[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] De un tiempo a esta
parte se ha convertido en un lugar común el afirmar que el cine de Woody Allen
ya no es tan creativo, arriesgado ni experimental como era antes (ni tan
bueno). Pero, claro, todo depende del color con que se mire, pues incluso en
sus momentos, digamos, álgidos de apreciación crítica, entre finales de los
setenta y hasta bien entrados los años noventa —para entendernos, entre Annie Hall (ídem, 1977) y Balas sobre Broadway (Bullets over
Broadway, 1994)—, lo cierto es que su cine resultaba tan irregular como lo es
ahora, pues incluso en esos supuestos “años dorados” a Annie Hall le seguía un melodrama tan mediocre como Interiores (Interiors, 1978); a Hannah y sus hermanas (Hannah and her
Sisters, 1986), dos obras tan discutibles como Días de radio (Radio Days, 1987) y September (ídem, 1987), esta última particularmente fallida, o una
tan sobrevalorada como Otra mujer
(Another Woman, 1988); y entre dos films tan magníficos como Delitos y faltas (Crimes and
Misdemeanors, 1989) y Sombras y niebla
(Shadows and Fog, 1991) —este, para mi gusto, su mejor trabajo junto con Manhattan (ídem, 1979)—, se insertaba
una pieza tan poco conseguida como Alice
(ídem, 1990). Decir, como se dijo en una época, que cada nueva película de
Allen era una obra maestra estaba fuera de lugar; pero afirmar que ahora no se
encuentra en su mejor nivel también me parece inexacto.
El
balance del cine de Allen de estas últimas dos décadas no me parece que esté en
absoluto tan por debajo de la media de los tiempos en los que era más
apreciado. Ya me he expresado en más de una ocasión a favor de Match Point (ídem, 2005), El sueño de Cassandra (Cassandra’s
Dream, 2007), la siempre denostada Vicky
Cristina Barcelona (ídem, 2008) (1),
Conocerás al hombre de tus sueños
(You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010) (2),
Midnight in Paris (ídem, 2011) y Magia a la luz de la luna (Magic in the
Moonlight, 2014), estas tres últimas mucho mejores de lo que se dijo. También
lo he hecho a favor de Blue Jasmine
(ídem, 2013) (3), mejor considerada
que las anteriores gracias en no poca medida a la excepcional interpretación de
su actriz protagonista, Cate Blanchett. No puedo hablar tan bien de la muy
mediocre Scoop (ídem, 2006), o de las
discretas Si la cosa funciona
(Whatever Works, 2009) (4) y A Roma con amor (To Rome with Love,
2012) (5).
Llegado
el momento de comentar Irrational Man
(ídem, 2015), su última propuesta hasta la fecha, si hay algo que, de entrada,
me ha llamado la atención positivamente de esta película es el hecho de que
Allen siga conservando, mal que pese y por mucho que se haya dicho lo
contrario, el talante experimentador que siempre ha recorrido, con mejor o peor
fortuna, el conjunto de su filmografía. Lo que más me ha interesado de Irrational Man no es el hecho de que,
por más que haya sido promocionada de esa manera, no se trate de una comedia,
si bien tampoco es un drama en sentido estricto (como tampoco lo eran, para no
retroceder demasiado atrás en el tiempo, ni Conocerás
al hombre de tus sueños ni Blue
Jasmine); ni tampoco el hecho de que recupere, en parte, el toque de thriller policíaco que tan bien empleó
en Delitos y faltas o, en clave de
comedia —esta sí, y de las buenas—, en Misterioso
asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993). Todo esto está muy
bien en sí mismo considerado, pero nada que Allen no haya ensayado en otras
ocasiones. Me parece más interesante el empleo de la voz en off, siempre tan impopular, el hecho de
que en Irrational Man no haya una,
sino dos voces over, exponiendo en
voz alta los pensamientos de sus principales protagonistas, Abe (Joaquin
Phoenix) y Jill (Emma Stone), y construyendo a partir de las mismas buena parte
del sentido del relato.
Abe
es un profesor de filosofía que acaba de ser trasladado a la universidad donde
estudia Jill, más joven que él. Escéptico y alcoholizado, Abe no cree en muchas
de las cosas que enseña y está convencido de que su existencia es una pura
banalidad. Por puro tedio, mantiene una relación sexual esporádica con Rita
(Parker Posey), una mujer casada tan aburrida como él de su rutina cotidiana.
Por su parte, Jill lleva una existencia, en apariencia, diametralmente opuesta:
es joven y llena de ilusiones, y tiene un novio, Roy (Jamie Blackley), con el
que tiene planes de convivencia y/ o boda a corto plazo. Pero, cada uno a su
manera, Abe y Jill son inconformistas. Ambos son, en el fondo, dos solitarios
que buscan paliar de distinta manera esas soledades: Abe, con el alcohol y el
sexo (por orden de preferencia); Jill, concentrándose en sus estudios, como si
intentara descubrir en ellos esa entelequia llamada sentido de la vida. Como digo, la voz en off de ambos personajes nos describe sus inquietudes más íntimas y
personales por separado. Resulta casi natural que entre ellos acabe surgiendo
una relación: los dos se sienten atraídos el uno por el otro porque se
reconocen mutuamente entre sí como dos inadaptados sociales que no terminan de
encajar en un mundo que no comprenden ni les comprende. Jill se siente
fascinada por Abe y su conducta antisocial e inconformista, todo lo contrario
de su novio Roy, serio-y-formal donde los haya; y a Abe le gusta Jill porque ve
en ella la vieja llama que prendió en su interior cuando era más joven. Jill
termina enamorándose de Abe, si bien este último insiste en rechazar una y otra
vez sus avances amorosos, no tanto por los años que les separan (tampoco tantos)
como, sobre todo, por la conciencia que tiene Abe de su imposibilidad de
recuperar la ilusión de la juventud que caracteriza a Jill, a la que teme
impregnar de sus tristeza y nihilismo: a
la que teme estropear.
Una
vez consolidada la peculiar naturaleza de la relación entre Abe y Jill, esa
mezcla de fascinación intelectual y amor no correspondido, el relato da un giro
inesperado que provoca una sorprendente evolución en el carácter de unos
personajes, hasta ese momento, en cierto sentido, estancados el uno en el otro.
Tomando algo en una cafetería, Abe y Jill oyen a sus espaldas la conversación de
un grupo de personas sentado en una mesa contigua a la suya. Una mujer llamada
Carol (Susan Pourfar) les explica a tres amigos suyos (Gary Wilmes, David Aaron
Baker y Nancy Villone) que su exmarido está a punto de arrebatarle la custodia
de sus hijos menores de edad gracias a que es buen amigo de un tal juez
Spangler (Tom Kemp), el magistrado encargado de juzgar el procedimiento de
custodia, y que sabe que se la concederá al padre de los niños aun sabiendo que
aquél jamás los cuidará como hasta ahora ha hecho la madre. Eso provoca que en
la mente de Abe germine una sorprendente idea: asesinará al juez Spangler, a
fin de evitar que esa pobre mujer pierda a sus pequeños y que un padre
desalmado se salga con la suya.
Como
siempre en Allen, no es ajena a esa situación la pincelada intelectual tan
característica de él, introducida en los diálogos secuencias atrás, relativa a
la figura de Fiodor Dostoyevski y a una de sus más famosas novelas, Crimen y castigo. Lo que mueve al
protagonista masculino de Irrational Man
a cometer el asesinato del juez Spangler es comparable, hasta cierto punto, con
la decisión de matar del protagonista de Crimen
y castigo. La gran diferencia estriba en que, tras cometer el crimen, Abe
no solo no siente el menor remordimiento de conciencia, sino que incluso llega
a barajar muy seriamente… la posibilidad de matar a Jill tan pronto como esta
termina enterándose de que es el responsable de un asesinato, y sufre en su
lugar esos remordimientos, conminándole una y otra vez de que tiene que
entregarse a la policía. Puede afirmarse que, en cierto modo, la personalidad
del protagonista de Crimen y castigo
se divide así en la de los dos protagonistas de Irrational Man, de ahí la absoluta coherencia del uso de dos voces
en off para expresar los
pensamientos/ sentimientos de dos seres humanos que creían estar muy cerca el
uno del otro, hasta que acaban descubriendo que eso no era más que una ilusión.
¿Cuántas relaciones de pareja no tienen, en mayor o menor medida, un componente
de autoengaño por parte de sus componentes?
Esta
es, si cabe, la más amarga de las conclusiones a las que llega esta interesante
película que es Irrational Man, crónica
del proceso de reconocimiento de dos seres humanos convencidos de que había un
vínculo sólido e inquebrantable entre ellos, forjado a base de respeto
intelectual y sentimental, y que al final acaban descubriendo cómo se alza
entre ellos una barrera infranqueable: nada más concebir la idea del crimen,
durante su ejecución y después del mismo, el carácter de Abe sufre una notable
transformación, convirtiéndose en una persona más alegre y optimista,
absolutamente convencido como está de que por fin ha encontrado un sentido a su
existencia; en cambio, cuando Jill consigue que Abe le confirme sus sospechas,
revelándole la autoría del asesinato del juez, es la hasta entonces simpática,
vitalista y dicharachera muchacha la que cambia, convirtiéndose en alguien
repleto de temores y dudas, de miedos e incertidumbres. Un momento magnífico al
respecto es aquél en el que Jill mira en la distancia a Abe, de pie y a la
orilla de un lago: en uno de los planos más bellos del último cine de Allen,
Abe aparece desde el punto de vista de Jill como una figura borrosa,
distorsionada por la luminiscencia que la luz del sol arranca de la superficie
del agua, a tono con esa nueva perspectiva que ahora tiene Jill de él: para la
muchacha, Abe ahora es, asimismo, un hombre “borroso”, de contornos morales y
éticos poco claros.
Hola Tomás,
ResponderEliminarTe sigo desde hace un tiempo en este blog, que me parece estupendo y lo primero que quiero hacer es felicitarte.
Respecto a Allen: estoy muy de acuerdo en la "pereza" a la que se ve sometido por parte de crítica y público a la hora de valorar/analizar sus películas. Es un cineasta prolífico y, por ello, tiende a la irregularidad, razón de más para ser cuidadoso a la hora de hablar de su cine como tú haces en esta ocasión.
Dicho esto, el último Allen me tiene un poco desconcertado. Todas sus películas de 5 años hacia atrás parten de buenas ideas, pero me da la sensación de que no están del todo bien desarrolladas. Hablo, sobre todo, de 'Blue Jasmine' y de esta 'Irrational Man'. La primera por ser demasiado literal en cuanto a referentes (¿Tenessee Williams?) e incluso a intenciones (demasiados clichés al respecto de los nuevos ricos y la clase media-baja estadounidense). La segunda me parece que falla por su literalidad: en donde tú ves virtud, yo veo vagancia. Me refiero a todo aquello que tiene que ver con Dostoievski y a la conducta moral y filosófica de los protagonistas, aspecto que no dejan de dialogar durante todo el film. Echo de menos en el último Allen más desarrollo, menos literalidad.
Con todo, da gusto ver lo bien interpretadas que están sus películas (uno de los grandes méritos poco reconocidos de Allen, la dirección de actores) y su pericia en la puesta en escena. El detalle que comentas al respecto de la dualidad de puntos de vista y la majestuosidad de ese plano con Abe al fondo difuminado hunden otro de esos tópicos tan vagos cuando se habla de Allen: aquel que reza al respecto de su estilo poniendo por delante sus guiones de su puesta en escena. ¡Todo lo contrario!
Me despido lanzándote uns pregunta: ¿Qué te parece 'Broadway Danny Rose'? Para mí una de sus cumbres como cineasta, tengo curiosidad por saber tu opinión.
Un saludo y gracias por todos estos textos.
Germán
Buenos días, Germán:
EliminarMuchas gracias por tus amables palabras. Comprendo lo de la literalidad, aunque en el caso de "Irrational Man" quizá quede más justificada que en otras ocasiones dentro del cine de Allen por el hecho de que los personajes son personas muy cultas.
Hace muchos años que no he vuelto a ver "Broadway Danny Rose", pero el recuerdo que tengo es el de una película ágil, divertida y repleta de momentos brillantes. No fue de los Allen mejor recibidos en su momento, no te creas, se lo acusó de ser un mero reciclaje de ideas anteriores, pero sospecho que, vista a ojos de hoy, debe aguantarse pero que muy bien. Recuerdo, sobre todo, que Allen hace una de sus interpretaciones más divertidas (cada vez que dice aquéllo de: "¿Puedo introducir un concepto dentro de esta coyuntura?" en los momentos más inoportunos...), y un momento muy vistoso de un tiroteo en el que el sonido de los disparos es sofocado por unos muñecos o globos gigantes (no recuerdo bien) que emiten un silbido ensordecedor tras ser agujereados.
Saludos cordiales.