miércoles, 23 de septiembre de 2009
PARADOJAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: “MALDITOS BASTARDOS”
Malditos bastardos (Inglorious Basterds, 2009) hace gala al principio de su extenso metraje de una de las más intensas y mejor construidas secuencias que haya realizado nunca Quentin Tarantino, si no la que más que haya firmado hasta la fecha. En la misma, tras un rótulo inicial que nos advierte, de entrada, el tono fabulador y fantasioso que va a presidir el relato (“Érase una vez en la Francia ocupada por los nazis”), asistimos a la visita que el coronel del ejército alemán Hans Landa (Christoph Waltz) realiza a la granja de Perrier Lapadite (Denis Menochet). La secuencia, que arranca con un clásico plano general de “apertura de secuencia” construido de tal manera que recuerda, y mucho, al plano de apertura de Sin perdón (Unforgiven, 1992, Clint Eastwood), sabe establecer, y muy bien, una tensión soterrada en grado creciente: la mirada de Lapadite al ver acercarse el convoy militar alemán, la expectación de sus tres hijas, el juego de dilatación temporal establecido entre los personajes que se acercan y los que los esperan…; la sombra de Sergio Leone, del spaghetti-western (muy habituales en el cine de Tarantino), incluso de Clint Eastwood, planean sobre estas tensas primeras imágenes de Malditos bastardos. Tensión que se relaja en gran medida gracias a la actitud aparentemente cordial, bonachona incluso, del coronel Landa, y que Tarantino rellena con uno de esos largos diálogos suyos tan característicos pero que, a diferencia de en otras ocasiones, sirven para definir el talante de los personajes que las pronuncian; en este caso, una banal charla alrededor de la leche de las vacas de Lapadite, de la cual el coronel Landa se toma con delectación un par de vasos, y de la comparación entre las ratas y las ardillas, que paulatinamente se transforma y da paso, de nuevo, a otro foco de tensión: el auténtico propósito del coronel Landa no es tanto interrogar a Lapadite sobre el paradero de una familia judía de los alrededores que ha huido recientemente del acoso de los nazis como, sobre todo, la constatación de que esa familia judía está en realidad escondida debajo de los tablones que separan el suelo de la cabaña de Lapadite del suelo de la montaña, es decir, justo bajo de los pies de ambos personajes. Y eso Tarantino lo consigue, vuelvo a insistir, muy bien, mediante una subrepticia “interrupción” de la planificación, dominada en su mayoría por planos generales y planos medios largos y sostenidos, que poco a poco van dejando paso a primeros planos (de rostros, de objetos), a modo de sutil advertencia de que algo terrible está a punto de suceder; impresión que se reafirma a partir del momento en que Tarantino nos descubre, mediante un travelling que atraviesa el suelo de madera de la cabaña, que efectivamente la familia judía que está buscando Landa se encuentra allí escondida… Tensión que, finalmente, explota dramáticamente cuando, presionado por Landa, Lapadite confiesa que está escondiendo a los judíos, y estos últimos son cruelmente asesinados por los soldados de Landa.
No será la única vez en que, a lo largo del metraje de Malditos bastardos, Tarantino demuestra algo que siempre se intuye hasta en sus peores trabajos, a mi entender todos los que median entre su ópera prima y todavía hoy su mejor película, Reservoir Dogs (ídem, 1991), y su más reciente –y estimable, aunque muy irregular— film: que sabe hacer cine cuando le da la gana; que conoce perfectamente la diferencia entre una buena película y un simple artefacto para impresionar a sus fans, y en este cupo incluyo Pulp Fiction (ídem, 1994), que siempre me ha parecido el mayor bluff del cine contemporáneo; Jackie Brown (ídem, 1997), algo mejor pero aún así insuficiente; las dos entregas de Kill Bill (ídem, 2003-2004), sorprendentemente, menos insufrible la segunda que la primera; y su segmento para Grindhouse, Death Proof (ídem, 2007), no menos olvidable si no fuera por sus excelentes minutos finales de persecución automovilística, enésima demostración de que, a pesar de todo e insisto de nuevo, Tarantino sabe hacer cine… de vez en cuando. Lo cual, en sí mismo considerado, no tendría nada de malo (la irregularidad suele ser algo consustancial en todo proceso artístico continuado; crear supone arriesgarse, y el riesgo más habitual al respecto es el de equivocarse), si no fuera porque, a pesar de sus frecuentes errores, necedades e incluso torpezas, Quentin Tarantino pasa por ser el mejor, más moderno y original cineasta norteamericano de su generación y uno de los máximos creadores contemporáneos de la cinematografía mundial. Y, bajo esta perspectiva, sus películas no es que chirríen: se hacen añicos apenas se aborda su análisis con un mínimo de rigor.
Empero, como ya he señalado, lo peor del cine de Tarantino en general y de Malditos bastardos en particular es que, en medio de su habitual alud de tonterías del tipo referencias destinadas a buscar la complicidad de los cinéfilos (de las cuales pienso prescindir tanto como pueda en las siguientes líneas para que los árboles no impidan ver el bosque), de esos diálogos larguísimos e inanes que buscan dilatar el tempo narrativo pero que no dicen nada ni cuentan nada salvo para poner de relieve la exhibicionista habilidad de su guionista y director para enlazar digresiones una detrás de otra, de esa búsqueda casi desesperada de la aceptación de sus admiradores, de ese querer hacerse “el gracioso” a toda costa y venga o no a cuenta, todo ese vacío, como digo, a veces viene acompañado por fragmentos cinematográficos más que notables, y esto es lo que impide, en última instancia, que Malditos bastardos alcance las cotas de gratuidad absoluta de la mayoría de sus anteriores trabajos, por más que, como ahora veremos, haya momentos en que se tiene la extraña sensación de que Tarantino hace todo lo posible para estropearse a sí mismo no pocas buenas ideas en ese aparente afán de dejar satisfechos a los cuatro niñatos que le aplauden sus chistes para niñatos. En este sentido, creo que Tarantino es un cineasta de talento atrapado en la imagen que él mismo se ha creado y dentro de la cual parecía haberse acomodado ya sin posibilidad de remisión; y subrayo el pretérito porque, después de haber visto Malditos bastardos, y tras haber comprobado su aceptación popular (en estos momentos la película es, hasta la fecha, uno de los mayores éxitos comerciales de toda la carrera de Tarantino), espero que el cineasta se haya replanteado algunas cosas (su último film, de hecho, replantea y mejora sus anteriores obras), se deje de inventos y acabe ofreciendo en un futuro, esperemos que no muy lejano, algo como lo que era, es, Reservoir Dogs: una película.
Vuelvo a insistir: hay en Malditos bastardos un puñado de interesantes ideas y buenos momentos de puesta en escena que demuestran nuevamente que en Tarantino hay, mal que me/nos pese, un potencial fílmico. Ya he mencionado el virtuosismo de la primera secuencia, que resulta apabullante sobre todo si como, en mi caso, no se comulga con el cine del firmante de Pulp Fiction (y a pesar de que, como afirmaba Hitchcock, Malditos bastardos se resienta un poco del hecho de empezar “demasiado fuerte” un relato, corriendo el riesgo de que lo que le siga a continuación no esté a la altura de lo que inicialmente promete con esa apertura tan brillante; lo cual ocurre en este caso, al menos en parte). En este sentido, y por más que el conjunto sea más compacto de lo habitual en Tarantino, este film ofrece a ratos una de cal y otra de arena. Por ejemplo, en la secuencia/capítulo que viene a continuación, la presentación de los Bastardos, la cosa empieza a chirriar un poco; en este caso, no directamente por culpa de Tarantino –la introducción de esos personajes de “matanazis”, a los cuales les cortan las cabelleras tal y como aprendieron a hacer los pieles rojas de los blancos (esto último es una acotación mía), y su resolución cinematográfica, es irreprochable—, aunque sí indirectamente, ya que a fin de cuentas el director es la persona que, se supone, da instrucciones a sus actores: me refiero a la horrible interpretación de Brad Pitt en el papel de Aldo Raine, el líder de los Bastardos, cuyo repertorio de muecas y tics de la peor calaña demuestra en todo momento que este actor era la elección equivocada para desempeñar un papel que mejor hubiese recaído en manos de un buen intérprete de carácter que supiera transmitir la ferocidad e ironía soterradas del personaje. Y es una auténtica pena que Pitt desentone tanto (por más que su elección debió ser decisiva para Tarantino a la hora de hallar financiación para el proyecto), porque el resto del elenco está muy bien, cuando no magnífico: el realizador Eli Roth, en su papel del “bastardo” Donny Donowitz, ese soldado judío especializado en romperle la cabeza a los nazis con su bate de béisbol, cumple correctamente con su cometido; Mike Myers, como el general Ed Fenech, está impecable; Michael Fassbender (teniente Archie Hicox) se revela un intérprete harto prometedor; Daniel Brühl (Fredrick Zoller), excelente asimismo; los actores secundarios, un lacónico Til Schweiger (Hugo Stiglitz), August Diehl (Hellstrom), etc., funcionan a la perfección; ahora bien, merecen menciones especiales las espléndidas actrices, Mélanie Laurent (Shosanna) y Diane Kruger (Bridget von Hammersmark), y el elogiado trabajo de Christoph Waltz, cuyas intervenciones atesoran el tono irónico y a la vez agresivo buscado por Tarantino y que por sí solas elevan el interés de la función.
Regresando a la entraña de la película, llama la atención de que, a pesar del título, los Bastardos son –como apuntaba hace poco el colega Josep Parera en su comentario para Imágenes de Actualidad— lo menos interesante del relato. Es una suerte, en este sentido, de que hasta el propio Tarantino se dé cuenta de ello y durante buena parte del metraje estos personajes (y Brad Pitt…) desaparezcan de la acción, dosificando sus apariciones al máximo. También resulta meritorio que Tarantino no los muestre como héroes al uso, sino como soldados sedientos de sangre y de venganza que, con la excusa de estar haciendo un, se supone, “bien para la humanidad” (matar nazis), dan rienda suelta a sus propios y oscuros deseos de matar por el mero placer de hacerlo (algo que queda apuntado en la celebrada escena de presentación de Donny Donowitz: Aldo Raine interroga a un suboficial alemán, uno de los pocos supervivientes de un pelotón al cual acaban de destrozar, para que le diga dónde están posicionados el resto de alemanes de la zona, advirtiéndole de que, en caso contrario, le dejará en manos de Donowitz, a quien los atemorizados soldados alemanes apodan El Oso Judío; como el suboficial se niega a hablar, Raine deja que Donowitz haga su trabajo con el bate de béisbol: Tarantino contrapone aquí la dignidad del suboficial germano, que se niega a traicionar a los suyos, con la ira vengativa de Donowitz, quien emerge de la oscuridad de un túnel, haciendo resonar su bate en las paredes a medida que se acerca al exterior, como si fuera un monstruo o una especie de animal fabuloso; más adelante, en el clímax del relato, la delectación con la cual vemos a Donowitz ametrallar a los nazis y a sus esposas y acompañantes no puede menos que hacernos dudar todavía más sobre el estado de su salud mental…).
A riesgo de parecer más pesado que de costumbre, reitero que en Malditos bastardos hay secuencias cuya construcción y resolución resulta tan admirable como la del principio. Hay que anotar en el haber del director momentos tan logrados como, por ejemplo, todo lo relativo a la atracción amorosa que el joven oficial Fredrick Zoller siente hacia Shosanna, la única superviviente de la matanza de la familia judía de la primera secuencia: la primera vez que la aborda en la puerta del cine propiedad de la muchacha, mientras ella cambia los rótulos de la fachada, o su segundo encuentro en la cafetería, están resueltos con elegancia; aquí, los famosos diálogos tarantinianos tienen un sentido y ayudan a dibujar el perfil de los personajes (Zoller aborda a Shosanna y, como excusa para poder hablar con ella, se pone a hablar de cine: más tarde sabremos que Zoller es un héroe de guerra que acaba de protagonizar una película de propaganda nazi, El orgullo de la nación, basada en sus propias hazañas bélicas). Alrededor de Shosanna y Zoller se produce otro momento estupendo: la merienda a la cual el segundo invita –a la fuerza— a la primera, en la cual comparten mesa nada menos que con el famoso ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels (Sylvester Groth), y más tarde y en particular, el fragmento en el cual Shosanna se ve obligada a comer un pastel en compañía del coronel Landa, el asesino de su familia: como en la primera secuencia, Tarantino vuelve a recurrir a un subrepticio inserto del primer plano de rostros o de objetos para ir creando una notable tensión, sobre todo a partir del instante en que el interrogatorio de Shosanna por parte de Landa va subiendo en intensidad; es una pena que, previamente, Tarantino haya casi destrozado la secuencia con un burdo pegote –el inserto en el cual vemos a Goebbels “enculando” a la traductora de francés que le acompaña (Julia Dreyfus)—, chiste fácil absolutamente fuera de lugar, y más teniendo en cuenta en que hay otros instantes en los cuales ese inserto de imágenes irónicas está mejor dosificado: por ejemplo, aquél que muestra el expeditivo sistema mediante el cual tres miembros de los Bastardos se apoderan de un vehículo de los alemanes.
Malditos bastardos llega a su tercio final con evidentes síntomas de fatiga; primero, porque, como es habitual en el Tarantino de estos últimos años, su película dura más de lo estrictamente necesario, y en este caso le cuesta llegar a un clímax que se demora en demasía; y segundo, porque los antipáticos Bastardos (¡y Brad Pitt…!) vuelven a tener en este tercio final un protagonismo excesivo. Antes de llegar al clímax en el cine de Shosanna, donde se va a proyectar El orgullo de la nación con la presencia en la sala del mismísimo Adolf Hitler (Martin Wuttke) y la mayoría de la cúpula nazi (Goebbels, Goering, Bormann…), Tarantino brinda al espectador otra set-pièce bien resuelta pero excesivamente alargada, hasta el punto de hacerle perder, casi, toda su eficacia: la reunión secreta de Hicox y Stiglitz con Bridget en una taberna, con los dos primeros disfrazados de oficiales nazis, conversación interrumpida, primero, por un grupo de soldados alemanes que celebran que uno de ellos acabe de ser padre, y luego, por un oficial de las SS, Hellstrom, que se une a la reunión y acaba desenmascarando a Hicox y Stiglitz, con resultados sangrientos… En este punto del relato empieza a resultar evidente que el, digamos, “método Tarantino” de construcción de secuencias empieza a ser siempre lo mismo. Ello perjudica notablemente la consistencia de la cual, en sus líneas generales, ha hecho gala la película hasta ese momento, y más teniendo en cuenta que ese tan esperado clímax en el cine de Shosanna no resulta todo lo brillante que sería de desear, dada la exhaustiva preparación del mismo y a pesar de que contenga algunos golpes de efecto que sí lo sean: esa muy divertida escena –un chiste, sí, pero bien colocado— en la cual Hans Landa se pone a hablar en italiano con Aldo Raine, Donowitz y el tercer Bastardo que les acompaña junto con Bridget (los tres Bastardos, haciéndose pasar por invitados a la proyección fingen que son italianos… cuando apenas tienen nociones de ese idioma); esa inesperada reacción de Landa, estrangulando a Bridget cuando se da cuenta de la condición de traidora a la causa nazi de esta última, momento en el cual comprobamos el alcance real, y personal, de la peligrosidad y brutalidad del personaje del “cazajudíos”; o esa bella imagen, una de las más hermosas de la carrera de Tarantino, en la cual, en medio del caos del atentado preparado por Shosanna, el rostro de la muchacha, riendo, se proyecta sobre el humo del incendio como si fuera una especie de fantasma o de ángel vengativo…
Si al conjunto unimos otras irregularidades, tales como la mayor parte de las escenas centradas en Adolf Hitler, tópicas hasta la náusea; que Tarantino llegue al extremo de insertar planos únicamente para que veamos cómo un personaje, Hicox, atraviesa una habitación, lo cual pone seriamente en entredicho su cacareada maestría como narrador; la precipitación con que se resuelve la conflictiva relación de amor/odio establecida entre Shosanna y Zoller, que hubiese podido dar mucho más de sí; algún defecto de guión garrafal, impropio de alguien que tiene fama por la supuesta perfección de sus libretos (resulta ridículo que el ayudante negro de Shosanna sea capaz de encerrar a todo el mundo en el cine y que no haya ni un solo vigilante en el vestíbulo del local que pueda ver su acción; puede deberse –se insinúa— a cierta relajación deliberada del dispositivo de seguridad de la sala por parte de Hans Landa, mas lo cierto es que ello no queda claro…); y un final que roza lo execrable, otro típico chiste fácil made in Tarantino que parece insertado para que sus incondicionales echen unas risas antes de los títulos de crédito, y rematado con la línea de diálogo más pretenciosa de la historia del cine de autor (“esta es mi obra maestra”); por todo ello nos hallaremos, en suma, con que Malditos bastardos concluye dejando un mal sabor de boca. Lo que podría haber sido, y tan sólo a ratos es, una divertida fantasía cinéfila que recrea una Segunda Guerra Mundial absolutamente imaginaria (el golpe de efecto final en torno a Hitler no deja lugar a dudas), se queda al final por debajo de lo que promete, y a pesar de que Malditos bastardos sea, como evocación y pastiche cinéfilo en torno a las convenciones de un género cinematográfico tipificado, en este caso el bélico, superior a las evocaciones de la literatura pulp, el blaxplotation, el cine de artes marciales y el cine de drive-in de Pulp Fiction, Jackie Brown, Kill Bill y Death Proof: su ironía soterrada al respecto está, aquí, más conseguida (véase la escena en la cual Shosanna se viste y maquilla de forma ritual, saboreando previamente la venganza contra los nazis que va a consumar esa misma noche, bajo el fondo musical, anacrónico, del Putting of Fire de David Bowie/ Giorgio Moroder para el film de Paul Schrader El beso de la pantera/ Cat People, 1981). Reitero por enésima vez, resulta una auténtica pena la irregularidad del resultado, porque vuelve a demostrar que Quentin Tarantino es el primero en tirar piedras a su propio tejado.
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Sin despreciar tanto "lo tarantinesco" como tu, estoy bastante de acuerdo con tu critica.
ResponderEliminarCreo, tristemente, que QT se ha convertido ya en un gran director de escenas (ya articula sus pelis en formas de capitulos) y que he perdido la esperanza de verle rodar una pelicula "completa", fluida, que no me haga entrar y salir a cada momento bien por burdos insertos, parones o saltos, gracietas bobas, citas cinefilas o el enesimo tracking de temas de Morricone de hace 40 años. Es un director ya absolutamente esclavo de sus tics (sus fans diran estilo).
A pesar de todo, me parece que este BASTERDS es un film bastante disfrutable en su irregularidad general, y claramente superior a las tontadas de KILL BILL 1&2 (inicio de su fin) o aquella cosa tediosa con Kurt Russell y una coleccion de niñatas subnormaloides.
Pero, ¡ay!, RESERVOIR DOGS era tan redonda...
saludos!
F
Hola, Tomás.
ResponderEliminarPues bastante deacuerdo con tus apreciaciones, considerando que como he podido comprobar en el artículo no te gusta nada el cine de Tarantino y que yo soy fan de este director.
Pero a pesar de esto último y de que me gustan todos sus trabajos- con mención especial a "Pulp Fiction", "Reservoir Dogs" y "Kill Bill"- no puedo considerar a "Malditos bastardos" una gran película porque no lo es.
Me ha parecido un trabajo interesante, que destaca sobre todo por su impecable puesta en escena y la buena labor de todos sus intérpretes, pero bastante irregular. El primer capítulo, en sí mismo considerado, es un trabajo prodigioso de planificación y suspense "in crescendo" donde destaca ese extraordinario travelling que nos descubre a la familia escondida bajo el suelo. Pero, como bien dices, es muy arriesgado empezar la película con semejante prodigio porque lo que viene después puede no estar a la altura, y este es, para mí, el principal problema de "Malditos bastardos", la irregularidad entre episodios.
Un ejemplo es el episodio del bar en el sótano, otro ejemplo de suspense "in crescendo" que pierde fuerza porque Tarantino alarga el diálogo hasta la saciedad.
Pero los actores están todos espléndidos, especialmente Mélanie Laurent cuyo personaje me resulta el más interesante de toda la cinta- me encantó la escena que culmina su relación con Zoller, o el momentazo en que se prepara para vengarse con Davi Bowie de fondo-, ; Brad Pitt, irónico- el gag italiano es el mejor golpe de humor de la cinta- Eli Roth bastante convincente como psicópata, Diane Kruger está también bastante bien y Hans Landa, bueno no hace falta decir más- la escena en que mata a Von Hammersmark es terrorífica, mostrando por primera vez toda su maldad-.
Otro aspecto que me resulta interesante es como Tarantino se alimenta de su propio cine, en concreto repitiendo temas musicales que ya estaban presentes en "Kill Bill", moviendo la cámara en círculo alrededor de la mesa como en "Reservoir Dogs"- algo que era más evidente en la charla en la cafetería de "Death Proof"- y en el segundo capítulo, ese flasbhack de Hugo Stiglitz dentro del flasback de los bastardos que me recordó la historia del Señor Naranja en "Reservoir Dogs".
En fin, no le hubiera venido nada más a este film un poco más de acción y humor, aún considerando que es una de Tarantino, este está tan convencido de que sus películas deben tener diálogos brillantes que ha veces la satura resultando algo agotador. En ese sentido, "Malditos bastardos" es el film de Tarantino donde más pesados se hacen los diálogos.
Espero que te haya resultado interesante mi opinión, por más que sea parecida a la tuya.
Un saludo.
Bueno, a mí me gusta Tarantino, yo sí que creo que es un buen director y que todos sus filmes son "películas", no sólo 'Reservoir Dogs', y creo que en su filmografía hay mucho cine. Pero sí que estoy completamente de acuerdo contigo en que este realizador es el primero en tirar piedras a su propio tejado. Se nota que se quiere mucho a sí mismo, que es un cineasta muy poco autocrítico, y eso le lleva a permitirse ciertos excesos que no benefician en absoluto a su cine, como esa obsesión por recrearse en largas parrafadas de diálogo o ser incapaz de dar unos cuantos tijeretazos a sus películas y alargarlas en exceso. Creo que si Tarantino fuera más autocrítico y mesurado en estos aspectos sus películas se verían muy beneficiadas por ello.
ResponderEliminarCentrándonos ya en la película, la recurrente utilización de insertos fue precisamente una de las cosas más interesantes de la película, pues no recuerdo que el cineasta empleara este recurso en el pasado, o al menos no con tanta profusión como en esta cinta. Precisamente, uno de los que me resulta más interesante es ese que a ti te indigna tanto: el de Goebbels y su amante, que en el libreto original estaba planteado como un breve flashback que resumía la relación entre ambos y que sin embargo, su resolución final me parece mucho más interesante; al reducirlo a un breve inserto de apenas un par de segundos y continuarlo con un primer plano de Shoshanna sonriendo socarronamente se induce a pensar que, más que un flashback, es una materialización de los obscenos pensamientos de la campesina, que enseguida se ha percatado de la relación existente entre el ministro de propaganda y su traductora.
Por cierto, a mí sí me gustó la interpretación de Brad Pitt, aunque es cierto que desentona un poco con el resto del elenco. Quien no me gustó, en cambio, fue Eli Roth; creo que un papel tan destacado no debía haber recaído en un intérprete amateur, por mucho que Roth sea amiguete de Tarantino.
Uno de los aspectos que me parece más interesante del filme, por otra parte, es como todo él gira en torno al tema del cine, ofreciendo unas cuantas reflexiones acerca de como el cine puede servir para manipular la realidad, cambiar el curso de la historia o ser empleado como instrumento de combate.
Hola Tomás:
ResponderEliminarHe leído tu crítica por encima, después de tu aviso inicial, pero he logrado "cazar" tu comentario en relación a que Tarantino es un prisionero de su propia imagen. Estoy totalmente de acuerdo. Me parece que es un talento desaprovechado. Cada vez estoy más convencido de que debería dirigir buenos guiones de otros escritores. Tengo la impresión de que sólo así se puede llegar a "salvar".
Un saludo.
Àngel
Me uno a todas las opiniones en lo de que Tarantino se cree ya que cualquier cosa que salga con su firma será considerado (al menos por unos cuantos) como magistral y por tanto se dedica a hacer lo que le da la gana. Era uno de mis directores favoritos hasta que hizo Kill Bill 1 y 2. Tanto estas dos como Death Proof habían hecho que perdiera toda la confianza en su cine.
ResponderEliminarSin embargo, aunque no me lo esperaba, Inglorious Basterds me ha parecido realmente buena. Es verdad que es una película formada por momentos y eso hace que le falte unidad como película y que pueda resultar irregular por la distinta calidad de esos momentos pero me parece que en este caso es una buena decisión el haber construido la película así. Como dice Tomás, Tarantino parece ser consciente de cuales son los personajes más interesantes con los que trabaja y por ello les da más cancha (me parece un acierto que los bastardos no sean los protagonistas, en mi opinión resultan más efectivos como secundarios). En cuanto a lo que dices de Brad Pitt, creo que si no te gusta, Tomás, la culpa sería de Tarantino porque está clarísimo que la intención del director era presentar un personaje lo más caricatura posible, a mí si que me gusta aunque en alguna escena se pase un poco con su acento y sus gestos.
Una de las cosas que menos me gustaban de las últimas películas de Tarantino era esa necesidad de meter diálogos porque sí (lo cual estaría bien si fueran tan buenos como los de Pulp Fiction que no es el caso), sin embargo aunque aquí también hay diálogos eternos, a mi parecer están justificados porque consiguen darle a las secuencias (la del principio, la de la taberna, la de la comida de Landa con Melanie Laurent) un nivel de tensión in crescendo que recuerda a Leone y que para mí está igual de conseguido, lo que hizo que los diálogos nunca me resultaran aburridos (en Death Proof se hacían insopotables).
La imagen de Melanie Laurent en el cine quemándose me pareció inolvidable por el sentido inesperadamente fantástico y surreal que le aporta a la escena. Toda la idea de utilizar el cine como instrumento de venganza y de insinuar que pudo cambiar la historia me parece buenísimo. La selección musical magistral como siempre en Tarantino (hasta en sus peores películas).
Por fin Tarantino vuelve a hacer películas decentes (aunque no sea su obra maestra como dice al final Aldo Raine en un chiste al público que reconozco que me hizo gracia).
Saludos.
Yo tambien me sumo a la tesis del artículo "lo de las piedras a su propio tejado",aunque es verdad que hasta cierto punto.
ResponderEliminarPorque es verdad quee Tarantino desaprovecha la oportunidad de hacer películas "redondas" (de hecho esta quizá sea incluso la que menos de su carrera, por los bajones que tiene aquí y allá) pero, me pregunto si realmente nos interesa que haya más películas "redondas" en el mundo... y no más como las de QT: cada vez más libres, apasionadas,juguetonas... yo creo que está bien exigir y esperar mucho de un talento como él...pero al mismo tiempo da tanto en cada película y es un tipo tan único que creo que se merece algo nuestra benevolencia.
Tambien me gustaría reivindicar "Death Proof" que tiene una generalizada mala prensa incluso entre muchos de sus seguidores. Aunqe ahora mismo me apetecería volver a ver "Jackie Brown" para refrescarmela, Yo diría que Death es mi favorita de Tarantino, porque creo que en su modestia (je je algo siempre relativo en él... lo digo en comparación con otras obras más ambiciosas como Pulp, KB, o estos Bastardos) muestra lo mejor, o lo que a mi más me gusta de su cine,como es ese homenaje a la mujer que son todas sus películas y que aquí hace mejor que nunca, con unos personajes sexys, fuertes y guerreros, pero tambien retratandolas vulnerables, infantiles y superficiales en ocasiones, o tambien fieles y protectoras en su amistad.
A mi me parece que Tarantino es uno de los grandes feministas del cine, que crea iconos femeninos que seducen al público masculino y encantan al femenino.
Esto tamien lo demuestra en su tratamiento del erotismo en su cine, que es un elemento siempre presente, pero que emana de la seducción que ejercen sus personajes, no de un tratamiento burdo o grosero del sexo,algo que se lee reconoce poco, dada la fama que tiene de director "excesivo" o "escandalizador". Es por eso que el inserto "anal" (valga la expresión) en Malditos Bastardos, me pareció simpático y bastante creíble, como un pensamiento que viene a la cabeza del personaje en un momento dado.
Siguiendo con Death Proof, creo que en su momento ejemplificó uno de los malentendidos quee, creo, suele haber respecto a su obra, y es su supuesto fracaso como obra de genero, en este caso el cine de "Grindhouse", comparandola en este sentido con la de Robert Rodriguez,considerada más honesta. Yo creo que la de Quentin tambien lo es, porque es totalmente "suya" y además sin algunos de sus tics más celebrados y que a mi menos me aportan,como el juego el orden cronológico del relato o la estructura en capítulos. En contra de lo que se dice de esta película los dialogos no me parecen banales o "masturbatorios" (que en otras películas suyas si lo son en ocasiones, entre otras en Malditos Bastardos) sino que describen bien a los personajes y desde luego, como dices en el artículo, sus secuencias de carretera (la inicial, terrorifica y la persecución final) son de lo mejor rodado del cine de acción de los últimos años.
Saludos a todos.
Me uno a la reivindicación de Mariano con "Death Proof", película que es considerado por muchos como lo peor de Tarantino y que a mi me parece un divertimento de primera, un homenaje perfecto a la exploitatiton, con un Kurt Russell irónico y tremendo y unas secuencias de acción de primera, rodadas además "como las de antes."
ResponderEliminarAunque considerarla como su mejor película es algo arriesgado al lado de obras como "Reservoir Dogs" o "Pulp Fiction".
Saludos.
A mi es que el enorme prestigio de Reservoir Dogs si que me parece algo excesivo. Yo la veo más como un ensayo de cosas que luego haría mejor en otras películas, que como su obra definitiva,pero al decir esto ya se que tambien estoy en minoría.
ResponderEliminarHola Tomas:
ResponderEliminarSoy un lector de imagenes de actualidad desde que tenía 13 años y de eso hace ya un rato. Tengo que reconocer que me gusta mucho vuestra revista y me suelen parecer bastante interesantes tus críticas, aunque a veces las encuentre un poco frias. Por supuesto que entiendo que los criticos no os podeis permitir ser viscerales con el cine(a pesar de que muchos criticos lo sean, y lo que es más grave aun, intenten ocultarlo con coartadas intelectuales y/o morales y no voy a nombrar a ninguno ni a ninguna publicación que todos tenemos en mente...)pero se echa de menos, o por lo menos yo, que en el blog te dejes llevar un poco más...
Bueno malditos bastardos. Coincido bastante con tu crítica, aunque a mi me ha gustado Brad Pitt, y eso que no lo he visto en v.o. Para mi, lo peor es el caracter episodico, que le hace perder consistencia. A Tarantino parece que se le ocurren secuencia sueltas de las que el mismo se enamora y se olvida de como ensamblarlas, dejando esta labor en el espectador. Esto a veces, le ha salido bien, como por ejemplo en Reservoir Dogs, o Kill Bill (si, a mi me gusto bastante), pero en otras te de la sensación, como me ha pasado un poco en esta pelicula que esta asistiendo a los mejores momentos de distintas peliculas. Quiza haya terminado de ser victima de su cinefilia o cinefagia o lo que sea...
Un apunte. Me hubiese encantado que hubieses publicado el mes de septiembre en Cult Movie DOCE DEL PATIBULO, que venía bastante a cuento, aunque a mi me parece muy superior a los bastardos. A ver si lo haces algun dia de estos, que creo que el estatus de pelicula de culto lo tiene ganado a pulso.
El ultimo apunte. Ya que estamos con la 2ª guerra mundial, podías publicar aqui algo sobre el libro negro, que en mi opinion es la mejor pelicula de esta decada, y la pelicula redonda de Verhoeven que todos estabamos esperando. Además, asi podría servir de apendice para ese gran libro que escribiste sobre este genial director.
Nada más. Espero seguir leyendo tus criticas y libros (a ver cuando uno sobre Spielberg o Eastwood) mucho tiempo.
Un saludo
Iñigo
¡Que grande es El Libro Negro! Totalmente de acuerdo,si no es la mejor de la década,poco le faltará. Por cierto que ya queda poco para empezar a hacer esas listas de "lo mejor de los años 00s"...
ResponderEliminarAunque estoy de acuerdo en la mayoría de las críticas que TFV hace del cine de Tarantino en general y "Malditos bastardos" en particular, creo que exagera al "retirarle" la categoría de películas a algunas de ellas. Al fin y al cabo, y por muy pesado que se ponga QT con sus diálogos (y es cierto, desgraciadamente, que muchos están ahí para que sus fans se los rían) y referencias cinéfilas (a mí al menos me sobraba aquí todo el asunto Morricone, y mira que me gusta su música y el spaghetti western), al menos sabe hacer con su cámara lo que directores más encumbrados todavía no han aprendido: que sus momentos más dialogados no pequen de estatismo.
ResponderEliminarRespecto al film en sí, no es lo que quería ver. Tarantino ya demostró en "Death Proof" (que para mí al menos es uno de sus mejores trabajos) que podía hacer una película de acción sin renunciar a sus famosas set-pieces dialogadas. Aquí, sin embargo, y eso que se supone que ha tomado como referente películas con tanta acción como "Doce del patíbulo", la acción brilla por su ausencia, e incluso se nos escamotea con toda la intención, como ocurre cuando QT corta antes y después de la escene del interrogatorio a batazos del oficial alemán. No es justo.
Al menos tengo que reconocer que el tramo final de la película sí me pareció enormemente disfrutable. Tiene momentos tan inesperados en Tarantino como aquellos en los que ensalza el valor del cine oponiendo imágenes cinematográficas con personajes muertos (además del celebrado plano proyectado sobre el humo, ha introducido antes la idea mostrando al héroe alemán en la pantalla cuando este ya había caído). Y la imagen final del rostro de Hitler borrado a balazos de la película y de la historia alternativa produce en el espectador una catarsis imposible de alcanzar en películas como "Doce del patíbulo" o "Los cañones de Navarone", donde para ajustarse a la historia la victoria era siempre una victoria pírrica, pues la guerra continuaba y a los protagonistas sólo les esperaban más sacrificios, a la vez que hace explícito el afán revanchista de este tipo de películas bélicas.
Saludos y mi felicitación por las disertaciones tan acertadas, a mi parecer, que haces de las películas.
ResponderEliminarIndependientemente de la falta de ritmo en comparación con cualquiera de sus obras, lo que aún no me acaba de encajar es la actitud final del personaje Landa, el cual había demostrado ser inteligente, y que va cambia de bando cuando tiene la sartén por el mango, a cambio de un trato poco fiable, todo para que el personaje de Brad Pitt se libre y haga su gracia final de la cruz gamada...incomprensible.
A mi me decepcionó muchísimo. Me aburrí. Y eso que es una película novedosa que incluye un elemento interesantísimo: la humanización de los nazis. Algo que el 99% del público no ha sido capaz de ver.
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