[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA
TRAMA DE ESTOS FILMS.]
Abuelitos belicosos: Los
mercenarios 3 (The Expendables 3, 2014), de Patrick Hughes.- Ya expliqué en el momento de su
estreno que una cosa es que Los
mercenarios (The Expendables, 2010, Sylvester Stallone) (1) pueda divertir/divertirnos a
quienes conocen/conocimos el cine de acción, o como se le llama ahora, el actioner norteamericano de la década de
los ochenta, y otra muy diferente que ese “placer culpable” tenga calidad. Mal
que pese a los simpatizantes de Stallone, Schwarzenegeer, Bruce Willis et altrii, Los mercenarios, cinematográficamente hablando, era una completa
nulidad (divertida, sí, pero nulidad a fin de cuentas), y lo mismo puede
aplicarse a sus secuelas, Los mercenarios
2 (The Expendables 2, 2012, Simon West) y la recientemente estrenada Los mercenarios 3, que consigue lo que
parecía imposible: que, de tan mala, las dos películas que la preceden casi parezcan,
por comparación, buenos films.
Los mercenarios 3 resulta, contra todo pronóstico, una película patética, por lo que tiene
de certificado de defunción de sus (ejem) “ilustres” protagonistas de mayor
edad. Con franqueza, no puedo comprender cómo en su época todo el mundo
protestaba ante la decadencia física del actor Roger Moore, quien llegó a
interpretar a James Bond hasta los 57 años antes de retirarse, y nadie (o casi)
dice nada con respecto a los mucho más avejentados protagonistas de esta
franquicia, los cuales en esta tercera entrega alcanzan cotas tan sublimes como el atroz tinte del cabello
que luce Arnold Schwarzenegger aplicado aparentemente por su peor enemigo —y
pensar que este verano el astro austriaco ha sido capaz de jugársela con un thriller tan espléndido, atípico y
arriesgado como Sabotage (ídem, 2014,
David Ayer) (2)—, o la terrible
aparición de un Harrison Ford que parece con un pie en la sepultura; por no
hablar de un aterrador Antonio Banderas haciendo de secundario cómico (¡por
favor!), o de un recuperado Wesley Snipes soltando chistes sobre la evasión de
impuestos (real) que hizo que diera con sus huesos en la cárcel y le mantuvo
apartado del cine durante unos años; o de un recauchutado Jet Li visto y no
visto… El único que salva un poco los papeles es Mel Gibson, quien a pesar de
sus considerables arrugas (fruto, en su caso, de una aparente asunción del paso
de los años) todavía hace gala de una forma física considerablemente buena;
incluso es la única persona del reparto que parece tomarse un poco en serio su
papel de gran villano de la función, lo cual, nobleza obliga, dice mucho a
favor de la profesionalidad de quien en su momento fuera el mejor cineasta
norteamericano surgido en la década de los noventa, últimamente convertido en
un “maldito” como consecuencia de varias desafortunadas meteduras de pata.
Carcamales aparte, el principal
problema de Los mercenarios 3 es que
no solo no tiene gracia, sino que incluso como película de acción pura y dura
resulta terriblemente soporífera. Solo se anima en sus últimos treinta minutos,
en los cuales se da rienda suelta a una aparatosa secuencia de acción que,
cierto es, brilla por su espectacularidad, pero que más allá de su generosa
exhibición de medios técnicos tampoco hace gala de creatividad alguna en lo que
a puesta en escena se refiere. Esperemos que su director, el hasta ahora
prácticamente desconocido Patrick Hughes mejore el tiro (nunca mejor dicho) en
sus próximas películas, y si no lo hace, que vuelva rápidamente al limbo (profesional)
del cual salió.
Cine “que mola” para un mundo “guay”: Transformers:
La era de la extinción (Transformers: Age of Extinction, 2014), de Michael
Bay.- Antes que
nada, recomiendo encarecidamente el artículo sobre Michael Bay que los colegas
Roberto Alcover Oti y Diego Salgado van a publicar en el próximo número de Dirigido por…, donde haciendo gala de
una capacidad analítica que les honra, y sobre todo de una paciencia para
aproximarse al cine de Bay de la cual, lo reconozco, yo carezco por completo, se
atreven a estudiar la figura de este cineasta como alguien muy representativo,
mal que pese, no ya del cine moderno sino de la sociedad moderna.
Desde este punto de vista, más
sociológico que cinematográfico (por más que esa carga sociológica se vehicule
a través de un lenguaje específicamente fílmico), tanto el cine de Bay en
general como Transformers: La era de la
extinción en particular son “cacharros” que, gusten o no, conectan de
manera muy íntima con el mundo en que vivimos. Como exponen Alcover y Salgado
en su texto (reitero la recomendación), las películas de Bay vienen a ser
fantasías hiperbólicas y deliberadamente exageradas, astutamente diseñadas para
gustar al público adolescente-juvenil que las devora con fruición. No puede
entenderse de otro modo que, en el caso de su más reciente film, buena parte
del mismo insista (hasta el ahogo, añado) en el conflicto paterno-filial que se
da entre el mecánico (Cade Yeager: lo interpreta Mark Wahlberg como podría
haberlo hecho cualquier otro) y su hija adolescente (Tessa: Nicola Peltz)
porque esta se ha enamorado de un, digamos, “chico malo” (Shane: Jack Reynor)
—aclaremos que es “malo” porque solo-sabe-conducir-coches-de-carrera—; o las en
verdad increíbles escenas de la
primera aparición de la chica, bajándose de un coche lleno de compañeras de
clase —ergo, macizas que parecen
haber salido todas, como ella, de una pasarela de moda— y contoneándose sobre
sus tacones, sobre un camino de tierra, hacia la granja que comparte con su
progenitor…; o la delectación a la hora de filmar coches, ordenadores y los
(espléndidos, eso sí) efectos visuales que dan vida a los Autobots, donde no
puede faltar, otra vez, el largo, muy largo clímax en las calles de una gran
ciudad, en este caso Hong Kong, convertida en escenario susceptible de ser
digitalmente destrozado de la nueva guerra de los Autobots y los engendros
mecánicos organizados por un resucitado Megatrón… ¿Hace falta añadir que, of course, Bay lo filma todo, todo, todo
a base de planos muy, muy, muy cortos, no sea que la peña se aburra mucho,
mucho, mucho…? No se le puede negar la coherencia a Transformers: La era de la extinción: es cine mediocre para un mundo
mediocre, pero mola porque lo que
enseña es guay del Paraguay.
Una “space opera” con fondo musical: Guardianes
de la Galaxia
(Guardians of the Galaxy, 2014), de James Gunn.- De todos los “cacharros” comentados
en esta entrada del blog, este es sin duda el mejor de los tres, por más que me
parezca que esté lejos, muy lejos de ser una gran película, y sobre todo no se
encuentra a la altura de Sabotage, El amanecer del planeta de los simios
(Dawn of the Planet of the Apes, 2014, Matt Reeves) y Lucy (ídem, 2014, Luc Besson), los tres mejores blockbusters de este verano. Pese a
todo, Guardianes de la Galaxia , adaptación
del cómic homónimo de Marvel que no he tenido el gusto de leer, tiene algunos
aspectos a favor.
El primero es su sentido del humor,
que aporta una mirada irónica bastante bien dosificada y nada cargante sobre
las convenciones de la space opera.
Desde esta perspectiva, el film hace gala de un logrado equilibrio entre el
relato de aventuras galácticas a lo Star
Wars y cierto tono ligero deudor de las producciones Amblin de los ochenta
—algo perceptible, sobre todo, en su secuencia inicial: la abducción del
pequeño Peter Quill (Wyatt Oleff)—, que lo hace razonablemente simpático. Funciona
bien, en este sentido, la inserción de canciones, las que escucha el ya adulto
Peter Quill/Star-Lord (Chris Pratt) en su anticuado walkman reproductor de
casetes, el único vestigio de su infancia en la Tierra y recuerdo que
guarda de su madre muerta, las cuales llenan la pista de sonido en determinados
momentos que guardan relación con la audición de música por parte del
protagonista o de otros personajes con los auriculares, pero que sirven al
mismo tiempo para marcar ese tono jocoso y ligero: las canciones tienen aquí
una especie de efecto “revulsivo” con respecto a las convenciones, vuelto a
insistir, de la space opera. De ahí
que, a pesar de las “obligadas” secuencias trascendentales
características de la superproducción de superhéroes —en particular sus escenas
finales: toda la batalla de Quill/Star-Lord, Gamora (Zoe Saldana), Drax
(Dave Bautista), Rocket (voz y gestos de Bradley Cooper) y Groot (voz y gestos
de Vin Diesel) contra el súper-villano Ronan el Acusador (Lee Pace)—, el
contrapunto humorístico hace más llevadero un relato que, por otro lado, acusa
graves deficiencias dramáticas. Hay momentos en que la película, sencillamente,
no interesa, por más que nunca deja de desinteresar por completo gracias al
buen ritmo de la trama y, sobre todo, la más que correcta labor de puesta en
escena del realizador James Gunn: por lo menos aquí las secuencias de acción
—como la notable de la huida de los protagonistas de la nave-prisión, o la
batalla aérea sobre la ciudad— están bien filmadas. Dejo al margen una cuestión
en la que simplemente no entro porque, como ya he explicado, desconozco el
cómic de Marvel que la inspira: el valor que Guardianes de la
Galaxia pueda tener de adaptación del original gráfico;
llámenme anticuado si quieren, pero soy de la opinión de que una película,
cualquier película, tiene que valer en sí misma considerada y funcionar para cualquier
espectador al cual su material de procedencia le resulte ajeno.
Tomás, debes ser el único defensor de "Sabotage". No la he visto, pero me he leído un montón de críticas en webs de cine y blogs diversos y la conclusión en todas ellas es que se trata de un bodriaco de mucho cuidado, con personajes planos y una violencia exageradísima. Respecto a estos artefactos ruidosos e infantiloides del verano, mejor pasar de ellos y esperan a algo de más enjundia (en teoría,claro) en otoño.
ResponderEliminarIker, a mi también me gusto "Sabotage", no tanto como a Tomás, pero me parece una buena película como me lo parece "Una bala en la cabeza" de Walter Hill con Stallone. Un caso similar al de "Sabotage" y que me hizo recordarla en su visionado, fué "Corrupción en Miami", de Michael Mann, película muy mal valorada por mucha gente (que podrá gustar o no, por supuesto) pero no exenta de calidad. En cuanto a la violencia exagerada que mencionas, quizás sea por que los que la critican son fans de la violencia light que se ven en "Transformers" o en las actuales peliculas protagonizadas por superheroes y odian la de, por ejemplo, un director mencionado en este mismo blog en la crítica del filme de Schwarzenegger, como es el excelente Paul Verhoeven.
ResponderEliminarA falta de ver "Lucy" que le daré la oportunidad cuando esté en formato doméstico, y la ultima entrega de los robots venidos del espacio, que no veré por que las anteriores son pésimas y no creo que vaya a mejorar lo que hay, estoy de acuerdo en la opinión de Tomás con la horrible "Los mercenarios 3", la correcta "Guardianes de la galaxia", y la excelente "El amanecer del planeta de los simios".
Personalmente incluiría entre lo mejor del verano el último film de Bryan Singer de la saga X-men.
Un saludo a todos.
Hola, César. Pues esa referencia a la excesiva violencia de "Sabotage" se la he leído a algún blogero de los que abominan del inefable PG-13, por eso me extrañó y pensé que igual Arnie y cía se habían pasado de revoluciones en ese aspecto. Yo creo que simplemente hay historias en las que no se puede obviar la violencia, aunque sin regodearse en ella, como el para mí vomitivo torture-porn de Eli Roth y sus Hostels. Es que ver a Lobezno derribar enemigos con sus garras y ver que se desmayan como si les hubieran lanzado un dardo para dormir elefantes...
EliminarUn saludo,
Iker.