“¡Yo solo
quería una hermana!”, exclama Nébula en el momento culminante de ese proceso),
es muy convencional y, además, está forzadísimo. No obstante, al menos se
agradece el humor y la heterodoxia del dibujo de la relación entre Peter y Ego:
véase el momento en que ambos juegan a lanzarse una pequeña pelota de energía
luminosa, a modo de parodia de esta estampa tan típicamente made in USA del padre y del hijo jugando
al béisbol; o, sobre todo, el divertido gag en virtud del cual Ego se
convierte, durante unos segundos, en el ídolo que representaba todos sus sueños
de infancia: ¡el David Hasselhoff de El
coche fantástico!
Nada
de eso está mal, pero, por desgracia, tampoco va más allá de su enunciado.
Dejando aparte algunas ideas grotescas, que deberían haber desaparecido en la
mesa de montaje –cf. la ridícula escena en la que Gamora se encuentra,
¡casualmente!, un gigantesco cañón láser en la cueva, gracias al cual repele el
ataque de la nave pilotada por Nébula–, y como ya ocurría con su predecesora, a
Guardianes de la Galaxia Vol. 2 le es
imposible librarse de los tópicos sobre los géneros de los que bebe, más allá
de esos paréntesis irónicos repartidos aquí y allá; y más cuando el chiste se
prolonga durante 136 minutos no particularmente pesados, hay que reconocerlo,
gracias al buen sentido del ritmo del relato, pero carentes de densidad: el
exceso de ligereza acaba pasándole factura. No deja de resultar significativo
que el auténtico villano de la función, el semidiós Ego, sea –se dice– un ser
de la especie de los “celestiales”, criaturas dotadas con el poder de la
creación que su hijo Peter ha heredado, y que al final descubramos que los
siniestros planes de Ego consisten en usar los superpoderes que le ha
transmitido a su hijo para, entre los dos, llevar a cabo su quimérico plan:
crear un universo a su entera medida. James Gunn también está convencido de
que, con el tratamiento irónico que ha impreso a sus dos películas sobre los
Guardianes de la Galaxia –y es de suponer que a la tercera que ya ha anunciado
que va a realizar–, ha conseguido romper todos los moldes. Es cuestión de Ego.
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