[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Por
más que en ningún momento se especifica cronología alguna, la acción de Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The
Force Awakens, 2015) se sitúa muchos años después de la tercera película y
episodio sexto de la saga galáctica creada por George Lucas, El retorno del Jedi (Return of the
Jedi, 1983, Richard Marquand). En los habituales títulos iniciales de la saga que
se van alejando del espectador hasta perderse en la negrura del espacio sideral,
y que nos ponen en antecedentes sobre las premisas que sustentan este episodio
séptimo, tampoco se dan mayores datos al respecto: la misteriosa desaparición
del ahora Maestro Jedi Luke Skywalker (Mark Hamill) y la búsqueda de su
paradero, el surgimiento de una variante del antiguo Imperio Galáctico
rebautizada como la Primera Orden ,
y la organización de una Resistencia contra la misma que lidera la ahora general
Leia Organa (Carrie Fisher).
Es evidente que la razón de ser de
una franquicia como la de Lucas, ahora propiedad de Disney, reside en la
nostalgia que existe (o que se ha prefabricado) hacia lo que se conoce como la
trilogía original, esto es, los tres primeros films que se estrenaron en su
momento: La guerra de las galaxias
(Star Wars, 1977, Lucas), El Imperio
contraataca (The Empire Strikes Back, 1980, Irvin Kershner) y la mencionada
El retorno del Jedi. El realizador J.J.
Abrams, también coguionista junto a uno de los veteranos de esa trilogía
original, el asimismo director Lawrence Kasdan (que participó en los libretos
de El Imperio contraataca y El retorno del Jedi), y Michael Arndt,
es consciente de que esa nostalgia es uno de los principales motores de El despertar de la Fuerza , y se entrega a
ello con reverencia. De ahí que no cueste ver que El despertar de la
Fuerza retoma la estructura narrativa de La guerra de las galaxias original: el
plano de apertura es una variante del que abría el film de Lucas —el famoso
encuadre que mostraba a un crucero imperial persiguiendo la pequeña nave de la
princesa Leia, entrando en cuadro por la parte superior de la imagen hasta casi
ocuparla por completo—, solo que aquí el crucero lo que hace es cubrir de negro
la brillante superficie plateada de un planeta; el villano Kylo Ren (Adam
Driver) es, a su vez, otra variación del popularísimo Darth Vader, del mismo
modo que el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis) y el general Hux (Domhnall
Gleeson) son otro tanto del Emperador y Grand Moff Tarkin, respectivamente; la
misión de Kylo Ren es muy parecida a la de Vader: recuperar unos planos (en
este caso los que indican el paradero de Luke Skywalker); el primer tercio
transcurre en un planeta desértico, Jakku, idéntico al Tatooine del primer
film; hasta los envejecidos Han Solo (Harrison Ford) y su inseparable wookie Chewbacca (Peter Mayhew) han
vuelto a su antiguo oficio, el contrabando; el cubil de Maz Kanata (Lupita
Nyong’o) está lleno de variopintos alienígenas de todas las razas, tamaños y
colores, exótica orquesta incluida, como la cantina de Mos Eisley en la
película original; también hay en El
despertar de la Fuerza
la muerte, a manos del villano del relato, de uno de los principales
personajes, equivalente en importancia a la de Obi-Wan Kenobi en La guerra de las galaxias; y, para no
alargarnos, parte del clímax de la función consiste en el ataque de los cazas
con alas en forma de X de la Resistencia contra los cazas en forma de H que
defienden la nueva estación espacial gigante de la Primera Orden, la base
Starkiller, cortada por el patrón de la Estrella de la Muerte (¡otra vez!:
recordemos que la Estrella de marras ya reapareció en El retorno del Jedi).
Además de esa reiteración o, si se
prefiere, variación estructural (¿es ya La
guerra de las galaxias una obra de repertorio?), también reaparecen los
androides C-3PO (Anthony Daniels) y R2-D2 (Kenny Baker). Asimismo, el relato
está salpicado de pequeños guiños: por ejemplo, a bordo del célebre carguero de
Han Solo, el Halcón Milenario, Finn (John Boyega) se encuentra casualmente con
la bola que disparaba pequeños rayos con la que el joven Luke practicaba con su
sable láser en La guerra de las galaxias;
poco después, Finn activa accidentalmente el ajedrez tridimensional con el que
Chewie y R2 jugaban una partida … Y, por descontado, el veterano John Williams
ofrece una nueva partitura que, no obstante, recupera tanto el tema principal
de La guerra de las galaxias,
presente en la cabecera de todas las entregas de la saga, y retoma puntualmente
las notas de otros temas no menos célebres, como la “Marcha Imperial” o el
“tema de amor” de El Imperio contraataca.
Puede parecer que toda la razón de ser de El
despertar de la Fuerza reside en esa nostalgia destinada a dar placer al fandom y, de paso, irritar a quienes no
entran en el juego (ni tienen por qué). Afortunadamente, a pesar de que la
película de Abrams cumple con creces con esa “obligación” de complacer a los
fans, su interés no se limita a eso: hay otras muchas cosas en ella.
Lo mejor de El despertar de la Fuerza reside en la habilidad con la que Abrams,
por sí mismo o en estrecha colaboración con Lucas, Kasdan, la productora
Kathleen Kennedy y otros creadores/ responsables de la trilogía original, ha
conseguido extraer algunas notables ideas aun partiendo de esa estructura tan
férrea y preestablecida. Me parece muy bella, por ejemplo, la presentación de
Rey (una estupenda Daisy Ridley), y en particular, de qué modo a través de este
personaje se construye una bonita reflexión sobre la saga. La primera vez que
la vemos es recorriendo el interior de un gigantesco recinto, buscando piezas
de chatarra reciclables que luego canjea por alimento; Abrams planifica la
secuencia de ese saqueo combinando primeros planos y planos generales no
demasiado abiertos, de manera que no percibamos dónde se encuentra exactamente
la muchacha hasta que sale al exterior del recinto: es entonces cuando
inserta un gran plano general muy abierto, que nos permite descubrir que Rey
estaba saqueando los restos de un crucero imperial estrellado en las arenas de
Jakku. La sugerencia se repite más tarde: después de haber canjeado las piezas
halladas por una miserable ración de comida, Rey regresa a su refugio; de
nuevo, la planificación nos escamotea dónde se encuentra exactamente ese lugar,
hasta que el inserto de un plano general lo suficientemente abierto nos
descubre que la joven vive en los restos de una de esas naves imperiales
“caminantes” que se hicieron célebres a raíz de la secuencia de la batalla de
Hoth en El Imperio contraataca. A
mayor ahondamiento, mientras come, sentada sobre la arena fuera de esa nave
inutilizada, se coloca un viejo casco de piloto de las fuerzas rebeldes…
Dicho de otro modo: de la misma
manera que Rey sobrevive a base de hurgar en la chatarra de los viejos restos
del Imperio y de los Rebeldes, también El
despertar de la Fuerza, y con ella todo el revival que Lucas y Disney han montado alrededor de la saga
galáctica del primero, no es sino un intento de seguir removiendo/ exprimiendo “la
chatarra” de la misma. Pero haciéndolo con autoconciencia. Yendo más lejos,
nada más empezar el film, Abrams presenta a las tropas de asalto de la Primera
Orden, cuyos uniformes son idénticos a los del antiguo Imperio Galáctico, en una
serie de primeros planos de iluminación parpadeante, como si fueran sombras que
son literalmente arrancadas del pasado
(de la saga/ del cine) y de nuevo expuestas a la luz.
No es la única reflexión
meta-cinematográfica que aflora a lo largo de El despertar de la Fuerza, confiriéndole personalidad propia y
diferenciada dentro del conjunto de la saga. Está, por otro lado, la atractiva
descripción del personaje de Kylo Ren, encarnado con convicción por Adam
Driver. Si bien a simple vista resulta obvio que el personaje es esa variante
de Vader antes mencionada (supervillano enmascarado con temibles poderes porque
se ha pasado al Lado Oscuro de la Fuerza, etc., etc.), en la práctica la
película consigue extraer intensidad de esta patente falta de originalidad,
ahondando en la personalidad del personaje. Más que por el hecho de que sea
hijo de Solo y Leia, y por tanto nieto de Vader, lo mejor consiste en que Kylo
Ren arrastra un notable complejo de inferioridad porque, a pesar de sus esfuerzos
y su duro entrenamiento, no ha conseguido aún alcanzar el dominio del Lado
Oscuro de la Fuerza del que hizo gala su abuelo, cuyo viejo y destrozado casco
conserva como un tesoro, y ante el cual se confiesa en voz alta, en una
secuencia que tiene vagos ecos shakespearianos: Kylo Ren parece aquí un sosias
de Hamlet reflexionando ante el absurdo de la existencia ante la calavera de
Yorick. Por tanto, conscientes de su imposibilidad de conseguir otro villano a
la altura de Vader sin caer en una copia burda y simple, lo que Abrams y sus
colaboradores han hecho es caracterizar a Kylo Ren en base a esa frustración
que le supone el no estar a la altura de su predecesor. Lo cierto es que, al contrario
que Vader en la trilogía original, El
despertar de la Fuerza nos descubre a Kylo Ren como un alumno aventajado en
el Lado Oscuro que todavía no ha completado su entrenamiento; no hay más que
ver su falta de entereza a la hora de afrontar las contrariedades: cuando se
enfurece, pierde el control, desenvainando su sable láser y emprendiéndola
contra las paredes, en una actitud inmadura en la que su abuelo jamás hubiese
incurrido salvo, quizá, en su juventud. De este modo, Kylo Ren enlaza
simbólicamente con el joven Vader, esto es, el Anakin Skywalker de los
episodios segundo y tercero de la saga, El
ataque de los clones (Star Wars: Episode II – Attack of the Clones, 2002,
Lucas) y La venganza de los Sith
(Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith, 2005, Lucas).
De todo ello resulta una
superproducción hollywoodiense que,
cierto, paga el preceptivo peaje de las “necesarias” dosis de espectacularidad
que deben ir incluidas en este tipo de films: el ataque de los soldados de la
Primera Orden al campamento en Jakku donde el piloto de la Resistencia Poe
Dameron (Oscar Isaac) recibe la información sobre el paradero de Luke de manos
de Lor San Tekka (Max Von Sydow, magnífico como siempre, dando lustre al
reparto); la huida de Finn y Poe del crucero imperial; la persecución, primero
en tierra y luego aérea, que sufren Rey y Finn por parte de las tropas de
asalto de la Primera Orden; la situación de “suspense” (más bien gratuita) que
se produce a bordo de la nave de Solo y Chewie, con la irrupción de dos bandas
que andan exigiéndole al veterano contrabandista el pago de sus deudas, y que
culmina con la liberación de los tres voraces monstruos que Solo lleva a bordo
como carga; la batalla en el planeta donde vive la mencionada Maz Kanata; o el
asimismo citado final en la estación espacial Starkiller. Secuencias de acción bien
resueltas por Abrams y su segunda unidad, pero que tampoco son lo más
destacable de una función que, contra todo pronóstico, encuentra sus mejores
momentos en la descripción de personajes y el dibujo de las relaciones que se
producen entre ellos.
Así, lo más interesante de la
secuencia del ataque a la aldea donde se citan Poe y Lor San Tekka al principio
de la película reside en la habilidad con que Abrams trenza los mimbres de la
trama y establece lazos entre los personajes en virtud de determinadas
sugerencias de la planificación. Por ejemplo, la manera como describe
inicialmente a Finn, quien es presentado como un miembro más de las tropas de
asalto de la Primera Orden pero que, a diferencia de sus compañeros, se resiste
a cumplir órdenes que impliquen el asesinato de inocentes desarmados y a sangre
fría, lo cual acabará conduciéndole a su decisión de desertar. Abrams le
distingue mediante un detalle: uno de los compañeros de Finn cae muerto de un
disparo de láser, y antes de morir, mancha con su mano ensangrentada el casco
de Finn; a partir de ese instante, esa mancha de sangre permitirá diferenciarle
de todos los demás soldados idénticos que le rodean: de este modo, veremos cómo
se niega a obedecer la orden de Kylo Ren de asesinar a todos los aldeanos (es
el único de los soldados que no lo hace); y veremos, también, cómo cruza de manera premonitoria su mirada con Kylo Ren dentro de un plano general abierto que los
pone en relación.
Más adelante, de regreso al crucero de
la Primera Orden, Finn, a quien seguimos distinguiendo gracias a esa mancha de
sangre, se quita el caso; descubrimos entonces por primera vez su rostro,
sudoroso y desencajado por el miedo y la repugnancia; a sus espaldas aparece
uno de sus superiores, la capitana Phasma (Gwendoline Christie), quien le
ordena volver a ponerse el casco; Abrams corta el plano justo en el momento en
que Finn vuelve a cubrir su rostro, y a continuación inserta un primer plano de
Rey, con el suyo cubierto por un casco, unas telas y unos anteojos,
estableciendo de este modo una relación, por equivalencia visual, entre ambos. Ese
primer plano de Rey es el que abre la citada secuencia de su saqueo de chatarra
de los restos del crucero imperial, y más adelante descubriremos el sexo del
personaje cuando descubre su rostro ante la cámara.
Llama la atención que la evolución de
los personajes más jóvenes del relato, Rey, Finn y Kylo Ren, pase por sendos
procesos de madurez. En este sentido, no cuesta ver en Rey a uno de esos
personajes femeninos tan del gusto del Abrams televisivo, como la protagonista de la
serie Alias (ídem, 2001-2006), Sydney
Bristow (Jennifer Garner), o la Kate Austen (Evangeline Lilly) de Perdidos (Lost, 2004-2010); las tres son
mujeres marcadas por hechos de su pasado, que esconden una gran sensibilidad
bajo una capa de dureza autoimpuesta por las duras circunstancias personales
que han atravesado. En el caso de Rey, el trauma que arrastra por haber sido
abandonada siendo una niña en Jakku, y su ingenua ilusión de que tarde o
temprano los suyos volverán para recogerla: ¿acaso no son todas las heroínas de
Abrams mujeres abandonadas a su suerte? Pero, al igual que Sydney y Kate, Rey planta
cara a su destino, y Abrams insiste en describírnosla con agilidad y dinamismo.
Por ejemplo, la primera vez que la vemos cargar en su “moto voladora” la
chatarra que ha encontrado, el realizador inserta una serie de planos cortos para
detallarnos cómo traslada con energía y decisión los cachivaches que ha
hallado. También es ella la encargada de rescatar en el desierto a BB-8, el
pequeño androide rodante que —por descontado, como el R2 de La guerra de las galaxias— atesora en su
memoria los valiosos planos de localización del paradero de Luke ansiados por
la Primera Orden; además, planta cara a los sicarios enviados por el tipo al
que le vende la chatarra cuando intentan quitarle el androide; luego se
abalanza hecha una furia sobre Finn, convencida en un primer momento de que es
un enemigo; también es la que toma la decisión de huir del ataque de la Primera
Orden a bordo del Halcón Milenario, que ella misma pilota (lo cual da pie,
cierto es, a incluir el guiño/ chiste de esa vieja línea de diálogo de La guerra de las galaxias que describía
a la vieja nave de Solo como “un montón
de chatarra”). No obstante, hay momentos en que ese dinamismo resulta excesivamente
precipitado: es el caso de la secuencia onírica en la cual, al tocar el sable
láser de Luke Skywalker, Rey tiene una serie de rápidas y fugaces visiones del
pasado y el futuro. La misma tiene lugar en la residencia de Maz Kanata
inmediatamente después de que Finn le haya expresado a Rey su decisión de abandonar
la lucha contra la Primera Orden, y se pasa de una situación a otra de una forma
excesivamente rápida y forzada, lo cual se erige en lo peor de la función.
Los momentos más atractivos de El despertar de la Fuerza giran
alrededor de Rey y Kylo Ren, del cual ya hemos hablado. Ambos son mucho mejores
que todo lo que concierne, por ejemplo, a Finn, cuyo interés no va más allá del
hecho de tratarse de un antihéroe y un desertor que, violando la “programación”
bajo la cual ha sido adiestrado, se niega a seguir luchando al lado de la
Primera Orden, aunque al principio tampoco quiera saber nada ni de aquélla ni
de la Resistencia (como Han Solo en la película seminal), involucrándose solo
por su anhelo de rescatar a Rey, de la que está secretamente enamorado. O lo
que respecta al personaje de Poe Dameron, presentado como
el-mejor-piloto-de-la-galaxia, pero del que no sabemos gran cosa, salvo su firme
oposición a la Primera Orden y el hecho de estar dibujado mediante disolventes toques
de humor: la primera vez que se encuentra cara a cara con Kylo Ren se muestra
burlón, preguntándole quién de los dos va a hablar primero, o diciéndole
que le cuesta entender lo que le está preguntando cuando habla a través de esa máscara tan
gruesa (sic).
En su tercio final, El despertar de la Fuerza depara esa
intensidad siempre buscada, pero no siempre encontrada. Tiene fuerza (valga la
redundancia…) el momento en que Kylo Ren interroga a una cautiva Rey, atada con
argollas metálicas a una silla de tortura tal y como le ha ocurrido a Poe en el
primer tercio del relato: la secuencia vale por la excelente interpretación de
Daisy Ridley y Adam Driver, por su relevancia dramática (queda claro que hay en
Rey la suficiente “Fuerza” como para resistir el poderoso sondeo mental de Kylo
Ren), y por ese momento en que el villano descubre, por fin, su rostro tras la
máscara, mostrándonos no a alguien deformado como su abuelo, sino a un joven maldito
de apariencia romántica a lo Lord Byron.
Está, por descontado, uno de los
momentos cruciales de la función, de esos que no-se-pueden-explicar a quien
todavía no haya visto el film (quedan advertidos): la muerte de Han Solo a
manos de Kylo Ren,
bien sostenido sobre la labor de sus intérpretes, Driver y un excelente
Harrison Ford, y que culmina con un detalle conmovedor: antes de precipitarse
al vacío, Solo acaricia con ternura la mejilla de su hijo.
Y el duelo final a sable láser de
Kylo Ren contra, primero, un esforzado pero insuficiente Finn, y luego contra
Rey, bien rodado y bellamente realzado por el escenario en el que transcurre:
un sombrío bosque nocturno y nevado del cual se saca un óptimo partido
estético.
El despertar de la Fuerza concluye, acaso también “inevitablemente”, con el definitivo
paso de testigo entre la trilogía original y la nueva etapa de la saga ahora
iniciada; y lo hace con una solemne secuencia sin diálogos donde se produce el
punto de encuentro definitivo entre lo viejo y lo nuevo: el que tiene lugar
entre Rey y un envejecido Luke Skywalker que, coherente con el planteamiento
general de la película, se desarrolla en un escenario repleto de connotaciones
míticas, o si se prefiere, mitológicas: una isla repleta de ruinas donde el
viejo Maestro Jedi recupera su espada láser de manos de la que promete ser su
alumna más aventajada. A fin de cuentas, Luke Skywalker ya es a estas alturas un “ser mitológico”, por más que se trate de una mitología creada por el cine y alimentada por la cultura popular, y ese ofrecimiento del
sable láser por parte de Rey es un gesto de pleitesía de las nuevas generaciones
en el cual reaparecen, de nuevo, ecos de algunas de las viejas raíces originarias de
la saga galáctica de Lucas, esto es, el mito artúrico y la Tierra Media de Tolkien.
Este nuevo Star Wars me gusta y no me gusta... no le puedo poner pegas a la labor de Abrams como dirtector, ni tampoco al reparto (un placer volver a ver a Han Solo: Harrison Ford no parecía divertirse así desde hace muchos años), pero me molestó mucho que una vez hechas las presentaciones me metieran en un remake encubierto de Una Nueva Esperanza, la entrega de la saga que menos me gusta. ¿Para esto tanto revuelo?
ResponderEliminarEs por eso que no me veo capaz de ponerle nota o darle una valoración final a esta película. Sin ver las siguientes entregas todavía no sé si es un acertado regreso a los orígenes o un mero saqueo / grandes éxitos del original, como era por ejemplo "Jurassic World". A esperar tocan.
Me pasa como Neville, me ha dejado un poco frío este Star Wars. Coincido con Tomás en las mejores escenas, a las que añadiría las de la destruccion de los tres planetas, ejemplos perfectos de efectos visuales al servicio de la historia. En lo actoral muy bien la muchacha inglesa y Ford (una muerte que pasará a la historia del cine). A mi el malo no me ha convencido y me parece que el error es precisamente que le veamos la cara tan pronto aunque si de lo que se trata es de hacerlo más vulnerable, aciertan. Los personajes de Poe y Finn son perfectamente prescindibles.
ResponderEliminarBueno, tampoco cabía esperar mucho más visto lo visto en los spoilers. La historia original era lo que era y tampoco da para mucho. Conste que aún no la he visto, pero más allá de la muerte de Solo, que tampoco es una sorpresa porque a alguien hay que cargarse y Skywalker no puede morir hasta haber entrenado a la nueva Jedi, no hay nada especialmente novedoso. En la segunda morirá Leia y en la tercera morirán todos, como si fuese Juego de Tronos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el análisis de Tomás. El punto fuerte de la pelicula son tres personajes: Han Solo, Kylo Ren y Rey. Hay una buena historia entre ellos tres. Solo es genial, sigue con sus trapicheos y sentido del humor. Se asocia con Rey cuando descubre su enorme capacidad de pilotar el Halcón Milenario. Rey a su vez es el mejor personaje: sus conocimientos y determinación son sus dos fuertes. A la vez es humilde en sus pretensiones: lo supedita todo a seguir a la espera de ser encontrada por sus desconocidos familiares. La paliza que le da a Finn cuando se conocen es excelente. Y su resistencia en el interrogatorio de Kylo Ren es, para mi, la mejor escena de la película. Sobre Kylo Ren ya lo ha dicho todo Tomás y es lo que más me ha gustado del análisis. Incapaces de superar a Darth Vader, utilizan a un personaje algo acomplejado, casi cómico. ¡Y funciona!. Coincido con Dacosica en que Poe y Finn son prescindibles, pero por otra parte tiene que haber actores secundarios. BB-8 no está a la altura de R2-D2 pero no queda mal. Con respecto a C-3PO, repito mi opinión desde hace 29 años: es el mejor personaje del Episodio IV y es imbatible (siempre en pareja con R2-D2). Su intento de sustitución con Jar Jar Binks en el Episodio II fue lamentable. Aquí, en el Episodio VII, reaparece discretamente, como homenaje más que otra cosa. Darle más protagonismo y no estar a la altura hubiese sido un error (cargarse el personaje), así que mejor no sacarlo demasiado.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu acertado y afilado análisis del fimlm. Yo me lo pasé 'pipa', como un niño. Es una obra que tiene detractores y defensores como quizás tu y yo. Hay personas que únicamente ven fallos en un film que intenta reinventar y mejorar la 'marca', y que como bien apuntas tiene suficientes méritos para convertirse en una obra muy interesante y dispuesta a continuar.
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