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sábado, 31 de agosto de 2019

“DIRIGIDO POR…”, SEPTIEMBRE 2019, a la venta




La primera entrega de un dossier en dos partes dedicado a la figura y la obra de Elia Kazan es el principal tema de portada del n.º 502 de Dirigido por…


La primera parte de dicho dossier se compone de los siguientes artículos: Notas dispersas sobre Elia Kazan (Valerio Carando), Kazan, el delator (Rafel Miret), Kazan y el teatro (escrito por un servidor), Inquietudes sociales en el cine de Elia Kazan (Juan Carlos Vizcaíno Martínez), Dos muestras de cine criminal (Quim Casas), A la sombra de Tennessee Williams (también escrito por mí) y Elia Kazan y John Steinbeck (Héctor G. Barnés).


También se destacan en portada las extensas reseñas dedicadas a Ad Astra (ídem, 2019, James Gray) [Diego Salgado]; Quien a hierro mata (2019), que se complementa con una entrevista con su director, Paco Plaza (ambos, crítica y entrevista, a cargo de Tonio L. Alarcón); El hotel a orillas del río (Gangbyeon hotel, 2018, Hong Sang-soo) [Quim Casas]; y Los años más bellos de una vida (Les plus belles années d’une vie, 2019, Claude Lelouch) [Israel Paredes Badía]. Y, dentro de la sección Streaming / TV, los comentarios de los últimos trabajos de Nicolas Winding Refn –Demasiado viejo para morir joven (Too Old to Die Young, 2019) [Quim Casas]– y Peter Jackson –Ellos no envejecerán (They Shall Not Grow Old, 2018) [que también firmo yo]–, y la serie Stranger Things 3 (ídem, 2019) [asimismo escrito por mí].


El número se completa con otras extensas reseñas, las dedicadas a La casa de verano (Les estivants, 2018, Valeria Bruni Tedeschi) [Israel Paredes Badía], Infierno bajo el agua (Crawl, 2019, Alexandre Aja) [que he escrito yo], La virgen de agosto (Jonás Trueba, 2019) [Emilio M. Luna], Varda por Agnès (Varda par Agnès, 2019, Agnès Varda y Didier Rouget) [Ramón Alfonso] y Midsommar (ídem, 2019, Ari Aster) [Diego Salgado]. La sección In Memoriam, con textos dedicados a Jean-Pierre Mocky y D.A. Pannabaker (ambos a cargo de Ramón Alfonso). Críticas, con reseñas de otros estrenos. El artículo Livret de familia. El cine de Pierre Clémenti (Ramón Alfonso). La sección Opinión, donde hablo de “El triunfo del súper-relato”. La sección Streaming / TV, donde, además de los títulos ya mencionados, se habla de Euphoria T.1 (Nicolás Ruiz), Years and Years (Joaquín Torán), Dejad que los cadáveres se bronceen (Laisser bronzer les cadavres, 2017, Hélène Cattet y Bruno Forzani) [Nicolás Ruiz], El cuento de la criada T.3 (Joaquín Torán), Rescate en el Mar Rojo (The Red Sea Diving Resort/ Operation Brothers, 2019, Gideon Raff) [Emilio M. Luna], El pionero (Roberto Morato), Deadwood: La película (Quim Casas), State of the Union (ídem, 2019, Stephen Frears) [Joaquín Torán], El caso Alcàsser (sobre la que escribe un servidor), La sumisa (Krotkaya, 2017, Sergey Loznitsa) [Israel Paredes Badía] y Strings (ídem, 2004, Anders Ronnow Klarlund) [Joaquín Torán]. La sección Flashback, dedicada a la edición en Blu-ray del clásico de Federico Fellini Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957) [Juan Carlos Vizcaíno Martínez]. La sección Home Cinema, con comentarios de novedades en formato físico a cargo de Ramón Alfonso y un servidor. La sección Libros, con comentarios de novedades editoriales escritos por Quim Casas, Israel Paredes Badía y Óscar Brox. La sección Banda Sonora, de Joan Padrol. Y la sección En busca del cine perdido, dedicada este mes a Surrender (Allan Dwan, 1950) [Joaquín Vallet Rodrigo].


Este mes, mi contribución a Dirigido por… consiste en un pequeño artículo para el dossier Elia Kazan, Kazan y el teatro, y otro, más extenso, A la sombra de Tennessee Williams, donde hablo de Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire, 1951) y Baby Doll (ídem, 1956).


Para la sección de Opinión, abordo una cuestión de la que en alguna que otra ocasión ya he hablado en este mismo blog: “El triunfo del súper-relato”.


También firmo la reseña destacada de Infierno bajo el agua, de Alexandre Aja, y, para la sección Críticas, los comentarios de Spider-Man: Lejos de casa (Spider-Man: Far from Home, 2019, Jon Watts), Fast & Furious: Hobbs & Shaw (Fast & Furious Presents: Hobbs & Shaw, 2019, David Leitch) y A 47 metros 2 (47 Meters Down: Uncaged, 2019, Johannes Roberts).


Para la sección Streaming / TV, los comentarios de la tercera temporada de Stranger Things, Ellos no envejecerán, de Peter Jackson, y El caso Alcàsser, de Elías León (Elías León Siminiani), si no la mejor producción española de 2019, sin duda una de las mejores.


Y, para la sección Home Cinema, el comentario de Brother (ídem, 2000), de y con Takeshi Kitano y, también sin dudarlo, uno de sus mejores trabajos tras las cámaras.


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sábado, 24 de agosto de 2019

“IMÁGENES DE ACTUALIDAD” SEPTIEMBRE 2019, a la venta




La monumental secuela de cerca de tres horas de duración It: Capítulo 2 (It Chapter Two, 2019) es la película de portada del n.º 404 de Imágenes de Actualidad. El extenso reportaje de este film se complementa con una entrevista con su realizador, Andy Muschietti, y con el artículo El niño que era Stephen King, sobre el tratamiento de la infancia en la obra de este célebre escritor.


Otros títulos del mes destacados en portada son: Ad Astra (ídem, 2019, James Gray); Anna (ídem, 2019, Luc Besson), que se complementa con el artículo EuropaCorp. El “blockbuster” de la vieja Europa; Downton Abbey (ídem, 2019, Michael Engler); Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019); y Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold, 2019, James Bobin), que se complementa con el retrato de su protagonista, Isabela Moner; los avances de Mulan (ídem, 2020, Nikki Caro), Puñales por la espalda (Knives Out, 2019, Rian Johnson) y The King’s Man: La primera misión (The King’s Man, 2020, Matthew Vaughn); el reportaje sobre la Comic Con 2019; y, en la sección Televisión, los de las series En el corredor de la muerte, Criminal y Élite T.2.


Este número también incluye reportajes dedicados a: Objetivo: Washington D.C. (Angel Has Fallen, 2019, Ric Roman Waugh), Stuber Express (Stuber, 2019, Michael Dowse), A dos metros de ti (Five Feet Apart, 2019, Justin Baldoni), En mil pedazos (A Million Little Pieces, 2018, Sam Taylor-Johnson), y Hotel Bombay (Hotel Mumbai, 2018, Anthony Maras); el reportaje especial La guerra de los juguetes; y las secciones Porque lo digo yo, de Josep Parera; Stars; ¿Sabías que…?, del profesor Moriarty; Zona sin Límites, de Ángel Sala; Diccionario Fantástico, del Dr. Cyclops; Críticas; Libros, de Óscar Brox y Tonio L. Alarcón; y BSO y DVD & Blu-ray, de Miguel Fernando Ruiz de Villalobos.


Prometo que, como consecuencia de una lamentable casualidad, este mes coincide en la sección Cult Movie la conmemoración del 50 aniversario del estreno de una película con el imprevisto homenaje póstumo a uno de sus protagonistas, recientemente fallecido: Peter Fonda. Me estoy refiriendo, claro está, a Easy Rider (Buscando mi destino) (Easy Rider, 1969), de y con Dennis Hopper: “En cierto sentido, en “Easy Rider” hay dos películas en una. La primera, lo que el film en sí mismo considerado es. La segunda, aquello en lo que se ha convertido con el paso del tiempo: una reliquia de una época no ya del cine sino de un pedazo de la historia de los Estados Unidos, una película repleta de valores coyunturales al margen de lo cinematográfico, más allá de las referencias a una estética, a una manera de entender el cine, que a día de hoy resulta prácticamente inexistente. Como reflejo de un tiempo y un lugar, “Easy Rider” tiene un valor indiscutible; no por casualidad, desde 1998, se encuentra protegida por el Registro Nacional de Films de la Bibiloteca del Congreso de los EE.UU. para películas «cultural, histórica o estéticamente significativas»”.


También firmo un par de críticas: las dedicadas a El rey león (The Lion King, 2019, Jon Favreau) y Venganza bajo cero (Cold Pursuit, 2019, Hans Petter Moland).


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martes, 6 de agosto de 2019

¡Liberad a Woody!: “TOY STORY 4”, de JOSH COOLEY



[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Antes de ver Toy Story 4 (ídem, 2019, Josh Cooley), resultaba lógico pensar que una cuarta entrega difícilmente podría no ya superar sino tan siquiera igualar los grandes logros de la franquicia animada de Disney/ Pixar inaugurada por Toy Story (ídem, 1995, John Lasseter) y brillantemente proseguida en Toy Story 2 (ídem, 1999, Lasseter, Ash Brannon y Lee Unkrich) y Toy Story 3 (ídem, 2010, Unkrich). La sorpresa, en este sentido, es total y absoluta: a riesgo de equivocarme (hace tiempo que no he vuelto a ver ninguna de las tres películas anteriores, con lo que no guardo un recuerdo fresco de las mismas), Toy Story 4 no solo está a la altura de los títulos de la serie que la preceden, sino que incluso me atrevería a decir que los supera.


Como ya tuve ocasión de escribir en su momento desde las páginas de Dirigido por… con motivo del estreno de Toy Story 3, una de las mejores cosas que logró Pixar con el primer Toy Story fue devolverle no ya al cine de animación en particular, sino al cine en general, una vivificante sensación de descubrimiento como en contadas ocasiones ha vuelto a verse desde entonces. Lo meritorio de Toy Story no residía en su infantil trama argumental (dicho sea sin intención peyorativa), ni siquiera en el vigoroso tratamiento narrativo de la misma (el cual, dicho también de paso, no tenía nada de infantil), sino sobre todo en su demostración de una nueva tecnología de la imagen que se enseñaba sin gratuitos exhibicionismos, dado que se encontraba plenamente integrada dentro de las necesidades dramáticas de la trama (y vuelvo a subrayar que, por más que temáticamente pueda ser o considerarse infantil, una trama siempre tiene necesidades dramáticas, las cuales nada tienen que ver con «el tema» y sí mucho, en cambio, con una labor de tratamiento y desarrollo plenamente adultos enfocada hacia esa nebulosa parcela de la creatividad humana conocida como “arte”). Dicho de una manera sencilla, y a riesgo de incurrir en el tic del relato de “batallitas” personales, la primera vez que vi Toy Story pensé que era una película que, con independencia de que gustara o no, sin duda alguna ofrecía una nueva perspectiva del espectáculo cinematográfico como no se había visto antes, salvo en esporádicas tentativas previas y parciales. Lo cierto es que el film en cuestión no solo convenció, sino que además gustó, y mucho, dando el pistoletazo de salida al actual imperio Pixar.     
  

Vaya por delante asimismo que, tal y como tuve ocasión de comentar en Dirigido por… con motivo de sus respectivos estrenos, tanto Toy Story como Toy Story 2 son excelentes películas..., con independencia de sus nada disimulados discursos conservadores sobre el conformismo (el descubrimiento, a la fuerza, que en Toy Story llevaba a cabo el juguete cosmonauta Buzz Lightyear de su mera condición de... juguete) y la resignación (el proceso emocional que, en Toy Story 2, llevaba al equipo de juguetes a aceptar que, a medida que fuera haciéndose mayor, “su niño” Andy iría arrinconándoles en beneficio de otros juegos/ juguetes más acordes con su edad). En este sentido, Toy Story 3 daba un paso más allá en este discurso, con los juguetes protagonistas viéndose ante la encrucijada de ir a parar o bien al desván (equivalente, para ellos, a la “jubilación”), o en el peor de los casos a una bolsa de basura (“la muerte”), a partir del momento en que «su» Andy se ha convertido en un preuniversitario que, según la convención social establecida, ya no quiere/ no puede/ no debe jugar con cosas-de-niños. La diferencia con respecto a sus predecesoras consistía en que el destino de los juguetes, en un giro final tan artero como ingeniosamente resuelto, se resolvía con un cierre circular de la trilogía dejándola astutamente como estaba al principio, con los juguetes convertidos en los nuevos amigos-para-siempre de una niña pequeña que volcará en ellos su amor ingenuo y su imaginación (repitámoslo de nuevo) infantil.


Toy Story 4 arranca donde concluyó la anterior entrega, con Woody, Buzz y sus amigos siendo los juguetes favoritos de aquella niña, Bonnie. Tras dos brillantes secuencias, los flashback del rescate de un coche de juguete que está a punto de ser arrastrado por un torrente hacia el alcantarillado, y otro en que, a base de imágenes y música, encadena en un solo plano el paso del tiempo mientras Andy juega con esos juguetes, la acción no tarda en ofrecer un par de giros excelentemente planteados y resueltos: la nueva dueña de los juguetes, Bonnie, ya no tiene a Woody entre sus preferidos, sino a su versión femenina, Dolly, la cowgirl que conocimos en Toy Story 2 (a la que, incluso, le coloca la estrella de sheriff de Woody), lo cual provoca en el cowboy la sensación de que su final como juguete, almacenado en el desván, recordemos, está cerca… Para más inri, en su primer día en la escuela primaria, Bonnie construye con un tenedor de plástico, cordel, plastilina y un palito de madera su propio juguete, al que bautiza como Forky, y que se convierte de inmediato en su favorito: otro golpe para la autoestima de Woody. En su crítica publicada en el pasado número de Dirigido por… (1), Quim Casas titulaba su crítica de Toy Story 4 “La emancipación de los juguetes”. Es una definición muy precisa del substrato de esta nueva entrega: contrariamente a lo que defiende Woody, que se ha tomado como una cuestión de honor la felicidad de Bonnie porque, asegura, esa es la sagrada misión de todo juguete, hacer feliz a “su” niño o niña, Toy Story 4 da un paso más allá respecto a los tres films que lo preceden, mostrando minuciosamente el proceso que lleva a Woody a dar un giro a su existencia como juguete y abrazar algo que hasta ahora desconocía: la libertad. Proceso que vendrá marcado por la presencia de dos fuertes personajes femeninos: por un lado, Bo Peep, la pastora de porcelana de una lámpara infantil que, un buen día, decidió escaparse junto con sus tres ovejas (y, de paso, rompiéndole el corazón a Woody), para vivir en libertad; y, por otro, Gabby Gabby, una muñeca que vive en una tienda de antigüedades y que sueña, por el contrario, con realizarse como juguete, consiguiendo por primera vez aquello de lo cual Woody y sus colegas han disfrutado siempre: la satisfacción, como juguetes, de hacer feliz a un infante.


Si el guion, escrito por Andrew Stanton y Stephany Folsom a partir de un argumento elaborado por ambos junto con John Lasseter, Valerie LaPointe, Rashida Jones, Will McCormack, Maritn Hynes y el realizador Josh Cooley, solo pueda calificarse como de magnífico, no lo es menos su puesta en imágenes. Si cabe, como decía al principio de estas líneas, Toy Story 4 hace gala de una inventiva que la erige en uno de los mejores trabajos de los Pixar Animation Studios de estos últimos años. Los nuevos personajes funcionan excelentemente: desde el rudimentario Forky, con su recurrente obsesión –la antítesis de los juguetes– de arrojarse a la basura, porque está convencido de que ese es su destino, hasta la decidida Bo Peep, convencida de que solo ella puede decidir sobre su propia vida, pasando por Gabby Gabby y el pequeño imperio de terror que ha erigido en la tienda de antigüedades gracias a un ejército de inquietantes muñecos de ventrílocuo a sus órdenes, la antipática pareja de peluches Ducky y Bunny, que maldicen el hecho de estar siempre cogidos/ cosidos de/ por la mano pero que a la hora de la verdad son incapaces de vivir separados el uno del otro, o el frustrado motorista Duke Caboom, que tan solo vive para cumplir con su sino, esto es, ejecutar con su motocicleta el salto mortal perfecto. ¡Toy Story 4 es un drama del destino!


Más allá, asimismo, del envidiable nivel de perfección técnica de la animación, Toy Story 4 avanza y crece a cada instante gracias a la modélica construcción de todas y cada una de sus secuencias. Ya hemos mencionado algunas: el rescate del coche de juguete; el juego del pequeño Andy en un único plano que marca el paso del tiempo; la espléndida en la que Woody se esconde dentro de la mochila de la niña para acompañarla en su primer día de escuela; los “intentos de suicidio” de Forky cada vez que ve un cubo de basura o una papelera rebosante de desperdicios… A todo ello habría que añadir las extraordinarias secuencias en la mencionada tienda de antigüedades –espléndida la inclusión del detalle del vinilo donde suena Midnight, the Stars and You (1934), que era la misma canción que sonaba al final de El resplandor (The Shining, 1980, Stanley Kubrick): un guiño divertido y a la vez inteligente–, así como en la feria, cuya descripción desbordaría las intenciones de estas líneas. Toy Story 4 es una obra maestra del cine, no solo el de animación, y la enésima demostración de que este género sigue acumulando los mayores niveles de inventiva en la actualidad.

(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2019/07/dirigido-por-julio-agosto-2019-la-venta.html