[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] No es ningún secreto a estas alturas, ahora que este film ha llegado a nuestros cines, las copias piratas habrán circulado a placer desde su estreno en distintos países desde finales de mayo (tiempo más que suficiente para que lo hayan hecho), y después de todo lo que se ha escrito sobre el mismo, que Prometheus (ídem, 2012) es, según se prefiera, una “precuela”, un complemento, un destilado, un spin-off o como ustedes quieran llamarlo de la franquicia inaugurada por Ridley Scott con Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) y proseguida por James Cameron con Aliens (El regreso) (Aliens, 1986), David Fincher con Alien 3 (ídem, 1992), y Jean-Pierre Jeunet con Alien: Resurrección (Alien: Ressurection, 1997). Una franquicia, saga o serie (aceptemos aquí y ahora todas esas acepciones a efectos de exposición) que ha creado un corpus dentro del cual se integrarían asimismo los cruces con la franquicia de Predator firmados por Paul W.S. Anderson –Alien vs. Predator (AVP: Alien vs. Predator, 2004)— y los hermanos Greg y Colin Strause –Aliens vs. Predator 2 (AVPR: Aliens vs. Predator: Requiem, 2007)—, y los abundantes tratamientos en el campo del cómic a cargo de la editorial Dark Horse.
“Alien” en la forma, “2001” en el fondo
Ridley Scott es plenamente consciente de que los treinta y tres años transcurridos entre Alien, el octavo pasajero y Prometheus no han pasado en balde: ni Scott es la misma persona que firmó la primera película de la franquicia, y esta ha evolucionado de forma patente aunque con irregular fortuna hasta erigirse, con independencia de todo tipo de valoraciones y preferencias, en un importante referente dentro del cine de ciencia ficción de estas últimas décadas. Ello explicaría que haya en Prometheus un número considerable de referencias, o de guiños (todo vuelve a ser, una vez más, cuestión de terminología), a anteriores films de la serie. No pretendo ser exhaustivo, en primer lugar porque no he querido serlo y tampoco quería distraerme de la película en sí misma considerada e ir anotando ese tipo de información dispersada aquí y allá; además, ya hay quien han hecho ese trabajo (1).
Más allá de lo obvio, como la reaparición de la famosa nave alienígena de apariencia costillar y con interiores “óseos” diseñados por H.R. Giger, el célebre “jinete espacial” (sic), determinados decorados tanto de la nave espacial Prometheus como del interior del gigantesco recinto cavernoso donde descansan los restos mortales de los extraterrestres bautizados aquí como los Ingenieros, y por descontado, el plano que cierra el film, hay detalles tales como la inserción del tema musical de Jerry Goldsmith para Alien, el octavo pasajero (que suena, premonitoriamente, coincidiendo con la aparición “holográfica” del personaje del anciano Peter Weyland / Guy Pearce); la breve reutilización del famoso adagio de Gayane compuesto por Aram Khachaturian, que en su momento popularizó Stanley Kubrick al incluirlo en la banda sonora de 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), y que James Horner recicló descaradamente para la partitura de Aliens (El regreso); la canasta de baloncesto, que ya aparecía en Alien: Resurrección, o la cabeza cortada del androide David (Michael Fassbender), que evoca la famosa escena con el decapitado androide Ash (Ian Holm) de Alien, el octavo pasajero. De hecho, las similitudes van incluso más allá de esos apuntes y se incrustan en la propia estructura narrativa del relato: hay en Prometheus una primera parte de su metraje que adopta el ritmo pausado de la primera película; hay personajes más o menos equivalentes a los de Alien, el octavo pasajero, pues al ya mencionado androide David podemos añadir fácilmente a la científico Elizabeth Shaw (Noomi Rapace), que vendría a ser una variante de la popular teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver) –pero a escala física reducida: el 1.63 de Rapace frente al 1.80 de Weaver—, o el capitán Janek (Idris Elba), una especie de mezcla del capitán Dallas (Tom Skerritt) y el ingeniero Parker (Yaphet Kotto), raza negra incluida; y situaciones de similar construcción: no solo, por descontado, las escenas de exploración de la luna LV-223, sino también momentos de impacto que cumplen esa misma función de evocación –la a estas alturas célebre secuencia de la brutal cesárea de Shaw, que equivale a la clásica en la que Kane (John Hurt) muere como consecuencia del “nacimiento” del alien que rompe su pecho—; la sorpresa que se produce en virtud de la inesperada reaparición de un personaje –Weyland— al cual creíamos fuera de juego, que viene a ser un equivalente de la revelación del carácter artificial del personaje de Ash; y en sus líneas generales y para no alargarnos, la construcción global de un relato de tensión creciente que en su tercio final desemboca en un sinfín de carreras y persecuciones motivadas en el instinto de supervivencia.
Desde luego que podría discutirse esta (relativa) falta de “originalidad” de Prometheus si no fuera porque el título madre tampoco era un portento en este sentido: ¿o hace falta volver a hablar por enésima vez de It! The Terror from Beyond the Space (Edward L. Cahn, 1958), Terror en el espacio (Terrore nello spazio, 1965, Mario Bava) y Planeta sangriento (Queen of Blood, 1966, Curtis Harrington)? Creo que no. Como tampoco creo que lo mejor de Alien, el octavo pasajero y de Prometheus resida en esa muchas veces resbaladiza “originalidad”, sino en el tratamiento impreso a los elementos que la componen. Yendo más lejos, pienso que al menos en primera instancia el modelo o patrón narrativo del nuevo trabajo de Ridley Scott no es tanto la saga Alien, sino –y como ya lo fuera, en parte, en la misma Alien, el octavo pasajero— la citada 2001: Una odisea del espacio: hasta la apariencia física de Weyland remite a la del envejecido cosmonauta Bowman (Keir Dullea) de las escenas finales de 2001: Una odisea del espacio y su secuela, 2010: Odisea dos (2010: The Year We Make Contact, 1984, Peter Hyams). El plano de apertura de Prometheus, esa imagen del planeta Tierra con el norte tímidamente iluminado por el sol, es prácticamente igual al famoso encuadre de la alineación planetaria que abría el film de Kubrick. No por casualidad, si en este último ese plano daba paso a un prólogo de ambientación prehistórica titulado “El amanecer del hombre”, la película de Scott arranca con una primera –y bellísima— secuencia de características relativamente similares. Tras una serie de panorámicas aéreas sobre un hermoso paisaje natural a base de valles y montañas (nueva equivalencia, en este caso, con 2001: Una odisea del espacio –2—), en el cual vemos primero la sombra y luego la silueta de un gigantesco platillo volante, la cámara se detiene junto al salto de agua de una catarata, y en la orilla, a un misterioso encapuchado; el hombre se desprende de sus vestiduras, revelándose una especie de gigante de piel blanca que no parece (no es) de este mundo; la criatura ingiere una extraña sustancia, y al momento su cuerpo se convulsiona de dolor y se deforma; el ser cae catarata abajo, y su cuerpo, sus moléculas, su ADN, se disuelven en el agua…
Aunque el espectador todavía no lo sabe en este punto de la trama, acabamos de asistir a otro “amanecer del hombre”. Y precisamente la posibilidad de hallar el origen de la raza humana en un lejano rincón del espacio es el motor de un relato que, a diferencia de Alien, el octavo pasajero, no gira en torno a la angustiosa situación de supervivencia que tiene que atravesar un grupo de profesionales contratados para transportar un cargamento de combustible sin refinar hasta la Tierra y que, por un capricho del destino, tienen que hacer frente a la inesperada amenaza de un alienígena hostil, sino por el contrario (y con independencia de que esta nueva trama también derive en una lucha por sobrevivir), la odisea de una expedición científica que desde el principio conoce la posibilidad de encontrar vida extraterrestre y va en pos de la misma.
2093: el año que hicimos contacto
Prometheus retoma, asimismo, otro de los aspectos más interesantes de Alien, el octavo pasajero en lo que a construcción narrativa se refiere, llevándolo incluso en cierto sentido mucho más allá. Me refiero al hecho de que, aún tratándose de relatos ambientados en un futuro lejano –en Prometheus, tras la secuencia-prólogo que hemos mencionado, la acción se sitúa en el año 2089 y luego da un pequeño salto temporal a 2093—, la ambientación futurista casi brilla por su ausencia, en el sentido de que se limita al aparato tecnológico de las naves –la Nostromo y la Prometheus— o al diseño de la ropa: apenas vemos imágenes de la sociedad del futuro. En Prometheus, las únicas referencias a la Tierra del mañana son la segunda secuencia, ambientada en unas montañas de la isla escocesa de Skye en el año 2089 pero que podría transcurrir perfectamente en la actualidad, o la reproducción holográfica del despacho de Weyland, con un ventanal al fondo abierto hacia una construcción más o menos “futurista” y en cualquier caso contemplada a larga distancia. Por lo tanto, nos hallamos ante sendos relatos de ambientación futurista en los cuales las “distopías” que proponen se encuentran casi siempre en off visual. Si en Alien, el octavo pasajero esa sociedad futura, y en particular la empresa Weyland Corporation que había decidido capturar al alienígena para utilizarlo como “armamento” aunque fuera a costa de sacrificar a la tripulación entera del Nostromo, ya ocupaba un lugar relevante en la trama, en Prometheus ese aspecto está, si cabe, más potenciado: aquí la Weyland ha financiado la expedición científica dirigida por Elizabeth Shaw y su pareja, Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), con la finalidad de descubrir los orígenes de la humanidad, si bien en la práctica todo acaba siendo un (nuevo) intento –aunque, cronológicamente, acontezca antes de la acción de Alien, el octavo pasajero y sus secuelas— de la Weyland de enriquecer su departamento armamentístico con lo que puedan encontrar en la luna LV-226, y para ello cuenta con el apoyo de dos personas de su confianza infiltradas entre la tripulación: el androide David y la representante de la empresa Meredith Vickers (Charlize Theron).
Este aspecto del film guarda una estrecha relación con uno de sus temas más ferozmente criticados: la descripción de sus personajes y, más concretamente, la teórica pobreza de los mismos, en particular los secundarios. Se han escuchado estos días duras opiniones relativas a, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, cómo es posible que dos de los científicos que forman parte de la expedición, Fifield (Sean Harris) y Milburn (Rafe Spall), se pierdan en el interior de la montaña que están explorando y no sepan volver a la Prometheus antes de que se abata sobre la zona una violenta tormenta que les impide regresar a la nave (un agujero de guión que, caso de tener algún sentido más allá de subrayar la torpeza de estos personajes, tampoco he sabido encontrárselo); y que esos mismos científicos sean, por eso mismo, las víctimas propicias de las primeras manifestaciones violentas de los aliens (en la que precisamente es, y en esto sí que comparto esas críticas, la peor escena del film: aquélla en la que Fifield y Milburn acaban siendo atacados por las mandíbulas y la sangre ácida de un ser tentacular tras una estúpida expectación sazonada con un sentido del humor que roza lo grotesco: lo único positivo es que, de este modo, se quita de en medio a tan molestos personajes…). O que, en la sucesión de escenas-clímax que conforman la culminación del relato, el capitán Janek y sus dos fieles subalternos, Chance (Emun Elliott) y Ravel (Dominic Wong), sean capaces de sacrificar la Prometheus y sus propias vidas con tal de impedir el despegue de la nave extraterrestre que amenaza con llegar a la Tierra y propagar quién sabe qué clase de horribles abominaciones genéticamente creadas por los Ingenieros… Quizá sea que se parte de la presuposición de que las personas de carne y hueso, o que los personajes de ficción, son mejores o están más preparados que las personas o los personajes, digamos, “normales” (estamos generalizando) para enfrentarse a amenazas extraterrestres por el mero hecho de ser científicos; es decir, como si los científicos no fuesen capaces de idear o cometer estupideces (la bomba atómica, la talidomida, el DDT, el electroshock, la lobotomía y un larguísimo etcétera), con lo cual se ataca una idea preconcebida con otra, un tópico con otro tópico.
Todo ello en base a comparaciones peyorativas con Alien, el octavo pasajero, algo que desde este punto de vista tampoco termino de entender, habida cuenta de que los personajes de esta película no eran ni particularmente simpáticos ni especialmente atractivos, más allá de la simpatía o empatía que el espectador podía tener a título particular con los miembros de la tripulación de la Nostromo, y sobre todo con la heroína Ellen Ripley y su empecinada lucha por la supervivencia (la misma que el público de Prometheus puede sentir, por equivalencia, hacia la heroína Elizabeth Shaw, en base a esa simpatía o empatía preestablecida en cine a favor de “la chica”). Los personajes de Alien, el octavo pasajero tampoco eran un prodigio de matices y complejidad, ni lo son los de Prometheus (o, al menos, no los más secundarios). Pero, si estamos de acuerdo en que lo mejor de Alien, el octavo pasajero no eran sus personajes, sino lo que les ocurría, otro tanto puede decirse de Prometheus, hasta el punto de poderse afirmar que las imperfecciones de las figuras que pueblan este film son en gran medida la clave que da parte de su sentido al relato. Si, como se insinúa ya desde el principio y tal y como se confirma más adelante, la raza humana no es sino un experimento genético de los Ingenieros elaborado a partir de su propio ADN (recuérdese la secuencia de arranque “a lo Kubrick”), y el propósito de aquéllos es destruir a la humanidad porque consideran que el experimento ha sido fallido, la estupidez del cuadro humano que presenta la película es la más fehaciente demostración de que los Ingenieros… tienen razón.
Prometheus retoma e incluso amplía una de las sugerencias de Alien, el octavo pasajero, en el sentido de mostrarnos indirectamente una civilización futura a través del dibujo al aguafuerte de varios de sus representantes teóricamente más “ilustres”: directivos de grandes empresas, científicos, especialistas, cosmonautas experimentados. Todos ellos reducidos a un caótico grupo que ofrece un panorama humano más duro, áspero, incómodo y antipático que el ofrecido en Alien, el octavo pasajero: al menos la tripulación de la Nostromo no eran más que modestos trabajadores sorprendidos, en plena faena, por una amenaza de proporciones inimaginables que les desbordaba. En cambio, la tripulación de la Prometheus está integrada, se supone, por lo mejor de la raza humana (si bien no hay que olvidar que la mayoría son meros asalariados de una empresa privada, ergo, que trabajan motivados principalmente por el dinero), pero el resultado, desde este punto de vista, es descorazonador. En este sentido, hacía tiempo que no veía una película comercial y por tanto más o menos (se supone) convencional que tratara con tanta rudeza a sus personajes y de rebote al espectador, a quien se le ofrece un cuadro de caracteres en ocasiones trazado con algo de brocha gorda, cierto, pero coherente con el planteamiento general de un relato de ciencia ficción que no se lo pone fácil al público y le obliga a asistir a un carnaval de horrores alienígenas in crescendo sin el asidero emocional de un personaje simpático y/o empático.
Llega un momento en que casi resulta difícil de discernir qué es más repugnante: si el horror que se encuentra en las profundidades de la luna LV-226… o la vulgaridad de los terrestres que exploran aquéllas. ¿Y qué decir de lo que, al final, se encuentra tras toda esa búsqueda, toda esa costosa exploración?: que los creadores de la raza humana no son sino una raza de gigantes insensibles al dolor físico y existencial de los seres que han creado, y absolutamente indiferentes ante la pregunta trascendental que atormenta a aquéllos: ¿por qué nos habéis creado? Retomando, pues, una idea ya apuntada anteriormente –no es broma…— en Star Trek V: The Final Frontier (William Shatner, 1989), pero de una manera mucho más poderosa y perturbadora, la búsqueda del origen de la humanidad que se encuentra en el trasfondo de Prometheus, que no es sino una simbólica búsqueda de Dios, concluye trágicamente con el descubrimiento de una “divinidad” misteriosa e iracunda de la que conviene mantenerse alejado, gigantesca paradoja casi blasfema que reafirma la soledad del ser humano en el cosmos infinito. Con semejante planteamiento, ¿cómo no va a resultar incómoda –y polémica, como es habitual en el siempre discutido cine de Ridley Scott— una película de ciencia ficción que, dicen, tan solo pretende entretener?
Dioses en conflicto
Ello explicaría el carácter agresivo de la presentación o la caracterización de algunos personajes, tal es el caso, evidente, de Meredith Vickers: la primera vez que la vemos en pantalla, recién salida del féretro de hibernación en el cual ha estado más de dos años, está haciendo flexiones (lo cual contrasta de entrada con Shaw, quien lo primero que hace al despertar de su hibernación es… ponerse a vomitar); Vickers luce una indumentaria que le da un aire militar, y la arrogancia y frialdad de su conducta se corresponden con esa apariencia; hay un momento, incluso, en el cual el capitán Janek le pregunta directamente si es “un robot” (sic). No es menos cierto, empero, que a medida que avanza el relato, el personaje de Vickers va ganando en matices: acepta la proposición sexual de Janek, al que acaba invitando a su dormitorio; también vemos cómo su dureza se va resquebrajando a medida que va siendo consciente de la gravedad de la situación, y en determinados instantes hasta tiene miedo. El contraste de Vickers con los otros dos personajes principales del relato, Shaw y David, no hace sino reforzar otro de los aspectos de Prometheus que ya hemos apuntado en parte: la idea de que la expedición en pos del origen del hombre no es sino una búsqueda de la divinidad. Ello explica que la película subraye el hecho de que Shaw es una científica atípica (por tanto, no convencional) por el hecho de ser creyente: la protagonista lleva alrededor de su cuello un pequeño crucifijo que fue regalo de su padre –quien se le aparece en sus sueños con los rasgos del actor Patrick Wilson—, en lo que puede verse una herencia de algo que ya apuntaba el subvalorado film del subvalorado Robert Zemeckis Contact (ídem, 1997), según la novela de Carl Sagan Contacto (3).
La gracia del asunto, en el caso de Prometheus, es que tanto Shaw como Vickers son por así decirlo “hijas de sus padres”: Shaw, una científica y a la vez una creyente que considera que la búsqueda de la verdad empírica y la búsqueda de Dios no son incompatibles; y Vickers es hija de Weyland, como se revela en una escena crucial en el del tercio final del relato, en la cual la impresionante mujer que encarna / que es Charlize Theron y su 1.77 de estatura literalmente se arrodilla ante su padre / su dios, un Weyland al que momentos antes hemos visto con una bata blanca de hospital que le hace parecer una especie de divinidad helénica. ¡Hasta la creyente Shaw se “arrodilla” (obligada por el dolor de su vientre) ante ese “dios” blasfemo! Antes hemos visto una pequeña escena en la cual David contacta –como luego adivinaremos— con Weyland a través de la radio de su extraño casco con visera anaranjada, y la forma en que el primero se dirige al segundo es casi como si estuviese rezándole… Weyland es una mezcla de anciano avaricioso y proyecto de divinidad cuyo objetivo final es alcanzar la vida eterna; de ahí la coherencia de mostrarlo bajo los rasgos de un actor caracterizado de anciano: un hombre que se siente joven por dentro pero está atrapado en un cuerpo viejo, y que no ve otro consuelo a su condición que alcanzar la inmortalidad. ¿Hace falta recordar que Ridley Scott es el director de Blade Runner (ídem, 1982), otro film de ciencia ficción futurista que ya hacía hincapié en los conflictos entre ciencia y fe, y humanidad y divinidad?
La gran diferencia entre Shaw y Vickers reside, claro está, no solo en el hecho de que ambas “sirvan” por así decirlo a distintos “dioses” (y que lo hagan por razones diferentes: para Shaw, creer en Dios es una cuestión de fe, mientras que para Vickers, “creer” en su padre lo es de conveniencia: aguarda el momento de su muerte para poder heredar –en sus propias palabras— “su reino”). Al contrario que Vickers, que reprime sus emociones y, casi, su sexualidad, Shaw es una persona emotiva: al principio, en la secuencia de la cueva escocesa, ella es la primera en entrar allí, en descubrir la pintura rupestre que reproduce la alineación planetaria a donde luego viajarán, e incluso la que dirige la linterna de Charlie hacia ese fresco (detalle este muy significativo: ella ve cosas que él no ve), mientras lágrimas de emoción acuden a sus ojos. Shaw examina fascinada la cabeza del Ingeniero con la ayuda de la Dra. Ford (Kate Dickie), pero Charlie se muestra, en cambio, indiferente ante esa maravilla que llega incluso a asombrar a la fría Vickers: él prefiere emborracharse, para olvidar el hecho de que la expedición no está dando el resultado apetecido (“solo es otra tumba”, le hemos oído murmurar antes). En el dormitorio, y antes de hacer el amor, un comentario de Charlie provoca la tristeza de Shaw ante su incapacidad para tener hijos, lo cual hará todavía más terriblemente paradójica la angustiosa situación que vivirá tan solo unas horas más tarde.
Resulta relativamente fácil volver a evocar Blade Runner en lo que a la caracterización del androide David se refiere, y al que Michael Fassbender encarna imprimiéndole esa rara cualidad poética característica de sus mejores trabajos como actor. David es, junto con Shaw, quien asume las mejores cualidades de la humanidad, o las que se consideran como tales, por más que en ambos personajes se da una paradoja de fondo: en el caso de Shaw, ya lo hecho dicho, su carácter bipolar de científica y creyente, y en el de David, como es obvio, el hecho de que no es un auténtico ser humano sino un ingenio artificial que ha sido programado para tener cualidades humanas “positivas” (inteligencia, diplomacia, valor) y ninguna de las “negativas” (arrogancia, estupidez, cobardía)…, o casi ninguna, habida cuenta de que es un esbirro a las órdenes de Weyland, y es responsable directo del proceso de contagio genético que ha derivado en la muerte de Charlie y el horrendo embarazo contra natura de Shaw. De ahí que, en su gesto final de apoyo a Shaw, podamos intuir lo mismo que impulsa a esta última: el instinto de supervivencia (algo cuya admiración David ha llegado a expresar en voz alta). Es la culminación del proceso de “humanización” de un androide que en todo momento se siente excluido por los demás, quienes no paran de recordarle que no es humano, que no necesita escafandra para pasear por una atmósfera irrespirable, o que no tiene alma.
A David le repele, por otro lado, lo peor de la raza humana –hay un momento en que le dice a Charlie, cuando este le hace una insinuación al respecto, que no le gustaría ser “demasiado humano”—, dado que en el fondo aspira a ser mejor que un ser humano. De ahí la poética escena en la que, al principio del relato, David mira Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), y en concreto, el momento en que Lawrence (Peter O’Toole) apaga una cerilla encendida con los dedos sin inmutarse, diciendo aquello de que el truco consiste en que no te importe el dolor; David tiñe y peina sus cabellos de rubio como los de O’Toole en el film de David Lean; es decir, el androide busca referentes humanos de elevada categoría, como hacían los replicantes de Blade Runner. Pero David es consciente de que ningún miembro de la expedición de la Prometheus está a la altura de sus expectativas, con la relativa excepción de Shaw, que le llama la atención porque es –como él— una persona paradójica: científica y creyente, ya lo hemos dicho, afectada por el recuerdo de su padre muerto, que se le aparece en los sueños que David conoce porque los ha visualizado durante el estado de hibernación de la mujer en el viaje.
La poesía del horror
También se ha dicho hasta la saciedad estos días, incluso los más duros detractores de la película, que Prometheus hace gala de una brillantísima factura. Es evidente, como también lo es que esa factura en sí misma considerada no tendría más valor que el anecdótico si no fuera porque las imágenes del film no solo refuerzan todo lo que hemos comentado, sino que además son las que le confieren a lo narrado su sentido definitivo. A la ya mencionada y excelente secuencia-prólogo del “amanecer del hombre” hay que añadir el espléndido plano de apertura de la secuencia inmediatamente posterior: esa imagen en negro que se va “abriendo” a la luz a medida que Shaw, desde el otro lado de una pared / de la pantalla, va abriendo un boquete de acceso a la cueva donde ella y Charlie encontrarán la pista para descubrir el planeta de los Ingenieros en forma de pintura rupestre, y que dibuja bien la sed de conocimientos de la protagonista (4). O la presentación de David, recorriendo el interior de la Prometheus mientras controla el sueño hibernado de los cosmonautas de carne y hueso durante más de dos años (y que incluye el apunte brindado por el mencionado fragmento de Lawrence de Arabia), secuencia en la cual la interacción entre el personaje y el decorado visualiza, durante unos instantes, una idílica armonía entre hombre y máquinas que pronto sabremos que es falsa: ese “hombre” no es tal, sino otra máquina, una de las muchas paradojas que pueblan una película, como ya hemos visto, abundante en ellas.
Un aspecto de la puesta en escena que, particularmente, me ha llamado la atención reside en que algunas de sus secuencias más abiertamente fantastiques estén asimismo impregnadas de ese espíritu paradójico que planea, como hemos visto, sobre buena parte de la trama. Es el caso de la lograda secuencia, en el primer tercio del relato, en la cual una serie de imágenes holográficas de los Ingenieros, grabadas 2.000 años atrás (sic), corren por el pasadizo cavernoso donde están los cosmonautas cual fantasmas del pasado, o la secuencia posterior en la cual David consigue llegar al centro de control alienígena y activa una espectacular representación holográfica del espacio. Son instantes mágicos y, al mismo tiempo, amenazadores pese a la pulsión lírica con la que están resueltos, dado que contienen el germen de los horrores que posteriormente serán revelados: los Ingenieros que corrían por el pasadizo lo hacían huyendo de la pesadilla genética que ellos mismos habían creado y que se les ha descontrolado, hasta el punto de que uno de ellos ha sido decapitado por el cierre de una puerta de acceso; y el hermoso holograma espacial en el centro de control indica cuál era el destino de la nave extraterrestre: la Tierra, y con el propósito de infectarla y arrasarla con el letal cargamento que llevan a bordo. Momentos que darían pie a hablar de una poesía del horror, o del horror en lo poético.
Scott rueda los momentos de suspense y tensión con gran oficio y, como siempre en él, con la inestimable ayuda de un extraordinario equipo de colaboradores. Dejando aparte la desdichada y ya comentada escena del ataque a Fifield y Milburn, o la gratuita pelea de los cosmonautas de la Prometheus contra un “contagiado” Fifield en la rampa de entrada a la nave, el resto funciona muy bien, tal es el caso de la espectacular sucesión de clímax de la media hora final, acaso previsible argumentalmente –en cine, un relato así hay que cerrarlo siempre “a lo grande”— pero muy bien orquestada a nivel de planificación. Volvemos a traer a colación la espléndida secuencia en la que Shaw, “embarazada” como consecuencia de haber sido inseminada accidentalmente por un infectado Charlie tras haberle hecho el amor horas antes, se practica a sí misma una brutal cesárea con la ayuda de una mesa de operaciones robotizada. Es el punto culminante de otra de las muchas sugerencias de Prometheus: el desprecio por la integridad del cuerpo, el carácter “orgánico” de gestos y detalles o que a ratos se da en las relaciones entre ciertos personajes, que de manera indirecta vuelve a sugerir lo que la película tiene de “film de monstruos”, sean estos terrestres o extraterrestres: las pisadas de los cosmonautas en el suelo de la cueva, bajo las cuales asoman gusanos; la rotura del brazo de Milburn como consecuencia de la terrible presión que ejerce alrededor del mismo la criatura tentacular; el rostro de Fifield devorado por el ácido; Vickers asesinando a Charlie con el lanzallamas; Shaw inyectándose calmantes para calmar el dolor de su vientre operado…
Prometheus corrige y amplía, en este sentido “orgánico”, el elemento sexual que se hallaba presente en Alien, el octavo pasajero y su famoso apunte voyeurístico con Ripley paseándose en bragas ante la mirada de la criatura al acecho y presta a matarla / inseminarla. Ya hemos mencionado el coito de Shaw y Charlie, o el fugaz desahogo sexual de Vickers y Janek, a lo cual podemos añadir la “penetración” en el bajo vientre de Shaw para extirparle a su repugnante “hijo” rebosante de formas fálicas, o sobre todo, el antológico momento en que el Ingeniero es “violado” por la aberración tentacular que los de su raza han creado genéticamente (el amigo Álvaro San Martín sugería hace poco que Prometheus puede interpretarse como una adaptación libre o indirecta de En las montañas de la locura, de H.P. Lovecraft: sin duda, la secuencia mencionada en último lugar aviva esa idea). La conclusión del relato no puede ser más amarga, por abierta y, en consecuencia, por incierta: Shaw y David toman otra de las naves alienígenas y se dirigen no de regreso hacia la Tierra… sino hacia el planeta de los Ingenieros, en busca de respuestas; mientras tanto, del cadáver del Ingeniero muerto brota un nuevo y definitivo engendro: ¡el alien! No puede haber resolución más puramente fantastique que aquello que no tiene un final convencional, cual pesadillesco anillo de Moebius… ¡Y todavía hay quien va diciendo que nos hallamos ante un film sin historia! Por todo ello, considero que Prometheus se erige en uno de los nombres propios del mejor cine que se ha estrenado este verano en España, junto con Elena (ídem, 2011, Andrei Zvyagintsev) y Brave (Indomable) (Brave, 2012, Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell).
(1) Pueden consultarse, por ejemplo, las trece referencias a Alien, el octavo pasajero que ha localizado Adrián Peña Tamayo y que recoge en su blog Big Kahuna: http://bigkahuna3.blogspot.com.es/2012/08/los-13-guinos-alien-el-octavo-pasajero.html?spref=tw
(2) O, como me apuntaba mi hermano Ricard, ¿quizá un guiño a las imágenes aéreas del Kubrick del inicio de El resplandor (The Shining, 1980)… y del final del primer montaje para cines de Blade Runner, elaborado a partir de descartes de esas mismas tomas aéreas sacadas de El resplandor?
(3) Véase mi comentario en este blog: http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2011/05/el-padre-muerto-contact-de-robert.html
(4) Corríjanme si me equivoco, pero en las paredes de la cueva que exploran Shaw, Charlie y su equipo se ve pintada una hilera de cabezas de caballo… prácticamente idénticas a las que se encuentran en la auténtica cueva de Chauvet, eje del reciente documental de Werner Herzog La cueva de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2010). Tanto en el film de Scott como en el de Herzog se fecha la antigüedad de ese arte rupestre en unos 35.000 años.
El amanecer del hombre y el ocaso del cine. Si Kubrick levantara la cabeza...
ResponderEliminarNo es que la peli no tenga historia, pero tiene tantos fallos, tiene tantos guiños (como en Lost) al cristianismo, tantas preguntas sin respuesta, tanto abuso de "escenas que muestran la tecnología", tantos fallos de ritmo y continuación, tantas situaciones absurdas.. que la peli se queda muy por debajo de lo visto en los trailers, donde a mi parecer, existía una clara relación con Alien que hacía que la película fuera a ser algo verdaderamente terrorífico y misterioso. No es que sea una peli penosa, se puede ver, pero el creador de Alien podría haber dado mucho más de sí, sobre todo tras tantos años y tras semejantes expectativas que se han creado (bueno la culpa es de los guinistas... pero coñe, Ridley es el jefzo!). Como no, muestras aspectos negativos y también los positivos, eso está bien para justificar completamente si una peli es buena o mala, pero creo que en este film hay más fallos que aciertos. Y no les costaba nada dejar una peli cerrada, autoconclusiva, con pequeños detalles para sus secuelas, pero no del modo en que lo hiceron, con cientos de preguntas sin respuesta...
ResponderEliminarY se demuestra otra vez, que Ridley Scott es un vendido desde Thelma y Louise y excluyendo Gladiator... basta con ver Alien y Blade Runner de nuevo para darse cuenta de que el estilo que había en esos films no es algo que se pueda perder con el paso de los años... es algo que nunca nadie abandonaría.
Totalmente de acuerdo. A mi también me parece que se han cebado en demasía con el film al esperar que éste contestara a todas las preguntas que la saga Alien podía tener pendientes.
ResponderEliminarMe alegra ver que usted también defiende el film dentro de unos márgenes como he hecho yo en mi blog: http://elgranc.blogspot.com.es/2012/08/prometheus-me-toca-hacer-de-abogado-del.html
un saludo
Ya siento no estar de acuerdo contigo, Tomás. A mí me ha parecido una película más complicada que compleja. Sin un objetivo nada claro que lastra la narrativa. Además hay tantos "porque sí" que me sacaron totalmente. Como bien apuntas, a pesar de mi descontento con el resultado final no puedo negar que tiene imágenes ciertamente impactantes y algunas escenas excelentes (como la primera escena que bien apuntas).
ResponderEliminarEspero con ansias tu crítica de Brave y desgraciadamente me perdí Elena. Estuvo una semana en cartel en un cine de mi ciudad y no me dio tiempo a ir a verla.
Un saludo.
Yo he visto ya "Prometheus" tres veces, y cada vez me gusta más. En cada revisión "veo" más claves y en esa tercera vez casi veo desaparecer los flecos del guión que crei percibir durante el primer visionado; como si los flecos fueran más bien un fruto de la mente del espectador, apabullado ante una narración mucho más exigente que a las que venimos estando acostumbrados. Para mi demuestra que, a diferencia de lo que muchos creen, "Alien, el octavo pasajero" y "Blade Runner" no fueron ninguna casualidad.
ResponderEliminarTotalmente deacuerdo.
EliminarEstupenda crítica, Tomás, que al margen de las virtudes o defectos de la película, desmonta concienzudamente todos los tópicos que se han leído sobre ella. A mí me sorprenden las reacciones casi fanáticas al respecto. Cualquiera diría que a uno le ponen una pistola en la cabeza por ir a ver una película ("es que Scott nos ha timado", "es un insulto a la franquicia Alien", etc). A ver, timos e insultos búsquenlos en el mundo político/económico, que el cine, como arte, es siempre una opción, y los directores, aunque se equivoquen, hacen lo mejor que pueden ("Scott está vendido", a ver, el cine se hace para hacer dinero, y si la película no gusta, el director y el equipo pierden, con lo cual harán lo mejor posible para que guste a un máximo de público). Y otra cosa: cualquiera diría que ha sido un año prolífico en grandes estrenos como para vituperar este en particular (y la culpa, si la hay, puede achacarse a la distribución en este país, de ahí la pertinente observación sobre la piratería, a partir de Otoño con el IVA a ver quien es el guapo que va al cine cada fin de semana), que al menos intenta algo arriesgado.
ResponderEliminarEsta crítica, además, complementa muy bien la excelente a su vez de Angel Sala en Dirigido, que tiene su punto de erudición sin pedantería que a mí me agrada, es decir, críticas como estas son las que invitan a ver una película.
Y otra cosa: me haría gracia ver que opinas, Tomás, sobre la lista de las mejores peliculas de la historia de Sight and Sound, ahora que Vertigo está en el trono. Por cierto, me pregunto cómo se ve mejor Prometheus, si en 3D o en digital, porque en Barcelona es la monda lo del cine. 1) A la segunda semana te las deseas para ver una película en una sala de tamaño decente. 2) Los cines están cada vez más deteriorados, salvo sonoras excepciones, y 3) ¿Cómo se entiende que el IMAX más antiguo de España, si no me equivoco, no exhiba películas comerciales y se empeñe en mostrar documentales acuáticos? Es de vergüenza ajena. Saludos.
"También se ha dicho hasta la saciedad estos días, incluso los más duros detractores de la película, que Prometheus hace gala de una brillantísima factura. Es evidente, como también lo es que esa factura en sí misma considerada no tendría más valor que el anecdótico si no fuera porque las imágenes del film no solo refuerzan todo lo que hemos comentado, sino que además son las que le confieren a lo narrado su sentido definitivo."
ResponderEliminarPones en palabras mucho mejores que las mías algo que llevo pensando sobre Scott desde hace tiempo. Aunque también es verdad que a veces le ha perdido su gusto por la estética, dotando de bellos envoltorios a verdaderos bodrios, creo que Scott -sobretodo en esta última etapa tras devolverle "Gladiator" a primera línea- se esfuerza muchísimo para ser un narrador más competente y también para justificar narrativamente su énfasis en los detalles visuales / estéticos.
Pienso sobretodo en el aparatoso abrigo de chinchilla que delata al personaje de Denzel Washington en "American Gangster", un hombre que ha pasado desapercibido hasta entonces para la ley precisamente por no querer llamar la atención, o en el uso que hizo de los apartamentos de los dos protagonistas de "La sombra del testigo" para describirlos a ambos.
Buenos días a todos.
ResponderEliminarLo que parece claro es que, cuando una película es polémica, es que algo tiene, siempre con independencia de que guste o no. Y, por favor, que no hay ningún problema con disentir o incluso con discutir, siempre que se haga amistosamente.
Es más que probable que mucha gente esperase una especie de "Alien 5", o de "Alien. 1.2".
También soy del parecer de que resulta lamentable que un cine IMAX tan majo como el de Barcelona no se anime a proyectar películas comerciales con copias preparadas para este formato (p.ej. "El caballero oscuro: La leyenda renace"). Hace años estuve en Sydney, donde tienen la que dicen es la sala IMAX mayor del mundo, vi allí un Harry Potter, y la verdad, hasta esa película era increíble de ver en esas condiciones. Lo cortés no quita lo valiente.
No he visto la lista entera que ha sacado "Sight & Sound", aunque como siempre digo, las listas son hijas del momento en que se hacen, y en unos años se hará otra y saldrá un resultado completamente diferente.
También soy de la opinión de que Ridley Scott ha ganado soltura como narrador y no se recrea tanto en el esteticismo de años atrás, pero creo que es más bien una cuestión de oficio.
Saludos cordiales.
Poco que añadir a lo que has dicho sobre Prometheus, aunque sí mucho para debatir, que es lo interesante. Personalmente, me gustaría aportar que donde dices "la estupidez del cuadro humano que presenta la película es la más fehaciente demostración de que los Ingenieros tienen razón", yo creo que llevas razón pero que es algo que Scott se encuentra de casualidad, el guión en ese sentido es malo pero no de manera deliberada.
ResponderEliminarEn los comentarios veo que se ha abierto un debate casi tan interesante como el de la película que comentas, y es la situación actual de la exhibición en salas y dónde/cómo vemos los espectadores las películas. Asier, por ejemplo, se lamenta de haberse perdido Elena, cosa que tiene remedio rápido, descargando el torrent correspondiente: Asier, si te interesa puedo compartir contigo, de manera completamente desinteresada y sin ánimo de lucro, un enlace de gran calidad y en versión original que no pego directamente aquí sin el permiso del autor de este blog.
Tomás, ya que eres responsable de uno de los mejores blogs sobre cine que se escriben en este país (y lo digo con total sinceridad), creo que deberías dedicar una entrada a este tema, donde nos cuentes si para ti tiene algún sentido que los espectadores sigamos dependiendo de las rancias molleras de los distribuidores/exhibidores o, por el contrario, te parece (como a mí) que en Internet no sólo no está matando al cine sino que puede suponer su salvación.
Muchas gracias Manué. No hace falta, ya puedo conseguirla yo.
ResponderEliminarYo más bien me lamentaba de no haber podido disfrutarla en pantalla grande.
Lo dicho, muchas gracias por el ofrecimiento.
Hola Tomás, las pinturas rupestres a las que haces referencias son las de Chauvet, no tengas la menor duda.
ResponderEliminarUn saludo.
Vicente
Por cierto, si alguien está interesado, la peli de The Return, El regreso o Vozvrashchenie (llámese como se quiera) es del mismo director y está de lujo. Y si alguien ha visto Izgnanie (del mismo director) ¿está bien?
ResponderEliminarCreo que haces importante apreciaciones en tu crítica, peor aun así no terminan de salvar la película del abismo en el que cae en su tramo final, cuando la historia (que no la puesta en escena, que no desmerece en ningun momento) se le va de las manos.
ResponderEliminarUn saludo
Totalmente de acuerdo. Me habían hablado tan mal de ella, que ha sido una gran sorpresa para mí: no sólo no me parece muy floja, sino que me parece lo mejor que ha hecho Ridley Scott desde "Black Hawk derribado".
ResponderEliminarBuenos días a todos:
ResponderEliminarManué: gracias por tu amabilidad hacia mi persona. Lo que comentas respecto al film de Ridley Scott es algo que también he considerado: que lo mismo que a mí me parecen virtudes puede ser interpretado como defectos de manera inversamente proporcional. Un poco como lo que ocurre con "Twixt", que comentaba días atrás: lo mismo que a mí me gustó de ella, a otra persona puede parecerle perfectamente un horror... Hace poco, leí en un blog de cine desde un enlace de Facebook que comentaba y defendía uno de los puntos polémicos de "Prometheus": el hecho de que precisamente sea el personaje del geólogo, el que se supone ha trazado el mapa de la cueva, el que se pierda en ella, porque (según este punto de vista) resulta sugestivo que el personaje más "racional" de todos, al que solo (él mismo lo dice) le interesa el dinero, sea el que, literalmente, pierda los papeles ante la presencia de lo, digamos, "sobrenatural": el cadáver del alienígena sin cabeza.
Respecto a la otra cuestión, nunca he creído que Internet sea el enemigo del cine y lo que está acabando con él, sino más bien que el mal uso de Internet (la copia ilegal) está acabando con una manera de entender la exhibición cinematográfica, pero no con el cine, que en buena parte gracias a Internet circula más que nunca. Y tampoco veo inconveniente alguno en que todo el mundo busque en Internet esas películas que no puede ver en cine. Internet lo que está haciendo no es acabar con el cine, sino acabar con una determinada manera de ver el cine, y puede que, como ya se ha dicho (no descubro nada a estas alturas), la exhibición en salas acabará limitándose para los films de gran espectacularidad. Creo que cine e Internet están condenados a entenderse, al igual que lo hicieron en el pasado el cine y la televisión o el cine y el formato doméstico, será cuestión de hallar la fórmula que permita la continuidad de la exhibición cinematográfica y la libertad que tiene Internet, pues los dos tienen derecho a subsistir sin colisionar. Pese a todo, comprendo que para un distribuidor o un exhibidor, y hablando en plata, Internet es una putada, tal y como está regulado ahora; una posible solución sería restringir la circulación de un film por Internet hasta que no haya acabado un período prudencial de explotación en salas, pero ¿cómo consigues eso? ¿Cómo lo controlas? No se puede. Y no puedes poner un policía al lado de cada ordenador o de cada servidor, pues ello atentaría contra la libertad personal del usuario. Es una locura.
Vicente: en efecto, yo juraría que son las mismas (una copia de las mismas, quiero decir).
Kolo: efectivamente, "El regreso" era otra magnífica película, a la altura de "Elena".
León: como le decía a Manué líneas arriba, lo que a uno le parece virtud a otro puede parecerle defecto, pues para eso existen los puntos de vista.
Tonio: creo que la clave de muchas reacciones negativas es que o bien esperaban otro "Alien", o porque no gusta el carácter abierto de la resolución, aspecto que, curiosamente, también se daba en el primer "Alien" o en "Blade Runner" (en cualquiera de sus montajes): Ripley queda flotando en el espacio, a la espera de que la salven, y Deckard y Rachael huyen hacia quién sabe dónde.
Saludos.
Podemos exprimir "Prometheus" todo lo que queramos y justificar todo aquello que no tiene demasiada justificación, pero lo cierto es que el ridículo campa a sus anchas por su metraje. Y yo no soy de los que tienen en un altar "Alien", que conste. "Prometheus" es una de esas películas que chirría casi desde el primer minuto: algo en las imágenes, en los diálogos, en los personajes, no sabe uno muy bien el qué, pero no convence, y luego todo va a peor. Lo más interesante es su aspereza, su pesimismo y esa curiosa mezcla de ciencia ficción de los 50 y de serie B cutrecilla de los 80. "La galaxia del terror" hecha con más dinero, pero no con mucho más talento. Un guión escrito con los pies que hace aguas por todas partes, unos personajes que no es que no provoquen la empatía del espectador, es que dan risa. Un cóctel de monstruos e híbridos varios mezclado con poco o ningún humor. Y luego hay algo molesto que detecto en parte del cine comercial reciente: un ritmo o estructura como de trailer alargado, como de episodio piloto. No se trata de dejar los finales abiertos, sino de que todo el film carece como de sustancia o entidad propias, como si todo fuera un prólogo para lo que ha de venir, independientemente de que luego haya o no continuaciones. Es algo difícil de explicar para un simple aficionado. No sé si serán sólo cosas mías. Lo he notado en "Prometheus" y también en el "Star Treck" de Abrahams, en "Iron Man" y en otras muchas que ahora no me vienen a la memoria. ¿Será una mala influencia de la televisión sobre el cine?
ResponderEliminarUn saludo.
Totalmente de acuerdo, @Pie Negro.
EliminarHola Tomás! menudo interés ha generado el último Ridley! sólo dire que es de agradecer que no sea "otro Alien" ya lo hizo con "Hannibal" que no era "El silencio de los corderos 2".
ResponderEliminarMucha influencia de "En las montañas de la locura" que, por cierto, no tuvo mucho apoyo en el momento de su publicación...¿casualidad?
Sobre lo que dices del cine en salas, no puedo estar más de acuerdo. La gente no siente que el dineral que cuesta una entrada se amortice con una película "barata" y poco espectacular. Guste o no.
Salú!
Sobre ese último comentario, y ahora que tengo la película vista, sólo dos apuntes. Puede argüirse que Prometheus chirríe, pero no desde el primer minuto, porque la primera hora de la película es casi perfecta: serena, de ritmo tranquilo, con sugerencias inquietantes. Es cuando la nave llega a su destino que empieza lo más discutible, pero (aunque todo es discutible, por supuesto) antes no.
ResponderEliminarEl otro apunte es que la televisión ejerce una mala influencia sobre el cine. Si acaso será al contrario, porque, sin poner ejemplos, ahora mismo la televisión ofrece productos tan solventes como la mejor de las cinematografías. La única influencia de la televisión en el cine norteamericano actual es que se ven muchos actores televisivos. En Prometheus, concretamente, se ven dos, Idris Elba, de The Wire, y Kate Dickie, de Juego de Tronos.
Yo creo que Prometheus es una pelicula ambiciosa, que toca los grandes temas que menciones (Dios, el origen de la vida, la relación entre el creador y sus creaciones, etc) y se apoya en referentes argumentales y visuales muy interesantes (Lovecraft, Giger). Solo por esa ambición, por ese hacer al espectador plantearse grandes preguntas y atreverse ha venderlo como un blockbuster veraniego en lugar de ofrecer el tipico film comercial que sigue formulariamente una suerte de plantilla, Prometheus ya es de lo más interesante del año. (Obviare refererirme al poderio visual y sonoro que Scott impreme a la cinta porque es algo que, ya desde "Los Duelistas", deberia darse por sobreentendido).
ResponderEliminarSin embargo, todo lo interesante, prometedor y ambicioso de ese argumento queda lastrado por un guión pobre a la hora de construir algunos de sus personajes (los casos que citas del geologo o el capitán y sus pilotos), sus situaciones (David experimenta con el liquido negro, dando pie a una serie de sucesos que observa con atencion hasta llegar a su culmen con el bebe de Shaw y entonces... ¿Pierde el interes?) o el armazón de la trama (Si los ingenieros no pertenecen al planeta que encuentra la Prometheus... ¿Porque dejarles a los humanos un "mapa" que les lleve allí?). Por no mencionar tramas resueltas a matacaballo (la muerte de Vickers me parece ridicula). Aspectos todos que dan una sensación de ser de brocha gorda, de estar a medio hacer. Aspectos que dan la impresión de que se ha rodado un primer borrador de guión en lugar de una versión terminada. Y estos son problemas que no tienen relación con la tematica ambiciosa o el argumento "sesudo" propuesto y que una minima reescritura competente podria haber subsanado.
El guión tambien tiene otro problema, aunque este yo lo atribuyo a la mano de los productores. Todas las preguntas que se plantean sobre los ingenieros quedan sin contestar cuando llega el final: ¿Por qúe nos crearon los ingenieros? ¿Por que luego quieren destruirnos? ¿El liquido negro crea formas de vida o las destruye? ¿Que mató a todos los ingenieros cuyos "fantasmas" vemos en las holografias? Si ellos iban a venir a la tierra a destruirnos, ¿Por que dejar un "mapa" para encontrarlos?, etc... Esto último lo atribuyo a la necesidad de dejar la puerta abierta si o si a una secuela, aunque sea a costa de hipotecar la propia primera entrega.
Y en cuanto a su condición de precuela de Alien, cronologicamente no encaja: el planeta en el que aterriza la Prometehus (LV 223) no es el mismo en el que aterrizaron/aterrizaran Ripley y compañia (LV 476). La nave alienigena tampoco es la misma, pues el cadaver del ingeniero deberia acabar en la silla del piloto con su traje espacial puesto y no en el suelo de una nave terrestre y sin su escafandra. No es que eso sea un problema si, como Scott dice, esto no es la saga Alien sino otra historia diferente con la que comparte elementos. Pero si aceptamos "precuela", deberia haberse respetado mejor la continuidad.
En fin, bajo mi humilde opinión, una pelicula muy interesante pero que promete más de lo que da y cuyas aristas podian haberse pulido con un poco de trabajo extra (aunque... sabiendo que a Rideley Scott le gustan mas los director´s cut que a un tonto un lapiz, quizás ahí esté la solución)
Por cierto, que dices que Prometheus podria ser vista como una adaptación oficiosa de "En las montañas de la locura". No eres el único, Guillermo del Toro, que preparaba hasta hace poco una adaptación del libro de Lovecraft, opina exactamente lo mismo de la cita de Scott.
http://www.elmulticine.com/noticias2.php?orden=440236
Como siempre, un comentario de lo más interesante. Un gran abrazo.
ResponderEliminarHOLA, RECIEN VI LA PELICULA Y HAY 2 SITUACIONES QUE NO ENTENDI: PRIMERO, PORQUE EL TIPO BLANCO DEL PRINCIPIO SE TOMA EL LIQUIDO NEGRO MIENTRAS UNA NAVE SE VA?, Y PORQUE EL ROBOT LE PONE EL LIQUIDO NEGRO EN EL CHAMPAGNE A VICKERS?.
ResponderEliminarMeses después de su estreno, creo que ya podemos calificar a PROMETHEUS como el "blockbuster" más heterodoxo de los últimos años, una película desconcertante que rubrica uno de los principales conflictos en el cine de Scott: el frustrante "quiero y no me dejan" entre la autoría y las concesiones a la galería de la industria. PROMETHEUS es una película que intenta ir más allá de los cánones para meterse en terrenos muy estimulantes, que ofrece momentos de cine insólito y de un poderío tremendo, pero que siempre parece estar peleándose consigo misma en tanto que superproducción necesitada de ser, simplemente, rentable. Como en el caso de ALIEN, el "off visual" que mencionas, Tomás, no hace sino generar una aura de potencialidades conceptuales y discursivas, de misterio latente a interpretar (y expandir) a voluntad, que enriquecen el visionado hasta extremos muy provocadores. PROMETHEUS me deslumbró, y lo hizo, ante todo, por sus subterfugios intelectuales y sus eruditas referencias; frente al cine de bombo y platillo e imágenes para olvidar, a Scott nadie le tose a la hora de crear una mitología en expansión en la que uno querría perderse a voluntad, propuestas de cine fantástico que surgen desde la fe de que existe un espectador efectivamente inteligente y adulto. ¿Qué más se le puede pedir al cine de gran máquina de hoy?
ResponderEliminarindiscutiblemente cada cabeza es un mundo, y lo importante de esta pelicula es la controvercia, particularmente me parece buena la primera ves q la vi me desconcerto, la vi de nuevo y ya me parecio mas coherente. una pelicula como esta ay que verla varias veces por que tienen pequeños detalles q la primera ves q la ves no los persive uno. es mi humilde opinion
ResponderEliminarPrometheus es visualmente muy satisfactoria por sus escenografías y atmósferas bien logradas y complementarias a la saga a la que pertenece. Los personajes no son tan horribles como se ha dicho y tienen su interés. Pero es el argumento lo que me ha disgustado, por meterse en el fregao de explicar el origen de la humanidad, quien explica ahora el origen de los ingenieros, y, en cambio, resolver de forma tan compleja, aleatoria y absurda lo que será el elemento más importante de la saga: el origen del primer alien. Quizás me equivoque, pero creo que puede ser la marca del guionista, Damon Lindelof, que ya hizo algo parecido en "Lost" intentando explicar lo que hay después de la muerte.
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