[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Como suele
ocurrirle a la mayoría de películas construidas alrededor de lo que suele
denominarse una “situación límite”, Infierno
azul (The Shallows, 2016) tarda mucho en arrancar. Cierto: hay una especie
de prólogo, en realidad un flash-forward,
destinado a ir “abriendo boca” (y perdón si suena a chiste fácil), que nos
muestra a un niño mexicano (Pablo Calva) jugando en una playa al atardecer,
hasta que encuentra un casco con una pequeña videocámara impermeable acoplada;
al reproducir la grabación descubre en ella, con horror, que el dueño de dicho
casco con cámara ha muerto, devorado por un enorme tiburón blanco, mientras
practicaba el surf en esa playa junto a un amigo.
Pero,
antes de entrar en el meollo del asunto –la situación de supervivencia a la que
se ve arrastrada una surfista norteamericana, Nancy Adams (Blake Lively),
atrapada entre los 200 metros de océano que la separan de esa misma playa, cerca
de la cual ronda el hambriento escualo, y los tres refugios provisionales donde
intenta ponerse a salvo: los restos flotantes de una ballena, un islote que
tarde o temprano será cubierto por la marea, y una boya de localización
marítima–, como digo, y una vez pasado el primer impacto del prólogo/ flash-forward, Infierno azul tiene severos problemas para arrancar. Y no es solo
que el guion, escrito por Anthony Jaswinski, sea de una vergonzosa
superficialidad, sino también que el realizador, el catalán Jaume Collet-Serra,
tan solo sale relativamente airoso a la hora de rellenar el tiempo muerto que
hay entre la presentación de Nancy (que, como personaje, carece del más mínimo
interés), y de sus circunstancias personales (las cuales no pueden ser más
tópicas), y la larga situación de peligro de muerte en torno a la cual gira el
resto del relato, y que es donde, en honor a la verdad, el cineasta se emplea a
fondo.
Por
medio de un ardid de guion harto convencional, una conversación con Carlos
(Óscar Jaenada), el mexicano que la lleva en su camioneta en dirección a esa
playa sin nombre, se nos presenta a Nancy como un, ejem, personaje: a) con una
motivación: el viaje a esa playa para hacer surf es una forma de rendirle
homenaje póstumo a su difunta madre, la cual siendo joven surfeó en ese mismo
lugar (lo cual sirve, de paso, para que la actriz Blake Lively tenga algo a lo
que agarrarse); b) con unas habilidades “útiles” de cara a la trama: Nancy es
estudiante de último año de medicina, y por tanto, tiene una serie de
conocimientos que la ayudarán a sobrevivir; y c) con un pasado que resolver:
Nancy ha hecho ese viaje a México en contra de la opinión de su padre (Brett
Cullen), pero con la bendición de su hermana pequeña, Chloe (Sedona Legge): el
deseo de volver a verles alimenta sus ansias de supervivencia. Pero todo eso es
tan tópico que, directamente, no interesa, como tampoco lo hace la descripción
de los primeros momentos de la estancia de Nancy en la playa, preparando su
tabla de surf, que Collet-Serra resuelve en base a un montaje de primeros
planos “de manual”; ni, por descontado, los que sin duda son los peores
momentos del largometraje: esos repelentes planos de Nancy y los dos surfistas
con los que coincide, “cabalgando” las olas a cámara lenta y con un fondo
musical (es un decir) de canciones rockeras, todo ello destinado a
transmitirnos, se supone, el gozo que experimentan los practicantes de –horror–
ese “modo de vida”. A pesar de ello, hay un detalle de puesta en escena que
impide que el aburrimiento se apodere del relato: los insertos sobre la
pantalla de las fotos de su madre que Nancy visualiza a través de su teléfono
móvil, de la pantalla de Skype a través de la cual conversa con Chloe, o de la
ventana de WhatsApp con los mensajes de una compañera de viaje a la que nunca
veremos, gracias a lo cual Collet-Serra se ahorra hábilmente el plano/
contraplano.
Se
nota, por tanto, y mucho, que al realizador las circunstancias personales de
Nancy no le interesan en absoluto, y con razón. A cambio, trabaja con gran
eficacia y notable sentido visual todas y cada una de las diversas secuencias
de “suspense” que, realmente, “son” la película. El resultado, sin llegar a la
altura de su interesante anterior trabajo, el thriller Una noche para
sobrevivir (Run All Night, 2015) (1),
y a falta todavía de haber visto sus dos incursiones en el género del actioner en colaboración con el actor
Liam Neeson –Sin identidad (Unknown,
2011) y Non-Stop (Sin escalas)
(Non-Stop, 2014)–, me parece más digno de estima que sus mediocres incursiones
en el género de terror –La casa de cera
(House of Wax, 2005) y, sobre todo, la muy decepcionante La huérfana (Orphan, 2009)–. De entrada, hay que señalar algo de Infierno azul que, dadas las
circunstancias, me parece un notable acierto: que a pesar de que, por
descontado, la sombra omnipresente de Tiburón
(Jaws, 1975) planea, casi me atrevería a decir de manera inevitable, a lo largo
de todo el metraje, Collet-Serra se esfuerza al máximo por distanciarse de la
gran película de Steven Spielberg, procurando imitarla/ referenciarla/
homenajearla lo mínimo. Cierto: inserta con frecuencia los consabidos planos
submarinos en contrapicado de las tablas de surf flotando en la superficie o de Nancy nadando desesperadamente, pero la verdad es que esos
encuadres ni siquiera fueron ideados por Spielberg, sino antes que él por Jack
Arnold en La mujer y el monstruo
(Creature from the Black Lagoon, 1954). El resultado, sin ser memorable, puede
incluirse fácilmente entre las mejores imitaciones/ variantes del film de
Spielberg –cf. Orca, la ballena asesina
(Orca, 1977, Michael Anderson), Deep Blue
Sea (ídem, 1999, Renny Harlin)–, y por fortuna está lejos, muy lejos de los
agotadores bodrios de bajo presupuesto en la línea de la inefable Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013).
Collet-Serra
controla bien el montaje y la profundidad de campo, de manera que sabe
transmitir, casi “físicamente”, el agobio que experimenta la protagonista, con
una grave herida en el muslo izquierdo, consciente de que tiene la salvación a
unas pocas brazadas nadando hasta la playa, y al mismo tiempo, de que apenas
podrá avanzar unos pocos metros sin antes perecer entre las fauces del tiburón.
Momentos como el descubrimiento del cadáver destrozado a dentelladas de la
ballena flotando y rodeado de gaviotas, o los planos generales aéreos que nos
muestran a Nancy en la soledad del pequeño islote a donde se ha encaramado, demuestran
una buena capacidad para explorar el espacio escénico. A ello hay que añadir,
insisto, momentos de “suspense” de buena ley, alguno de ellos tan bien
construido como el de la aparición en la playa de un mexicano borracho, teórico
salvador de Nancy que, en la práctica, tan solo pretende robarle…, si bien
acabará pagando caro su gesto: el beodo se mete en el agua para coger la tabla
de surf de Nancy, a pesar de las advertencias de la muchacha para que no lo
haga; Collet-Serra planifica hábilmente la secuencia, de manera que, por unos
instantes, pareciera que el hombre ha logrado salvarse del ataque del escualo…,
cuando en realidad se arrastra por la orilla, partido en dos, antes de
fallecer.
Es
cierto que el guion deja bastante que desear, y que hay muchas escenas de “suspense”
cogidas por los pelos. Pero Collet-Serra resuelve con tanta energía, y a ratos,
con tanta agilidad y sentido del ritmo todas esas situaciones, que sus defectos
de construcción narrativa se hacen perdonar. A cambio, brinda imágenes
trabajadas y excelentemente dosificadas, caso del ataque del tiburón que, por
sorpresa, devora a uno de los dos surfistas que intentan ayudar, demasiado
tarde, a Nancy; la bonita secuencia submarina de Nancy buceando entre las
medusas, única forma que tiene de acercarse a la boya sin que el escualo se le
eche encima; o la excelente “pelea final” en esa misma boya, en el borde mismo
de lo inverosímil, pero a pesar de ello solucionada con gran destreza fílmica.
Es una pena que, por eso mismo, y tras haber dejado un buen sabor de boca tras
el clímax, la película ceda a la tentación de concluir con un pegote, una
empalagosa secuencia ambientada un año más tarde en la que vemos a Nancy
volviendo a surfear, ahora en compañía de Chloe y bajo la mirada aprobadora de
su padre, que debería haber desaparecido en la mesa de montaje. [Nota bene: La foto que reproduzco aquí, en la
que se ve a las dos hermanas preparando la tabla de surf, pertenece a una
secuencia que no aparece en el film.]
Creo que deberías ver algún día "Non-stop" si tienes la oportunidad, me parece lo mejor que ha rodado Collet-Serra hasta ahora. Respecto al resto de lo que dices, como siempre bastante de acuerdo: CS es un director poco o nada usual, que hasta ahora ha sabido escapar de unos guiones bastante flojos a base de pericia visual. Me pregunto si se conformará con ser un digno "artesano" o al fin le veremos rodar algo con un guión más trabajado o con más pretensiones.
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