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sábado, 14 de agosto de 2021

Ser o no ser… “trekkie”: “STAR TREK (LA CONQUISTA DEL ESPACIO)”, de ROBERT WISE



Hay dos maneras de ver Star Trek (La conquista del espacio) (Star Trek, a.k.a. Star Trek: The Motion Picture, 1979) (puede haber muchas más, naturalmente). La primera consiste en su condición de película concebida y ejecutada para dar satisfacción al notable sector de aficionados a la serie de televisión Star Trek (idem, a.k.a. Star Trek: The Original Series, 1966-1969), popularmente conocidos como trekkies o trekkers, que veían por primera vez adaptado al cine su amado serial, que en España fue conocido, en sus primeras emisiones por TVE, como La conquista del espacio, de ahí el subtítulo, hoy prácticamente olvidado, que acompañaba al título de este film de Robert Wise cuando se estrenó en cines en nuestro país. Desde este punto de vista, es indiscutible que Star Trek (La conquista del espacio) –en adelante, Star Trek– se encuentra supeditada a lo desarrollado antes por la serie de televisión, de ahí que la trama esté planteada como una especie de secuela de aquélla: habían transcurrido diez años entre la emisión en los Estados Unidos de la última temporada de la serie y el estreno de la película, y el film recoge a los tres personajes principales del serial y sus respectivos intérpretes –el capitán Kirk, aquí almirante (William Shatner), el vulcaniano Sr. Spock (Leonard Nimoy) y el Dr. “Bones” (huesos) McCoy (DeForest Kelley)–, y hace otro tanto con los personajes/ intérpretes de reparto: el jefe de máquinas Scott (James Doohan), el oficial de armamento Chekov (Walter Koenig), la oficial de comunicaciones Uhura (Nichelle Nichols), el navegante Sulu (George Takei), la Dra. Chapel (Majel Barrett) y la técnico en teletransporte Rand (Grace Lee Whitney). Concretamente, Kirk comenta a Scott que lleva dos años y medio apartado del mando de una nave estelar.


Es muy posible que quien no estuviera o siga sin estar familiarizado con la franquicia Star Trek no terminara o no termine de comprender algunas cosas que se mencionan en la película de Wise. La primera aparición de Spock es en Vulcano, el planeta donde nació: el film sorprende al famoso vulcaniano luciendo ropas de su mundo y con el cabello largo, una imagen nada habitual en el personaje que connota que lleva tiempo alejado de la Flota Estelar y su disciplina de corte militar; Spock hace meditación a fin de alcanzar lo que los vulcanianos llaman el Kolinahr, la ausencia total de emociones, punto culminante de la educación para los implacablemente lógicos vulcanianos, como bien saben los seguidores de la serie. Precisamente uno de los puntos fuertes del guion de la película reside en la estupefacción inicial que provoca la excesiva frialdad de Spock ante sus viejos colegas del Enterprise cuando se presenta a bordo de la NCC-1701 Enterprise comandada por Kirk, que no es sino la misma nave estelar con la cual navegaba por el espacio junto con su tripulación en la serie de televisión: por más que en la serie Spock se mostraba distante en su trato con los demás, a tono con su lógica inquebrantable, en ocasiones cedía a las emociones humanas, fruto del hecho de ser hijo de padre vulcaniano y madre terrícola, asunto este que se exploraba particularmente en la película-precuela que realizaría J.J. Abrams en 2009 (1); quien desconozca este dato puede encontrar extraña o confusa la actitud de Spock en el film. También a quien no conozca o no recuerde la vieja serie pueda resultarle raro la habilidad que tienen los vulcanianos para dejar sin sentido a alguien mediante una suave presión en la base del cuello con un par de dedos, tal y como hace Spock con un miembro de la tripulación cuando roba una escafandra. La película también retoma uno de los detalles de guion habituales en la construcción de los episodios del serial catódico (en aquella época, todavía era catódico): las anotaciones de Kirk en el diario de a bordo, indicando la “fecha estelar” en las que se llevan a cabo, expresadas en muchas ocasiones en voz en off, tal y como se hace en un par de momentos del film.



Nada de lo mencionado es ni bueno ni malo en sí mismo considerado: a fin de cuentas, estamos hablando de una película que no es sino la adaptación (y continuación) de una serie de televisión, y el hecho de que haya que conocer siquiera mínimamente esta última para entender mejor determinados aspectos del film para el cine es, a estas alturas, un hecho normalizado en un momento como el actual, en el que el cine hecho para el cine y el cine hecho para la televisión son fenómenos condenados a entenderse, por más que no lo fueran en 1979 cuando se estrenó la película de Wise. Puede, por tanto, que el paso del tiempo haya otorgado a este film cierta pátina de obra pionera aun sin pretenderlo y ni tan siquiera planteárselo. Pero, dejando aparte estas cuestiones, lo cierto es que lo peor de Star Trek reside en su dependencia de la serie madre, y, sobre todo, que esa pleitesía se haga notar en exceso. Un ejemplo muy claro lo tenemos em la secuencia en la que Kirk y Scott sobrevuelan el embarcadero que orbita alrededor de la Tierra dentro del cual se encuentra, atracada y en fase de puesta a punto, la Enterprise: la secuencia, larguísima, busca emocionar al público trekkie mostrando con delectación encuadres desde todos los ángulos de la nave, a tono con la felicidad que experimenta en ese preciso instante Kirk, quien acaba de recuperar el mando de la nave; pero, más allá de los para la época excelentes efectos visuales –Douglas Trumbull, John Dykstra, Richard Yuricich–, y de la brillante partitura musical de Jerry Goldsmith, la secuencia es aburrida hasta decir basta.



He dicho al principio de estas líneas que hay dos maneras de aproximarse a esta película. Ya hemos visto la primera. La segunda consistiría en ver Star Trek olvidándose de su pertenencia/ sumisión a la franquicia creada por Gene Roddenberry y como lo que, en puridad de conceptos, es: un film de ciencia ficción. Por este lado, la película está repleta de apuntes interesantes, unos bien desarrollados y otros no tanto. Nos hallamos en el siglo XXIII. En la primera secuencia, una nube de dimensiones planetarias recorre el espacio llenando la pantalla. La nube es interceptada por tres naves pertenecientes a los klingon, villanos habituales de la serie de televisión antes de convertirse en aliados de la Flota Estelar a raíz de la posterior serie Star Trek: La próxima generación (Star Trek: The Next Generation, 1987-1994), pero tanto da si se conoce ese dato como si no, pues el mismo no altera el sentido de la secuencia: los klingon disparan misiles de fotón contra la nube, la cual los absorbe sin inmutarse y, a continuación, destruye las tres naves con suma facilidad. Recordemos que hablamos de un film realizado al albur del colosal triunfo de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977, George Lucas), momento en el cual todos los grandes estudios de Hollywood se lanzaron a producir sus propias space operas; de hecho, el plano en el que una nave klingon parece volar por encima de la cámara recuerda vagamente el célebre encuadre inicial del crucero imperial de la película de Lucas.



La mencionada nube, de la cual se sospecha que en su interior alberga una nave de colosales dimensiones, se dirige hacia la Tierra; por el camino, destruye una estación espacial, aniquilando a toda su tripulación. En tres días llegará a nuestro mundo. La misión de la Enterprise es interceptar dicha nube, averiguar sus intenciones y, si estas son dañinas, impedírselas. Llegados a este punto, señalar que en el guion de Star Trek participaron dos guionistas con un amplio currículo profesional en materia de ciencia ficción: Alan Dean Foster, autor del argumento, y Harold Livingston, firmante del guion definitivo (coescrito, según parece, junto con Gene Roddenberry); nada menos que Isaac Asimov figura como asesor técnico. Ello da como resultado una trama repleta de terminología astronómica y tecnológica bastante complicada para el profano –cf. la referencia a los agujeros de gusano, o agujeros negros; los viajes a la velocidad de la luz; la teletransportación–, y que desemboca en una inesperada digresión sobre la inteligencia artificial y el sentido filosófico de la existencia: la mente que se encuentra en el interior de la nube gigante responde al nombre de V’Ger, el cual resulta ser, como se desvela en las secuencias finales, nada menos que… ¡un satélite enviado por la NASA al espacio en el siglo XX!: el Voyager VI. Una humilde máquina terrestre de exploración que, perdida por el espacio, recaló en un planeta de máquinas vivientes, quienes la remodelaron y reprogramaron para que recorriera todo el universo y, una vez almacenada toda la información, regresara a la Tierra para transmitírsela a su Creador: el hombre. Pero la cosa va más allá: en su largo viaje de trescientos años por el cosmos, V’Ger, el Voyager VI, ha adquirido conciencia propia, convirtiéndose asimismo en un ser viviente, y se niega en el último momento a comunicar sus conocimientos al Creador…, porque desea dar un paso adelante en su evolución ¡uniéndose a él!



El hecho de que la nube se aproxime a la Tierra para “encontrar al Creador” (¡encontrar a Dios!), y al final resulte ser un antiguo satélite de la NASA que busca a quien le fabricó y le envió al espacio (es decir, al ser humano), plantea una curiosa paradoja que estrecha lazos con 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968, Stanley Kubrick), estrenada tan solo nueve años antes que Star Trek, en la que también se especulaba con la posibilidad de que la humanidad evolucionara hacia una forma superior de vida tan pronto como hubiese conseguido alcanzar el espacio: como comentara en su momento José Luis Guarner en una añeja reseña publicada en Fotogramas (cito de memoria), el clímax de Star Trek consiste en “una insólita cópula sideral” entre el comandante Decker (Stephen Collins), por la parte del Creador, y el androide creado por V’Ger que duplica exactamente a la teniente del planeta Delta Illia (Persis Khambatta), examante de Decker cuya vieja historia de amor con el primero constituye uno de los puntos dramáticos secundarios de la trama. No por casualidad, Spock afirma, sentencioso: “Hemos asistido a un parto”. Todo ello, unido a la estética inequívocamente “setentera” de la que hace gala el producto y a su escasa proliferación de escenas de acción, convierte a este primer Star Trek para la gran pantalla en una producción que, por más que fuera realizada aprovechando el filón abierto por La guerra de las galaxias, tiene muy poco que ver con esta última y sí, en cambio, con el estilo reflexivo y especulativo que caracterizó a buena parte del cine de ciencia ficción norteamericano de las décadas de los sesenta y setenta, del cual Star Trek, primero en la televisión y luego en el cine, fue una consecuencia directa.



Hay momentos en los cuales el trasfondo fanta-científico característico de este tipo de relatos funciona con eficacia: véase, por ejemplo, la escena –acaso la más inquietante de la función– en la que un hombre y una mujer son destrozados como consecuencia de un mal funcionamiento de la máquina de teletransportación, profiriendo horribles alaridos de dolor distorsionados antes de morir; o cuando la Enterprise es atrapada accidentalmente por la tracción de un agujero negro, lo cual da pie a una rara secuencia con la imagen y el sonido distorsionados, a tono con la alteración de las reglas espaciotemporales que están sufriendo la nave y sus ocupantes; o, más adelante, cuando V’Ger introduce una “sonda”, la cual consiste en una especie de potente columna de luz chisporroteante que recorre el puente de mando de la Enterprise y termina desintegrando a la teniente Illia, en una secuencia que destaca por el “quemado” tratamiento fotográfico de la misma; y la secuencia en la que la Enterprise se introduce, temerariamente, dentro de la nube y navega lentamente hasta alcanzar la nave que la genera situada en su centro, casi tan excesivamente larga como la ya mencionada de la presentación de la Enterprise en el embarcadero, pero que al menos hace gala de una atmósfera entre misteriosa y expectante (puedo dar fe de que, vista en el cine en el momento de su estreno, esta secuencia resultaba de una sorprendente espectacularidad).



La planificación de esa secuencia, con abundantes planos en travelling frontal desde el punto de vista de la proa del Enterprise, guarda ecos, cierto, del mítico “viaje cósmico” de 2001: Una odisea del espacio, aunque dicha influencia se nota, sobre todo, en otra secuencia desvergonzadamente parecida a la citada de la obra maestra de Kubrick, y con una planificación asimismo similar: el momento en que Spock, equipado con un traje presurizado, sale de la Enterprise y penetra en el interior de V’Ger, protagonizando un arriesgado vuelo en solitario dentro del banco de memoria de la misteriosa nave que deviene una experiencia entre onírica y surrealista para el espectador. Apuntes de interés que impiden que Star Trek sea únicamente una película para trekkies, pero que tampoco logran que se erija en el gran film de ciencia ficción que pudo haber sido y que tanto adoran sus “incondicionales”, lo cual es una pena viniendo de un director que tiene en su haber un buen puñado de excelentes títulos inscribibles en diversos márgenes del cine fantástico de terror/ gótico/ de ciencia ficción: a falta de no haber vuelto a ver Las dos vidas de Audrey Rose (Audrey Rose, 1977) desde hace mucho tiempo (y no guardo de ella un recuerdo muy feliz), merecen destacarse La venganza de la mujer pantera (The Curse of the Cat People, 1944, codirigida con Gunther von Fritsch), El ladrón de cuerpos (The Body Snatcher, 1945), Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951), The Haunting (1963) y La amenaza de Andrómeda (The Andromeda Strain, 1971) (2).

 


(1) Star Trek: la conquista del espacio según J.J. Abrams: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2009/05/star-trek-la-conquista-del-espacio.html

(2) El virus que vino del espacio: “La amenaza de Andrómeda”, de Robert Wise: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2020/03/el-virus-que-vino-del-espacio-la.html


3 comentarios:

  1. Yo sí soy "trekkie", aunque que haya terminado viendo casi todas las series y películas de la franquicia tiene más que vewr con mi afición a la ciencia-ficción que por adoración a las fórmulas de la saga. Sí recuerdo este "Star Trek: La película" como un artefacto extraño dentro de la saga que conserva los actores originales, demasiado abstracta, larga y aburrida. Mirándolo con la perspectiva que da el tiempo, valoro también que por una vez se propusieran hacer algo diferente y más ambicioso, aunque luego el resultado no cuadrara del todo. Tal vez haya llegado el momento de darle otra oportunidad, no lo sé.

    Lo que es los trekkies parece que nos conformamos con poco. La secuela, "La ira del khan", costó mucho menos y dejó a los fans de la serie más contentos, aunque fuera con una historia más trillada.

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  2. Película aburrida solo salvada por algunos momentos y, por supuesto, por una colosal partitura de Jerry Goldsmith, a la altura de las de Star Wars (aunque ya se sabe, Goldsmith no goza de la popularidad de Williams y decir que está a su altura o por encima supone prepararse para ser acribillado).

    Tomás, quería aprovechar la ocasión para realizarte una sugerencia, una petición más bien. Recuerdo que al terminar la primera década del siglo XXI escribiste un largo y memorable artículo resumiendo el cine de esos 10 años y haciendo una lista de tus películas favoritas de ese decenio. Me encantaría que hicieras lo mismo con la década de 2010, ahora que la hemos dejado atrás y empezamos a verla con un poco de perspectiva.

    Un saludo.

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  3. Para mí una obra maestra y no soy Trekkie, ni conocí la serie en el momento de verla por primera vez ( Cine Urgel, 1979)

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