Pero, más que hablar de Branagh directamente, quisiera hacerlo indirectamente, centrándome en la labor de uno de sus más directos colaboradores, el compositor Patrick Doyle (a mi entender uno de los mejores autores de bandas sonoras para el cine de la actualidad), y más concretamente, en su excepcional trabajo para Enrique V, partitura que, desde que la escuché por primera vez hace veinte años y hasta el día de hoy, me sigue pareciendo una de las mejores de la historia del cine. Una banda sonora ya de por sí particularmente brillante si se escucha en disco, al margen de las imágenes del film, pero que escuchada junto con la propia película, tal y como debe ser, se revela como una de esas raras partituras cinematográficas que, además de realzar las imágenes a las que acompañan, les añaden un comentario musical. Dicho de otro modo, la música de Doyle para Enrique V no se limita a “adornar”, sino que elabora sutilmente un discurso paralelo sobre el personaje protagonista y el contenido específico de la obra de Shakespeare aquí adaptada, y lo hace de tal manera (y sobre todo, con tanta emoción) que prácticamente transforma al film en una amplia caja de resonancias de carácter operístico, algo nada raro tratándose de Branagh (y no sólo me refiero, por descontado, por obvio, a La flauta mágica, sino en particular a Frankenstein de Mary Shelley, un genuino exponente de cine-teatro en el que, en gran medida gracias a la música de Doyle, cada recitado de los personajes parece tener algo de musical).
Hay que tener en cuenta que, como la inmensa mayoría de las películas basadas en obras de Shakespeare, el Enrique V de Branagh es una adaptación; sin ir más lejos, si se tiene la ocasión de contrastarla con el no menos excelente Enrique V (Henry V, 1944) dirigido y protagonizado por Laurence Olivier (otra personalidad cuyos notables méritos tras las cámaras suelen olvidarse con pasmosa facilidad), veremos que en la versión de Branagh se reducen al mínimo ciertos elementos humorísticos presentes en el original escénico y que la versión de Olivier sí incluye, aunque sea brevemente: tal es el caso de Fluellen (encarnado por Ian Holm en la versión de Branagh), uno de los oficiales del ejército del rey Enrique, que poco después de concluida la batalla de Agincourt le hace referencia a su monarca de que sería un honor para él y a todos a los que representa que Su Majestad se dignara a coronar su cabeza con una rama de puerro, siguiendo una vieja costumbre; en la versión de Olivier, hay una escena entera en torno a este tema, mientras que en la de Branagh dicha cuestión está sencillamente apuntada. Ello se debe a que la adaptación llevada a cabo por Branagh del Enrique V shakespeariano, al igual que la inmensa mayoría de adaptaciones al cine de obras de Shakespeare, no toma el texto íntegro de la obra de teatro (caso de hacerlo hecho, el resultado hubiese sido un film de entre tres y cuatro horas de duración, como el Hamlet que el propio Branagh realizó después tomando el texto original homónimo en su integridad), sino que condensa en 137 minutos el retrato que se hace en el original escénico del monarca inglés, de tal manera que el Enrique V “de” Branagh acaba siendo no tanto una adaptación de la obra de Shakespeare sino también –algo, por lo demás, inherente a la labor de adaptación— una interpretación de la misma.
El Enrique V “de” Branagh ofrece, en base a esa interpretación, el retrato de un rey joven, duro e impulsivo, ambicioso y sediento de poder, que no duda en llevar a cabo, como primer acto de su reinado recién comenzado, el iniciar una guerra de conquista contra Francia para reclamar una nación que, según él, le pertenece. Como ahora veremos, la partitura de Patrick Doyle va añadiendo insospechados matices a esta descripción. Ya en la primera secuencia, tras el vibrante prólogo en un plató cinematográfico (sic) protagonizado por el Coro (Derek Jacobi), la llegada del monarca (Branagh) a la sala del trono está planteada y resuelta de manera tenebrosa: el rey Enrique prácticamente “aparece”, de pie y a contraluz, ante la enorme puerta de la sala, y en ese preciso instante, las notas de Doyle introducen una impactante sensación de inquietud, cercana incluso a la de los parámetros musicales propios del cine de terror (¡); hay una aureola de miedo alrededor del joven monarca incluso en el momento inmediatamente posterior, cuando le vemos entrar en la sala y avanzar hacia su trono, que Branagh planifica, escamoteándonos el rostro del rey, en virtud de un par de planos contrapuestos en travelling casi lateral, a izquierda y derecha del decorado, en los cuales vemos a sus caballeros y súbditos inclinándose respetuosa, temerosamente a su paso; en este preciso instante, la música de Doyle adopta otro tono, más ceremonioso, “protocolario”, pero no por ello menos inquietante. La oscuridad del decorado, propiciada todo hay que decirlo por la escasez presupuestaria del film pero, también hay que reconocerlo, en este caso “favorecedora”, contribuye sobremanera a esa tenebrosa presentación del protagonista.
El Enrique V “de” Branagh ofrece, en base a esa interpretación, el retrato de un rey joven, duro e impulsivo, ambicioso y sediento de poder, que no duda en llevar a cabo, como primer acto de su reinado recién comenzado, el iniciar una guerra de conquista contra Francia para reclamar una nación que, según él, le pertenece. Como ahora veremos, la partitura de Patrick Doyle va añadiendo insospechados matices a esta descripción. Ya en la primera secuencia, tras el vibrante prólogo en un plató cinematográfico (sic) protagonizado por el Coro (Derek Jacobi), la llegada del monarca (Branagh) a la sala del trono está planteada y resuelta de manera tenebrosa: el rey Enrique prácticamente “aparece”, de pie y a contraluz, ante la enorme puerta de la sala, y en ese preciso instante, las notas de Doyle introducen una impactante sensación de inquietud, cercana incluso a la de los parámetros musicales propios del cine de terror (¡); hay una aureola de miedo alrededor del joven monarca incluso en el momento inmediatamente posterior, cuando le vemos entrar en la sala y avanzar hacia su trono, que Branagh planifica, escamoteándonos el rostro del rey, en virtud de un par de planos contrapuestos en travelling casi lateral, a izquierda y derecha del decorado, en los cuales vemos a sus caballeros y súbditos inclinándose respetuosa, temerosamente a su paso; en este preciso instante, la música de Doyle adopta otro tono, más ceremonioso, “protocolario”, pero no por ello menos inquietante. La oscuridad del decorado, propiciada todo hay que decirlo por la escasez presupuestaria del film pero, también hay que reconocerlo, en este caso “favorecedora”, contribuye sobremanera a esa tenebrosa presentación del protagonista.
Otro aspecto muy interesante de la adaptación, o mejor dicho, interpretación de Branagh sobre el Enrique V de Shakespeare reside en que su concentración en el perfil psicológico del personaje del monarca provoca que, de refilón, la película se concentre asimismo en las repercusiones que tienen las decisiones del monarca en las personas que directamente las sufren, es decir, sus súbditos: aquellos hombres, mujeres y niños que tienen que padecer en sus propias carnes las consecuencias de los actos del rey e ir a la guerra que este último ha decidido declarar contra los franceses. Branagh y Doyle logran al respecto un fragmento sentimental de enorme fuerza: me refiero a la escena inmediatamente posterior al momento en que la tabernera Nell Quickly (Judi Dench) les narra a Nym (Geoffrey Hutchings), Bardolph (Richard Briers), Williams (Michael Williams) y al paje (Christian Bale) cómo se produjo la muerte de Falstaff (Robbie Coltrane); tras el parlamento de Nell, la mujer se despide de los cuatro, que parten a la guerra contra el francés, y Doyle introduce un tema musical de gran carga emotiva que en buena medida resulta premonitorio, habida cuenta que será la última vez que estos cinco personajes estén juntos.
Ahora bien, sin duda alguna los momentos más perdurables de la partitura de Doyle para el film se producen alrededor del largo fragmento construido en tono al gran clímax de la función: la batalla de Agincourt. Resulta particularmente memorable la resolución musical de la escena en la que, después de haberse paseado por su campamento y departido con oficiales y soldadesca la noche antes de la batalla, el rey Enrique queda a solas con sus pensamientos, sus temores, pronunciando un largo parlamento que Branagh recoge en un primer plano del personaje encuadrado mediante un ligero semipicado que proporciona un tono agobiante, casi claustrofóbico, al momento; pero lo que interesa destacar aquí es el sutil tema musical de Doyle, construido como si fuera una cadencia de notas que se van repitiendo, casi obsesivamente, expresando de este modo, musicalmente, el pensamiento de un monarca obcecado en su decisión, obstinado ante la perspectiva de cumplir con un destino al cual, está convencido, ha sido llamado a cumplir y que no puede eludir; la repetición de notas musicales expresa, así, tanto esa obstinación como el carácter trágico del personaje.
Ahora bien, sin duda alguna los momentos más perdurables de la partitura de Doyle para el film se producen alrededor del largo fragmento construido en tono al gran clímax de la función: la batalla de Agincourt. Resulta particularmente memorable la resolución musical de la escena en la que, después de haberse paseado por su campamento y departido con oficiales y soldadesca la noche antes de la batalla, el rey Enrique queda a solas con sus pensamientos, sus temores, pronunciando un largo parlamento que Branagh recoge en un primer plano del personaje encuadrado mediante un ligero semipicado que proporciona un tono agobiante, casi claustrofóbico, al momento; pero lo que interesa destacar aquí es el sutil tema musical de Doyle, construido como si fuera una cadencia de notas que se van repitiendo, casi obsesivamente, expresando de este modo, musicalmente, el pensamiento de un monarca obcecado en su decisión, obstinado ante la perspectiva de cumplir con un destino al cual, está convencido, ha sido llamado a cumplir y que no puede eludir; la repetición de notas musicales expresa, así, tanto esa obstinación como el carácter trágico del personaje.
Poco después tiene lugar uno de los grandes momentos de la película, alrededor de quince minutos en los cuales se produce una singular fusión entre imagen y música, entre acción y reflexión, entre continente y contenido. Este fragmento empieza con el memorable discurso de arenga del rey Enrique a sus tropas, quien subido en lo alto de un carromato anima a sus hombres al combate en virtud de uno de los más emocionantes parlamentos jamás surgidos de la pluma de Shakespeare. Pero no menos notable es el comentario musical de Patrick Doyle, que ilustra el discurso de exaltación del monarca con una partitura que, en cierto sentido, repite la construcción que hemos mencionado líneas arriba (una variación en torno a las mismas notas, pero aquí en progresivo crescendo), de tal manera que la exaltación que suscita el parlamento del rey sobre sus súbditos se superpone magistralmente con la euforia que transmite la música de Doyle; música que, vuelvo a insistir, lleva implícita un comentario sobre lo que se está narrando, dado que el tono deliberadamente exaltado, patriótico, del discurso real se corresponde asimismo con una composición musical exaltada, incitando al combate, asimismo construida alrededor de unas pocas notas para que pueda entenderla todo el mundo: a fin de cuentas, ¿no es esa la intención, ladina, que se encuentra en el fondo de todo discurso político de raíz populista: dar a entender mucho diciendo poco?
El discurso del rey se encadena, visual y musicalmente, con los inmediatos preparativos de la batalla y el desarrollo de la misma, formando coherentemente un todo: acción y consecuencia, causa y efecto, van cogidos de la mano. El tono exaltado de la partitura deja paso a una fuerte percusión, con predominio de tambores que parecen llamar a los hombres a matar al enemigo; la partitura se dinamiza, siguiendo el ritmo enfebrecido de los soldados prestos para la lucha. En medio del fragor del combate, que al principio del mismo está rodado a velocidad normal, Kenneth Branagh recurre al ralentí; de este modo, la batalla –como se ha dicho en repetidas ocasiones: inspirada en la de otro famoso film shakespeariano: Campanadas a medianoche (1965), de Orson Welles— adquiere un cariz abstracto que la partitura de Doyle potencia espléndidamente con una melodía trágica que no es sino una reformulación, con mayor aparato instrumental, del tema musical obsesivo, repetitivo, que acompañaba las reflexiones del rey Enrique la noche antes de la batalla. De este modo, la música asocia ambas secuencias y establece una sutil relación causa-efecto entre ambas, pues está muy claro a estas alturas que el baño de sangre en Agincourt es consecuencia directa de la decisión inapelable del joven y ambicioso monarca inglés.
El discurso del rey se encadena, visual y musicalmente, con los inmediatos preparativos de la batalla y el desarrollo de la misma, formando coherentemente un todo: acción y consecuencia, causa y efecto, van cogidos de la mano. El tono exaltado de la partitura deja paso a una fuerte percusión, con predominio de tambores que parecen llamar a los hombres a matar al enemigo; la partitura se dinamiza, siguiendo el ritmo enfebrecido de los soldados prestos para la lucha. En medio del fragor del combate, que al principio del mismo está rodado a velocidad normal, Kenneth Branagh recurre al ralentí; de este modo, la batalla –como se ha dicho en repetidas ocasiones: inspirada en la de otro famoso film shakespeariano: Campanadas a medianoche (1965), de Orson Welles— adquiere un cariz abstracto que la partitura de Doyle potencia espléndidamente con una melodía trágica que no es sino una reformulación, con mayor aparato instrumental, del tema musical obsesivo, repetitivo, que acompañaba las reflexiones del rey Enrique la noche antes de la batalla. De este modo, la música asocia ambas secuencias y establece una sutil relación causa-efecto entre ambas, pues está muy claro a estas alturas que el baño de sangre en Agincourt es consecuencia directa de la decisión inapelable del joven y ambicioso monarca inglés.
Concluida la batalla, vencido el francés, llega uno de los momentos más brillantes de la película, tanto en lo que se refiere a la puesta en escena de Kenneth Branagh como al comentario musical de Patrick Doyle. Me refiero, claro está, al largo plano en travelling lateral donde vemos al rey Enrique cargar con el cadáver del joven paje y atravesar con el mismo el escenario del combate, regado de cadáveres y heridos, hasta depositar el cuerpo sin vida del muchacho en un carromato junto a otros restos humanos. Mientras tanto, de fondo, suena con solemnidad el extraordinario Non nobis, Domine compuesto por Doyle, una pequeña/gran obra maestra de la música de cine que ilustra ese excelente plano tiñéndolo de amargura e ironía. Amargura, porque la imagen del rey llevando a cuestas el cadáver del chico es una especie de ilustración simbólica de la propia inocencia del monarca, muerta ya para siempre; ironía, porque el canto religioso se presenta como un homenaje de los vencedores de la batalla hacia Dios, a quien consideran el auténtico artífice de su victoria sobre los franceses, intentando justificar por la vía de la religión lo que no es más que un baño de sangre, una carnicería provocada por la ambición de un monarca sin escrúpulos. Es significativo que el Non nobis, Domine empiece a ser entonado por un soldado interpretado por el propio Patrick Doyle, aportando así su propia reflexión musical al respecto; y que la secuencia, ese plano largo con travelling, termine con un corte de montaje que da paso a un último encuadre que cierra la secuencia de Agincourt: un plano medio del rey Enrique, el responsable directo de toda esa matanza, cubierto de sangre y de barro, mientras el cántico concluye con las voces del coro alcanzando su máxima intensidad y cantando: “¡Gloria!”.
Hace poco casualmente, volví a ver "Enirque V" y en efecto, es una gran película. Y es que, yo soy de los tuyos, en el sentido de que soy de los pocos en este país que defiende "Frankenstein", aunque hace tiempo que no la veo y se me hace cada vez más urgente revisionarla.
ResponderEliminarEn cuanto a Doyle..., yo lo conocí como tu en "Enrique V" que me parece un portento absolutamente maravilloso. Pero es que, de Doyle, casi nada tiene desperdicio, con Branagh o sin él ("Seconhand Lions" es un disparate de buena). Sin embargo, temgo que admitir que su aproximación al universo de Harry Potter me dejo un pelín frio y otro tanto de lo mismo tengo que decir de "Eragon". Ahora espero ansioso poder escuchar "Igor" y no digamos "Thor", si es que al final la termina haciendo Branagh, que todo parece indicar que si...
Un saludo.
Kenneth Branagh
ResponderEliminar¿Puedo decir que lo odio absolutamente?
No puedo argumentar, es visceral.
Saludos :)
Jajajajaja, me hace gracia ver esta entrada cuando hace pocos días en este mismo blog hacía un comentario acerca de lo importante que son las partituras de Patrick Doyle en el cine de Branagh. Y es que Kenneth es un magnífico realizador, pero es evidente que, por muy bien planificadas que estén, sus películas no serían lo mismo sin el acompañamiento musical de Patrick Doyle ; no sólo por lo bellísimas que son las composiciones de este músico, sino por la magistral forma en que se funden música e imagen, hasta el punto que resulta difícil concebir la una separada de la otra.
ResponderEliminarYo siempre he pensado que no es casual que las dos peores películas de Branagh ('Los amigos de Peter' y 'En lo más crudo del crudo invierno', que no son en absoluto malas películas, pero coincido contigo en que están tremendamente sobrevaloradas en comparación con lo poco valorada que está el resto de su filmografía, mucho más sobresaliente) sean justamente aquellas que no están musicadas por Doyle. Lo que nos lleva nuevamente al debate de quién es el "autor" de una película, porque a pesar que el director es el que coordina e impone su visión personal del proyecto no cabe duda que el resultado final depende mucho del talento de los profesionales que trabajan a sus órdenes.
Me alegro ver que con el paso del tiempo ha mejorado tu opinión sobre 'Morir todavía'. Cuando hicieras el estudio de Branagh para 'Dirigido por' fuiste bastante negativo con ella, en cambio ahora afirmas que te parece una película estupenda. A mí siempre me pareció una película genial, desde el primer visionado, y es de los pocos films que revisiono casi con frecuencia anual.
Fíjate si me encanta Branagh que incluso soy acérrimo defensor de su versión de 'La huella', una película que, si bien carece del encanto y la calidez que tenía la versión de Mankiewicz creo que tiene un trabajo de puesta en escena excelente, a través del cual Branagh añade muchísimos matices y lecturas al guión de Harold Pinter (que, contra todo pronóstico, acaba resultando lo más flojo del conjunto). Creo que este film decepciona mucho al primer vistazo, pero que gana mucho con los visionados posteriores.
Es una pena que seamos tan pocos los defensores de este genial cineasta irlandés. No cabe duda de que si sus obras no calan entre el gran público es debido a su excesiva "teatralidad", entendiendo ésta como la costumbre que tiene Branagh de enfatizar el carácter artificioso de la narración cinematográfica, forzando la credibilidad de la misma. Por ejemplo, los detalles del becerro de plástico, del escondite detrás de una maceta o el baile de máscaras en 'Trabajos de amor perdidos', el convertir a Denzel Washigton y a Keanu Reeves en ¡¡hermanos!! en 'Mucho ruido y pocas nueces' (el primero además, interpreta al heredero al trono de España... ¡¡siendo un intérprete de color!!), o cuando Victor Frankenstein exclama sus pensamientos en voz alta y hacia la cámara como si de una obra de teatro de tratase... Detalles que resultan ridículos para gran parte del público, y que sin embargo algunos consideramos que es en esa singular mezcla de los lenguajes teatral y cinematográfico donde reside la genialidad (y el riesgo) de este cineasta.
Y es que a pesar de la teatralidad de su cine, Branagh es, al mismo tiempo, uno de los realizadores más cinematográficos de la actualidad, pues su dominio de los resortes de la puesta en escena es asombroso. De ahí que resulte tan apropiado el calificativo que utilizas para referirte al cine de Branagh, "cine-teatro", pues su estilo fusiona los lenguajes de ambas disciplinas.
Veo que en tu repaso a la filmografía de Branagh no haces mención a 'Como gustéis' así que deduzco que no la has visto (ya sé que no usas la mula, pero siempre está Amazon como alternativa para adquirir aquellas películas que las distribuidoras no se atreven a traer a nuestro país).
Saludos.
Aprovechando la entrada de i-chan, si, yo también he sido siempre un defensor de "Morir todavía". Y en ese mismo orden de cosas, a ver Tomás, si también termina cambiando tu opinión sobre "Golpe en la pequeña China", para un humilde servidor, una película a reivindicar. De hecho tengo un artículo sobre esta película para un libro sobre Carpenter que..., bueno..., estamos esperando que se publique un día de estos...
ResponderEliminarUn saludo.
Aqui otro fan de DEAD AGAIN.
ResponderEliminarNo habeis visto AS YOU LIKE IT? (donde de nuevo Doyle se sale en un miniconcierto para violin) Esta bastante bien, y al final Branagh hace un juego teatral entre personajes, actores y espectadores, rompiendo el "cuarto muro", muy simpatico.
El juego al que hace referencia F viene a ser precisamente una especie de revisitación del comienzo de 'Enrique V'. A mí 'As You Like It' no me gusta tanto como sus otras adaptaciones shakespearianas, quizás porque en esta película hay menos lugar para las sorpresas, y Branagh se limita a repetir ideas presentes en sus anteriores filmes. Pero obviamente es un buen film.
ResponderEliminarBuenos días a todos:
ResponderEliminarEn efecto, todavía no he visto "As You Like It", de ahí que no haya mencionado nada al respecto. En cuanto lo haya hecho, diré esta boca es mía...
Estoy de acuerdo, Ramón, en que las partituras de Doyle de estos últimos años, aún siendo buenas, no me parecen tan magníficas como las que hizo con Branagh u otras de principios de los noventa, como "La princesita" o "Atrapado por su pasado". No sé si eso se debe, y si alguien lo sabe que me corrija, a ciertos problemas de salud que arrastró tiempo atrás y que pueden haber influido en su rendimiento, un poco como lo que le ocurrió a John Barry, si no recuerdo mal, en la década de los ochenta. ¡Ah!: efectivamente, "Morir todavía" me ha ganado con el tiempo: la última vez que la vi en DVD, hace algunas semanas, me lo pasé bomba...
Cierto, I-Chan, que el cine de Branagh no sería el mismo sin Patrick Doyle, y puede que sí, que los films de este director que menos me gustan sea en parte como consecuencia indirecta de la ausencia de Doyle en sus apartados musicales; insisto, en parte, pues esos films tampoco me terminan de convencer por razones ajenas al apartado musical. "La huella", tampoco, aunque reconozco que es un título raro y muy particular para lo que se hace hoy en día, a mi entender un intento de trasladar al cine algunos recursos propios del teatro contemporáneo, como la escasez de decorados y los fondos negros, por más que pienso que el conjunto no termina de funcionar, más que nada por falta de intensidad, de fuerza dramática.
Sé que mucha gente no traga a Kenneth Branagh, Alicia, por tanto nada puedo decirte al respecto; o gusta o no, y evidentemente respeto a quien no. Y esa posición no ha cambiado desde que en 1989 estrenó "Enrique V": o gusta mucho o no gusta absolutamente nada. Además, sé que esta impresión se repite por ejemplo en Inglaterra mismo, donde hay quien le idolatra y hay quien cree que es un arrogante.
Un saludo cordial,
Tomás.
Imagino que el tema de la enfermedad de Doyle tuvo que provocar algún desajuse y no me extrañaría que afectara al resultado final de sus trabajos. Pero bueno, Doyle siempre ofrece unos mínimos, no todo puede ser "Enrique V" y "Frankentein" que me parecen dos bandas sonoras absolutamente arrebatadoras (e incluso la BSO de Morir Todavía es brutal)
ResponderEliminarBueno, ya sé que este mensaje es de hace un tiempo pero buena crítica de Henry V (que ahora mismo acabo de ver otra vez por la tele). Y estupenda la reivindicación de Patrick, ese pedazo de músico en todo lo que hace. Indochina fue la primera banda sonora que escuché él y luego me enganché a Branagh y compañía para descubrir que Doyle se lo componía todo.
ResponderEliminarYo soy otra de las incondicionales de Dead Again y de Frankenstein, pero he de reconocer que soy de las fans acérrimas de Branagh.
Por cierto, si no es tarde para preguntar, ¿has visto As You Like It? Y si es así, ¿qué te parece?
Por cierto, creo que me da que esa foto de Doyle que aquí publicas la hice yo (no hay problema en usarla ;)) Ese día tocó el tema de Henry V al piano y se me saltaban las lágrimas (¡jo 10 años ya de aquello!)
PD: Me corrijo a mí misma, la foto de Patrick no la hice yo, si no que es de las que hizo el fotógrafo oficial en la gala, pero tenía las copias juntas en el álbum con las mías y me he confundido (sorry!)
ResponderEliminarBuenos días, Isa, y sobre todo, bienvenida al blog...; ¡mejor tarde que nunca!
ResponderEliminarPues aunque te parezca mentira, todavía no he visto "As You Like It", algo imperdonable en un incondicional (no somos muchos) de Kenneth Branagh como yo. Todo se andará. Es curioso que descubrieses a Patrick Doyle precisamente a raíz de "Indochina", si bien ello debió deberse a que este film de Regis Wargnier tuvo en su momento más popularidad que "Enrique V".
No creía que la foto de Doyle tuviese algún copyright; si lo averiguas, no tengo el menor inconveniente en cambiarla o quitarla.
Un saludo cordial.
¡Gracias por la bienvenida! :)
ResponderEliminarEspero que pronto veas pues "As You Like It", bueno es perdonable, porque no creo que aquí se llegase nunca a estrenar, ¿no? Yo la vi en Londres en una especie de pre-estreno en el Barbican. De pura casualidad estaba allí y me coincidió. También estaban Kenneth, Patrick y varios de los actores de la película.
Yo me enganché a Branagh con "Peter's Friends", así que por eso descubrí Henry V más tarde. Entonces me di cuenta que Patrick había hecho la banda sonora también y dios mío... la de cds suyos que me compré. Las pelis de Wargnier también son joyas de Patrick. East/West es una de mis favoritas, los coros ponen los pelos de punta.
No creo que la foto tenga un copyright, imagino que la encontraste en el Kenneth Branagh Compendium. Hay unas cuantas mías de ese día en la misma página y por eso me lié, pero la de Patrick la hizo el fotógrafo de la gala y nos pasó una de cada participante. Yo no me atreví a flashearlos por no molestar y a Ken sólo le hicimos fotos al final. Un día bastante surrealista porque a los que estábamos allí nos invitaron a dos pases de "Love's Labours Lost" y lo mismo hablabas con Judi Dench y Michael Williams (ya muy enfermito) que con Derek Jacobi.
Jaja perdón por el rollo y gracias por la bienvenida. Me alegra ver críticos de cine que le tengan algo de cariño a Branagh (aunque me consta que tú se lo tienes hace tiempo) :)