[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Tal
y como ya ocurría no solo en la primera entrega de Los Vengadores (The Avengers, 2012) (1), sino en la mayoría de los trabajos de Joss Whedon que le
tienen a él tras las cámaras, Vengadores:
La era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015) es una película más
interesante por lo que sugiere que por lo que enseña. Sugerencias que, como
también suele ser habitual en su autor, tienen más valor a nivel teórico que a
nivel expresivo; o dicho de otra manera: Whedon me parece, al menos por ahora,
un cineasta más atractivo y personal como guionista que como metteur en scène. Eso no significa, ni
mucho menos, que me parezca un mal director, pues lo cierto es que no le faltan
méritos como tal, sino, sencillamente, que su talento, estimable, con la cámara
me parece menos brillante que su talento, más notable, como guionista.
Vaya por delante que, al igual que Los Vengadores, Vengadores: La era de Ultrón me parece un buen film, pero ninguno
de los dos me parece excepcional: hay algo en ellos de formulario, de
preconcebido, que frustra o cuanto menos limita el brillo de su planteamiento y
resolución, arrojando un saldo por debajo de lo que prometen y que solo
esporádicamente dan. Sin ir más lejos, la primera secuencia de Vengadores: La era de Ultrón —el ataque
de los Vengadores al castillo de Strucker (Thomas Kretschmann)— es tan
aparentemente brillante como, en el fondo, relativamente decepcionante. Brilla,
como digo, en lo que se refiere a su planificación y montaje, tan correcto y
eficaz como suele ser habitual en Whedon; pero, a la postre, decepciona por lo
que tiene de repetición de lo ya ensayado por su mismo director en Los Vengadores, hasta el punto de
repetir aquí (con escasas variaciones) el plano más celebrado de la anterior
película: el que, a base de encuadres y reencuadres “imposibles” digitalmente
ensamblados, nos muestra a Iron Man (Robert Downey Jr.), Capitán América (Chris
Evans), Thor (Chris Hemsworth), Viuda Negra (Scarlett Johansson), Ojo de Halcón
(Jeremy Renner) y Hulk (Mark Ruffalo) abriéndose paso entre el ejército de
Strucker, actuando como si fueran un solo ser, o como a Whedon le gusta tanto,
como un equipo, idea temática esta harto recurrente en toda su obra. El plano
es bonito, cierto, pero… ya lo habíamos visto (y, con franqueza, tampoco había
para tanto). Sensación de déjà vu que
acaba convirtiéndose en el principal handicap
de Vengadores: La era de Ultrón.
Tal y como está planteada, Vengadores: La era de Ultrón es poco más
que una reiteración de lo ya expuesto en Los
Vengadores, sobre todo en lo que a construcción narrativa se refiere:
empieza con la ya mencionada secuencia de acción “a lo grande” (por más que
esto último es algo endémico en el blockbuster
norteamericano actual); prosigue con un (reiterado) dibujo de la tirantez que
se da entre el arrogante Tony Stark/Iron Man y el idealista Steve
Rogers/Capitán América, sazonado con algunas gotas destinadas a burlarse del carácter
anacrónico y pomposo del dios Thor; y culmina, por descontado, con otra
secuencia de acción “a lo más grande todavía” —la “batalla final” en Sokovia,
equivalente a la “batalla final” en Nueva York del anterior film—, además de
retomar, pasados sus primeros títulos de crédito del final, al personaje de
Thanos (Josh Brolin), cuya presencia ya se intuía en el epílogo de Los Vengadores y en Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014, James
Gunn) (2).
Empero, esa reiteración viene
acompañada de algunas ligeras variantes y/o pequeños giros argumentales, en
virtud de los cuales se aprecia una evolución de los personajes protagonistas.
Está, sobre todo (aunque, hasta cierto punto, resulte bastante previsible), el
dibujo de la incipiente atracción amorosa entre Natasha Romanoff/Viuda Negra y
Bruce Banner/Hulk, quienes se reconocen el uno al otro dada su condición de
“monstruos”: Viuda Negra tranquiliza a Hulk (propiciando su transformación en
el pacífico científico Bruce Banner) cantándole una especie de nana; y, una vez
recuperada su forma humana, Bruce se aproxima a Natasha, tratándola con un
cariño y un respeto que ella jamás ha conocido. Pero no se vayan todavía, aún
hay más: Stark encuentra la horma de su zapato al darse cuenta de que su más
reciente y altruista creación cibernética, Ultrón (James Spader), no solo no le
obedece, sino que incluso se ha propuesto erradicar de cuajo todos los
problemas del planeta Tierra… exterminando lo que, a su juicio, es la responsable directa de los mismos: ¡la raza humana! Ironías aparte (bastante
obvias, por otro lado), Stark se da cuenta de que su exceso de orgullo y
vanidad ha desembocado en una amenaza de proporciones planetarias y, quizá por
primera vez en su vida, siente algo que nunca había experimentado: vergüenza de
sí mismo. La idea tampoco está mal, pero —al igual que toda la película en su
conjunto— suena a reciclaje: el cuestionamiento de la arrogancia de Stark ya se
hallaba planteado de un modo u otro en las tres películas de la franquicia Iron
Man, de las cuales se vuelven a retomar, como ya se hizo en Los Vengadores, los primeros planos de
la cabeza del personaje dentro de la armadura de su creación.
El interés se eleva considerablemente
(aunque menos de lo que sería de esperar) a partir del momento de la intrusión
del personaje de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), la superheroína conocida en
los cómics como Bruja Escarlata —por más que no se la llame así en ningún
momento del film—, militando al principio en el bando de Strucker y luego en el
de Ultrón antes de unirse definitivamente a los Vengadores. Un interés que no
nace del personaje en sí, una más bien convencional variante de los X-Men: ella
y su “superveloz” hermano Pietro (Aaron Taylor-Johnson), el Quicksilver de los
cómics, son mutantes marginados por una sociedad que no comprenden ni les
comprende, al menos tal y como están presentados en la película. Más bien me
refiero al hecho de que, como consecuencia de sus poderes mentales, Wanda/Bruja
Escarlata sea capaz de penetrar en las mentes de Capitán América, Thor y Viuda
Negra, y revelarnos —por medio de unos flashbacks
un tanto molestos…— que Steve Rogers sigue románticamente enamorado de la
agente Peggy Carter (Hayley Atwell); que el dios del trueno de Asgard tiene
remordimientos de conciencia porque cree estar desatendiendo a su propio reino
en su afán por proteger a los habitantes de la Tierra (y el interés amoroso que
tiene en ella: el personaje encarnado por Natalie Portman en los por ahora dos
films de la franquicia dedicada a Thor); y que Natasha fue, en el pasado, una
niña inocente que desde muy joven, demasiado joven, fue obligada a convertirse
en la letal máquina de matar que ahora es (en lo cual puede verse un anticipo
de la posible película dedicada en exclusiva al personaje que, tarde o
temprano, podría formar parte de los planes cinematográficos de los Marvel
Studios). La idea de mostrar a estos superhéroes tan poderosos como seres que
en el fondo esconden miedos, temores y dudas como cualquier hijo de vecino es
sin duda alguna atractiva, pero también se queda en un mero apunte.
Con todo esto puede parecer que estoy
diciendo que Vengadores: La era de Ultrón
es una mala película, cuando lo cierto es que no lo es: tan solo resulta menos
satisfactoria de lo que promete. Pero sin duda alguna también atesora puntos a
favor. Se agradecen algunos toques de humor que contribuyen, más y mejor que
cualquiera de las disquisiciones apuntadas en el párrafo anterior, a humanizar
a los protagonistas: la escena en la que Steve Rogers y Tony Stark —este con su
guante de Iron Man, y luego con la ayuda de su amigo James Rhode/Máquina de
Guerra (Don Cheadle)— intentan levantar el martillo mágico de Thor, amén de
divertida, expresa mejor que nada la amistad y el grado de compañerismo que ya
existe a esas alturas entre los Vengadores. Rasgo de humor que reaparece, a
modo de contrapunto disolvente, tras la secuencia de la presentación del nuevo
miembro de los Vengadores, el superhéroe La Visión, quien se beneficia tanto de
la labor del siempre excelente Paul Bettany como de ese detalle humorístico que
enlaza con la escena antes mencionada: La Visión le entrega a Thor su martillo
sin hacer, aparentemente, el menor esfuerzo… Cabe anotar en el haber de la
película la inquietante escena de la primera aparición de Ultrón ante los
Vengadores, convertido en un monigote robótico a medio montar pero mostrándose,
a pesar de ello, amenazador y resolutivo: esta sí es una imagen digna de ser
recordada.
Gran crítica Tomás. Por si te interesa, yo también he hablado de ella, y la tengo en más estima que tu, pero me imagino que será pro el fan que llevo dentro, cuyo criterio se ve (algo) menguado al ver cumplidos sueños, como "Los Vengadores" en la gran pantalla. A mí si que me parecieron bastante bien rodadas las pesadillas que generaba la Bruja Escarlata (que, como bien dices, nunca es llamada por ese nombre en la película... ya te he comentado que el cine de Marvel baja mi criterio), y el plano secuencia inicial si que me pareció gratuito, pero el segundo no tanto, ya que que se trata de la primera ocasión en la que el grupo con nuevos miembros funciona auténticamente como un équipo, y el plano secuencia me parece una manera idónea de mostrarlo.
ResponderEliminarSaludos