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domingo, 27 de diciembre de 2015

Viejos héroes, miradas renovadas: “STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA, de J.J. ABRAMS



[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Por más que en ningún momento se especifica cronología alguna, la acción de Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015) se sitúa muchos años después de la tercera película y episodio sexto de la saga galáctica creada por George Lucas, El retorno del Jedi (Return of the Jedi, 1983, Richard Marquand). En los habituales títulos iniciales de la saga que se van alejando del espectador hasta perderse en la negrura del espacio sideral, y que nos ponen en antecedentes sobre las premisas que sustentan este episodio séptimo, tampoco se dan mayores datos al respecto: la misteriosa desaparición del ahora Maestro Jedi Luke Skywalker (Mark Hamill) y la búsqueda de su paradero, el surgimiento de una variante del antiguo Imperio Galáctico rebautizada como la Primera Orden, y la organización de una Resistencia contra la misma que lidera la ahora general Leia Organa (Carrie Fisher).


Es evidente que la razón de ser de una franquicia como la de Lucas, ahora propiedad de Disney, reside en la nostalgia que existe (o que se ha prefabricado) hacia lo que se conoce como la trilogía original, esto es, los tres primeros films que se estrenaron en su momento: La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977, Lucas), El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back, 1980, Irvin Kershner) y la mencionada El retorno del Jedi. El realizador J.J. Abrams, también coguionista junto a uno de los veteranos de esa trilogía original, el asimismo director Lawrence Kasdan (que participó en los libretos de El Imperio contraataca y El retorno del Jedi), y Michael Arndt, es consciente de que esa nostalgia es uno de los principales motores de El despertar de la Fuerza, y se entrega a ello con reverencia. De ahí que no cueste ver que El despertar de la Fuerza retoma la estructura narrativa de La guerra de las galaxias original: el plano de apertura es una variante del que abría el film de Lucas —el famoso encuadre que mostraba a un crucero imperial persiguiendo la pequeña nave de la princesa Leia, entrando en cuadro por la parte superior de la imagen hasta casi ocuparla por completo—, solo que aquí el crucero lo que hace es cubrir de negro la brillante superficie plateada de un planeta; el villano Kylo Ren (Adam Driver) es, a su vez, otra variación del popularísimo Darth Vader, del mismo modo que el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis) y el general Hux (Domhnall Gleeson) son otro tanto del Emperador y Grand Moff Tarkin, respectivamente; la misión de Kylo Ren es muy parecida a la de Vader: recuperar unos planos (en este caso los que indican el paradero de Luke Skywalker); el primer tercio transcurre en un planeta desértico, Jakku, idéntico al Tatooine del primer film; hasta los envejecidos Han Solo (Harrison Ford) y su inseparable wookie Chewbacca (Peter Mayhew) han vuelto a su antiguo oficio, el contrabando; el cubil de Maz Kanata (Lupita Nyong’o) está lleno de variopintos alienígenas de todas las razas, tamaños y colores, exótica orquesta incluida, como la cantina de Mos Eisley en la película original; también hay en El despertar de la Fuerza la muerte, a manos del villano del relato, de uno de los principales personajes, equivalente en importancia a la de Obi-Wan Kenobi en La guerra de las galaxias; y, para no alargarnos, parte del clímax de la función consiste en el ataque de los cazas con alas en forma de X de la Resistencia contra los cazas en forma de H que defienden la nueva estación espacial gigante de la Primera Orden, la base Starkiller, cortada por el patrón de la Estrella de la Muerte (¡otra vez!: recordemos que la Estrella de marras ya reapareció en El retorno del Jedi).


Además de esa reiteración o, si se prefiere, variación estructural (¿es ya La guerra de las galaxias una obra de repertorio?), también reaparecen los androides C-3PO (Anthony Daniels) y R2-D2 (Kenny Baker). Asimismo, el relato está salpicado de pequeños guiños: por ejemplo, a bordo del célebre carguero de Han Solo, el Halcón Milenario, Finn (John Boyega) se encuentra casualmente con la bola que disparaba pequeños rayos con la que el joven Luke practicaba con su sable láser en La guerra de las galaxias; poco después, Finn activa accidentalmente el ajedrez tridimensional con el que Chewie y R2 jugaban una partida … Y, por descontado, el veterano John Williams ofrece una nueva partitura que, no obstante, recupera tanto el tema principal de La guerra de las galaxias, presente en la cabecera de todas las entregas de la saga, y retoma puntualmente las notas de otros temas no menos célebres, como la “Marcha Imperial” o el “tema de amor” de El Imperio contraataca. Puede parecer que toda la razón de ser de El despertar de la Fuerza reside en esa nostalgia destinada a dar placer al fandom y, de paso, irritar a quienes no entran en el juego (ni tienen por qué). Afortunadamente, a pesar de que la película de Abrams cumple con creces con esa “obligación” de complacer a los fans, su interés no se limita a eso: hay otras muchas cosas en ella.


Lo mejor de El despertar de la Fuerza reside en la habilidad con la que Abrams, por sí mismo o en estrecha colaboración con Lucas, Kasdan, la productora Kathleen Kennedy y otros creadores/ responsables de la trilogía original, ha conseguido extraer algunas notables ideas aun partiendo de esa estructura tan férrea y preestablecida. Me parece muy bella, por ejemplo, la presentación de Rey (una estupenda Daisy Ridley), y en particular, de qué modo a través de este personaje se construye una bonita reflexión sobre la saga. La primera vez que la vemos es recorriendo el interior de un gigantesco recinto, buscando piezas de chatarra reciclables que luego canjea por alimento; Abrams planifica la secuencia de ese saqueo combinando primeros planos y planos generales no demasiado abiertos, de manera que no percibamos dónde se encuentra exactamente la muchacha hasta que sale al exterior del recinto: es entonces cuando inserta un gran plano general muy abierto, que nos permite descubrir que Rey estaba saqueando los restos de un crucero imperial estrellado en las arenas de Jakku. La sugerencia se repite más tarde: después de haber canjeado las piezas halladas por una miserable ración de comida, Rey regresa a su refugio; de nuevo, la planificación nos escamotea dónde se encuentra exactamente ese lugar, hasta que el inserto de un plano general lo suficientemente abierto nos descubre que la joven vive en los restos de una de esas naves imperiales “caminantes” que se hicieron célebres a raíz de la secuencia de la batalla de Hoth en El Imperio contraataca. A mayor ahondamiento, mientras come, sentada sobre la arena fuera de esa nave inutilizada, se coloca un viejo casco de piloto de las fuerzas rebeldes…


Dicho de otro modo: de la misma manera que Rey sobrevive a base de hurgar en la chatarra de los viejos restos del Imperio y de los Rebeldes, también El despertar de la Fuerza, y con ella todo el revival que Lucas y Disney han montado alrededor de la saga galáctica del primero, no es sino un intento de seguir removiendo/ exprimiendo “la chatarra” de la misma. Pero haciéndolo con autoconciencia. Yendo más lejos, nada más empezar el film, Abrams presenta a las tropas de asalto de la Primera Orden, cuyos uniformes son idénticos a los del antiguo Imperio Galáctico, en una serie de primeros planos de iluminación parpadeante, como si fueran sombras que son literalmente arrancadas del pasado (de la saga/ del cine) y de nuevo expuestas a la luz.


No es la única reflexión meta-cinematográfica que aflora a lo largo de El despertar de la Fuerza, confiriéndole personalidad propia y diferenciada dentro del conjunto de la saga. Está, por otro lado, la atractiva descripción del personaje de Kylo Ren, encarnado con convicción por Adam Driver. Si bien a simple vista resulta obvio que el personaje es esa variante de Vader antes mencionada (supervillano enmascarado con temibles poderes porque se ha pasado al Lado Oscuro de la Fuerza, etc., etc.), en la práctica la película consigue extraer intensidad de esta patente falta de originalidad, ahondando en la personalidad del personaje. Más que por el hecho de que sea hijo de Solo y Leia, y por tanto nieto de Vader, lo mejor consiste en que Kylo Ren arrastra un notable complejo de inferioridad porque, a pesar de sus esfuerzos y su duro entrenamiento, no ha conseguido aún alcanzar el dominio del Lado Oscuro de la Fuerza del que hizo gala su abuelo, cuyo viejo y destrozado casco conserva como un tesoro, y ante el cual se confiesa en voz alta, en una secuencia que tiene vagos ecos shakespearianos: Kylo Ren parece aquí un sosias de Hamlet reflexionando ante el absurdo de la existencia ante la calavera de Yorick. Por tanto, conscientes de su imposibilidad de conseguir otro villano a la altura de Vader sin caer en una copia burda y simple, lo que Abrams y sus colaboradores han hecho es caracterizar a Kylo Ren en base a esa frustración que le supone el no estar a la altura de su predecesor. Lo cierto es que, al contrario que Vader en la trilogía original, El despertar de la Fuerza nos descubre a Kylo Ren como un alumno aventajado en el Lado Oscuro que todavía no ha completado su entrenamiento; no hay más que ver su falta de entereza a la hora de afrontar las contrariedades: cuando se enfurece, pierde el control, desenvainando su sable láser y emprendiéndola contra las paredes, en una actitud inmadura en la que su abuelo jamás hubiese incurrido salvo, quizá, en su juventud. De este modo, Kylo Ren enlaza simbólicamente con el joven Vader, esto es, el Anakin Skywalker de los episodios segundo y tercero de la saga, El ataque de los clones (Star Wars: Episode II – Attack of the Clones, 2002, Lucas) y La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith, 2005, Lucas).


De todo ello resulta una superproducción hollywoodiense que, cierto, paga el preceptivo peaje de las “necesarias” dosis de espectacularidad que deben ir incluidas en este tipo de films: el ataque de los soldados de la Primera Orden al campamento en Jakku donde el piloto de la Resistencia Poe Dameron (Oscar Isaac) recibe la información sobre el paradero de Luke de manos de Lor San Tekka (Max Von Sydow, magnífico como siempre, dando lustre al reparto); la huida de Finn y Poe del crucero imperial; la persecución, primero en tierra y luego aérea, que sufren Rey y Finn por parte de las tropas de asalto de la Primera Orden; la situación de “suspense” (más bien gratuita) que se produce a bordo de la nave de Solo y Chewie, con la irrupción de dos bandas que andan exigiéndole al veterano contrabandista el pago de sus deudas, y que culmina con la liberación de los tres voraces monstruos que Solo lleva a bordo como carga; la batalla en el planeta donde vive la mencionada Maz Kanata; o el asimismo citado final en la estación espacial Starkiller. Secuencias de acción bien resueltas por Abrams y su segunda unidad, pero que tampoco son lo más destacable de una función que, contra todo pronóstico, encuentra sus mejores momentos en la descripción de personajes y el dibujo de las relaciones que se producen entre ellos.


Así, lo más interesante de la secuencia del ataque a la aldea donde se citan Poe y Lor San Tekka al principio de la película reside en la habilidad con que Abrams trenza los mimbres de la trama y establece lazos entre los personajes en virtud de determinadas sugerencias de la planificación. Por ejemplo, la manera como describe inicialmente a Finn, quien es presentado como un miembro más de las tropas de asalto de la Primera Orden pero que, a diferencia de sus compañeros, se resiste a cumplir órdenes que impliquen el asesinato de inocentes desarmados y a sangre fría, lo cual acabará conduciéndole a su decisión de desertar. Abrams le distingue mediante un detalle: uno de los compañeros de Finn cae muerto de un disparo de láser, y antes de morir, mancha con su mano ensangrentada el casco de Finn; a partir de ese instante, esa mancha de sangre permitirá diferenciarle de todos los demás soldados idénticos que le rodean: de este modo, veremos cómo se niega a obedecer la orden de Kylo Ren de asesinar a todos los aldeanos (es el único de los soldados que no lo hace); y veremos, también, cómo cruza de manera premonitoria su mirada con Kylo Ren dentro de un plano general abierto que los pone en relación.


Más adelante, de regreso al crucero de la Primera Orden, Finn, a quien seguimos distinguiendo gracias a esa mancha de sangre, se quita el caso; descubrimos entonces por primera vez su rostro, sudoroso y desencajado por el miedo y la repugnancia; a sus espaldas aparece uno de sus superiores, la capitana Phasma (Gwendoline Christie), quien le ordena volver a ponerse el casco; Abrams corta el plano justo en el momento en que Finn vuelve a cubrir su rostro, y a continuación inserta un primer plano de Rey, con el suyo cubierto por un casco, unas telas y unos anteojos, estableciendo de este modo una relación, por equivalencia visual, entre ambos. Ese primer plano de Rey es el que abre la citada secuencia de su saqueo de chatarra de los restos del crucero imperial, y más adelante descubriremos el sexo del personaje cuando descubre su rostro ante la cámara.


Llama la atención que la evolución de los personajes más jóvenes del relato, Rey, Finn y Kylo Ren, pase por sendos procesos de madurez. En este sentido, no cuesta ver en Rey a uno de esos personajes femeninos tan del gusto del Abrams televisivo, como la protagonista de la serie Alias (ídem, 2001-2006), Sydney Bristow (Jennifer Garner), o la Kate Austen (Evangeline Lilly) de Perdidos (Lost, 2004-2010); las tres son mujeres marcadas por hechos de su pasado, que esconden una gran sensibilidad bajo una capa de dureza autoimpuesta por las duras circunstancias personales que han atravesado. En el caso de Rey, el trauma que arrastra por haber sido abandonada siendo una niña en Jakku, y su ingenua ilusión de que tarde o temprano los suyos volverán para recogerla: ¿acaso no son todas las heroínas de Abrams mujeres abandonadas a su suerte? Pero, al igual que Sydney y Kate, Rey planta cara a su destino, y Abrams insiste en describírnosla con agilidad y dinamismo. Por ejemplo, la primera vez que la vemos cargar en su “moto voladora” la chatarra que ha encontrado, el realizador inserta una serie de planos cortos para detallarnos cómo traslada con energía y decisión los cachivaches que ha hallado. También es ella la encargada de rescatar en el desierto a BB-8, el pequeño androide rodante que —por descontado, como el R2 de La guerra de las galaxias— atesora en su memoria los valiosos planos de localización del paradero de Luke ansiados por la Primera Orden; además, planta cara a los sicarios enviados por el tipo al que le vende la chatarra cuando intentan quitarle el androide; luego se abalanza hecha una furia sobre Finn, convencida en un primer momento de que es un enemigo; también es la que toma la decisión de huir del ataque de la Primera Orden a bordo del Halcón Milenario, que ella misma pilota (lo cual da pie, cierto es, a incluir el guiño/ chiste de esa vieja línea de diálogo de La guerra de las galaxias que describía a la vieja nave de Solo como “un montón de chatarra”). No obstante, hay momentos en que ese dinamismo resulta excesivamente precipitado: es el caso de la secuencia onírica en la cual, al tocar el sable láser de Luke Skywalker, Rey tiene una serie de rápidas y fugaces visiones del pasado y el futuro. La misma tiene lugar en la residencia de Maz Kanata inmediatamente después de que Finn le haya expresado a Rey su decisión de abandonar la lucha contra la Primera Orden, y se pasa de una situación a otra de una forma excesivamente rápida y forzada, lo cual se erige en lo peor de la función.


Los momentos más atractivos de El despertar de la Fuerza giran alrededor de Rey y Kylo Ren, del cual ya hemos hablado. Ambos son mucho mejores que todo lo que concierne, por ejemplo, a Finn, cuyo interés no va más allá del hecho de tratarse de un antihéroe y un desertor que, violando la “programación” bajo la cual ha sido adiestrado, se niega a seguir luchando al lado de la Primera Orden, aunque al principio tampoco quiera saber nada ni de aquélla ni de la Resistencia (como Han Solo en la película seminal), involucrándose solo por su anhelo de rescatar a Rey, de la que está secretamente enamorado. O lo que respecta al personaje de Poe Dameron, presentado como el-mejor-piloto-de-la-galaxia, pero del que no sabemos gran cosa, salvo su firme oposición a la Primera Orden y el hecho de estar dibujado mediante disolventes toques de humor: la primera vez que se encuentra cara a cara con Kylo Ren se muestra burlón, preguntándole quién de los dos va a hablar primero, o diciéndole que le cuesta entender lo que le está preguntando cuando habla a través de esa máscara tan gruesa (sic).


En su tercio final, El despertar de la Fuerza depara esa intensidad siempre buscada, pero no siempre encontrada. Tiene fuerza (valga la redundancia…) el momento en que Kylo Ren interroga a una cautiva Rey, atada con argollas metálicas a una silla de tortura tal y como le ha ocurrido a Poe en el primer tercio del relato: la secuencia vale por la excelente interpretación de Daisy Ridley y Adam Driver, por su relevancia dramática (queda claro que hay en Rey la suficiente “Fuerza” como para resistir el poderoso sondeo mental de Kylo Ren), y por ese momento en que el villano descubre, por fin, su rostro tras la máscara, mostrándonos no a alguien deformado como su abuelo, sino a un joven maldito de apariencia romántica a lo Lord Byron.


Está, por descontado, uno de los momentos cruciales de la función, de esos que no-se-pueden-explicar a quien todavía no haya visto el film (quedan advertidos): la muerte de Han Solo a manos de Kylo Ren, bien sostenido sobre la labor de sus intérpretes, Driver y un excelente Harrison Ford, y que culmina con un detalle conmovedor: antes de precipitarse al vacío, Solo acaricia con ternura la mejilla de su hijo.


Y el duelo final a sable láser de Kylo Ren contra, primero, un esforzado pero insuficiente Finn, y luego contra Rey, bien rodado y bellamente realzado por el escenario en el que transcurre: un sombrío bosque nocturno y nevado del cual se saca un óptimo partido estético.


El despertar de la Fuerza concluye, acaso también “inevitablemente”, con el definitivo paso de testigo entre la trilogía original y la nueva etapa de la saga ahora iniciada; y lo hace con una solemne secuencia sin diálogos donde se produce el punto de encuentro definitivo entre lo viejo y lo nuevo: el que tiene lugar entre Rey y un envejecido Luke Skywalker que, coherente con el planteamiento general de la película, se desarrolla en un escenario repleto de connotaciones míticas, o si se prefiere, mitológicas: una isla repleta de ruinas donde el viejo Maestro Jedi recupera su espada láser de manos de la que promete ser su alumna más aventajada. A fin de cuentas, Luke Skywalker ya es a estas alturas un “ser mitológico”, por más que se trate de una mitología creada por el cine y alimentada por la cultura popular, y ese ofrecimiento del sable láser por parte de Rey es un gesto de pleitesía de las nuevas generaciones en el cual reaparecen, de nuevo, ecos de algunas de las viejas raíces originarias de la saga galáctica de Lucas, esto es, el mito artúrico y la Tierra Media de Tolkien.  


5 comentarios:

  1. Este nuevo Star Wars me gusta y no me gusta... no le puedo poner pegas a la labor de Abrams como dirtector, ni tampoco al reparto (un placer volver a ver a Han Solo: Harrison Ford no parecía divertirse así desde hace muchos años), pero me molestó mucho que una vez hechas las presentaciones me metieran en un remake encubierto de Una Nueva Esperanza, la entrega de la saga que menos me gusta. ¿Para esto tanto revuelo?

    Es por eso que no me veo capaz de ponerle nota o darle una valoración final a esta película. Sin ver las siguientes entregas todavía no sé si es un acertado regreso a los orígenes o un mero saqueo / grandes éxitos del original, como era por ejemplo "Jurassic World". A esperar tocan.

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  2. Me pasa como Neville, me ha dejado un poco frío este Star Wars. Coincido con Tomás en las mejores escenas, a las que añadiría las de la destruccion de los tres planetas, ejemplos perfectos de efectos visuales al servicio de la historia. En lo actoral muy bien la muchacha inglesa y Ford (una muerte que pasará a la historia del cine). A mi el malo no me ha convencido y me parece que el error es precisamente que le veamos la cara tan pronto aunque si de lo que se trata es de hacerlo más vulnerable, aciertan. Los personajes de Poe y Finn son perfectamente prescindibles.

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  3. Bueno, tampoco cabía esperar mucho más visto lo visto en los spoilers. La historia original era lo que era y tampoco da para mucho. Conste que aún no la he visto, pero más allá de la muerte de Solo, que tampoco es una sorpresa porque a alguien hay que cargarse y Skywalker no puede morir hasta haber entrenado a la nueva Jedi, no hay nada especialmente novedoso. En la segunda morirá Leia y en la tercera morirán todos, como si fuese Juego de Tronos.

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  4. Me ha gustado mucho el análisis de Tomás. El punto fuerte de la pelicula son tres personajes: Han Solo, Kylo Ren y Rey. Hay una buena historia entre ellos tres. Solo es genial, sigue con sus trapicheos y sentido del humor. Se asocia con Rey cuando descubre su enorme capacidad de pilotar el Halcón Milenario. Rey a su vez es el mejor personaje: sus conocimientos y determinación son sus dos fuertes. A la vez es humilde en sus pretensiones: lo supedita todo a seguir a la espera de ser encontrada por sus desconocidos familiares. La paliza que le da a Finn cuando se conocen es excelente. Y su resistencia en el interrogatorio de Kylo Ren es, para mi, la mejor escena de la película. Sobre Kylo Ren ya lo ha dicho todo Tomás y es lo que más me ha gustado del análisis. Incapaces de superar a Darth Vader, utilizan a un personaje algo acomplejado, casi cómico. ¡Y funciona!. Coincido con Dacosica en que Poe y Finn son prescindibles, pero por otra parte tiene que haber actores secundarios. BB-8 no está a la altura de R2-D2 pero no queda mal. Con respecto a C-3PO, repito mi opinión desde hace 29 años: es el mejor personaje del Episodio IV y es imbatible (siempre en pareja con R2-D2). Su intento de sustitución con Jar Jar Binks en el Episodio II fue lamentable. Aquí, en el Episodio VII, reaparece discretamente, como homenaje más que otra cosa. Darle más protagonismo y no estar a la altura hubiese sido un error (cargarse el personaje), así que mejor no sacarlo demasiado.

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  5. Muchas gracias por tu acertado y afilado análisis del fimlm. Yo me lo pasé 'pipa', como un niño. Es una obra que tiene detractores y defensores como quizás tu y yo. Hay personas que únicamente ven fallos en un film que intenta reinventar y mejorar la 'marca', y que como bien apuntas tiene suficientes méritos para convertirse en una obra muy interesante y dispuesta a continuar.

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