A pesar de que Goldeneye (ídem, 1995) no me parece uno de los mejores films de la
serie del agente secreto James Bond 007 (tampoco de los peores), hay
determinados aspectos parciales en él que a nivel particular siempre me han
llamado la atención. Pero antes de entrar en el mismo debemos hacer una pequeña
pero necesaria introducción. Goldeneye
es la primera de las cuatro películas Bond protagonizadas por el irlandés
Pierce Brosnan. Fue producida seis años después de la última entrega de la
saga, la interesante 007: Licencia para
matar (Licence to Kill, 1989, John Glen), como consecuencia de su escaso
éxito comercial, sobre todo en los Estados Unidos (un fracaso que en muchas
ocasiones ha sido exagerado más de la cuenta, habida cuenta que, si bien solo
recaudó 34 millones de dólares en cines norteamericanos sobre un presupuesto
estimado en 32 millones, su recaudación a nivel internacional fue de más de 156
millones). Su título está sacado del nombre real de la vivienda que el padre
literario de Bond, Ian Fleming, tenía en Jamaica junto al mar. Y supuso una
renovación de parte del equipo original de la saga: nueva productora, Barbara
Broccoli, tras la retirada del cine de su padre, Albert R. Broccoli, uno de los
productores originales de la franquicia junto a Harry Saltzman; nuevos
guionistas, en este caso Michael France, Jeffrey Caine y Bruce Feirstein, quienes
se incorporaron a la misma para reemplazar a veteranos ya fallecidos como
Richard Maibaum; y Daniel Kleinman, que se hizo cargo de diseñar los nuevos títulos de
crédito, sustituyendo al también desaparecido Maurice Binder.
Dicho esto, señalemos que en Goldeneye conviven muchos de los elementos
tradicionales de la serie Bond junto con unos tímidos, pero atractivos, apuntes
renovadores, por más que los primeros predominen en todo momento sobre los
segundos. Pierce Brosnan aporta a 007 una dureza, sequedad y contundencia
superiores a las de Roger Moore, estando por tanto más en la línea de Sean
Connery, el posterior Daniel Craig, el excelente y menospreciado Timothy Dalton
e incluso de George Lazenby, pero todavía conserva algunos rasgos de humor,
escasos, para caracterizar determinadas acciones del personaje (en particular,
algunas frases de diálogo con doble sentido y alusiones sexuales, o la
inevitable presentación del agente secreto: “Me llamo Bond. James Bond”). Hay que tener en cuenta que las
películas de Bond son muy caras y sus productores en esa época todavía no se
atrevían a aumentar en exceso las dosis de violencia de cara a no perder
público infantil y juvenil, necesario para amortizar en taquilla la inversión
realizada, por más que en Goldeneye
haya un ligero y relativo incremento de la violencia respecto a las etapas
Moore y Dalton (con la salvedad de 007: Licencia
para matar, el Bond más violento de la serie hasta la llegada de la “etapa Craig”). Se mantienen muchas de las convenciones habituales de la
saga, sobre todo en lo que se refiere a su patrón narrativo tradicional: una
primera gran secuencia de acción antes de los títulos de crédito (Bond y su
colega el agente secreto 006 Alec Trevelyan –Sean Bean– saboteando una factoría
soviética de armas químicas, que culmina con una acrobática fuga aérea de 007 a bordo de una avioneta);
un tema musical durante esos mismos títulos de crédito, “Goldeneye”, compuesto
por dos miembros de U2, Bono y The Edge, e interpretado por Tina Turner, cuya
sonoridad recuerda otras canciones de la serie; y secuencias de acción
progresivamente más aparatosas, jalonando los digamos momentos de “investigación”
llevados a cabo por Bond mientras realiza sus pesquisas, hasta llegar a un
inevitable clímax que suele concluir con la pelea final cuerpo a cuerpo entre
007 el villano y la explosiva destrucción de su guarida y de sus megalómanos
planes.
Más que en el diseño general de la
trama, su desarrollo y su culminación, que obedecen al patrón habitual de la
serie, lo mejor de Goldeneye se
encuentra, a mi entender, en determinados detalles. Los personajes del entorno de
Bond están bastante logrados, en gran medida porque corren a cargo de unos muy
competentes intérpretes. Los villanos tienen solidez gracias a la eficaz labor
del veterano actor alemán Gottfried John, como el renegado general ruso
Ourumov; de Alan Cumming, como el traidor experto en ordenadores Boris
Grishenko; y, sobre todo, del siempre excelente Sean Bean, quien confiere una
inesperada humanidad a su rol de exagente secreto británico de ascendencia rusa
que solo sueña con vengarse de Inglaterra, la nación que masacró en el pasado a
su pueblo, los sanguinarios cosacos blancos. Resulta obligatorio anotar la
incorporación a la serie, a partir de Goldeneye,
de la gran Judi Dench en el papel de M, la jefa de Bond. Y las chicas Bond
también funcionan muy bien: la “chica Bond buena”, Natalya Simonova, a cargo de
la bella y competente actriz polaca Izabella Scorupco, y sobre todo la “chica
Bond mala”, la letal y masoquista Xenia Onatopp, interpretada con enorme
sentido del humor por la estupenda y subvalorada intérprete holandesa Famke
Janssen (quien tiene a su cargo una escena realmente divertida: aquélla en la
que, tras descubrir junto a Trevelyan que Bond ha bloqueado con un tanque la
vía férrea por la que circula el tren blindado en el que están huyendo, y ante
la perspectiva de acaso morir entre hierros retorcidos, exclama con entusiasmo:
“¡Nos va a hacer descarrilar!”).
Pero, por encima de todo ello, lo que
resulta más interesante es cierta voluntad presente en Goldeneye, todavía incipiente pero que tendría su continuidad en uno
de los mejores Bond de Brosnan, concretamente el tercero, El mundo nunca es suficiente (The World Is Not Enough, 1999,
Michael Apted), y que alcanzaría su culminación en el primero de Craig, 007: Casino Royale (Casino Royale, 2006,
Martin Campbell), de mostrar el lado más oscuro y turbulento del personaje. En
su primera conversación con M en el despacho de esta última, su nueva jefa le
tacha de reliquia del pasado, machista y misógino: un producto de la Guerra Fría que no tiene ya
sentido en el mundo actual (algo que todavía se llevaría más lejos en el último
y mejor 007 de Brosnan, Muere otro día
[Die Another Day, 2002, Lee Tamahori], donde se jugaba a fondo con el carácter
anacrónico del personaje). En otro momento, uno de los mejores del film, Bond
se reencuentra con Trevelyan, al que creía muerto, en un escenario formado no
por casualidad por viejas estatuas y monumentos del extinto régimen comunista
de la Unión Soviética
arrojados a un vertedero, insinuando de este modo que 007 es, asimismo, otro
vestigio de un pasado obsoleto. Luego, durante el “obligado” paréntesis
romántico de Bond con Natalya, la chica le reprocha que sea tan frío; “Por eso sigo vivo”, afirma él; “Por eso sigues solo…”, replica ella. Más
adelante, Trevelyan le insinúa a Bond que quizá los famosos vodkas con Martini
que tanto le gusta beber sean para acallar los gritos de los hombres que ha
matado en el pasado… Puede que sea poco, pero proporciona a Goldeneye cierta personalidad en el
conjunto de la serie. Y también puede que sea casualidad, pero el hecho de que
este film esté firmado por Martin Campbell, quien asimismo se encuentra tras
las cámaras de la película de la serie que se lanzaría a fondo a bucear en el
lado oscuro del personaje, 007: Casino
Royale, permite aseverar que podría ser considerado, dentro de los márgenes
de producción preestablecidos de la saga, y a falta de ver Sin tiempo para
morir (No Time To Die, 2021, Cary Joji Fukunaga) en el momento de escribir estas
líneas, el realizador que hasta la fecha ha llevado a cabo los mayores
esfuerzos de cara a la renovación del personaje creado por Ian Fleming.
Vaya,por fin alguien que también piensa que Muere otro día es el mejor Bond de Brosnan.
ResponderEliminarCuídese Sr Fernández Valentí, estos textos ayudan a pasar el tiempo en momentos así.
Hola Tomás,
ResponderEliminarMuy buena nota. GoldenEye es sin duda alguna una película de Bond que merece un detallado análisis y creo que en más de una ocasión se la menosprecia injustamente. Es de las más queridas, pero muchos cinéfilos la toman como superficial cuando es uno de los films más ricos de la saga desde el aspecto visual y narrativo, y de todos los personajes se puede decir algo porque tienen mucho valor en la trama.
Te invito a leer mi libro, "El Mundo de GoldenEye" en Amazon.
Saludos,
Nicolás