[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.]
Una primera
secuencia consistente en la destrucción accidental de una estación espacial en
la frontera entre la atmósfera terrestre y el espacio, que además sirve de
presentación del protagonista, el cosmonauta Roy McBride (Brad Pitt, mejor aquí
que en la mediocre Érase una vez en... Hollywood –1–). Una
persecución automovilística, amenizada con un tiroteo con pistolas láser, sobre
la superficie de la luna. Una situación de aterrador «suspense» a bordo de una
nave espacial a la deriva y, aparentemente, sin vida a bordo. Un aterrizaje
forzoso en Marte. Una pelea cuerpo a cuerpo y a gravedad cero en un cohete
camino de Neptuno. Y una nueva y definitiva situación de «suspense» en el
espacio, en la línea de Misión a Marte y Gravity. Estos son los
peajes –por lo demás, magníficamente planteados y excelentemente filmados– que
ha tenido que pagar el director y coguionista James Gray para, a cambio, poder
hacer una espléndida película de ciencia ficción, adulta, densa y de elevada
carga psicológica, solo apta para público mínimamente exigente.
Roy
McBride es el elegido para llevar a cabo una peligrosa misión secreta: viajar
hasta Neptuno, localizar la nave del así llamado Proyecto Lima, y destruirla
con un arma nuclear. ¿La razón?: la nave es la causante de las explosiones
cósmicas que amenazan con destruir a la Tierra a medio plazo. ¿El problema?: la
sospecha de que el responsable del Proyecto Lima se ha vuelto loco, acabando
con toda su tripulación. Y ese responsable no es otro que Clifford McBride
(Tommy Lee Jones), el padre de Roy, quien les abandonó a él y a su madre para
luego desaparecer en el espacio hace dieciséis años...
El
corazón de Roy no supera las 80 pulsaciones por minuto ni tan siquiera cuando
experimenta momentos de máxima tensión. Pero eso no se debe a que el
protagonista sea un héroe impasible sino, más bien, alguien que ha aparcado sus
emociones más íntimas para evitar que le hagan daño. Un personaje, en suma, en
la línea de otros retratados por Gray en el grueso de su filmografía:
recordemos Cuestión de sangre, La otra cara del crimen, La
noche es nuestra o Two Lovers.
Gray
en esta ocasión plantea, en formato de space opera, una relectura
particular del clásico de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, y
de paso, una revisión en clave espacial de Apocalypse Now (Francis Ford
Coppola, 1979), con Pitt como el nuevo Martin Sheen que tiene que matar a Lee
Jones, émulo de Marlon Brando. La metáfora freudiana del deseo del hijo de
matar al padre se encuentra en la base de un film con una eminente carga de
subjetividad: abundan los primeros planos del protagonista y las reflexiones
del mismo en voz en off (una narración over excelente, por
cierto, puesto que complementa a las imágenes sin subrayarlas, tal y como
asimismo hacía Apocalypse Now); todo ello narrado con un ritmo lento
(para nada moroso), y sobre todo, con el apoyo sugerente de unas bellísimas
imágenes que, si bien en parte beben –claro– de 2001: Una odisea del espacio
(Stanley Kubrick, 1968), convierten el periplo del protagonista en un simbólico
viaje al interior de su propia mente, de sus propios miedos e inseguridades:
los planos subjetivos, desde el punto de vista de Roy, mientras se precipita
sobre la atmósfera terrestre en la primera secuencia; los rojos «infernales»
que adornan su estancia en Marte, y sobre todo, la bella secuencia en la que
Helen Lantos (Ruth Negga) le descubre a Roy la inquietante verdad en torno a su
padre; el desplazamiento subacuático de Roy, atravesando unas aguas oscuras
cogido a un cable a modo de cordón umbilical, con si fuera a nacer a un nuevo
mundo, a una nueva vida... Con Ad Astra, Gray consigue algo que tan solo
logró a medias en su anterior pero parcialmente fallida Z, la ciudad perdida:
convertir la aventura física, exterior, del protagonista, en una
aventura mental, interior, El resultado es, sencillamente, magnífico.
Un desproposito de filme,bonita fotografia pero el guion es una tomadura de pelo y los actores secundarios un relleno.
ResponderEliminarUn bodrio sin paliativos. Un argumento lleno de absurdos. Aparentemente profunda, pero de una simpleza que hace bueno a Paolo Coelho. Otra muestra de esa ciencia ficción metafísica y sedante que se ha puesto de moda: Interstellar, Gravity, Blade Runner 2049, La llegada (esta se salva un poco)... ¡Cuánto echamos de menos a los marcianos verdes de los 50 con sus antenitas y su mala leche!
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