[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE
ESTE FILM.] Lo peor de Star Trek: En
la oscuridad (Star Trek Into Darkness, 2013) lo hallamos en su primera
secuencia pre-créditos, en sus líneas generales un mero alarde de
espectacularidad destinado a, como suele decirse, “abrir boca” y “empezar a lo
grande”. Dicho arranque consiste en una secuencia de acción “fuerte” en la que
el espectador sorprende a la tripulación de la nave espacial Enterprise
haciendo frente a una aparatosa situación de peligro dividida a su vez en dos
acciones simultáneas: nos hallamos en el planeta Nibiru y, por un lado, el
capitán Kirk (Chris Pine) y su amigo el Dr. “Bones” McCoy (Karl Urban) son
perseguidos a través de una selva de arboleda roja (sic) por los primitivos
habitantes del planeta, porque Kirk acaba de robarles un pergamino para ellos
sagrado (si bien el propósito real de dicha sustracción es alejarles de su
templo al pie del volcán, que es donde se halla el auténtico peligro); mientras
que, por otra parte, el vulcano Spock (Zachary Quinto), Uhura (Zoe Saldana) y
Sulu (John Cho), a bordo de una pequeña nave, intentan la arriesgadísima
maniobra de depositar al primero en el cráter de ese volcán a punto de entrar
en erupción, a fin de que coloque un dispositivo que la frene e impida así la
destrucción del planeta entero. No es que la secuencia en sí sea mala; y, justo
es señalarlo, está bien realizada: ahí están, para corroborarlo, los ingeniosos
aunque algo fugaces planos generales en picado sobre el templo que nos permiten
descubrir, primero, a Kirk y “Bones” dándose a la fuga, y luego a los salvajes
con lanzas y arcos y flechas dándoles caza; y también, poco después, una escena
en la que se plantea un dilema moral (algo, por lo demás, consubstancial a la
franquicia trekkie): Spock queda
aislado en la boca del volcán, a punto de entrar en plena actividad en tan solo
90 segundos, y resulta imposible rescatarle sin revelar a los habitantes del
planeta la presencia de la
Enterprise , ahora escondida bajo el mar; siguiendo su lógica
implacable, que todos los trekkers
conocen a la perfección, Spock sugiere a Kirk que le abandone a su suerte (el
famoso “el interés de la mayoría es
superior al interés de una minoría, o de uno solo”), algo que “Bones”
recalca diciéndole al capitán que, si los papeles Kirk y Spock estuviesen
invertidos en ese momento, en las mismas circunstancias el vulcano le dejaría
morir…
A pesar de esos
apuntes, no puede evitarse ni el carácter formulario de esta primera secuencia
destinada principalmente a impresionar al patio de butacas, ni la sensación de
que está resuelta con excesiva celeridad, para dar cabida al máximo de
situaciones de peligro en el mínimo de tiempo dispersándolas en varias
direcciones: a todo lo mencionado hay que añadir el salto prácticamente mortal
sobre el mar que Kirk y “Bones” efectúan desde lo alto de un acantilado, el
momento en que Uhura y Sulu tienen que abandonar su pequeña nave averiada y
hundida bajo el agua, y cuando Scotty (Simon Pegg) ve a través de una pantalla
a una enorme criatura marina rondando alrededor de la nave (sin que ello tenga
luego la menor trascendencia dentro de la trama): uno casi tiene la certeza de
que faltan planos (y es posible que
sea así: volveremos a ello en el párrafo final). Tampoco termina de redimir a
este arranque el hecho de que sea el sostén dramático de lo que se planteará a
continuación: pese a haber salvado al planeta Nibiru de su segura destrucción, con
el (previsible) rescate in extremis de su amigo el vulcano Kirk ha violado una
de las normas fundamentales del manual de operaciones de la Flota Estelar , descubriendo
ante una civilización primitiva la existencia de otras tecnológicamente avanzadas
como la de la Tierra
en el siglo XXIII, y por tanto alterando su evolución natural; en un golpe de
guión asimismo muy trekkie, es el
mismísimo Spock quien, cumpliendo con su deber como oficial de la Flota Estelar , ha redactado el
informe que inculpa a Kirk pese a haberle salvado la vida en Nibiru, lo cual
provoca la destitución de este último como comandante de la Enterprise , cuyo mando
vuelve a recaer en el riguroso mentor de Kirk, el almirante Pike (Bruce
Greenwood), si bien a última hora, y en un gesto de confianza hacia él, le
permite permanecer a bordo de la nave en calidad de primer oficial.
Por fortuna,
pasado este primer bloque, Star Trek: En
la oscuridad entra en materia y, a los pocos minutos, “despega” en interés;
y a pesar de que, como luego veremos, en su tercio final incurre de nuevo en
algún que otro exceso, si bien más de guión que de puesta en escena, lo cierto
es que esta secuela de Star Trek
(ídem, 2009) (1) corrige bastantes
de los defectos de la primera entrega y la mejora considerablemente. Se le pueda
reprochar, y probablemente se le
reprochará, el hecho de que el film haga gala de una a ratos excesiva
dependencia del así llamado “universo trekkie”,
y que como consecuencia de ello una parte importante de su argumento y
resolución visual estén enfocados con vistas a “darles gusto” a los trekkers. Es el caso de la (nueva e
inevitable) aparición, en plan special
guest star, de Leonard Nimoy, y en particular, las descaradas referencias a
la popular Star Trek II: La ira de Khan
(Star Trek II: The Wrath of Khan, 1982, Nicholas Meyer), que incluyen la
recuperación del gran supervillano de esta última —y cuya auténtica primera
aparición en el universo trekkie se
produjo, como es bien sabido, en el episodio Space Seed (Marc Daniels, 1967) de la teleserie original de
1966-1969—, con vistas a convertirlo en el eje del primer enfrentamiento del
mismo con los miembros de la tripulación de la Enterprise , lo cual se
traduce en una repetición/variación de parte de la estructura del citado film
de Meyer y, sobre todo, en la inclusión de algunos guiños muy evidentes: véase
la crucial escena entre Kirk y Spock separados por el cristal de la puerta de
acceso al generador de la nave, que culmina con el famoso grito de “¡Khaaan…!”. Ello no obsta para que haya
otros elementos típicamente trekkies
bien dosificados e insertados con más habilidad dentro de la trama, tal es el
caso de la que, de acuerdo con la renovada cronología de la franquicia, es la
primera confrontación de la tripulación de la Enterprise contra los
popularísimos klingons, dentro de una secuencia de acción —la del planeta
Kronos—, por lo demás, tan bien resuelta como las del resto del film. Puestos a
ahondar en el saldo de lo negativo, se nota demasiado que nos hallamos ante una
película elefantiásica de casi 200 millones de dólares de presupuesto y casi
dos horas y cuarto de metraje, lo cual resulta patente en el excesivo
encadenado de sucesivos clímax de su última media hora, por más que, vuelvo a
insistir, incluso semejante exceso de culminaciones
está excelentemente orquestado por el realizador J.J. Abrams, quien demuestra aquí
una pericia para las escenas de acción superior a la del primer Star Trek —equivalente, salvando las
distancias, al salto cualitativo en este terreno que demostró Christopher Nolan
entre Batman Begins (ídem, 2005) y El caballero oscuro (The Dark Knight,
2008)—, acaso como consecuencia de su fructífero paso por la “escuela de cine
Steven Spielberg” que significó su anterior Súper
8 (Super 8, 2010) (2).
Dejando aparte lo
más discutible del film a pesar, repito, de que no está mal planteado ni
resuelto, el interés de Star Trek: En la
oscuridad sube muchos enteros gracias a la minuciosa construcción de las
dos logradas secuencias que siguen a continuación de todo aquel arranque. Sobre
todo la primera, casi modélica: nos hallamos en Londres; Thomas Harewood y su
esposa Rima (Noel Clarke y Nazneen Contractor) tienen una hija, Lucille (Anjini
Taneja Azhar), que se está muriendo, víctima de una enfermedad incurable; el
desesperado Thomas se tropieza con un hombre misterioso que se hace llamar John
Harrison (Benedict Cumberbatch) y que le dice que puede salvar la vida de su
hija; efectivamente, Harrison le facilita una probeta llena con su propia
sangre, la cual, una vez administrada a la pequeña, la sana; poco después, la
acción pasa a otro sector de la capital británica, a donde se dirige Thomas: la
biblioteca de la Flota Estelar ;
una vez allí dentro, Thomas arroja algo parecido a un anillo que le ha dado
Harrison dentro de un vaso de agua, y al momento, el lugar salta por los aires:
mediante esa elegante elipsis, y sin necesidad de dar más explicaciones, se
deduce que Harrison se ha “cobrado” el inmenso favor que les ha hecho a los
Harewood. La otra secuencia a la que me refiero, y estrechamente relacionada
con la que acabamos de describir, se produce en una sala de la sede de la Flota Estelar en San Francisco,
durante una reunión de emergencia convocada por el almirante Marcus (Peter
Weller) a la cual acude Kirk acompañando al comandante Pike; la secuencia, que
guarda ecos de la excelente del atentado con helicóptero contra la reunión de
mafiosos de El Padrino III (The
Godfather, Part III, 1990, Francis Ford Coppola), culmina con un nuevo ataque
de Harrison, en vez montado en una nave pequeña pero fuertemente armada,
segundos después de que Kirk haya deducido, cuando ya es demasiado tarde, que
el propósito del atentado en Londres no era otro sino el de poner a merced del
asesino a los principales oficiales de la Flota Estelar en dicha sala de
reuniones.
Una vez
sobrepasadas estas dos buenas secuencias, el interés se mantiene gracias a que
Abrams y sus guionistas, Roberto Orci, Alex Kurtzman y Damon Lindelof, trabajan
la relación entre los personajes, asimismo superior a la esbozada en el primer Star Trek, de tal manera que los
conflictos entre los mismos están bien dibujados y contribuyen, de un modo u
otro, a la evolución de los protagonistas. Buena parte del relato gravita
alrededor de la lección de humildad y responsabilidad que Kirk se ve obligado a
aprender cuando, tal y como hemos visto al principio, ha sido capaz de
arriesgar la Enterprise
y la misión entera por seguir sus impulsos audaces y aventureros, y más tarde, movido
por su sed de venganza contra Harrison, ve cómo con sus acciones está a punto
de condenar a muerte a toda su tripulación (en dicho momento culminante, y
aprendida cuando ya casi es demasiado tarde esta lección de humildad, Kirk se
vuelve hacia el personal a su mando y les dice: “Lo siento…”); mientras que, por su parte, Spock se ve forzado a
reconocer que su aparentemente impenetrable barrera de lógica vulcaniana no es
más que una coraza que él mismo se ha creado contra el miedo y para ahorrarse el
sufrimiento inherente a tener sentimientos humanos.
Juega a favor de
todo ello que, en esta ocasión, la interacción entre Kirk y Spock y el resto de
personajes recupera, poniéndolo moderadamente al día, el viejo juego dramático
irónico-sentimental que se daba entre los mismos personajes en la teleserie de
los sesenta, en particular los diálogos a tres bandas entre el carácter
decidido de Kirk, la lógica de Spock y la mirada terrenal de “Bones”. Llama la
atención, asimismo, que los héroes de la Enterprise entren en conflicto entre sí más que
nunca: los reproches de Uhura hacia su amado Spock, a quien le echa en cara el
no haber pensado en ella a la hora de tomar la decisión de dejarse morir al pie
del volcán de Nibiru; el enfrentamiento verbal de Kirk con Scotty, quien le
suplica que no suba a bordo de la nave los letales 72 torpedos de fotón que el
almirante Marcus ha ordenado arrojar sobre Harrison, y que culmina con el
primero aceptando la dimisión de su amigo; los apuros que el joven Chekov
(Anton Yelchin) tiene que sufrir como consecuencia de la dimisión de Scotty, a
quien se ve obligado a sustituir en el comprometido cargo de jefe de máquinas;
el orgullo de Sulu, reflejo de sus futuras aspiraciones a tomar el mando de una
nave espacial, cuando se ve temporalmente al frente de la Enterprise … En esta
ocasión, los héroes de la franquicia trekkie
parecen más humanos porque se arriesgan más y, en consecuencia, también se
equivocan más: Kirk vacila ante el sugerente cuerpo semidesnudo de la Dra. Carol (Alice Eve);
Spock también acabará dejándose llevar por las emociones humanas y el
sentimiento de venganza; Scotty ahoga sus penas en alcohol; Chekov se siente
agobiado ante las responsabilidades inherentes a su nuevo cargo en la Enterprise … Ahora bien,
donde Star Trek: En la oscuridad gana
enteros es en todo lo concerniente al villano de la función, Harrison/Khan, en
gran medida gracias a la magnífica labor del siempre excelente Benedict
Cumberbatch, quien confiere al personaje un carácter sombrío y a la vez revestido de una rara dignidad;
todos los actores están bien, pero cuando Cumberbatch está en escena, el
interés se dispara: las escenas de Kirk, Spock y “Bones” hablando con Khan en
su celda de pared de cristal recuerdan (y superan) unas muy parecidas, y en un
decorado muy similar, vistas hace poco en Los
Vengadores (The Avengers, 2012, Joss Whedon), tanta es la intensidad que
les confiere el actor británico.
Un par de
apuntes para terminar. Uno: en las espectaculares escenas finales, Abrams lleva
a cabo un auto-guiño a su propia obra… a costa de la destrucción de la famosa
isla situada en la bahía de San Francisco: ¿una maliciosa referencia a su
propia, fracasada y a pesar de eso no tan despreciable serie de televisión Alcatraz (ídem, 2012)? Y dos: en los
títulos de crédito figuran de nuevo Chris Hemsworth (George Kirk) y Jennifer
Morrison (Winona Kirk), los padres del capitán que ya aparecían en el primer Star Trek, quienes no aparecen en ningún
momento en pantalla; ¿es posible que lo hicieran en un primer montaje más
largo, y concretamente en la escena en la que Kirk recupera el conocimiento en
el hospital, precedida por un plano que sume la pantalla en una completa
oscuridad mientras oímos de fondo fragmentos de las voces de los seres queridos
del capitán de la
Enterprise ?
A mi me encantó la película!! Soy fan total de StarTrek jejeje. Además fui gratis con la promo de Vips! Te dan un pasaporte Vips que vas rellenando y si te tomas cuatro cervezas te regalan una entrada para los Kinepolis de Madrid. La promo termina esta semana, así que habrá que aprovechar e ir esta noche otra vez!! ;)
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