[NOTA PREVIA: Este artículo se publicó originalmente en noviembre de 2008 en mi anterior versión de este blog en Blogspot.es.] No descubro nada nuevo cuando explico que, en más de una ocasión, George Lucas ha afirmado que su famosa saga Star Wars es en realidad la historia de un personaje: Darth Vader, físicamente encarnado por el actor británico Dave Prowse pero cuya voz, en la versión original en inglés, correspondía al intérprete norteamericano James Earl Jones. Desde su irrupción en pantalla, en la primera secuencia de La guerra de las galaxias (Star Wars/ Star Wars: Episode IV. A New Hope, 1977), Darth Vader se convirtió en uno de los más llamativos villanos del cine de estas últimas décadas. Lucas no fue ajeno al impacto popular de este personaje, de ahí que centrara buena parte de la acción de las dos siguientes entregas de la serie, El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back/ Star Wars: Episode V. The Empire Strikes Back, 1980, Irvin Kershner) y El retorno del Jedi (Return of the Jedi/ Star Wars: Episode VI. Return of the Jedi, 1983, Richard Marquand), en su proceso de redención, descubriéndonos, primero, que Vader había sido un antiguo y brillante exalumno Jedi de Obi-Wan Kenobi (Alec Guinness) y que, sorpresa, además era nada menos que el padre de Luke Skywalker (Mark Hamill), el héroe principal de la primera trilogía; para acabar mostrándonos su redención final, a costa de su propia vida, para salvar a su hijo del ataque mortal del Emperador galáctico (Ian McDiarmind). A mayor ahondamiento, Lucas concibió la primera trilogía, situada cronológicamente antes de la ya existente cuyos tres episodios dirigió personalmente, y con irregular fortuna, para mostrarnos la evolución que convertía al joven e impulsivo caballero Jedi Anakin Skywalker en Darth Vader, primero mostrándolo como un niño bajos los rasgos del actor infantil Jake Lloyd en Star Wars: Episodio I. La amenaza fantasma (Star Wars: Episode I. The Phantom Menace, 1999), y luego, más maduro, bajo los de Hayden Christensen, en Star Wars: Episodio II. El ataque de los clones (Star Wars: Episode II. Attack of the Clones, 2002) y Star Wars: Episodio III. La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III. Revenge of the Sith, 2005).
John Williams, es bien sabido, tuvo a su cargo la composición del comentario musical de toda la saga, en una labor no solo popularísima, que le encumbró entre los más famosos compositores de bandas sonoras para el cine de estos últimos años, sino también muy brillante. Si bien sus partituras para la saga galáctica escrita, producida y parcialmente dirigida por George Lucas en ocasiones han sido objeto de severas críticas por el presunto carácter rimbombante de las mismas, me temo que, como casi siempre, lo que ocurre es que los árboles no dejan ver (en este caso, oír) el bosque; porque, dejando a un lado el carácter épico y tono sinfónico de sus partituras, lo cierto es que también hay en ellas inteligentes comentarios musicales en torno a los personajes que bien merecen una consideración. En concreto, hay una serie de temas en al menos cinco de los seis episodios de la serie centrados en Darth Vader que demuestran hasta qué punto Williams es, también, un músico que sabe expresar ideas y pensamientos de los personajes y que no es, como suele decirse, bastante estúpidamente, un mero “compositor de fanfarrias”, buena prueba por parte de quienes afirman eso de que no conocen la carrera de Williams ni la variedad de composiciones y estilos que ha llegado a desarrollar (cf. Missouri/ The Missouri Breaks, 1976, Arthur Penn, una partitura interpretada en su integridad por… ¡una harmónica!).
Para El Imperio contraataca, Williams recuperó los principales temas musicales de La guerra de las galaxias y compuso uno nuevo y muy llamativo que, cuando suena por primera vez en la película, se relaciona inmediatamente con el personaje de Vader. Me refiero a la “marcha imperial”, de corte marcial, que se oye en la secuencia en la que vemos, dentro del primer tercio del film, una inmensa flota de naves imperiales que pretende destruir el bastión rebelde en el planeta Hoth; en esta misma secuencia, el tema marcial del Imperio suena asimismo sobre la imagen de presentación de Vader, un primer plano del casco del personaje, vuelto de espaldas a la cámara y mirando por un ventanal una hermosa constelación estelar, que le confiere una aureola siniestra y casi demiúrgica, como si fuese una especie de divinidad que parece dominar el espacio sideral que está contemplando.
Casi huelga decir que los mejores momentos de El retorno del Jedi son los relativos al enfrentamiento paterno-filial (o edípico, como se dijo en su día) entre Darth Vader y Luke Skywalker. Para ilustrar esta segunda gran pelea con espadas láser entre ambos personajes (la primera, recordemos, tuvo lugar en el memorable clímax de El Imperio contraataca), Williams recurre a unos tenebrosos coros mediante los que expresa el carácter trágico que subyace en el enfrentamiento: un combate a muerte entre padre e hijo; un padre que debe matar a su hijo por fidelidad a su Emperador; un hijo que debe matar a su padre para sobrevivir y, también, por fidelidad a la causa de los rebeldes; un hijo que sabe que, si mata a su padre, se convertirá, como él, en un nuevo caballero oscuro (ya saben: el famoso Lado Oscuro de la Fuerza), y que, si no lo mata, morirán sus amigos... La sutilidad musical de Williams reaparece en todo su esplendor, y al mismo tiempo de una manera tan íntima y delicada que casi no se percibe, al final de ese enfrentamiento: muerto ya el Emperador, arrojado por Vader a un inmenso pozo, y con el propio Vader agonizando como consecuencia de las descargas mortales que han destrozado su cuerpo, el villano redimido fallece en brazos de su hijo Luke, no sin antes revelarle el deformado pero verdadero rostro humano, el de Anakin Skywalker (con los rasgos del actor Sebastian Shaw), que se esconde bajo su casco; entonces, coincidiendo con el fin de Vader-Anakin, Williams introduce suavemente las notas principales de la marcha marcial de El Imperio contraataca, las cuales van disminuyendo su sonoridad hasta extinguirse por completo; dicho de otro modo, muere el personaje y al mismo tiempo muere “su música” y todo lo que la misma simbolizaba.
Con el inicio de la nueva trilogía, John Williams no se descuidó a la hora de añadir nuevos matices al comentario musical del personaje de Anakin Skywalker, cuyo proceso de transformación en el malvado Darth Vader es el nudo de estas nuevas tres entregas. Así, en La amenaza fantasma, llama la atención la música de la secuencia de presentación del pequeño Anakin, justo en el momento en que es descubierto por la también joven reina Amidala (Natalie Portman) trabajando en un taller. El tema musical de Williams tiene una sonoridad melancólica y un tanto patética, hasta el punto de incluir, sutilmente, algunas notas del ya mencionado tema marcial de El Imperio contraataca, sugiriendo de este modo cuál va a ser el trágico destino de ese niño en apariencia inofensivo.
La melancolía es la nota predominante del excelente tema de amor que ilustra el romance juvenil entre Anakin y Amidala en un par de momentos clave de El ataque de los clones, al inicio de su atracción amorosa y justo al final, cuando contraen matrimonio en secreto, como sugiriendo de este modo que su relación no va a tener, ni mucho menos, un “final feliz”. Pocas veces un tema de amor para una película ha sonado tan triste y tan melodramático, y eso, sin duda alguna, es mérito exclusivo de Williams, no de Lucas, quien firma aquí la entrega más endeble de su saga galáctica.
Ya hemos mencionado la utilización que hace Williams de los coros en la escena de la pelea final entre Luke Skywalker y su padre en el clímax de El retorno del Jedi. Los coros, musicalmente vinculados de este modo a “las fuerzas del mal”, el Imperio galáctico y los caballeros Jedi corrompidos por el Lado Oscuro que están a su servicio, ya reaparecían en La amenaza fantasma, sobre todo en el espectacular tema musical con orquesta y coros que ilustraba musicalmente la pelea entre Qui-Gon Jinn (Liam Neeson) y su por aquel entonces discípulo Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor) contra el guerrero de los Sith Darth Maul (Ray Park). Pues bien, los coros reaparecen en todo su esplendor en el nuevo tema musical compuesto por Williams para La venganza de los Sith y, asimismo, asociado al destino de Anakin Skywalker, en particular durante su dramático duelo final contra su maestro Obi-Wan. Los coros de este fragmento musical sugieren de nuevo tragedia, patetismo, maledicencia, desesperación, a tono con la definitiva caída en el vacío, en el Lado Oscuro, del joven caballero Jedi destinado a convertirse en Darth Vader, un personaje maldito cuya redención, como ya hemos visto, tendrá que esperar muchos años.
Un genio, como Jerry Goldsmith.
ResponderEliminar