Hay películas que, a pesar de su notable interés, no gozan del favor del público en el momento de su estreno (que es la manera suave de decir que fueron fracasos comerciales…), pero que el tiempo, y sobre todo el recuerdo de quienes las vieron con agrado en su día, o el descubrimiento tardío vía filmotecas, televisión o formatos domésticos, acaban revalorizándolas en mayor o menor medida y con mejor o peor fortuna. Uno de esos films más o menos “malditos” que, poco a poco, se han ido ganando un lugar siquiera pequeño en la memoria del aficionado es esta asimismo modesta producción de finales de los ochenta: Miracle Mile (1988), escrita y dirigida por Steve De Jarnatt. Con un presupuesto de tan sólo tres millones de dólares, se saldó en las taquillas norteamericanas con una recaudación de alrededor de millón y medio, si hemos de creer en los datos proporcionados por la útil pero no siempre fiable The Internet Movie Database. Se presentó en España en el marco del Festival de Cinema Fantàstic de Sitges en 1999, donde se alzó con un premio a los mejores efectos especiales, y salvo error del que suscribe no conoció estreno comercial en salas de nuestro país, si bien creo recordar que tuvo una añeja edición castellana en VHS bajo el título de 70 minutos para huir, y estoy seguro de que fue emitida por televisión con este mismo título, dado que fue entonces cuando la vi por primera vez, y ya me pareció que era un film más que estimable. Una reciente revisión en DVD de importación (en una edición norteamericana de MGM, zona 1, que cuenta con la comodidad añadida de un subtitulado en castellano, algo muy frecuente en los Estados Unidos de unos años a esta parte) me ha confirmado que Miracle Mile es una buena película, excelente en algunos momentos, y que bien merece un recuerdo.
Acaso porque coincide con ella en su temática y atmósfera apocalípticas, Miracle Mile guarda concomitancias con Los pájaros (The Birds, 1963), sobre todo en lo que a su estructura narrativa se refiere. Si la extraordinaria película de Alfred Hitchcock arrancaba, recordemos, con una escena de seducción entre Melanie Daniels (Tippi Hedren) y Mitch Brenner (Rod Taylor) en una pajarería, en un fragmento que jugaba profusamente con los equívocos (Melanie finge ser dependienta del establecimiento, y Mitch le sigue el juego), el film de Steve De Jarnatt empieza en el museo de historia natural de Los Ángeles: allí es donde Harry Washello (Anthony Edwards) conoce y se enamora de Julie Peters (Mare Winningham), una profesora que acompaña a un grupo de jóvenes alumnos por las dependencias del lugar. La gran diferencia reside en el punto de vista elegido por ambos realizadores, así como en el tratamiento visual de sus respectivas secuencias: si en Los pájaros el relato está construido alrededor del personaje de Melanie, y la secuencia en la pajarería descarga su magistral eficacia en el ingenioso empleo de las jaulas de las aves a modo de metáfora de la relación que se establece entre Melanie y Mitch (personajes “enjaulados” a su vez en sus propias circunstancias personales y sus diferentes maneras de entender la existencia: la mujer adinerada que vive la vida al compás de su capricho, y el hombre soltero que todavía lo hace con su posesiva madre viuda –Lydia: Jessica Tandy— porque no ha encontrado aún a la mujer que merezca la aprobación de aquélla), en cambio Miracle Mile se distancia, relativamente, del planteamiento hitchcockiano haciendo que sea aquí el personaje masculino, Harry, quien lleve la voz cantante del relato, dado que todo transcurre desde su punto de vista, y además, está contrapunteado con la adición de su voz en off. Acabo de mencionar que ese distanciamiento es relativo, habida cuenta de que en Miracle Mile el personaje femenino, Julie, es el que vive con su madre, Lucy (Lou Hancock), si bien esta última no es viuda, sino una mujer durante largo tiempo irreconciliablemente peleada con su ex marido, Ivan (John Agar), lo cual también le hace tener sus particulares opiniones con respecto a las relaciones hombre-mujer; ahora bien, es necesario añadir rápidamente que el dibujo de la relación de Julie con sus padres es mucho más secundario con respecto a la que tenía Mitch con su madre en el film de Hitchcock.
La principal diferencia entre el arranque de Los pájaros y el de Miracle Mile reside en el tratamiento argumental y narrativo de esta última: si en el film de Hitchcock, nos hallábamos en una pajarería llena, por tanto, de jaulas con aves vivas, en el de Steve De Jarnatt estamos en un museo de historia natural poblado con animales disecados y/o artificiales; no por casualidad, Miracle Mile empieza con una serie de imágenes documentales, ya con el contrapunto de la voz en off de Harry, que nos narran rápidamente cuál ha sido la historia de la vida humana sobre la Tierra desde el Big Bang hasta la actualidad; tampoco por casualidad, la imagen en dibujos animados del simio que paulatinamente va convirtiéndose en un hombre enlaza con la primera imagen que vemos en la película de Harry. Su voz en off nos informa ahora que el protagonista nunca ha tenido, como suele decirse, “suerte con las mujeres”, pero que en ese preciso instante y lugar acaba de descubrir a “su mujer ideal”: Julie. De manera, a mi entender, muy ingeniosa, Steve De Jarnatt planifica la secuencia que viene a continuación, en la cual vemos a Harry mirando y siguiendo disimuladamente a Julie y sus alumnos por el museo, e incluso intentando hacer cosas para que ella le vea (intentando, por así decirlo, “ponerse a tiro”…), en virtud de una serie de elegantes planos medios combinados con travelling lateral hacia la derecha; esta planificación resulta además muy sugerente, porque los encuadres de Harry paseando por el museo y seguido por la cámara nos van mostrando, como imagen de fondo, las vitrinas del museo de historia natural donde vemos reproducciones artificiales de la vida natural o de los hombres primitivos, como si esos travellings fuesen, en cierto sentido, una especie de panorámica por la historia de la humanidad; además, dichos planos en movimiento sugieren asimismo lo que acabará siendo el leitmotiv de la principal acción del relato: los movimientos de Harry en pos de Julie, la persecución, la huida.
Tras esta bonita secuencia, que culmina en la primera y feliz conversación casual entre Harry y Julie y el establecimiento de una primera cita, el relato prosigue internándose, sin mayores complicaciones, en la descripción de una convencional historia de amor. Pero incluso cuando el film se introduce en este tramo más estereotipado, el relato no pierde interés gracias a la sencilla pero eficaz descripción de los personajes protagonistas, muy bien defendidos además por los actores, unos excelentes Anthony Edwards y Mare Winningham, y a la elegancia de la puesta en escena, que confiere cierto encanto a este tramo del relato y no abusa de las convenciones del, digamos, “cine romántico”. Llama la atención el dibujo del personaje de Harry, cuya ropa (viste un traje azul con cierto aire demodé) y profesión (trabaja en una orquesta que toca música de los años cincuenta), junto con sus gafas, todo lo cual le da un aire a lo Glenn Miller, lo convierte en un personaje “anticuado” incluso para el momento en que se realizó esta película (finales de los ochenta); en cierto sentido, Harry es un personaje “del pasado”, fuera de su tiempo actual; de ahí que su concepción del amor sea, asimismo, “clásica”, o mejor dicho, parece sacada asimismo de una película de Hollywood de los cincuenta. Algo parecido le pasa a Julie, una joven soltera que, ya lo hemos apuntado, sigue viviendo con su madre, y con un vestuario y una actitud a medio camino entre la estética hippie de los sesenta y el look de los setenta (cabello corto, botas altas, un gran pañuelo cubriendo sus hombros), lo cual unido a su carácter, entre ingenuo e intuitivo, le confiere asimismo cierto aire retro. Dicho de otro modo: Steve De Jarnatt describe deliberadamente a sus protagonistas como amantes “a la antigua”, porque busca establecer de esta manera un agudo contraste con la terrible situación que se va a producir más adelante y que relatamos a continuación.
Pero, antes de llegar a la misma, la pareja protagonista sufre su primera “pelea de enamorados” como consecuencia de un malentendido, asimismo, muy hitchcockiano. Harry y Julie se han citado alrededor de medianoche en una cafetería que abre toda la noche. Como consecuencia de un accidente en el fluido eléctrico, el bloque de apartamentos donde Harry vive se queda sin luz y el despertador del protagonista, que mientras tanto se ha dormido, no suena. Julie se presenta puntual a la cita, pero Harry no viene y ella, desilusionada, se marcha tras esperarle largo rato. Cuando Harry se despierta y advierte lo ocurrido, corre a la cafetería, pero previsiblemente la chica ya se ha marchado. Incapaz de regresar a su apartamento, Harry se queda por allí. Es a partir de entonces que se produce una nueva situación que, además de muy hitchcockiana, vuelve a remitir, asimismo, a Los pájaros. Subrepticiamente, el inserto de unos planos generales del exterior de la cafetería, encuadrados de tal manera que el reloj digital giratorio que cuelga del techo de la entrada ocupa el primer término del plano, ya nos ha sugerido que el tiempo va a ocupar un lugar preeminente en el desarrollo del relato. Suena el teléfono de la cabina que está delante del local; Harry, que ha telefoneado desde allí a Julie para disculparse por llegar tarde, coge la llamada; pero la voz al otro lado del auricular es la de un hombre aterrorizado que ha telefoneado al número de la cabina por error (su intención era telefonear a su padre), y que le dice que trabaja en un silo de misiles, que un fallo mecánico ha provocado el lanzamiento de varias cabezas nucleares contra “el enemigo” (no hace falta ser un lince para adivinar que se trata de Rusia), y que nada impedirá que, automáticamente, aquél replique con sus propios misiles. Dentro de cincuenta minutos los misiles norteamericanos habrán alcanzado sus objetivos, y veinte minutos más tarde los Estados Unidos sufrirán la réplica de los del enemigo. En setenta minutos, Los Ángeles quedará arrasada. La conversación telefónica se interrumpe bruscamente: se oyen disparos y gritos, y luego la voz de otro desconocido le dice a Harry que olvide lo que ha oído… Sin embargo, la situación parecida a la de Los pájaros a la que me refiero no es ésta (por más que coincida con la idea de la amenaza de destrucción de la humanidad), sino la que se produce inmediatamente después: un aturdido Harry trata de explicarles lo que sabe a los dependientes y escasos comensales de la cafetería a esas horas (son más de las cuatro de la madrugada), los cuales forman un variopinto grupo de personas: el dueño negro de la cafetería y su camarera; dos hombres con mono de trabajo que mantienen una charla insustancial; un travestido y un hombre con traje y corbata que le acompaña; una elegante mujer con traje chaqueta. Ni que decir tiene que, de buenas a primeras, todos le toman por loco, excepto la mujer mencionada en último lugar: esta última sabe que lo que cuenta Harry es verosímil (intuimos que tiene un trabajo “importante”), y vía teléfono móvil –téngase en cuenta que la película es de 1988: sólo los altos ejecutivos usaban celulares tan grandes y caros como el que esgrime este personaje—, confirma la historia de Harry. La secuencia, hábilmente construida y excelentemente interpretada, es un claro equivalente a aquélla de Los pájaros en la cual Melanie y Mitch se refugian del ataque de las aves en la cafetería del pueblo junto a otro variado grupo de personas que van expresando sus puntos de vista sobre la situación.
A partir de este momento, el nudo del film consiste básicamente en: 1) los esfuerzos de Harry con tal de llegar hasta Miracle Mile, la zona de Los Ángeles donde Julie vive con su madre; y 2) tomar con ellas –finalmente, sólo con Julie— un helicóptero que partirá desde la azotea de uno de los rascacielos del centro de la ciudad con dirección al aeropuerto, y desde allí un avión que les alejará antes de que se produzca la réplica nuclear. Ni que decir tiene que alcanzar estos objetivos supondrá para Harry sortear todo tipo de dificultades: de entrada, en la cafetería le roban el coche, lo cual le obliga a tomar otro medio de transporte para ir a buscar a Julie; tiene que saltar en marcha de una camioneta, porque se aparta de su objetivo; sin embargo, armado con una pistola que ha conseguido robar al furibundo dueño de la cafetería y conductor de esa misma camioneta, detendrá a un chico negro que conduce un descapotable (Wilson: Mykelti Williamson), en realidad un pequeño delincuente, y le forzará a llevarle hasta donde vive Julie, no sin antes tener un altercado en una gasolinera con el dueño armado de la misma y con una pareja de agentes de policía que patrullan en coche, el cual concluye violentamente; una vez en casa de Julie y su madre, resulta que la primera se ha tomado un potente somnífero para acostarse y está profundamente dormida, por lo cual Harry debe cargarla en brazos hasta que recobre el conocimiento; camino de la azotea desde donde tomarán el helicóptero, y con las primeras luces del día, la huida de los amantes se complicará tras haberse extendido la noticia del inminente ataque nuclear, provocando pánico en las calles, caos circulatorio y una oleada de violencia irracional entre la gente… Todo ello está bien resuelto por Steve De Jarnatt, por más que se eche en falta la densidad de las dos primeras grandes secuencias (la del museo y la de la cafetería) que hemos desglosado líneas atrás. En este sentido, se nota el esfuerzo del realizador por compensar el bajo presupuesto de la película, mediante una realización ágil y dinámica que guarda ecos (positivos) del cine de John Carpenter. Y si bien es verdad que hay momentos cogidos por los pelos –cfr. la mencionada pelea en la gasolinera—, no es menos cierto que los aciertos superan a los errores.
Una tercera influencia de Hitchcock se percibe en la evolución del personaje de Harry y, algo menos, el de Julie, dos seres humanos, como ya hemos visto, en cierto sentido “anticuados”, a los cuales las duras circunstancias a las que se enfrentan, juntos o por separado, les obligan a evolucionar: a madurar (al igual que maduraba, salvando las distancias, la Melanie de Los pájaros). Con tal de salvar a Julie y sobrevivir, Harry se ve forzado a convertirse en el hombre de acción que nunca ha sido; resulta significativo el hecho de que, como consecuencia de su agitada aventura nocturna, en un momento dado –cuando salta de la camioneta en marcha— se le rompan sus gafas, y con ello, simbólicamente, su forma de ver y mirar las cosas; algo parecido le ocurre a la no menos bondadosa Julie, la cual en medio del caos del amanecer acaba aceptando la pistola que Harry le tiende para que se proteja. Puede verse Miracle Mile, asimismo, como el proceso de “despertamiento a la realidad” de dos soñadores que se sienten incómodos en la época que les ha tocado vivir y que se enamoran en el peor momento posible: el amor perfecto de Harry y Julie acaba siendo el último estertor idealista de un mundo que ha terminado matándose a sí mismo. Resulta ilustrativa de la evolución de los protagonistas la estupenda escena en la cual ambos, junto con Wilson y la hermana de este último, Charlotta (Kelly Jo Minter), a la cual ha ido a recoger a su casa con la esperanza de ponerla a salvo, son acorralados por la policía dentro de los grandes almacenes a los cuales han ido a parar en circunstancias azarosas: la secuencia tiene un tono sombrío y trágico (Charlotta muere en brazos de Wilson, y éste suplica a Harry que le pegue un tiro para poder reunirse con su hermana) que anticipa la tonalidad triste, melancólica y absolutamente a contracorriente del final: la desesperación del momento hace que los padres de Julie se reconcilien y decidan pasar juntos sus últimos minutos de vida; Harry y Julie alcanzan la azotea del edificio poco antes de que los primeros misiles atómicos se descarguen sobre Los Ángeles (un inquietante detalle: la cegadora luz de la detonación nuclear derrite, literalmente, los ojos de un hombre que también esperaba huir en helicóptero); los protagonistas son recogidos in extremis por el piloto del helicóptero (Brian Thompson), un pintoresco personaje secundario vestido con ropa para hacer aerobic (sic) al cual Harry ha reclutado en un gimnasio y que le ha puesto como única condición para ayudarles el poder llevar consigo a… su novio, otro chico gay asimismo vestido para el aerobic. Pero es demasiado tarde: el piloto está malherido, la explosión nuclear desestabiliza el aparato y lo hace estrellarse en el estanque de brea del museo de ciencia natural, el mismo lugar frente al cual los protagonistas mantuvieron su primera conversación. Harry y Julie, atrapados dentro del helicóptero que se está inundando rápidamente, mueren juntos, y el realizador sabe expresar, de manera sencilla y a la vez poética, el terrible romanticismo del momento cubriendo los rostros de la pareja con una sombra oscura (el líquido que sube) antes de pasar a un fundido en negro y, a continuación, a uno en blanco, coincidiendo con el sonido de la detonación atómica. Un final nada convencional para una película más que simpática, sorprendente incluso.
Acaso porque coincide con ella en su temática y atmósfera apocalípticas, Miracle Mile guarda concomitancias con Los pájaros (The Birds, 1963), sobre todo en lo que a su estructura narrativa se refiere. Si la extraordinaria película de Alfred Hitchcock arrancaba, recordemos, con una escena de seducción entre Melanie Daniels (Tippi Hedren) y Mitch Brenner (Rod Taylor) en una pajarería, en un fragmento que jugaba profusamente con los equívocos (Melanie finge ser dependienta del establecimiento, y Mitch le sigue el juego), el film de Steve De Jarnatt empieza en el museo de historia natural de Los Ángeles: allí es donde Harry Washello (Anthony Edwards) conoce y se enamora de Julie Peters (Mare Winningham), una profesora que acompaña a un grupo de jóvenes alumnos por las dependencias del lugar. La gran diferencia reside en el punto de vista elegido por ambos realizadores, así como en el tratamiento visual de sus respectivas secuencias: si en Los pájaros el relato está construido alrededor del personaje de Melanie, y la secuencia en la pajarería descarga su magistral eficacia en el ingenioso empleo de las jaulas de las aves a modo de metáfora de la relación que se establece entre Melanie y Mitch (personajes “enjaulados” a su vez en sus propias circunstancias personales y sus diferentes maneras de entender la existencia: la mujer adinerada que vive la vida al compás de su capricho, y el hombre soltero que todavía lo hace con su posesiva madre viuda –Lydia: Jessica Tandy— porque no ha encontrado aún a la mujer que merezca la aprobación de aquélla), en cambio Miracle Mile se distancia, relativamente, del planteamiento hitchcockiano haciendo que sea aquí el personaje masculino, Harry, quien lleve la voz cantante del relato, dado que todo transcurre desde su punto de vista, y además, está contrapunteado con la adición de su voz en off. Acabo de mencionar que ese distanciamiento es relativo, habida cuenta de que en Miracle Mile el personaje femenino, Julie, es el que vive con su madre, Lucy (Lou Hancock), si bien esta última no es viuda, sino una mujer durante largo tiempo irreconciliablemente peleada con su ex marido, Ivan (John Agar), lo cual también le hace tener sus particulares opiniones con respecto a las relaciones hombre-mujer; ahora bien, es necesario añadir rápidamente que el dibujo de la relación de Julie con sus padres es mucho más secundario con respecto a la que tenía Mitch con su madre en el film de Hitchcock.
La principal diferencia entre el arranque de Los pájaros y el de Miracle Mile reside en el tratamiento argumental y narrativo de esta última: si en el film de Hitchcock, nos hallábamos en una pajarería llena, por tanto, de jaulas con aves vivas, en el de Steve De Jarnatt estamos en un museo de historia natural poblado con animales disecados y/o artificiales; no por casualidad, Miracle Mile empieza con una serie de imágenes documentales, ya con el contrapunto de la voz en off de Harry, que nos narran rápidamente cuál ha sido la historia de la vida humana sobre la Tierra desde el Big Bang hasta la actualidad; tampoco por casualidad, la imagen en dibujos animados del simio que paulatinamente va convirtiéndose en un hombre enlaza con la primera imagen que vemos en la película de Harry. Su voz en off nos informa ahora que el protagonista nunca ha tenido, como suele decirse, “suerte con las mujeres”, pero que en ese preciso instante y lugar acaba de descubrir a “su mujer ideal”: Julie. De manera, a mi entender, muy ingeniosa, Steve De Jarnatt planifica la secuencia que viene a continuación, en la cual vemos a Harry mirando y siguiendo disimuladamente a Julie y sus alumnos por el museo, e incluso intentando hacer cosas para que ella le vea (intentando, por así decirlo, “ponerse a tiro”…), en virtud de una serie de elegantes planos medios combinados con travelling lateral hacia la derecha; esta planificación resulta además muy sugerente, porque los encuadres de Harry paseando por el museo y seguido por la cámara nos van mostrando, como imagen de fondo, las vitrinas del museo de historia natural donde vemos reproducciones artificiales de la vida natural o de los hombres primitivos, como si esos travellings fuesen, en cierto sentido, una especie de panorámica por la historia de la humanidad; además, dichos planos en movimiento sugieren asimismo lo que acabará siendo el leitmotiv de la principal acción del relato: los movimientos de Harry en pos de Julie, la persecución, la huida.
Tras esta bonita secuencia, que culmina en la primera y feliz conversación casual entre Harry y Julie y el establecimiento de una primera cita, el relato prosigue internándose, sin mayores complicaciones, en la descripción de una convencional historia de amor. Pero incluso cuando el film se introduce en este tramo más estereotipado, el relato no pierde interés gracias a la sencilla pero eficaz descripción de los personajes protagonistas, muy bien defendidos además por los actores, unos excelentes Anthony Edwards y Mare Winningham, y a la elegancia de la puesta en escena, que confiere cierto encanto a este tramo del relato y no abusa de las convenciones del, digamos, “cine romántico”. Llama la atención el dibujo del personaje de Harry, cuya ropa (viste un traje azul con cierto aire demodé) y profesión (trabaja en una orquesta que toca música de los años cincuenta), junto con sus gafas, todo lo cual le da un aire a lo Glenn Miller, lo convierte en un personaje “anticuado” incluso para el momento en que se realizó esta película (finales de los ochenta); en cierto sentido, Harry es un personaje “del pasado”, fuera de su tiempo actual; de ahí que su concepción del amor sea, asimismo, “clásica”, o mejor dicho, parece sacada asimismo de una película de Hollywood de los cincuenta. Algo parecido le pasa a Julie, una joven soltera que, ya lo hemos apuntado, sigue viviendo con su madre, y con un vestuario y una actitud a medio camino entre la estética hippie de los sesenta y el look de los setenta (cabello corto, botas altas, un gran pañuelo cubriendo sus hombros), lo cual unido a su carácter, entre ingenuo e intuitivo, le confiere asimismo cierto aire retro. Dicho de otro modo: Steve De Jarnatt describe deliberadamente a sus protagonistas como amantes “a la antigua”, porque busca establecer de esta manera un agudo contraste con la terrible situación que se va a producir más adelante y que relatamos a continuación.
Pero, antes de llegar a la misma, la pareja protagonista sufre su primera “pelea de enamorados” como consecuencia de un malentendido, asimismo, muy hitchcockiano. Harry y Julie se han citado alrededor de medianoche en una cafetería que abre toda la noche. Como consecuencia de un accidente en el fluido eléctrico, el bloque de apartamentos donde Harry vive se queda sin luz y el despertador del protagonista, que mientras tanto se ha dormido, no suena. Julie se presenta puntual a la cita, pero Harry no viene y ella, desilusionada, se marcha tras esperarle largo rato. Cuando Harry se despierta y advierte lo ocurrido, corre a la cafetería, pero previsiblemente la chica ya se ha marchado. Incapaz de regresar a su apartamento, Harry se queda por allí. Es a partir de entonces que se produce una nueva situación que, además de muy hitchcockiana, vuelve a remitir, asimismo, a Los pájaros. Subrepticiamente, el inserto de unos planos generales del exterior de la cafetería, encuadrados de tal manera que el reloj digital giratorio que cuelga del techo de la entrada ocupa el primer término del plano, ya nos ha sugerido que el tiempo va a ocupar un lugar preeminente en el desarrollo del relato. Suena el teléfono de la cabina que está delante del local; Harry, que ha telefoneado desde allí a Julie para disculparse por llegar tarde, coge la llamada; pero la voz al otro lado del auricular es la de un hombre aterrorizado que ha telefoneado al número de la cabina por error (su intención era telefonear a su padre), y que le dice que trabaja en un silo de misiles, que un fallo mecánico ha provocado el lanzamiento de varias cabezas nucleares contra “el enemigo” (no hace falta ser un lince para adivinar que se trata de Rusia), y que nada impedirá que, automáticamente, aquél replique con sus propios misiles. Dentro de cincuenta minutos los misiles norteamericanos habrán alcanzado sus objetivos, y veinte minutos más tarde los Estados Unidos sufrirán la réplica de los del enemigo. En setenta minutos, Los Ángeles quedará arrasada. La conversación telefónica se interrumpe bruscamente: se oyen disparos y gritos, y luego la voz de otro desconocido le dice a Harry que olvide lo que ha oído… Sin embargo, la situación parecida a la de Los pájaros a la que me refiero no es ésta (por más que coincida con la idea de la amenaza de destrucción de la humanidad), sino la que se produce inmediatamente después: un aturdido Harry trata de explicarles lo que sabe a los dependientes y escasos comensales de la cafetería a esas horas (son más de las cuatro de la madrugada), los cuales forman un variopinto grupo de personas: el dueño negro de la cafetería y su camarera; dos hombres con mono de trabajo que mantienen una charla insustancial; un travestido y un hombre con traje y corbata que le acompaña; una elegante mujer con traje chaqueta. Ni que decir tiene que, de buenas a primeras, todos le toman por loco, excepto la mujer mencionada en último lugar: esta última sabe que lo que cuenta Harry es verosímil (intuimos que tiene un trabajo “importante”), y vía teléfono móvil –téngase en cuenta que la película es de 1988: sólo los altos ejecutivos usaban celulares tan grandes y caros como el que esgrime este personaje—, confirma la historia de Harry. La secuencia, hábilmente construida y excelentemente interpretada, es un claro equivalente a aquélla de Los pájaros en la cual Melanie y Mitch se refugian del ataque de las aves en la cafetería del pueblo junto a otro variado grupo de personas que van expresando sus puntos de vista sobre la situación.
A partir de este momento, el nudo del film consiste básicamente en: 1) los esfuerzos de Harry con tal de llegar hasta Miracle Mile, la zona de Los Ángeles donde Julie vive con su madre; y 2) tomar con ellas –finalmente, sólo con Julie— un helicóptero que partirá desde la azotea de uno de los rascacielos del centro de la ciudad con dirección al aeropuerto, y desde allí un avión que les alejará antes de que se produzca la réplica nuclear. Ni que decir tiene que alcanzar estos objetivos supondrá para Harry sortear todo tipo de dificultades: de entrada, en la cafetería le roban el coche, lo cual le obliga a tomar otro medio de transporte para ir a buscar a Julie; tiene que saltar en marcha de una camioneta, porque se aparta de su objetivo; sin embargo, armado con una pistola que ha conseguido robar al furibundo dueño de la cafetería y conductor de esa misma camioneta, detendrá a un chico negro que conduce un descapotable (Wilson: Mykelti Williamson), en realidad un pequeño delincuente, y le forzará a llevarle hasta donde vive Julie, no sin antes tener un altercado en una gasolinera con el dueño armado de la misma y con una pareja de agentes de policía que patrullan en coche, el cual concluye violentamente; una vez en casa de Julie y su madre, resulta que la primera se ha tomado un potente somnífero para acostarse y está profundamente dormida, por lo cual Harry debe cargarla en brazos hasta que recobre el conocimiento; camino de la azotea desde donde tomarán el helicóptero, y con las primeras luces del día, la huida de los amantes se complicará tras haberse extendido la noticia del inminente ataque nuclear, provocando pánico en las calles, caos circulatorio y una oleada de violencia irracional entre la gente… Todo ello está bien resuelto por Steve De Jarnatt, por más que se eche en falta la densidad de las dos primeras grandes secuencias (la del museo y la de la cafetería) que hemos desglosado líneas atrás. En este sentido, se nota el esfuerzo del realizador por compensar el bajo presupuesto de la película, mediante una realización ágil y dinámica que guarda ecos (positivos) del cine de John Carpenter. Y si bien es verdad que hay momentos cogidos por los pelos –cfr. la mencionada pelea en la gasolinera—, no es menos cierto que los aciertos superan a los errores.
Una tercera influencia de Hitchcock se percibe en la evolución del personaje de Harry y, algo menos, el de Julie, dos seres humanos, como ya hemos visto, en cierto sentido “anticuados”, a los cuales las duras circunstancias a las que se enfrentan, juntos o por separado, les obligan a evolucionar: a madurar (al igual que maduraba, salvando las distancias, la Melanie de Los pájaros). Con tal de salvar a Julie y sobrevivir, Harry se ve forzado a convertirse en el hombre de acción que nunca ha sido; resulta significativo el hecho de que, como consecuencia de su agitada aventura nocturna, en un momento dado –cuando salta de la camioneta en marcha— se le rompan sus gafas, y con ello, simbólicamente, su forma de ver y mirar las cosas; algo parecido le ocurre a la no menos bondadosa Julie, la cual en medio del caos del amanecer acaba aceptando la pistola que Harry le tiende para que se proteja. Puede verse Miracle Mile, asimismo, como el proceso de “despertamiento a la realidad” de dos soñadores que se sienten incómodos en la época que les ha tocado vivir y que se enamoran en el peor momento posible: el amor perfecto de Harry y Julie acaba siendo el último estertor idealista de un mundo que ha terminado matándose a sí mismo. Resulta ilustrativa de la evolución de los protagonistas la estupenda escena en la cual ambos, junto con Wilson y la hermana de este último, Charlotta (Kelly Jo Minter), a la cual ha ido a recoger a su casa con la esperanza de ponerla a salvo, son acorralados por la policía dentro de los grandes almacenes a los cuales han ido a parar en circunstancias azarosas: la secuencia tiene un tono sombrío y trágico (Charlotta muere en brazos de Wilson, y éste suplica a Harry que le pegue un tiro para poder reunirse con su hermana) que anticipa la tonalidad triste, melancólica y absolutamente a contracorriente del final: la desesperación del momento hace que los padres de Julie se reconcilien y decidan pasar juntos sus últimos minutos de vida; Harry y Julie alcanzan la azotea del edificio poco antes de que los primeros misiles atómicos se descarguen sobre Los Ángeles (un inquietante detalle: la cegadora luz de la detonación nuclear derrite, literalmente, los ojos de un hombre que también esperaba huir en helicóptero); los protagonistas son recogidos in extremis por el piloto del helicóptero (Brian Thompson), un pintoresco personaje secundario vestido con ropa para hacer aerobic (sic) al cual Harry ha reclutado en un gimnasio y que le ha puesto como única condición para ayudarles el poder llevar consigo a… su novio, otro chico gay asimismo vestido para el aerobic. Pero es demasiado tarde: el piloto está malherido, la explosión nuclear desestabiliza el aparato y lo hace estrellarse en el estanque de brea del museo de ciencia natural, el mismo lugar frente al cual los protagonistas mantuvieron su primera conversación. Harry y Julie, atrapados dentro del helicóptero que se está inundando rápidamente, mueren juntos, y el realizador sabe expresar, de manera sencilla y a la vez poética, el terrible romanticismo del momento cubriendo los rostros de la pareja con una sombra oscura (el líquido que sube) antes de pasar a un fundido en negro y, a continuación, a uno en blanco, coincidiendo con el sonido de la detonación atómica. Un final nada convencional para una película más que simpática, sorprendente incluso.
Tomás, tu excelente crítica me ha despertado una curiosidad enorme por ver esa peli. Joder, si parece que estés hablando de "Retorno al pasado" o "Vértigo". Yo no había oido hablar nunca de ella, ni sabía que existía. Siempre se aprende algo nuevo !!!
ResponderEliminarrecuerdo haberla descubierto una noche por La2 hace siglos... La peli iba un poco de mas a menos, no? Habra que revisarla.
ResponderEliminarpor cierto, para seguir un poco esa "conexion Hitchcock": el director remakeo un capitulo de ALFRED HITCHCOCK PRESENTS para la de los 80 (el del dedo cortado!) y dirigio a la hija de "Marnie" en esa joya trash en forma de western futurista (con Ben Johnson!) llamada CHERRY 2000, que recomiendo a todos.
saludos!
F
Lo que recuerdo es que el doblaje del vhs era malillo, como si se hubiesen cargado parte del sonido ambiente en algunas secuencias. Recuerdo que la película me había gustado, me han dado ganas de recuperarla gracias a tu comentario.
ResponderEliminarVaya, un placer poder leer una crítica de una película tan oscura, y una suerte que la viera hace muchos años por TVE. Entonces no prestaba la misma atención al cine que ahora, pero aún así la recuerdo como una película muy simpática y efectiva.
ResponderEliminarMe encanta esta peli, oportuna recuperación!
ResponderEliminarsiempre recordaré la escena final del helicoptero.
Hola, Tomás. Dices de IMDB "no siempre fiable". Eso es que has visto un fallo muy gordo... ¿Podrías decir cuál?
ResponderEliminarHola a todos:
ResponderEliminarMe hace gracia comprobar que, a la hora de la verdad, había más gente que recordaba esta película de lo que parecía, y que en general dejó un grato recuerdo en los pocos que alcanzaron a verla. Supongo que es de esos títulos que, a corto o medio plazo, se editará en DVD en España, y más si forma parte del catálogo de una multinacional como Metro.
Es verdad que, en ocasiones, me he encontrado con alguna que otra "pifia" en IMDB, si bien ahora mismo no recuerdo una en concreto. En lo que sí que he reparado muchas veces es en que, por ejemplo, los años que figuran en las películas no norteamericanas a veces vienen equivocados porque en los Estados Unidos el cine extranjero más antiguo suele fecharse en virtud de su año de estreno en cines estadounidenses, lo cual en muchas ocasiones solía ser al año siguiente de su estreno en Europa u otras latitudes.
Saludos.
Hola,a mí esta película me gustó bastante sobre todo en el contexto en el que la ví,una noche de viernes en el ciclo "alucine" de la 2 que invitaba a saborear peliculas como esta,siendo una pena que se haya perdido esta clase de ciclos (muy acostumbrados a los que nos tenia este canal),a lo que intentó antena 3 en su día seguir la estela pero con poco éxito.
ResponderEliminarSon joyas perdidas de un subcine (a lo comercial se refiere)con historias muy bien llevadas y con finales nada convencional.
Una delicia de película que se nos quedó marcada a los que la vimos en Alucine. El final antológico y circular.
ResponderEliminarHola Tomás:
ResponderEliminarHe recuperado esta película, que no conocía, gracias a tu recomendación y creo que lo que la convierte en una rareza es su naturaleza absolutamente inclasificable: romance, thriller apocalíptico, comedia negra, disparate absoluto (p.e: esa búsqueda desesperada de un piloto de helicóptero en el gimnasio)y un toque de pesadilla que, unido a lo surrealista del desarrollo, hace que te cuestiones todo el relato, cercano, por cierto, a otras odiseas nocturnas de los 80 como el "After Hours", de Scorsese, y el "Cuando llega la noche", de Landis. Además el desenlace me ha parecido que se anticipa al de la reciente "Monstruoso (Cloverfield)". No sé si a los demás os lo habrá parecido.
Un saludo.
recuerdo que la grave de la tele para verla y justo casi al final me quede sin cinta y no pude verlo, y ahora gracias a internet la he podio ver. Buenisima!!!
ResponderEliminarSin duda una excelente reseña, aun recuerdo cuando tuve la oportunidad de ver esta pelicula en cine cuando tenia 16 años, en una doble funcion, despues de ver la guerra de los roses, aun tengo esas imagenes y sin duda con ganas de volver a verla
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