Translate

miércoles, 18 de julio de 2012

“THE AMAZING SPIDER-MAN”, DE MARC WEBB (Telegrama núm. 15)


[Advertencia: en el presente artículo se revelan importantes detalles de la trama de este film.] No cuesta demasiado ver en The Amazing Spider-Man (ídem, 2012) un replanteamiento o, como se dice hoy en día, un reboot del superhéroe creado por Stan Lee y Steve Ditko, y oficialmente llevado al cine por primera vez en Spider-Man (ídem, 2002, Sam Raimi) (1), el cual sigue unas pautas relativamente parecidas, dentro del moderno cine de adaptaciones de superhéroes del cómic, a lo que supuso Batman Begins (ídem, 2005, Christopher Nolan) con respecto a Batman (ídem, 1989, Tim Burton), y relativamente, dado que también seguía en cierta medida la estela de Batman Beguins, X-Men: Primera generación (X-Men: First Class, 2011, Matthew Vaughn) en relación con X-Men (ídem, 2000, Bryan Singer). Es decir, más que una nueva versión del Spider-Man de Sam Raimi, la película realizada por Marc Webb vuelve a empezar la saga del lanzador de redes para arrojar sobre la misma un punto de vista relativamente novedoso, y subrayo esa relatividad porque, si bien es verdad que The Amazing Spider-Man acaba resultando gratamente diferente del film de Raimi, el reciente visionado de la película de Webb me ha confirmado algo que sospechaba antes de haberla visto (y que se encuentra en la base de algunas duras críticas que se han vertido estos días en nuestro país contra la misma): que sin la existencia previa de Spider-Man y sus dos secuelas asimismo firmadas por Raimi probablemente no existiría The Amazing Spider-Man, o dicho de otra manera, que la madurez de ideas que exhibe esta última creo que es en gran medida una consecuencia tanto de los aciertos (notables) como de los errores (tampoco tan abundantes como se ha dicho en ocasiones) de las tres primeras películas de Raimi.



Sin ser exactamente un remake de Spider-Man, lo cierto es que buena parte de la estructura narrativa y construcción dramática de The Amazing Spider-Man bebe a tragos largos de las de su predecesora. Cierto que hay, justo es reconocerlo, algunas diferencias argumentales, pero el film de Webb no rompe con el de Raimi tan radicalmente como pueda parecer a simple vista. Hay en él una primera secuencia, inédita en la versión Raimi, en la cual descubrimos a Peter Parker en su infancia (y con las facciones de Max Charles) y cómo es dejado misteriosamente por sus padres, Richard y Mary (Campbell Scott y Embeth Davitz), al cuidado de sus tíos, Ben y May Parker (Martin Sheen y Sally Field), algo que –sospecho— tendrá su continuidad en la ya anunciada secuela del film de Webb (aviso para navegantes: los títulos de crédito finales se interrumpen al poco de haber empezado –como ya ocurría con los de otra producción cinematográfica con el sello Marvel: Los Vengadores (The Avengers, 2012, Joss Whedon)—, e incluyen una corta escena final en la cual vemos al Dr. Curt Connors/ El Lagarto (Rhys Ifans) hablando con un misterioso personaje oculto en las sombras, a modo de anticipo de lo que puede ser o será The Amazing Spider-Man 2). En la película de Webb se incide mucho más en la existencia del Peter adolescente (Andrew Garfield), y sobre todo en su quehacer cotidiano en el instituto, por más que se repiten, e incluso se reiteran mucho más, las primeras manifestaciones de sus “poderes arácnidos” ante sus asombrados condiscípulos (lo cual, dicho sea de paso, supone reincidir en el mismo defecto de guión de la primera película de Raimi: ¿a nadie de los que le rodean le extraña que, de repente, el alfeñique Parker se convierta, de la noche a la mañana, en un prodigioso atleta que es capaz de pagar con la misma moneda, corregida y aumentada, al grandullón Flash (Chris Zylka) –un personaje ya presente en el cómic— que le atormentaba?).



En esta ocasión el gran amor de Peter Parker no es la Mary Jane Watson sacada a colación en la trilogía de Raimi, sino un personaje que ocupaba un lugar bastante secundario en el tercer eslabón de aquélla pero importantísimo en el original gráfico: Gwen Stacy (Emma Stone). El cambio de chica, empero, no es del todo substancial, habida cuenta de que –a diferencia de en los cómics— aquí Gwen conoce la identidad secreta de Parker, exactamente igual que la Mary Jane de la etapa Raimi y la del original dibujado. Por otro lado, y por más que The Amazing Spider-Man no sea el “Spider-Man 4” inicialmente previsto por Raimi, sí lo es parcialmente en cuanto incorpora a la franquicia un nuevo villano, el ya mencionado Dr. Connors/ El Lagarto, en vez de reincidir nuevamente en el a estas alturas cinematográficamente demasiado “gastado” Duende Verde. Más aún: si, como en los cómics, en el Spider-Man de Raimi se establecía una íntima relación entre el Hombre Araña y el ya citado Duende Verde (quien no era sino el padre de su mejor amigo: el mismo que, en el tercer film, adquiría la personalidad maléfica de su difunto progenitor para intentar vengarse del superhéroe), en The Amazing Spider-Man se presenta un vínculo relativamente similar entre el protagonista y su adversario: el Dr. Connors fue un antiguo colega del padre de Peter, y este último se siente indirectamente responsable de la posterior transformación de Connors en El Lagarto. Por otra parte, hay en The Amazing Spider-Man un personaje secundario, Rajit Ratha (Irrfan Khan), que anda atosigando al Dr. Connors en nombre de su jefe y mentor de sus experimentos, un tal Norman Osborn…, que no es sino –recordemos— el nombre real del Duende Verde: ¿reaparecerá este último en la secuela? No hay que olvidar que, a fin de cuentas, la película de Webb y las tres de Raimi comparten en sus créditos al veterano guionista Alvin Sargent (quien ya fuera –junto con Scott Rosenberg— uno de los “script-doctors” del primer Spider-Man, labor que le fue reconocida a posteriori por más que no figurara en los títulos de crédito).



Aparte de estos puntos de conexión, si algo termina diferenciando The Amazing Spider-Man de los tres films de Raimi reside, principalmente, en el tono del relato. Con independencia de que a mi entender Marc Webb haya hecho un buen trabajo, y a pesar de que, sin ser obras particularmente personales, en los tres Spider-Man de Raimi se percibía la personalidad dinámica, irónica y desinhibida de su realizador en la mayoría de los encuadres, también he de decir que me parece precipitado empezar a buscarle “rasgos de autor” a Webb (o, por el contrario, negárselos de entrada), acaso con la secreta intención (o no tan secreta) de “reivindicarle” como nuevo responsable tras las cámaras de la franquicia del Hombre Araña y de contraponerle/ contrastarle/ enfrentarle con Raimi (del mismo modo como, salvando las distancias y sin salirnos del “cine superheroico”, no faltó quien les buscó capciosamente las cosquillas a Burton y Nolan mediante la confrontación de sus respectivas aproximaciones al caballero oscuro de Gotham City). Dicho esto, The Amazing Spider-Man no me parece en sentido estricto un film personal, sino más bien una aproximación personal al personaje de Lee y Ditko por parte de un bien conjuntado equipo de personalidades, que han hallado en Marc Webb a un buen orquestador. Buscarle, vuelvo a insistir, trazos autorales a este último por el hecho de haber sido el firmante de la simpática y agridulce comedia (500) días juntos ((500) Days of Summer, 2009), y decir que en su tratamiento de las escenas románticas entre Peter Parker y Gwen Stacy se percibe “su sello” (sic), es tanto como afirmar lo mismo, pongamos por caso, de Nick Cassavetes, en el supuesto de que hubiese sido el director de The Amazing Spider-Man y por ser, además, el firmante de El diario de Noa (The Notebook, 2004).



Más allá de esta consideración, de esa a veces obsesiva búsqueda y captura del autor tan característica de estos tiempos en los cuales, se dice, el cine está sometido a los continuos cambios que caracterizan la vida moderna (otros prefieren hablar de “derivas” o de “mutaciones”, o adoptando/adaptando a Zgymunt Bauman, de “cine líquido”: es una mera cuestión de terminología para referirse poco más o menos a lo mismo), no veo ningún descrédito en la labor de Webb para The Amazing Spider-Man porque afirme que la misma haya consistido, principalmente, en la coordinación de un equipo de talentos: coordinar bien, y conseguir un excelente conjunto, requiere a veces de una destreza mayor de la requerida para un proyecto radicalmente personal y del cual no tienes que responder ante nadie más que ti mismo. De ahí que The Amazing Spider-Man transmita, en sus líneas generales, la sensación de que todo el mundo ha hecho bien su trabajo: los guionistas James Vanderbilt, Alvin Sargent y Steve Kloves, quienes a mi entender han sabido replantear la saga del lanzador de redes con un ojo puesto en algunas de las más recientes e interesantes versiones gráficas del personaje, tal es el caso de la serie Ultimate Spider-Man (2000-2009) o algunos trabajos del dibujante Todd McFarlane; el director de fotografía John Schwartzman, cuya paleta de colores, mas sombría y mucho menos luminosa que las de los Spider-Man de Raimi, le confiere una estética a medio camino entre Gordon Willis (sobre todo, las escenas en interiores) y el Superman (Superman: The Movie, 1978) de Richard Donner, a estas alturas consolidada como la película seminal del moderno cine de superhéroes (he de apuntar, a título personal, que me gusta el relieve y la rugosidad que tiene aquí el traje del Hombre Araña, que Peter elabora a partir de un traje de neopreno modificado); y el veterano director de segunda unidad Vic Armstrong, probablemente el responsable principal de las excelentes secuencias de acción, tal es el caso del caos automovilístico en el puente; la escena de suspense en las alcantarillas cuyo paroxismo, previo al ataque del Lagarto contra Spider-Man, está precedido por esa inquietante imagen de los pequeños lagartos y lagartijas recorriendo la red que el superhéroe ha tendido sobre el sumidero; la batalla contra El Lagarto en los pasillos del instituto (donde se produce uno de los escasos rasgos de humor de una película que anda algo escasa del mismo: el excelente gag visual y sonoro que da pie a la consabida aparición/ cameo del veterano Stan Lee); y el espectacular clímax final en lo alto del rascacielos. Apuntar, asimismo, que la contribución específica de Webb creo que reside en materia de dirección de actores, esta una de las mejores cualidades de (500) días juntos: los intérpretes están bien y contribuyen notablemente a la solidez de las escenas intimistas, cuya tonalidad consigue hacernos olvidar que estamos viendo una reedición y puesta al día del superhéroe más popular de Marvel Comics en formato de crónica de la madurez de un adolescente repleto de inquietudes propias de su edad.


(1) Ya sé que antes se hizo un “Spider-Man” turco –Örumcek Adam [El hombre araña, 1966, Cevat Okçugil]—, que no he visto pero, según me comentaba el colega Rubén Lardín, además de ser “el malo” de la función, el Hombre Araña usa una navaja y va “pegando puñaladas” (sic) a sus víctimas… Semejantes exquisiteces se las dejo a los lectores habituales de Pete Tombs.

2 comentarios:

  1. Hola:
    A mi me ha gustado, aunque ha habido cosas para mi que no han terminado de funcionar: la primera de ella es la supuesta oscuridad y tono adulto que se pretende darle, que si uno analiza la historia con rigor no lo es tal, más si uno lo compara con la conclusión de las películas de Raimi, que dejaban al heroe en una situación bastante peor, a pesar de su la ligereza e ironia que desprendian... Eso entre otras cosas, si alguien tiene interes que se pase por la reseña que he puesto en mi blog (perdon por la propaganda):
    http://lagatacongafas.blogspot.com.es/
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Esta película me gustó mucho, me parece una excelente elección de actores como mencionas los personajes principales tienen chispa y lo transmiten a través de la pantalla, en lo personal me gusta mucho cómo actúa Emma Stone, me parece una excelente actriz, ya que interpretó muy bien su papel como Gwen Stacy.

    ResponderEliminar