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sábado, 20 de junio de 2009

¿HAY ALGUIEN QUE NO AME A STIEG LARSSON?


Siempre que se discrepa en torno a la valía de un fenómeno de masas, surgen las habituales sospechas relacionadas, por lo general y salvo honrosas excepciones, con la supuesta incapacidad de entendimiento del discrepante ante el fenómeno en cuestión; también surgen otras, más desagradables pero no por ello menos recurrentes, relativas a la supuesta envidia, pedantería o ganas de destacar del discrepante, o simplemente que este último se ha convertido en, o es, un anticuado. Es como, en una situación que he vivido en infinidad de ocasiones, cuando le dices a alguien que una determinada y “prestigiosa” película no te ha gustado, y entonces ese alguien, a quien sí le gusta la película en cuestión, intenta amablemente sacarte de tu oscuridad explicándote la trama de la misma; es decir, tu interlocutor está convencido de que esa película no te ha gustado porque no la has entendido, y lo que es peor, de que puede hacerte cambiar de opinión mediante una descripción rigurosa y pormenorizada de su sinopsis; dicho de otro modo, en ocasiones no se concibe que a uno no le guste algo –sea una película o una novela— por razones que nada tienen que ver con el de qué trata o el de qué va.

Mas, ante la apabullante campaña mediática que hace semanas inunda nuestro país en forma de amplios reportajes en periódicos, suplementos dominicales o televisión ensalzando las virtudes del malogrado escritor sueco Stieg Larsson y de su trilogía superventas Millennium –Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire—, coincidiendo con el estreno a finales del pasado mes de mayo de la primera adaptación al cine de la trilogía –Los hombres que no amaban a las mujeres (Män som hatar kvinnor, 2009, Niels Arden Oplev)— y con el lanzamiento editorial en España este mismo mes de junio del tercer volumen de la misma, no puedo menos que preguntarme: ¿hay alguien que no ame a Stieg Larsson?

Comprendo que plantear esta cuestión aquí puede parecer reiterativo; recientemente he tenido ocasión de pronunciarme al respecto en los números 292 de Imágenes de Actualidad y 390 de Dirigido por…, y entonces ya afirmé que la primera novela de la trilogía –la única que he leído— me pareció muy mediocre, literariamente hablando, y que la primera película que ha inspirado la trilogía Millennium –y que pronto contará con las otras dos entregas llevadas a la pantalla, pues se están realizando al unísono— me pareció asimismo muy poca cosa, en este caso cinematográficamente hablando y por más que sea ligeramente superior o como mínimo preferible al libro, en cuanto elimina –que no sintetiza: el film dura 152 minutos— algunos de los peores fragmentos de la obra de Larsson. De hecho, recomiendo a quien no se sienta muy atraído por el “fenómeno Larsson” pero quiera hacerse una mínima idea al respecto que pase de largo de las más de 660 páginas de la novela –666 (sic) en la edición de Círculo de Lectores que yo he leído— y se decante por la película; y, desde luego, a quien no esté en absoluto interesado, que prescinda de libro y film, pues dudo mucho que ninguno de ambos cambie sustancialmente su vida, sobre todo si se trata de alguien acostumbrado a leer buena literatura y/o a ver buen cine.

Quede claro que esto no es la consabida pataleta de alguien que pretende desmarcarse de un fenómeno popular, dado que si bien discrepo cordial pero abiertamente de quienes afirman que Los hombres que no amaban a las mujeres es una buena novela –y mantengo dicha opinión porque tengo todo el derecho del mundo a hacerlo, o cuanto menos el mismo derecho que tienen otros, por ejemplo Ferran Torrent, a alabar las virtudes del libro de Larsson—, intento entender el porqué de todo ese entusiasmo, por más que sospecho que la mayoría de las adhesiones hacia esta novela se fundamentan en razones de índole sociológica y psicológica, derivadas en su mayoría de la coyuntura, que poco o nada tienen que ver con el interés exclusivamente literario de la propuesta. Del mismo modo que para mí el valor de una obra cinematográfica no se deriva necesariamente de su de qué va o de su de qué trata, sino de valores derivados de su confección y uso del lenguaje cinematográfico, el valor de una obra literaria –o el de cualquier otra manifestación artística— se deriva de su confección, del empleo de su lenguaje específico, en este caso tratándose de una obra literaria de la riqueza de su literatura; en suma, de la belleza de su expresión. Con franqueza, no leí en Los hombres que no amaban a las mujeres nada que me pareciera literariamente bello (o, sencillamente, no supe verlo), con lo cual no tengo más remedio que pensar que el éxito de este libro se deriva principal o exclusivamente de sus componentes temáticos, o sea, de su de qué va o de su de qué trata; el estilo, una vez más, es lo de menos.

El éxito de Los hombres que no amaban a las mujeres se debe a varias razones, entre ellas, por descontado, una muy bien montada campaña publicitaria que se apoya, por un lado, en el carácter póstumo de la trilogía Millennium (es bien sabido a estas alturas que Stieg Larsson falleció prematuramente en 2004, sin llegar a conocer el éxito internacional de su obra, lamentable circunstancia que casi siempre suscita o puede suscitar cierto sentimiento de adhesión y/o curiosidad, sincera o malsana, hacia una obra que para bien o para mal se encuentra ya cerrada para siempre); y por otra parte, en cierto boom en España de la literatura policíaca escandinava que ha abanderado en estos últimos años el también sueco Henning Mankell con sus novelas protagonizadas por el inspector de policía Kurt Wallander y al cual se han unido muy poco después otros autores, como Camilla Läckberg, Jo Nesbo, Anne Holt, Arnaldur Indridason, Christian Jurgersen y la pareja formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö.

Pero la que creo es la principal razón del triunfo de Los hombres que no amaban a las mujeres reside en su condición de alegato contra una de las lacras de la sociedad mundial: el maltrato a las mujeres, la mal llamada violencia de género o, algo mejor, violencia doméstica; cuestión terminológica que no debe apartarnos de la cuestión de fondo: la existencia de una arraigada costumbre que existe desde hace siglos, en base a razones de todo tipo (culturales, religiosas; sobre todo estas últimas), por la cual el varón de la especie humana se cree naturalmente superior a la hembra, hasta el punto de poner en práctica sobre ella un inexistente derecho a demostrar esa supuesta superioridad natural por medios coactivos. Tengo entendido, y corríjanme si me equivoco, que el título original sueco de la novela se traduciría literalmente al castellano como Los hombres que odiaban a las mujeres, y que el título de las actuales traducciones a lenguas oficiales del territorio español (el libro está publicado en castellano y catalán; ignoro si lo está también en gallego y euskera) está tomado del de la edición francesa, Les hommes qui n’aimaient pas les femmes. (Reproduzco aquí tanto la portada de dicha edición francesa, así como el cartel italiano del film, que en cambio se pronuncia en términos idénticos a los del título original del libro en sueco.) De hecho, en la propia novela su protagonista femenina, la inverosímil Lisbeth Salander, llega a tildar al asesino en serie cuyas actividades secretas se encuentran en el nudo de la trama como a “otro cabrón que odia a las mujeres”. Interesante matiz, dado que no es lo mismo NO AMAR algo o a alguien que ODIAR algo o a alguien; mala cosa, además, habida cuenta de que en esta matización de la traducción española vuelve a aflorar, ni que sea subrepticiamente, la execrable costumbre ibérica de etiquetar en bandos separados/enfrentados a aquellas personas que no siguen la corriente de pensamiento establecida. Que no ames algo o a alguien no significa en absoluto que lo odies. Pero, por ejemplo, que no ames (votes) a un determinado partido político equivale para mucha gente de aquí a que lo odias (y, en consecuencia, que amas/votas al partido político del signo ideológico teóricamente opuesto o contrario al primero); y, sin salirnos de este blog, que no ames a Pedro Almodóvar es interpretado automáticamente como que lo odias. Parece por tanto que para una inmensa mayoría el amor y el odio son sentimientos tan absolutos que no admiten matizaciones, medias tintas o posicionamientos intermedios carentes de componentes emocionales: o se ama, o se odia. Y así nos va.

El odio a las mujeres por parte de los hombres es el tema principal que recorre las páginas de la primera novela de la trilogía Millennium (como ya indiqué en su momento, la lectura de Los hombres que no amaban a las mujeres me desanimó de cara a leer los otros dos volúmenes de la trilogía, sobre los cuales no pienso entrar al no haberlos leído ni tener, al menos por ahora, la menor intención de hacerlo). Tampoco hay que echar en saco roto el impacto de su ilustración de portada, en la cual se ve a una mujer atada de pies y manos, indefensa pero no sumisa, pues en su mirada desafiante se sugiere una especie de advertencia que quizá busca provocar el remordimiento de la persona (¿un hombre?: no lo duden) que la ha colocado en esa situación vejatoria. De hecho, Larsson incluye en su libro a modo de nota a pie de página una serie de datos estadísticos, se supone que reales, con los cuales abre cada una de las cuatro partes que componen el relato: en Suecia, el 18% de las mujeres han sido amenazadas en alguna ocasión por un hombre, el 46% han sufrido violencia por parte de alguno, el 13% han sido víctimas de una violencia sexual extrema fuera del ámbito de sus relaciones sexuales, y el 92% que han sufrido abusos sexuales en la última agresión no lo han denunciado a la policía. La intriga del libro gira en torno al descubrimiento de las actividades criminales de un asesino en serie de mujeres jóvenes, cuyas atrocidades vienen revestidas por una amplia parafernalia bíblica y se inspiran en el pasado nazi de algunos miembros de los Vanger, el núcleo familiar en torno al cual gira esa investigación de corte policíaco. Por otra parte, uno de los puntos “fuertes” de la trama consiste en la vejación sexual y posterior venganza contra la misma de Lisbeth Salander, la cual al principio es extorsionada por el abogado Nils Bjurman encargado de su custodia legal a pesar de que la joven sobrepasa desde hace seis años la mayoría de edad de 18 años (dicho sea de paso, la dureza de la legislación sueca se hace patente tanto en este extremo, probablemente verosímil, según el cual una mujer de 24 años no puede disponer por sí misma del dinero que tiene depositado en su propia cuenta bancaria sin la autorización previa de ese tutor legal designado por el Estado, como en un suceso que ha saltado a la palestra recientemente a raíz de la publicación de la tercera novela de la trilogía Millennium, dado que por lo visto la mujer que fue la pareja de hecho de Stieg Larsson durante treinta años no puede percibir ningún beneficio derivado de las ventas mundiales de los libros porque la legislación de su país no reconoce derecho hereditario alguno a las parejas no casadas).

Pero sigamos con Lisbeth Salander: con tal de conseguir dinero, su dinero, para comprarse un ordenador nuevo, la muchacha es obligada por Bjurman a hacerle una felación; más adelante, Salander se presenta en el apartamento de Bjurman con un plan preparado, pero que tan sólo sale bien a medias (esto queda más claro en el libro que en la película), ya que no cuenta con el brutal ataque del abogado, que la esposa a su cama y la sodomiza, si bien dicha acción queda inmortalizada por la pequeña cámara que Salander oculta en su bolsa; finalmente, Salander se presenta por segunda vez en el apartamento de Bjurman y en esta ocasión ella toma las riendas de la situación: inmoviliza al abogado, lo desnuda y lo ata, le explica que una copia de esa grabación será distribuida a la prensa y entre sus superiores si él no accede a todo lo que ella le pida a partir de este momento, y para rematar la faena, tatúa en el pecho de Bjurman una difícilmente borrable leyenda en la que afirma que es un cerdo y un violador de mujeres. En la sesión para la prensa de Barcelona donde visioné el film, un pequeño grupo de mujeres sentado delante mío (se supone que personas adultas y con formación) aplaudieron por lo bajini; semanas más tarde, con motivo del estreno de la película en la Ciudad Condal, se difundieron por televisión algunas cortas entrevistas cuidadosamente seleccionadas (no hay que despreciar el papel manipulador de los medios), las cuales recogían opiniones de personas del público, mayoritariamente femenino, que salía de las primeras proyecciones del film y afirmaban (al menos, insisto, en las declaraciones seleccionadas por quien o quienes llevaran a cabo ese reportaje) que lo que más les había gustado era la revancha de Lisbeth Salander contra el desaprensivo que la había ultrajado.

Se dan, así, dos paradojas. Por un lado, parece a simple vista que ni que sea una parte, esperemos que pequeña, de la aceptación popular de Los hombres que no amaban a las mujeres reside o puede residir en la presentación de una figura (me niego a escribir personaje), la de Lisbeth Salander, que se erige en una especie de justiciera-vengadora que se rebela contra la opresión masculina. Es posible que esta interpretación no fuera pretendida ni siquiera por el propio Stieg Larsson, pero desde este punto de vista su Lisbeth Salander no estaría demasiado lejos de erigirse en una variante femenina de Charles Bronson. De este modo, lo que en su origen era y probablemente es una honesta defensa de la mujer puede haber acabado siendo interpretado como un acto de venganza pura y dura. La segunda paradoja a la que me refiero deriva de las motivaciones que proporciona Larsson a su violador y asesino en serie de mujeres (cuya identidad, en atención a quien no haya leído el libro o visto la película, no desvelaré); motivaciones, criminales por descontado, cuyo origen se remonta al nazismo y antisemitismo de la primera mitad del siglo XX y que se mezclan, en un explosivo cóctel reaccionario, con cierta parafernalia bíblica que reviste de macabra “creatividad” cada uno de esos atroces delitos. Como recurso dramático-literario es perfectamente plausible, mas es una pena que Larsson no fuera más allá (al menos, vuelvo a insistir, en este primer libro) y se contentara con una explicación sobre la naturaleza del mal tan tópica y previsible, siendo así que quizá hubiese sido más interesante explorar un territorio más cotidiano y no menos sugestivo, que se insinúa en el mismo título de la novela pero que por desgracia no se desarrolla: la idea de que hay hombres que “no aman” u “odian” a las mujeres por la sencilla –que no simple— razón de que NO LES GUSTAN; y no estoy hablando de homosexualidades reprimidas o no asumidas, sino de hombres heterosexuales que desprecian todo lo que tenga que ver con las mujeres sin perjuicio de que, a pesar de eso, deseen sexualmente su compañía.

Son esos hombres (no todos, esperemos, pero muy abundantes) que incluso admirando la belleza femenina no soportan su presencia más allá del sexo; que, por ejemplo, les irrita ir con sus propias compañeras “de compras” porque les aburre mortalmente lo que a ellas les interesa o sencillamente les divierte; que se toman a guasa verlas trabajar en puestos laborales importantes; o que dicen, también por lo bajini (la cobardía y la hipocresía son consustanciales a todo el género humano), que las mujeres que tienen éxito desde un punto de vista social probablemente son en compensación malas esposas, o malas madres, o aplicándoles el castizo latiguillo made in Spain, van “mal folladas” (sic). Ese, digamos, “machismo simpático” de cada día; esa misoginia soterrada incluso entre hombres que se definen a sí mismos como progresistas, abiertos y comprensivos con la, digamos, condición femenina; en suma, ese pequeño fascismo cotidiano contra las mujeres es el gran ausente del libro de Larsson; mas, a pesar de ello, la lectura reivindicativa de la mujer que se encuentra en el fondo de la novela –y por lo que parece en sus dos continuaciones, con nuevos y sendos personajes femeninos en sus títulos, las cuales vuelvo a insistir que desconozco— parece haber “tocado” a un amplio sector de público no exclusivamente femenino, el que ha comprado los más de 10 millones de ejemplares de la trilogía que se han vendido en todo el mundo, lo cual sin duda es un mérito que debe reconocérsele al malogrado Larsson; mérito no literario, por descontado, sino más bien sociológico, aunque no por ello menos respetable que el artístico, siempre y cuando no se malinterprete como una mera apología de la venganza de la mujer contemporánea contra siglos de opresión masculina.

9 comentarios:

  1. No he leido ninguno de los libros, pero tras ver esta película y escuchar tanto de sus infinitos partidarios como de sus, al parecer escasisimos detractores, como tú, que está a la altura del libro o incluso que es superior, me he desanimado completamente a la hora de leerlos.

    Aun partiendo, como dices, de una sincera intención del autor de denunciar el maltrato y vejaciones a la mujer,para mi pierde eficacia por la poca sutileza de retratar practicamente a cada personaje masculino como un violador, si no algo peor.

    De todas formas, se puede entender su exito popular, en cuanto a una intriga no muy original, pero si apoyada en ingredientes "fuertes", morbosos y llamativos, pero no comprendo mucho en base a que se considera esta creación como de calidad y las de Dan Brown, como "basura" de forma casi unánime, por poner un ejemplo, ya que sin aspirar tampoco a la brillantez, cabría reconocerle el saber mezclar con habilidad elementos muy dispares, para conseguir entretenimientos huecos, pero resultones de cara al gran público.

    Para acabar, viendo esta película me acordé del film de Truffaut "La novia vestía de negro", hermoso como todos los suyos, que era una curiosa historia de venganza de una mujer hacia un grupo de "hombres que amaban a las mujeres", pero que tuvieron un fatal error. La humanidad y la poesia de Truffaut estaba presente inclsuo en un subgenero como el de las películas de venganza, intrinsecamente violento.

    ¿Qué opinas, Tomás de la obra de este director, que parece algo desprestigiado en los últimos tiempos?

    Un saludo, y perdón por la perorata.

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  2. Buenas tardes, Mariano:

    De perorata, nada. Has dado una opinión clara, concisa y argumentada.

    Evidentemente, no niego la habilidad de Larsson, o de Dan Brown, o de John Grisham, para captar la atención de sus lectores; y, de la misma manera que hay un cine de entretenimiento, también hay una literatura de entretenimiento, y ambas cosas son completamente dignas y respetables mientras sean honestas, es decir, no pretendan ser otra cosa que lo que son (cuestión aparte es que sean deshonestos quienes pretenden vendernos meros entretenimientos como si fuera arte...).

    ¿Que qué me parece la obra de François Truffaut?
    Veamos: de Truffaut hay muchas que no me gustan, si bien es verdad que no he vuelto a ver la mayoría de ellas en años y convendría que les pegase un buen repaso antes de pronunciarme con seguridad al respecto, así que lo que voy a decir ahora tómatelo como lo que es, o sea, como una opinión emitida de improviso. Sé que a lo mejor habrá quien me detestará por ello, pero un Truffaut que nunca ha terminado de convencerme por completo es el mítico "Jules y Jim", entre otras razones porque tampoco me gusta Jeanne Moreau y no me creo que dos hombres anden tan locos por ella. Tampoco me llevo muy bien con "Las dos inglesas y el amor": recomiendo leer la novela en la que se inspira, extraordinaria, y a su lado el film pierde puntos. "La sirena del Mississippi" y "La novia vestía de negro", puntualizo, hace bastantes años que no he vuelto a verlas, pero las últimas veces que las vi me parecieron (mal) envejecidas. No hace mucho vi "Vivamente el domingo", y sin estar mal me decepcionó un poco, pareciéndome un final un tanto gris de su carrera. Tampoco me enloquecen demasiado algunos títulos del "ciclo Antoine Doinel", como "Besos robados" o "Domicilio conyugal", aún sin estar mal de todo, o "L'amour en fuite", que es bastante más flojo. Prefiero no decir nada respecto a "La noche americana", pues es de las que hace más tiempo que no he vuelto a ver, pero mi recuerdo tampoco es demasiado feliz, si he de ser sincero. Pero si hay un Truffaut que me parece realmente horroroso, sin paliativos, es "Una chica tan decente como yo", y hay muchos "truffautianos" de pro que son de mi parecer.

    Eso sí, con todas sus irregularidades, en la obra de Truffaut tienen más peso las buenas, incluso excelentes películas que legó. "Los cuatrocientos golpes" sigue siendo una película magnífica, y no ha perdido ni un ápice de su fuerza. Me gusta mucho uno de sus primeros títulos, de tema policíaco: "Tirez sur le pianiste". Otro film excelente de esos años es "La piel suave". "Farenheit 451" se aguanta bien, aunque quizá la parte de los hombres-libro sea acaso demasiado blanda. También guardo un grato recuerdo de títulos como "El pequeño salvaje", "Diario íntimo de Adèle H.", "La piel dura" (particularmente simpática), "El último metro" y "La mujer de al lado" (algo tópica de planteamiento, pero con una intensa resolución). También me gusta mucho "El amante del amor". Pero si tuviese que quedarme con una, si hay un film por el cual perdono a Truffaut todas sus películas menos afortunadas, es "La chambre verte", que me parece una obra maestra absoluta y uno de los más bellos films del cine europeo de todos los tiempos; sólo por "La chambre verte", Truffaut ya me merece un respeto.

    Así que, como puedes ver, no soy exactamente un "truffautiano", pero tampoco le hago ascos ni mucho menos. Es posible que, de unos años a esta parte, se le haya desprestigiado en exceso, pero también creo que en el fondo se le echa de menos. Quizá lo que haya ocurrido es que el paso del tiempo ha puesto de relieve las películas de su filmografía que, a mi entender, fueron más coyunturales, las que he mencionado en primer lugar, y en cambio ha respetado las que tenían un planteamiento personal más allá de lo que estaba de moda.

    Un saludo,
    Tomás.

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  3. Gracias por tu respuesta Tomás.

    Quiero decirte en primer lugar que en ningun caso iba yo a tomarme a mal la opinión que tuvieses de Truffaut, sólo faltaría.

    Me hace gracia lo que comentas sobre Jeanne Moreau, porque en eso si estoy de acuerdo contigo,y tambien me chirría un poco en las películas que hicieron juntos, máxime cuando al parecer Truffaut se planteó esos proyectos prácticamente como tributo a ella y a su belleza. En fin, cuestión de gustos...

    Yo confieso que este director es para mí una debilidad y que ante sus peliculas apenas soy crítico, tal es la simpatía que me provocan sus temas y fijaciones, la cohencia de toda su obra y la voz personalísima que recorre todo su trabajo.

    Me pasa con él oomo me ocurría con Woody Allen (al menos hasta "Todo lo demás" inclusive, después ya no tanto), que no veo un Truffaut malo, ni apenas menor en lo que se refiere a resultados, aunque unos y otros tengan distintos grados de ambición. Incluso defiendo "Una chica...", para que veas.

    Me agrada tu aprecio por "La Chambre Verte", pues para mi tambien es de sus trabajos más bellos y sentidos y radicales junto a "El pequeño salvaje" y "La dos inglesas y el amor" (que no he leído y me lo apunto)

    Gracias de nuevo y un saludo.

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  4. Coñe, pues empiezan bien aquí manipulando el título... Excelente tu escrito.

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  5. Hola, Tomás:
    Magnífico artículo, aunque no lo comparta del todo. Apreciando en cierta medida las dos novelas de Larsson que he leido hasta ahora (y que me parece que están ciertamente por encima de los libros de Brown y Grisham, por citar dos autores que tú mismo citas y que, sobre todo el último, he leído), no son lo mejor de esa especie de nueva ola de novela negra sueca (nota: curiosamente, al autor que en mi opinión destaca sobremanera de ese grupo, G.W. Persson y su trilogía sobre el asesinato de Olof Palme "El declive del estado del bienestar" no se le cita nunca en ninguno de los artículos sobre el fenómeno Millennium, y sí a otra decena de autores).

    Lo que parece clarísimo es que hay razones extraliterarias para el éxito de estas novelas, y leyendo tu artículo me he acordado de otro éxito-fenómeno social del que se cumplirán en breve veinte años y que hoy en día está profundamente olvidado: hablo de "Thelma & Louise", la mediocre película de Ridley Scott que comparte bastantes cosas con estas novelas, por lo menos en cuanto a un trasfondo, si no buscado, sí percibido, de revanchismo violento respecto a la violencia de género. Digo percibido porque no estoy nada convencido de que Larsson pretendiera que Salander fuera una heroína, o por lo menos no es eso lo que dijo en una entrevista realizada justo antes de su muerte en la que tildaba a su personaje de sociópata con rasgos psicopáticos. Por lo tanto podríamos llegar a la curiosa conclusión de que Millennium es un éxito porque la mayor parte de sus fans no la entienden, paradoja que no me parece tan extraña o inhabitual...

    Un saludo.

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  6. Buenos días, Víctor:

    Totalmente de acuerdo en el tema de las razones extraliterarias que han conducido al éxito de las novelas de Stieg Larsson. Ya he explicado que tampoco creo que este escritor pretendiera escribir una historia de revancha femenina contra el machismo, pero abrigo la sospecha de que mucha gente puede habérselo tomado en este sentido, dándose la paradoja que mencionas: que ese éxito sea, o pueda ser, fruto de una mala interpretación de las intenciones de Larsson.

    La comparación con "Thelma y Louise" también me parece acertada, salvando las distancias, dado que, aparte de que también me parece uno de los peores trabajos de Ridley Scott, en ocasiones parece que estás "mal visto" si lo dices porque, no sé exactamente cómo, mucha gente interpreta que estás a favor del personaje del marido de Geena davis(lo cual ya es suponer, y sobre todo, pensar mal de ti, porque hay que estar loco para simpatizar con esa imbecilidad de personaje...). Vamos, que si no te gusta "Thelma y Louise", equivale a que te gusta que las mujeres se queden en casa y con la pata "quebrá" (por usar otra castiza expresión machista al respecto); o, lo que es lo mismo, que no juzgas la película en base a razones que no sean el "de qué va" o "de qué trata" (y, la verdad, en el caso concreto de "Thelma y Louise", el "de qué va" resulta de lo más deplorable).(Nota bene: esperemos que ésto no se convierta ahora en una interminable discusión en torno a "Thelma y Louise").

    Un saludo,
    Tomás.

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  7. Hola Tomas soy en lector de Dirigido desde hace mas de 20 años, y un apasionado cinefilo, antes de nada decir que me ha legrado descrubir tu block y comentarque tanto tu como Hilario J., de Dirigido me pareceis dos de los criticos mas cercanos y amenos de leer sobre todo por vuestra sinceridad y sencillez, ( por cierto que es de Hilario que ya no escribe en dirigido), me gustaria saber que opinas de laa rencillas que están surgiendo entre la dirigido y la nueva C.D.C España, atraves de comentarios soterrados en ambas publicaciones y que te parece la nueva revista con su linea editorial a mi aparecer un tanto pedenta y elitista. Gracias, otra dia me gustaría saber tu opinión sobre algunos cineastas y peliculas, y que sepas que a un que no comparto muchas veces tus gustos si que me agrada leer tus comentarios y ver ciertas peliculas que recomiendas que a lo mejor no tenia pensado ver. Un saludo Berto

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  8. Buenas noches, Berto:

    Gracias por tu amabilidad hacia mi persona. Extiendo tus amables palabras a Hilario J. Rodríguez.

    ¿Que qué opino sobre las rencillas que están surgiendo entre "Dirigido por..." y "Cahiers du Cinéma. España"? Pues que me parecen lógicas, e incluso sanas, en el sentido más positivo de la expresión, habida cuenta que del contraste de pareceres surgirán ideas que satisfarán a todos los aficionados al cine con inquietudes. Personalmente, no tengo nada contra "Cahiers... España", antes al contrario, pues hasta tengo el enlace a su página web en mi blog; no pienso en absoluto que sean ni "rivales", ni "enemigos", ni nada por el estilo, y estoy completamente seguro de que ellos tampoco lo piensan de nadie de "Dirigido por...", pues me consta que son personas capaces, inteligentes y dialogantes como las que más.

    Un saludo, y pásate por aquí siempre que quieras.
    Tomás.

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  9. Respondiendo a la pregunta: yo. No amo a Stieg Larsson, ni le odio. No le conozco de nada. Y eso es posible, sólo hay que concentrárte en tu libro/mp3 cuando vas en metro, dejar en laguna ciertas páginas (sobretodo titulares) de periódicos, y centrarte en lo que te interesa.

    No tengo nada contra Larsson, y si tengo algo contra los grandes booms mediáticos literarios tiene que ver simplemente con mi percepción, muy particular, de que los mecanismos de comercio nos llaman a una uniformidad que deriva en la mediocridad. Quiero decir: hay tanto por ver, escuchar y leer, y tan poco tiempo, que hay que seleccionar. Prefiero seleccionar yo a que seleccionen por mí.Debo de ser anticuado o tener aires de grandeza, lo que sea.

    Estoy leyendo un libro sobre la historia de los Estados Unidos escrito por Isaac Asimov que es, amén de instructivo, muy divertido. Ayer vi Gentleman Jim en la filmoteca, y por la noche me entretuve con los excelentes extras del DVD edición extendida de "El Curioso Caso de Benjamin Button". A todos los amantes de Larsson, o a los que no, se lo recomiendo todo.

    Un saludo.

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