[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE
ESTE FILM.] En la primera secuencia de esta nueva versión de Carrie (ídem, 2013), asistimos a una
escena inédita tanto en la versión homónima de Brian De Palma de 1976 como, si
no me equivoco, en la asimismo homónima novela de Stephen King (insisto, puedo
estar equivocado: hará como treinta años que la leí). Me refiero al momento en
que Margaret White (Julianne Moore) da a luz a su hija. La secuencia está
construida con malicia: mientras se van insertando en montaje paralelo los
primeros títulos de crédito, vemos en primer lugar el plano general de una
casa; sobre esta imagen, oímos en off
el grito de una mujer; en los siguientes planos, la cámara penetra en el
interior de la vivienda y se dirige, haciendo cortos travellings, hacia el lugar de origen de los gritos y gemidos de
dolor femeninos, mientras vemos en los escalones que conducen hacia ese lugar,
en el piso superior, vestigios tales como un ejemplar de la Biblia abierto y sobre un
charco de algo que parece agua (en realidad, líquido amniótico), y cómo ese
rastro acuático se va mezclando con gotas de sangre. Llegamos así al dormitorio
de Margaret: la mujer está tumbada en la cama, retorciéndose dolorida como
consecuencia de algo que ella no parece comprender pero el espectador ya ha
deducido: un parto. En un momento dado, la cámara se coloca en picado sobre la
parturienta, la cual ha implorado a la Virgen
María que la ayude en lo que ella cree que es la hora de su
muerte; la imagen en picado se centra en un plano medio/casi primer plano de
Margaret; de repente, hay un momento de quietud, y la cámara desciende sobre la
mujer, corrigiendo el ángulo en picado hasta colocarse en posición horizontal.
No tardaremos en ver cómo entre las piernas de Margaret asomará un bebé, que la
mujer “descubre” lentamente levantando su falda como si no supiera qué le está
pasando (en realidad no lo sabe, como más tarde averiguaremos; para ella, lo
que “crecía” en su vientre, dirá, era “un
tumor…”). El descenso de la cámara parece sugerir, por tanto, una especie
de “descenso” a la realidad, valga la redundancia, por parte de una mujer
enajenada que cree estar en un plano “superior” de espiritualidad como
consecuencia de su fanático sentimiento religioso.
Más avanzada la
proyección hay un plano con grúa que tiene un sentido bastante parecido. Tiene
lugar en la secuencia en la cual la profesora de gimnasia del instituto, la
señorita Desjardin (Judy Greer), castiga a las condiscípulas de Carrie (Chloë
Grace Moretz) por haberse burlado cruelmente de ella en las duchas,
obligándolas a llevar a cabo una serie de duros ejercicios gimnásticos, so pena
de ser expulsadas de la escuela y perderse, con ello, la esperada fiesta de
graduación que está a un mes de celebrarse. La principal responsable de las
burlas contra Carrie, la engreída Chris (Portia Doubleday), se niega a aceptar
ese castigo, y en consecuencia, la señorita Desjardin la echa del grupo de
gimnasia, y por ende, de la escuela. Hacia el final de esta secuencia, la
cámara traza un movimiento de grúa de arriba abajo, como sugiriendo que la
posición de “superioridad” de Chris, presentada como “la líder” del grupo de
chicas de su edad de la escuela, se ha venido literalmente abajo: que la
maleducada Chris acaba asimismo de “descender a la realidad”. Lo que se
desprende tanto de la secuencia comentada en primer lugar como de esta es algo
que define muy bien el tono de esta nueva versión de Carrie: su continuo vaivén entre lo fantástico y lo realista, de
tal manera que nos hallamos ante una adaptación que respeta notablemente el
trasfondo melodramático del original de Stephen King, con vistas a alejarse en
la medida de lo posible del tono grandguiñolesco
de la versión de De Palma. Evidentemente que puede preferirse esta última por
lo que tenía de “sinfonía del horror”: al autor de Vestida para matar (Dressed to Kill, 1980), que es homenajeado en
la escena en la que vemos a Carrie duchándose antes de empezar a menstruar (la
planificación recuerda tanto a la de Vestida
para matar como a la del primer Carrie)
nunca le ha interesado la trascendencia; y está muy claro, asimismo, que el
libro de King le atraía en la medida que podía extraer del mismo material para ese
grand guiñol. Por el contrario, creo
que la realizadora Kimberly Peirce ha llevado a cabo un notable esfuerzo por
regresar a la novela de King y volver a ponerla en imágenes de una manera que
no se parece a la de De Palma, o al menos no se parece en exceso, aun
explicando en esencia la misma trama.
La principal
diferencia entre Carrie-1976 y Carrie-2013 es, por tanto, de tono. Si
en la versión de De Palma la protagonista (Sissy Spacek) era una especie de patético
monstruo sin conciencia de serlo, una criatura deformada por la nociva
influencia fanática y reaccionaria de la madre (Piper Laurie) con la que
siempre ha convivido y bajo cuya égida ha crecido en soledad y aislamiento, la Carrie de la versión de
Peirce es una adolescente condicionada y atemorizada tanto por la “mala
educación” que le ha dado su demente madre como por el hecho de sentirse
despreciada por las constantes burlas de sus compañeros de escuela; es
inevitable, signo de los tiempos, que los tormentos de la Carrie de 2013 estén dibujados
a la sombra del estigma social de lo que se conoce como bullying o “acoso escolar”, y que se incluyan detalles
modernizadores de la trama original como el empleo de la filmación con teléfono
móvil de la humillación de Carrie en las duchas y la posterior difusión pública
del vídeo vía Internet. Pero nada de todo eso molesta, e incluso resulta lógico
y necesario, porque no interfiere en la esencia del relato: la presentación de
una Carrie más decidida y consciente de su situación que la de la versión de
1976 e incluso puede que la de la novela de King. Una Carrie que vive un doble
proceso de conciencia de su propia sexualidad y de los poderes telekinéticos
que posee. No me parece casual en este sentido, y lo considero uno de los
aciertos de esta nueva versión, que desde el primer momento se establezca una
relación entre el despertar a la sexualidad de la protagonista y el “despertar”
de sus poderes mentales, más directa todavía que en la lectura de De Palma e
incluso que en el libro. De hecho, esta versión añade con respecto a sus
precedentes otra secuencia que me parece significativa: aquélla en la que vemos
a la protagonista y sus compañeras de clase jugar un partido de voleibol en la
piscina del instituto; en la misma, hay un plano submarino que efectúa una
panorámica voyeurística por las
piernas desnudas de las chicas hasta detenerse en las de Carrie, en un rincón
de la piscina e incapaz de participar en el juego. Puede entenderse como un
apunte sobre el posible lesbianismo reprimido de la protagonista, lo cual no
solo sería una explicación plausible para una parte de su conducta sino que
tampoco resultaría de extrañar viniendo este film firmado por la misma
realizadora de Boys Don’t Cry (ídem,
1999), su estimable melodrama sobre la discriminación y la identidad sexual
(además, cabe anotar la existencia de Naissance
des pieuvres (2007), una producción francesa escrita y dirigida por Céline
Sciamma cuya acción gira alrededor de una piscina parisina que sirve como telón
de fondo a la historia de la atracción lésbica de una adolescente por otra). No
obstante, me inclino a pensar que dicho plano es más bien un apunte del pronto
descubrimiento de la sensualidad por parte de la protagonista o, como hubiese escrito
tiempo atrás el colega Antonio Weinrichter, su genitalidad.
Ese
descubrimiento se produce en la escena de las duchas, y como decía, va
acompañado de las primeras manifestaciones de los poderes telekinéticos de
Carrie: cuando la joven está en el suelo, mientras las demás chicas le van
arrojando tampones, vemos subrepticiamente cómo los aparta mentalmente de su cuerpo; poco después de la llegada de la señorita
Desjardin, Carrie provoca involuntariamente el chispazo de un fluorescente. Ese
vínculo entre el nacimiento simultáneo de su sexualidad y sus poderes está
mostrado maliciosamente en escenas como, por ejemplo, aquélla en la que Carrie
se entusiasma viendo un vídeo por Internet en el cual aparece filmada una
actividad telekinésica (en un gesto que se corresponde, irónicamente, con el de
tantos y tantos adolescentes que lo que suelen ver en Internet son vídeos
pornográficos); o esa otra en la que, en la soledad de su dormitorio, Carrie
pone a prueba sus poderes levantando mentalmente diversos libros e incluso su
propia cama: su demente madre oye ruidos y sube corriendo, castrador cuchillo
de cocina en mano, a ver qué ocurre, pero antes Carrie ha tenido tiempo de
detenerse y apagar la luz, fingiendo que está dormida (situación que se
corresponde, asimismo, con la de los adolescentes que son sorprendidos por sus
padres mientras se masturban en sus camas). A la inversa, resulta destacable
que el personaje de la madre de Carrie manifieste su agresividad y lo peor de
su locura usando en ocasiones una violencia física que también tiene
connotaciones sexuales, sobre todo en lo que se refiere, claro está, al empleo
de armas fálicas: las enormes tijeras con las cuales, en la primera secuencia,
tiene la tentación de acabar con la recién nacida Carrie; el momento en que se
hiere en un muslo mientras le entrega a una clienta el “obsceno” vestido de
noche que acaba de coserle; la pelea final de Margaret contra la para ella
“endemoniada” Carrie, de nuevo llena de apuntes maliciosos: madre e hija van en
camisón y pijama, es decir, con ropa para meterse en la cama, y la primera
intentará asesinar a la segunda “penetrándola” con un cuchillo… No hay que
olvidar que la razón oculta de la hostilidad de Margaret hacia el
descubrimiento de la genitalidad que está llevando a cabo su hija reside en el
hecho, confesado por ella misma, de que disfrutó
con el pecado gracias al cual Carrie fue concebida, y lo que no puede soportar
es la idea de ver a su hija disfrutando
(¿acaso no es esto último, en esencia, la base de todo fanatismo religioso: la
idea, insoportable para el fanático, de que el “pecador” goce con la práctica
de lo que aquél considera “el mal”?).
Nótese que vengo hablando de esta película refiriéndome a ella como
“nueva versión” y no como “remake”.
Creo que el gran mérito de Carrie-2013
consiste por tanto en su interés como nuevo planteamiento de la historia urdida
por King, y haciéndolo sin apenas incurrir en una mera repetición mimética de
lo logrado por De Palma. Es evidente que hay secuencias sumamente parecidas,
pero no copiadas, algo perfectamente lógico si se está contando la misma
historia. Lo afirmado no significa, por descontado, que esta nueva versión no
carezca de defectos: más allá del hecho de que Chloë Grace Moretz y Julianne
Moore acaso no consigan superar a Sissy Spacek y Piper Laurie, por más que el
trabajo de ambas resulte muy digno (Moretz logra transmitir la fragilidad de su
personaje, y Moore, parecer tan desagradable como requiere el suyo sin por ello
cargar las tintas), hay ciertas servidumbres al cine actual que estropean un
poco el atractivo del conjunto, tales como algunos gratuitos planos de
exhibición de los efectos visuales que no aportan nada (cf. la imagen al
ralentí del rostro de Chris atravesando el cristal del parabrisas); o la poco
convincente escena final en el cementerio, que intenta parecerse, sin ser
igual, a la de la versión de De Palma: ya que dicen que la versión de Peirce es
más fiel a la novela que la primera (opinión que no termino de compartir: por
lo que recuerdo de mi lejana lectura de libro, la de De Palma lo era mucho),
acaso hubiese sido más sugerente respetar la conclusión de la obra de King y
añadir el sugerente detalle de la embarazada Sue (Gabriella Wilde) menstruando
ante la tumba de Carrie. Mas todo ello es pecata
minuta teniendo en cuenta la solidez de un conjunto que, al igual de la
primera versión, juega convincentemente con ciertas convenciones visuales y
narrativas del cine para adolescentes made
in USA, pero ofreciendo a cambio un relato poco gratificante para el
público juvenil: la secuencia en la que la despechada Chris, su violento novio
Billy (Alex Russell) y un par de colegas entran de noche en una pocilga para
matar a un cerdo cuya sangre usarán para humillar a Carrie en la fiesta de
graduación hace gala de una inesperada crueldad.
Vaya, no esperaba que en esta nueva "Carrie" hubiera nada interesante. En el trailer me pareció una versión descafeinada de la película de De Palma. Puede que la chavalada disfrute con ella;sin embargo, al pensar en Carrie me viene a la cabeza la inquietante cara de Sissy Spacek con aquellos ojos muy abiertos,cubierta de sangre y las peroratas de su escalofriante madre. Aquí veo a una Moretz tal vez demasiado mona y a una Moore repitiendo por enésima vez su papel de sufridora. Intento poner de mi parte, pero no conecto con estas nuevas versiones de películas de las que guardo un grato recuerdo.Veo que "Desafío total" la convierten en una especie de videojuego de plataformas y me llevan los demonios. Y ahora, otro trabajo estupendo de Verhoeven, Robocop, que supo prever las consecuencias del capitalismo salvaje que ahora sufrimos, parece que van a convertirlo en otro videojuego sin sangre para todos los públicos:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=7HZPeSAPgBU
A veces pienso que me lo tomo demasiado en serio, solamente es cine. Pero anuncian un remake de "Poltergeist" y ya me cabreo de nuevo.