Hay que reconocer que la colección de películas fantásticas inéditas en España que editó en su momento la firma videográfica L’Atelier 13 se fue superando a la hora de ofrecer al público español increíbles rarezas prácticamente desconocidas por la mayoría, o cuanto menos reservadas a curiosos en general y cinéfilos en particular que a duras penas sabían de la existencia de las mismas vía información vertida en libros y en la Internet. La rareza que aquí comentamos es de campeonato: Phantom from Space (1953), subtitulada en la edición castellana en DVD de L’Atelier 13 como El fantasma del espacio, una modestísima producción de ciencia ficción cuya principal anécdota reside en el hecho de haber sido dirigida por W. Lee Wilder, nombre artístico de Wilhelm “Willie” Wilder, nacido en la localidad austrohúngara de Sucha (actual Polonia) el 22 de agosto de 1904 y fallecido en Los Ángeles el 14 de febrero de 1982, y más conocido por ser el hermano mayor del famoso cineasta Billy Wilder que por su propia carrera en el cine, tan minúscula y subvalorada que incluso en el, como siempre, interesante folleto informativo que acompañaba al DVD se advertía, muy seriamente, que Phantom from Space es, a pesar de los pesares, el mejor trabajo (es una manera de hablar…) de W. Lee Wilder. Escrita por Bill Raynor y Myles Wilder, este último hijo del realizador, Phantom from Space es una característica producción de serie B (casi serie Z, como suele decirse al hablar de un cine de muy, muy bajo presupuesto) que propone, a través del consabido relato en torno a la hipotética amenaza de un invasor extraterrestre, la enésima metáfora sobre la guerra fría y la latente –por más que nunca materializada– amenaza comunista. A pesar de tratarse de una película francamente mediocre y rutinaria como la que más, vale la pena destacar de ella algunas pequeñas curiosidades. Lo primero de todo reside en su tonalidad narrativa, casi documental, reforzada por una insistente, didáctica, a ratos pesadísima voz en off, lo cual, salvando todas las distancias del mundo (sobre todo, de calidad…), hace que el film recuerde un poco al cine negro de corte verista que practicaba
The Astounding She-Monster (1958), subtitulada como Invasora de Júpiter (?) para la edición en DVD de L’Atelier 13, es un pequeño bodrio de ciencia ficción que, viéndolo, se diría confeccionado por el tristemente célebre Edward D. Wood Jr. Y casi acertaríamos, dado que, de hacer caso al, como siempre, estupendo folleto que acompañaba a ese DVD, el mismísimo Ed Wood in person echó una mano al director del evento, el ignoto Richard V. Ashcroft (1923-1988), para ayudarle a arreglar una escena que había quedado mal (¿peor que el resto…?: ¡horror!). The Astounding She-Monster es puro delirio camp, en el cual lo más llamativo es la increíble torpeza narrativa y la excepcional tosquedad formal de una propuesta que, si no se ve, no se cree. Por poner un pequeño ejemplo, en una de las primeras escenas en las cuales aparece la mujer extraterrestre, la cual es la responsable de los principales desaguisados del argumento –e interpretada por la pin-up Shirley Kilpatrick: el folleto del DVD incluía una separata en color con fotos suyas muy ligerita de ropa—, la vemos, como digo, paseando por el bosque; la alienígena va mirando a derecha e izquierda del sendero por el que camina, y el realizador va insertando contraplanos de diversos animales de ese mismo bosque, colocados sin el menor sentido del raccord: se nota a la legua que la actriz y los insertos fueron filmados por separado y luego montados en paralelo de cualquier manera. Lo único que hace llevadera esta minucia de, por suerte, tan solo 62 minutos de duración, reside en que su propia tosquedad no tarda en volverse en su contra, generando un humor no intencionado que acaba haciendo que su visionado sea realmente jocoso: las escenas en el interior de la cabaña, a donde han ido a parar una banda de secuestradores junto con una joven adinerada a la cual retienen, están rodadas en un único decorado y casi desde unos únicos ángulos de cámara, haciendo notar la “cuarta pared” inexistente, claro está, como si en realidad estuviésemos asistiendo a una sesión de teatro filmado (mejor dicho: de mal teatro y mal filmado). El único detalle relativamente curioso es, un poco como en Phantom from Space, el hecho de que, al final, se descubra que la alienígena no solo no venía a nuestro mundo con malas intenciones, sino que, por el contrario, traía consigo un mensaje de paz de una federación de planetas a lo Star Trek que invitaban a los habitantes de
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