[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE
ESTE FILM.] A pesar de que, ya de entrada, esta nueva versión de RoboCop (ídem, 2014) tiene todas las de
perder con respecto al homónimo film original de Paul Verhoeven de 1987, sus
resultados globales no terminan de ser tan despreciables como se ha dicho. Aún
así, el problema, serio problema, del RoboCop
facturado por el brasileño José Padilha es que no quiere (o no puede) desprenderse
por completo de la sombra de la brillante primera versión, respecto a la cual
viene a ser una variante de la práctica totalidad de los temas y las ideas ya
enunciados por aquélla: como comentaba hace poco el amigo Antonio José Navarro
desde las páginas de Dirigido por…,
lo mejor de RoboCop 2014 ya estaba en
RoboCop 1987; y mejor, añadiría.
Como nueva
versión, remake o reboot del primer RoboCop, el film de Padilha no tiene ningún interés, más allá del
hecho (anecdótico) de volver a ofrecer buena parte de la parafernalia visual de
la película de Verhoeven pasada por el filtro de la tecnología actual en
materia de efectos visuales: ni que decir tiene que, signo de los tiempos, los
trucajes digitales acaparan la función. Ahora bien, ello no tendría mayor
relevancia si no fuera porque el film de Padilha insiste demasiado en hacernos
recordar el de Verhoeven, lo cual, en vez de marcar las necesarias distancias,
no hace sido provocar una especie de efecto rebote en virtud del cual la nueva
versión sale perdiendo en la comparación (“odiosa”, como dicen aquellos que
parecen ignorar que el análisis, la reflexión y el pensamiento no son sino
procesos comparativos). Véase, sin ir más lejos, el cuidado puesto por no
cambiar demasiado el diseño de la armadura llevada ahora por el actor Joel
Kinnaman con respecto a la portada en su día por Peter Weller; o la
reutilización del a estas alturas entrañable robot policía ED-209, aquí
duplicado varias veces de cara a una mayor espectacularidad; o la exacerbación
de los noticiarios televisivos del original, aquí reconvertidos en el one-man show de un sensacionalista
presentador de televisión, Pat Novak, hecho a la medida del actor Samuel L.
Jackson.
Otro grave
inconveniente que pesa en contra de este nuevo RoboCop reside en el hecho de que algunas interesantes variaciones
que plantea con respecto a la primera versión no acaban de estar desarrolladas
hasta sus últimas consecuencias. Una de ellas es el hecho de que, al contrario
que en la película de 1987, aquí la familia de Murphy (Kinnaman), su esposa
Clara (Abbie Cornish) y su hijo David (John Paul Ruttan), sepan desde el
principio que su respectivo marido y padre ha sido utilizado como conejillo de
indias en el experimento médico-robótico
que le convertirá en el cyborg RoboCop.
La lástima es que la cuestión no va más allá de unos meros apuntes, e incluso
el momento teóricamente más melodramático al respecto, la secuencia en la que
Murphy regresa a su hogar convertido ya en RoboCop, donde Clara y David le
están esperando con una mezcla de felicidad y extrañeza, resulta demasiado
corta y superficial, casi como si se interrumpiera antes de alcanzar su máximo
apogeo; con franqueza, parece que tuviera que ser más larga, y que hubiese sido
cortada para abreviar, algo que quizá aclaren las prontas ediciones en formatos
domésticos del film.
RoboCop 2014 es una de esas engorrosas
películas que requiere del espectador exigente una dosis adicional de
paciencia; y, en estos tiempos acelerados y estresantes en los que nos ha
tocado vivir, la impaciencia abunda… Mas si uno se toma la molestia de ver el
film más allá de su condición de “nueva-versión-de”, hay en este RoboCop algunas cosas dignas de estima. Está,
en primer lugar, la visión ácida y cruel
del capitalismo, que si bien carece del sentido satírico y el estimulante humor
negro de la versión de Verhoeven, hace gala, por el contrario, de una frialdad
hiriente, muy acorde con estos tiempos de penuria actuales: si a finales de los
ochenta, cuando —dicen— las cosas iban “bien”, reírse del capitalismo
exacerbado en el que ya nos hallábamos inmersos era un ejercicio
“desengrasante”, un “si no puedes con ellos, ríete de ellos”, en la actualidad
el capitalismo ha pasado a ser contemplado como lo que siempre ha sido: un
mecanismo de dominación y esclavización del ser humano, al que nada le importan
ni las personas ni su sufrimiento ahora que las cosas van “mal”. De ahí el
retrato asimismo frío y despiadado, sin el menor asomo de humor, del personaje
de Raymond Sellars, el propietario de la empresa de armamento OmniCorp que
“fabrica” a RoboCop, interpretado con sobriedad y desparpajo por el excelente
Michael Keaton, para el cual los problemas emocionales y sentimentales del
policía Murphy no son sino un molesto estorbo a la hora de poner en marcha un
negocio que le reportará grandes beneficios.
En cierto
sentido, si RoboCop 1987 era una
ácida digresión sobre el papel de la policía en una sociedad cada vez más
obsesionada por la violencia presente en las calles de sus ciudades, RoboCop 2014 aparca esa cuestión (aquí
la cuestión policial tiene menos relieve, o mejor dicho, menos fuerza dramática)
para erigirse en una reflexión, o si se prefiere, en un relato en el cual se
proyecta (¡de nuevo!) la sombra del 11-S. Ello es evidente en una de sus primeras
secuencias, el fragmento de acción que se desarrolla en las calles de Teherán,
donde los androides y los ED-209 de OmniCorp llevan a cabo un rastreo de
terroristas en el cual hombres, mujeres y niños son sometidos a un impúdico
escaneo para comprobar si van armados.
Pero quizá lo
más atractivo del film reside en lo que tiene de discurso (este bastante más
conseguido) sobre el capitalismo como mecanismo de desintegración del ser
humano. Ello se hace evidente en el proceso que convierte a Murphy en RoboCop:
si en la película de 1987, el protagonista se veía inmerso en el proceso de
transformación en cyborg después de
que su cuerpo hubiese sido cruelmente acribillado por una banda de
delincuentes, para a continuación verse sometido a un proceso de rememoración
de su vida anterior como ser humano hasta tomar conciencia de sí mismo y de su humanidad, por el contrario el film de
2014 incide en la idea de que Murphy es un hombre "troceado" por el sistema al
que sirve como agente de la ley, el cual se aprovecha incluso de sus despojos después de que su cuerpo haya quedado destrozado tras un atentado con
bomba. Resulta irónico en este sentido que, al contrario que en la versión de
Verhoeven, aquí Murphy sí que conserva intactos sus recuerdos de su existencia
al lado de su familia y que solo sea más adelante, cuando empieza a funcionar
“mal” porque sus sentimientos humanos empiezan a interferir en su conducta y su
obediencia a sus “fabricantes”, que haya que recurrir a procedimientos
artificiales para volverle sumiso (ergo, deshumanizado).
La paradójica situación que vive Murphy da pie al que sin duda es el mejor y
más brillante momento de la función: ese plano extraordinario e inquietante en
el cual el Dr. Dennett Norton (Gary Oldman) planta un espejo ante el
protagonista y le muestra el estado actual de su cuerpo: una cabeza, parte de
la columna vertebral, un corazón y unos pulmones insertados en un cuerpo
mecánico. Murphy es un hombre al cual el capitalismo le exige aquí el mayor de
los sacrificios: “vender” lo que queda de su cuerpo, sus restos, para un
experimento paramilitar destinado en última instancia a ganar dinero.
RoboCop 2014 no es una mala película,
por más que en última instancia sea un film insatisfactorio, a pesar de esos y
otros apuntes interesantes diseminados aquí y allá, tales como el buen hacer
del actor Joel Kinnaman en el papel protagonista, la caracterización frankensteiniana del Dr. Norton (ese
científico que crea un monstruo con el convencimiento de estar haciendo un bien
para la humanidad), o la mirada irónica que se arroja —esta sí— sobre los
procedimientos policiales a través de la mecánica exposición de los métodos de
investigación de RoboCop: los mismos que permiten llevar a cabo una cadena de
interrogatorios y detenciones por todo Detroit gracias al acceso ilimitado de
toda la información depositada en las bases de datos de la policía transferidas
al cerebro electrónico de cyborg; o
que permiten identificar a un delincuente que pasa desapercibido en medio de la
multitud de periodistas y curiosos que asisten a la presentación de RoboCop (en
otro apunte digno de estima: cualquier persona anónima puede convertirse, en
una milésima de segundo, en alguien susceptible de ser “detenido” si su nombre
y datos personales concuerdan, cual dedo acusador, con los de una base de datos de la policía).
Sorprende, no muy gratamente, que las secuencias de acción sean eficientes y
poco más que correctas, tratándose como se trata del firmante de las vigorosas set pieces de la interesante Tropa de élite (Tropa de Elite, 2007)
—nada puedo decir con respecto a las de Tropa
de élite 2 (Tropa de Elite 2 - O
Inimigo Agora É Outro, 2010), dado que no la he visto—, por más que entre todas
ellas destaquen los curiosos planos en la oscuridad, iluminados por los
fogonazos de los disparos, en la secuencia del ataque de RoboCop a la guarida de
los narcotraficantes.
En mi opinión, una película fallida. Como desgraciadamente lo que vaticinaron Verhoeven y los guionistas del original se ha cumplido punto por punto: capitalismo salvaje y descontrolado que todo lo devora, vidas destrozadas por políticas neoliberales donde se privatiza hasta a las fuerzas de seguridad, siniestras corporaciones y especuladores que buscan la ganancia a cualquier precio...Tal vez una actualización de Robocop era hasta necesaria. Padilha me pareció incluso una elección acertada por su habilidad para rodar escenas de violencia de forma seca y sin artificios. Pero parece que no le dejaron hacer a su gusto y el resultado a la vista está. ¡Que vuelvan Verhoeven y McTiernan, please!
ResponderEliminarTomas, muy de acuerdo con tu opinión. La pelicula de Padilha propone temas interesantes que no estaban en la pelicula original (las relaciones del complejo industrial-militar, darle cancha a la familia del protagonista o a su "creador"), pero el desarrollo es nulo. Y las partes en las que se "actualiza" los elementos de la versión de Verhoeven les falta la mordiente que tenia el holandés (comparese el tiroteo en la factoria de drogas de ambas peliculas). Una pena. Creo que esta imagen resume muy bien la diferencia:
ResponderEliminarhttp://a.disquscdn.com/uploads/mediaembed/images/856/4581/original.jpg?w=600&h
P.d: por cierto, te recomiendo "Tropa de élite 2". En mi opinión supera a la primera en todos sus aspectos.
Como fan absoluto de la película de Verhoeven, este remake lo tenía muy difícil para impresionarme. Así que no es de extrañar que me haya parecido, como a casi todo el mundo, una decepción. Con todo, reconozco que se esfuerza y mucho en hacer las cosas bien, en explorar más los temas del original y en tener una personalidad propia. No es, ni mucho menos, un remake vago para hacer caja, como sí lo era por ejemplo el de "Desafío Total".
ResponderEliminarAsí, prefiero obviar lo que no me gusta y destacar el prólogo ambientado en Irán, o los fogonazos satíricos del personaje de Samuel L. Jackson en modo Bill O'Reilly. Y poco más, porque ni el villano convence, aunque es verdad que aquí Keaton está bien, ni las escenas de acción son lo bastante contundentes.
Lo peor en todo caso no es eso, si no lo seria y fría que resulta: si no es salvajemente divertida no es "Robocop". Reconozco que a una parte de mí le divierte que Hollywood haya intentado reproducir la fórmula del original ¡hasta tres veces, sin contar las series de TV! y haya fracasado todas y cada una de las veces. Toda una lección para los que desprecian a Verhoeven y a la ciencia-ficción.