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miércoles, 25 de septiembre de 2024

Drácula ‘79: “THE CURSE OF DRACULA”, de KENNETH JOHNSON



Entre el 27 de febrero y el 1 de mayo de 1979, la cadena de televisión norteamericana NBC, filial televisiva de Universal Pictures, emitió una serie que partía de una premisa cuanto menos curiosa: resucitar viejas películas y/o personajes abordados previamente por el cine y darles un formato contemporáneo en forma de serial televisivo. La serie se tituló Cliffhangers y fue creada y supervisada, en funciones de productor ejecutivo (lo que hoy denominaríamos un showrunner), por el guionista, productor y realizador Kenneth Johnson, conocido por su labor en series de televisión tan populares como Área 12 (Adam-12, 1968-1975), El hombre de los seis millones de dólares (The Six Million Dollar Man, 1973-1978), La mujer biónica (The Bionic Woman, 1976-1978), El increíble Hulk (The Incredible Hulk, 1977-1982) o V (ídem, 1983-1985), por citar tan solo las más conocidas en España. Cliffhangers se dividía, a su vez, en otras tres series. La primera se titulaba Stop Susan Williams, y era una nueva versión del serial silente The Perils of Pauline (Louis J. Gasnier y Donald MacKenzie, 1914), el cual ya había conocido, entre otras variantes, una famosa versión en formato de largometraje cinematográfico, Los peligros de Paulina (The Perils of Pauline, George Marshall, 1947), protagonizada por Betty Hutton. La segunda era The Secret Empire, descrita como una parodia del serial de Gene Autry El imperio fantasma (The Phantom Empire, Otto Brower y B. Reeves Eason, 1935). Y la tercera es la que aquí nos ocupa: The Curse of Dracula (1).



Cliffhangers
se planteó con una desconcertante estrategia de difusión, consistente en dividirse en episodios de una hora de duración que contuvieran, a su vez, 20 minutos de cada una de las series mencionadas. Por si fuera poco –y, según afirma la fuente consultada en la nota 1, para dar a los acontecimientos una sensación de “en curso”–, las series no empezaron por su primer episodio, sino que Stop Susan Williams comenzó por su episodio segundo, The Secret Empire por el tercero y The Curse of Dracula por el sexto. Esta última, dividida en 10 episodios, fue la única de las tres que llegó a emitirse por completo, dado que el fracaso de audiencia de Cliffhangers provocó la cancelación prematura de toda la serie. Posteriormente, The Curse of Dracula fue reeditada en formato de dos largometrajes para televisión, de ahí que también sea conocida por otros dos títulos –o tres–, los cuales, como acostumbra a ocurrir en estas ocasiones, suelen confundirse según las fuentes consultadas: The World of Dracula y The Loves of Dracula (a.k.a. Dracula ’79). Con una duración total de 172 minutos, una copia de calidad muy deficiente, editada por un fan, que es la que he tenido ocasión de ver, circula por YouTube (2).



Quienes no la hayan visto que no se hagan grandes ilusiones, porque The Curse of Dracula es una serie mediocre en sus líneas generales. Tampoco cabía esperar mucho de un producto con un director como Kenneth Johnson tras las cámaras. No olvidemos que este caballero fue el encargado de realizar el episodio piloto de El increíble Hulk que se estrenó en cines españoles con el título de La Masa, un hombre increíble, y por tanto el culpable de decepcionar a toda una generación de espectadores (3) mostrándonos a un Hulk herido en un brazo por culpa de una escopeta de caza (¡sic!). También es del tal Johnson Cortocircuito 2 (Short Circuit 2, 1988). Con semejante currículo, no se pueden pedir peras al olmo ni hay más cera que la que arde. Pese a todo, es de justicia reconocer que Johnson tan solo dirigió un episodio de The Curse of Dracula, siendo tres de ellos obra de Jeffrey Hayden, y los restantes de Richard Milton y Sutton Roley, este último firmante de una pequeña epopeya de ciencia ficción postapocalíptica titulada Los sobrevivientes elegidos (Chosen Survivors, 1974) que goza de cierto predicamento. A pesar de lo endeble del resultado, The Curse of Dracula atesora, siquiera a nivel de guion, ideas dignas de ser mencionadas, de ahí que, pese a sus abundantes defectos, he querido traerla a colación.



The Curse of Dracula
se une a otras aproximaciones diversas al mito del vampiro desde una perspectiva intelectual y geográficamente contemporánea que abundaron dentro de la cinematografía estadounidense durante la década de 1970, tales como los dípticos formados por Count Yorga, Vampire (1970) y The Return of Count Yorga (1971), ambas de Robert Kelljan, y por Drácula negro (Blacula, William Crain, 1972) y Scream Blacula Scream (Robert Kelljan, 1973) (4), y títulos aislados como Grave of the Vampire (John Hayes, 1972), y producciones para televisión como Vampire (E. W. Swackhamer, 1979) o, sobre todo, la fundamental producción de Dan Curtis escrita por Richard Matheson The Night Stalker (John Llewelyn Moxey, 1972), y la brillante miniserie El misterio de Salem’s Lot (Salem’s Lot, Tobe Hooper, 1979), a partir de la novela homónima de Stephen King. The Curse of Dracula se estrenó el mismo año que otra producción Universal para el cine sobre el mismo personaje: la extraordinaria versión de Drácula (Dracula, 1979) a cargo de John Badham (5), con la que coincide, además, en la presentación de las connotaciones románticas del personaje creado por Bram Stoker, si bien lo hace de una manera más estereotipada y superficial que en la película de Badham, insuperable en este y en otros muchos sentidos; no: Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, Francis Ford Coppola, 1992) no es una versión romántica del personaje, en primer lugar porque el protagonista no “es” Drácula aunque se llame igual, y en segundo lugar porque el romanticismo del film de Coppola no es auténtico, sino una love story convencional y no particularmente convincente.



En este sentido, la correcta interpretación de Michael Nouri en el papel protagonista de The Curse of Dracula resulta sorprendente, en cuanto muestra al conde como un ser malvado, cierto, pero a pesar de ello las más de las veces atractivo y seductor. Tiene cierta gracia el detalle de que se le presente al principio del relato ejerciendo, bajo una identidad falsa, como profesor de historia del arte en San Francisco, entre otras razones porque, al haber vivido durante 512 años, tiene un conocimiento directo de los acontecimientos del último medio milenio. También sabe tocar perfectamente el piano porque, como él mismo afirma, “he tenido mucho tiempo para practicar” (sic). Pese a todo, su maldad se hace evidente solo en escasas ocasiones, hasta el punto de que parece más bien un amante maldito pero incomprendido que el príncipe de las tinieblas imaginado por Terence Fisher. Incluso el hecho de que tenga un par de amantes semi vampirizadas a sus órdenes, Antoinette (Antoinette Stella) y Christine (Bever-Leigh Banfield), cual versiones femeninas de Renfield, carece de particular relieve, salvo para dar pie a una tonta subtrama en la cual una celosa Antoinette intenta asesinar a Mary Gibbons (Carol Baxter), la mujer de la que Drácula se ha enamorado y a la que intenta transformar en vampiresa, vía los tres mordiscos de rigor, para que sea su compañera durante toda la eternidad.



Precisamente la mencionada Mary Gibbons acaso sea el personaje más interesante de la función. Primer aspecto a retener de esta versión contemporánea de Mina Murray/Mina Harker: es la compañera de Kurt Van Helsing (Stephen Johnson), nieto de Abraham of course, y al igual que éste una ávida cazadora de vampiros, motivada, además, por una razón personal: cree que Drácula fue el responsable de la muerte de su madre, Amanda Gibbons (Louise Sorel). Lo que Mary ignora hasta bien avanzada la proyección es que su madre sigue viva, o mejor dicho, no-viva…, porque fue transformada en vampiresa por el conde tras haber sido una de sus amantes. Se produce una curiosa situación cuando Mary se reencuentra con su progenitora, a la que creía muerta hacía muchos años, y la descubre aparentando la misma edad que ella, dado que, como consecuencia de su condición de vampiresa, no ha envejecido desde el día en que fue transformada. También se sugiere que Drácula se enamora de Mary y quiere vampirizarla para tenerla eternamente a su lado, precisamente, porque le recuerda físicamente a Amanda. La propia Amanda confiesa que hubo un tiempo en el cual estuvo sinceramente enamorada de Drácula, pero no le ha perdonado que la vampirizara, obligándola a llevar una vida de no-muerta que nunca le pidió. A pesar, no me cansaré de repetirlo, de lo rutinario de su puesta en imágenes, estilo televisivo a lo “década de 1970” entendido en el sentido más peyorativo del término, son, como digo, el personaje de Mary y también el de Amanda los que proporcionan los momentos más salvables y de mayor intensidad de la función, si no brillantes al menos los únicos que aportan algo a la mitología de Drácula.



Está, en primer lugar, la descripción del proceso de intento de “vampirización” de Mary por parte del conde: la muchacha ha recibido ya dos mordiscos del vampiro, y tanto Kurt Van Helsing como Amanda saben que, si recibe un tercero, se transformará irremediablemente en no-muerta. Para impedirlo, Kurt lleva a Mary a un monasterio, con la esperanza de que su encierro en un centro repleto de iconografía religiosa cristiana impedirá que Drácula pueda acercarse a ella y consumar sus propósitos. No es así porque, manteniéndose alejado de los objetos religiosos y de las ristras de ajo colgadas en la celda de Mary con intenciones profilácticas, Drácula irrumpe en la estancia donde Mary descansa, enfrentándose cuerpo a cuerpo contra Kurt y Amanda (en una escena de pelea, por cierto, harto risible, sin duda uno de los peores momentos de la miniserie). El vampiro es repelido, pero el proceso de “vampirización” de Mary está tan avanzado que la joven empieza a mostrar alarmantes signos de su transformación, tales como agresividad, la erección de sus colmillos y el hecho de que, para comprobar hasta dónde llega su estado de vampiresa incipiente, Kurt le rocíe los brazos con agua bendita, provocando un efecto abrasivo sobre su piel, por más que, al final, y una vez “desvampirizada”, el agua bendita dejará de quemarle. Lo interesante es que el proceso de “desvampirización” de Mary está visto como si fuera una cura de desintoxicación de las drogas, con la protagonista sufriendo una sintomatología muy parecida a la del síndrome de abstinencia a base de ataques de ansiedad, convulsiones y sudores, dentro del cual resulta apreciable el tour de force interpretativo de la actriz Carol Baxter.



En su tercio final la serie depara otros apuntes atractivos. Una secuencia interesante es aquella que tiene lugar antes de las mencionadas escenas del “mono vampírico” de Mary, en la cual Drácula es encerrado dentro de una estancia cuya puerta blindada no puede derribar, y la luz del sol del nuevo día, que entra a chorro por un enorme boquete del techo, amenaza con destruir al conde. El vampiro logra sobrevivir mediante engaños, consiguiendo que Kurt le deje salir, no sin que antes veamos cómo todo su cuerpo va humeando cada vez más a medida que el sol, poco a poco, va abrasándole. Otro momento de intensidad es la dramática escena en la que, para acabar de romper sus vínculos con Drácula, Mary se ve obligada a matar a su propia madre, cumpliendo los deseos de esta última, que le implora ponga fin a su no-vida por el procedimiento tradicional, es decir, clavándole una estaca en el corazón, en una idea tomada, sin duda alguna, de la novela de Stoker. The Curse of Dracula concluye con una pelea final –ésta, no tan mala– de Kurt y Mary contra Drácula y sus semi vampiresas, que culmina con un incendio “purificador” y con Kurt atravesando el corazón del conde de un flechazo –lo cual parece sacado de la notable La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, Lambert Hillyer, 1936)–, por más que la mencionada copia de la serie que se encuentra en YouTube –véase nota 2– incluye un final alternativo en el cual Drácula consigue arrancarse la flecha del pecho y huye de las llamas, probablemente de cara a una continuación que ya nunca se llevó a cabo.

 

(1) Las fuentes consultadas para este artículo han sido la web IMDb – The Internet Movie DataBase (www.imdb.com); el blog The Bloody Pit of Horror (https://thebloodypitofhorror.blogspot.com/2012/07/world-of-dracula-1979.html); la página de la web Television Obscurities dedicada a The Curse of Dracula (https://www.tvobscurities.com/articles/cliffhangers_3/); y la página en inglés dedicada a Cliffhangers en Wikipedia (https://en.wikipedia.org/wiki/Cliffhangers_(TV_series)).

(2) https://www.youtube.com/watch?v=TBH5mS5q-7Y&t=7357s

(3) Los mismos que, ante la escasez de cine de superhéroes en esa época, nos tragamos con toda la ilusión del mundo los tres episodios de la serie de televisión The Amazing Spider-Man (1977-1979) que se estrenaron en cines españoles: Spiderman (El Hombre Araña), Spiderman 2 (El Hombre Araña en acción) y Spiderman: El desafío del dragón (¿¡qué pasa!?: uno también ha sido niño…).

(4) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2023/03/el-principe-de-las-tinieblas-africano.html

(5) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2018/06/el-vampiro-romantico-dracula-de-john.html


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