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miércoles, 22 de noviembre de 2023

Stella Star, su bikini y todo lo demás: “STARCRASH, CHOQUE DE GALAXIAS”, de LUIGI COZZI



Hay películas cuyo proceso de producción es tanto o más delirante que su disparatado planteamiento argumental. Starcrash, choque de galaxias (Starcrash a.k.a. Scontri stellari oltre la terza dimensione, 1978) es una de ellas. Concebida en régimen de coproducción italoamericana de las productoras Bancom Audiovision Corporation y Film Enterprise Production, y distribuida en Italia por Fida Cinematografica y en los Estados Unidos por la New World Pictures de Roger Corman –se dice que este film fue lo que motivó a Corman a poner en marcha Los 7 magníficos del espacio (Battle Beyond the Stars, 1980, James “Jimmy” T. Murakami)–, Starcrash, choque de galaxias –en adelante, Starcrash– fue producida por el productor de origen belga Nat Wachsberger junto con su hijo Patrick, dueños de la mencionada Film Enterprise Production. Wachsberger padre, quien además figura como coautor del guion, acreditaba una larga carrera como productor europeo (1), mientras que Wachsberger hijo ha desarrollado una importante trayectoria profesional como productor en los EE.UU. (2)
La realización –es un decir– corrió a cargo de Luigi Cozzi (3), quien además escribió la primera versión del libreto. Huelga decir que la película nació como un intento de aprovechamiento del extraordinario éxito comercial conseguido un año antes por La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977, George Lucas), si bien Cozzi siempre ha afirmado que todavía no la había visto cuando le plantearon el proyecto, pero había leído la novelización del film escrita por el propio Lucas (dato plausible, habida cuenta de que dicha novelización se publicó en España, a cargo de Argos-Vergara, en octubre de 1977, antes del estreno de la película en cines el 7 de noviembre del mismo año: sin ir más lejos, quien esto suscribe la leyó antes de ver el film; en Italia se estrenó en octubre, y si bien ignoro cuándo se publicó la novelización en italiano, cabe la posibilidad de que, efectivamente, Cozzi todavía no hubiese visto la película –eran los tiempos, ya lejanos, en los cuales los films de éxito podían estar meses y meses en cartel, o incluso un año…– y empezara a trabajar a partir de la novelización). Cozzi firmó la película con el seudónimo anglófilo Lewis Coates, algo muy frecuente dentro del cine de género italiano rodado con ambiciones de proyección internacional, sobre todo entre las décadas de 1960 y 1980. Sin ir más lejos, otra barata imitación italiana de La guerra de las galaxias titulada El humanoide (L’umanoide, 1979) se estrenó firmada por un tal “George Lewis”, en realidad Aldo Lado, más una colaboración especial –el rodaje de una secuencia de acción– a cargo de Enzo G. Castellari.



He dicho “imitación barata” para referirme a Starcrash pero lo cierto es que el film de Cozzi era relativamente caro para tratarse de una producción europea de la época, 4 millones de dólares, cosa que, por cierto, no se nota para nada viendo su pobre acabado en materia de diseño de producción, vestuario y efectos especiales, sobre todo estos últimos, por lo que cabe especular –aun a riesgo de equivocarme– que la mayor parte del presupuesto se empleó para contratar a algunos de sus intérpretes más reputados, como el hoy olvidado Marjoe Gortner, en el papel del contrabandista alienígena con superpoderes Akton, o, en particular, nada menos que Christopher Plummer dejándose caer por esta tontería en el papel de Emperador de la Galaxia. Cabe pensar que otra parte importante de la partida presupuestaria se invertiría en la contratación de un músico tan célebre como John Barry para que se hiciera cargo de la banda sonora, sin duda alguna lo más potable de la función. No creo que el resto de los protagonistas supusieran un desembolso espectacular, aunque entre ellos se encuentren, sorpresa, la futura estrella televisiva David Hasselhoff, como el príncipe Simon; un veterano actor de carácter, Robert Tessier, como el alienígena de piel verde Jefe Thor (sic); o Joe Spinell, como el conde Zarth Arn, el gran villano del relato. En el reparto también hallamos a una de las estrellas de la comedia sexy italiana de la época, la por lo demás norteamericana Nadia Cassini, como la malvada reina Corelia.



Pero si por algo es recordada esta película es por la participación en el principal papel femenino, la contrabandista espacial Stella Star, de la bella actriz inglesa Caroline Munro, bien recordada por los aficionados por sus trabajos para Hammer Films –Drácula 73 (Dracula A.D. 1972, 1972, Alan Gibson) (4), Capitán Kronos, cazador de vampiros (Captain Kronos: Vampire Hunter, 1974, Brian Clemens)–, y sus prestaciones como heroína de aventuras fantásticas –la mejor, entre otras, la estupenda El viaje fantástico de Simbad (The Golden Voyage of Sinbad, 1973, Gordon Hessler)– o como “chica Bond mala” en la mejor entrega de las aventuras del agente 007 protagonizadas por Roger Moore, La espía que me amó (The Spy Who Loved Me, 1977, Lewis Gilbert) (5). Mencionar, como anécdota, que en Starcrash Munro tuvo ocasión de trabajar con quien entonces era su marido, Judd Hamilton, quien presta tan solo su cuerpo al personaje del robot Elle (sic), ya que su voz fue doblada en las versiones del film en lengua inglesa por el actor Hamilton Camp, de la misma manera que Candy Clark hizo otro tanto con Munro. Parece ser que esta última rodó personalmente la mayoría de sus escenas de riesgo, entre ellas algunas que desaparecieron del montaje definitivo, como una en la que Stella Star está a punto de hundirse en arenas movedizas.



Por más que Cozzi vaya diciendo que no había visto La guerra de las galaxias mientras escribía Starcrash, lo cierto es que la propia película le desmiente, pues, si no la vio mientras preparaba el guion…, sí que la vio después: nada más empezar, Starcrash arranca con el consabido plano de una nave espacial saliendo desde la parte superior del encuadre, exactamente igual que en el film de Lucas. No es la única idea robada de La guerra de las galaxias, empezando por las batallas de naves estelares y acabando por el sable láser que Akton se saca prácticamente de la manga, aunque, en honor a la verdad, la película de Cozzi bebe a tragos largos de otros referentes fílmicos, el principal de ellos Ray Harryhausen, patente en las escenas en las que aparecen el robot gigante activado por la reina Corelia o los robots espadachines a las órdenes de Zarth Arn, cuya animación stop-motion deja, por cierto, bastante que desear. De hecho, más que una imitación directa del film de Lucas, Starcrash es más bien un desvergonzado y por eso mismo casi simpático refrito –recalco el “casi”– del serial de ciencia ficción norteamericano de la década de 1940, con Flash Gordon a la cabeza: la secuencia en la que las tropas del Emperador asaltan la nave nodriza de Zarth Arn, usando un método de desplazamiento tan pintoresco como lanzar a los soldados de dos en dos dentro de una especie de misiles, los cuales atraviesan los cristales de la sala de mando de la nave sin que se produzca la menor despresurización, y de los que salen los hombres disparando rayos láser sin que ninguno eche hasta la primera papilla después de semejante viajecito, parece un anticipo de, precisamente, el divertidísimo Flash Gordon (ídem, 1980) de Mike Hodges / Dino de Laurentiis.



No me he entretenido ni a esbozar el guion porque, con franqueza, creo que ni vale la pena detenerse en un libreto que parece concebido como demostración de lo que se conoce como el grado cero de escritura. Lo más memorable de Starcrash no reside, ni de lejos, en su trama, sino en todo aquello que la ha convertido en una “película de culto”, algo que ya hace tiempo que es un género en sí mismo considerado. Si por algo se la recuerda es por todo aquello que salta a la vista, sin manías ni complejos: el bikini de cuero que Caroline Munro luce en una escena sí y en otra también (lo usa incluso cuando hace trabajos forzados en una especie de altos hornos…), y que hace pensar en el inverosímil atuendo de la versión de Red Sonja dibujada por Frank Thorne, solo superada en el ranquin de heroínas fantásticas sexys por la Tygra y su diminuto tanga de Frank Frazetta / Ralph Bakshi de Tygra, hielo y fuego (Fire and Ice, 1983); los increíbles fondos espaciales a base de estrellas de colorines cual árbol de Navidad, por el cual se desplazan las risibles maquetas; la nave nodriza de Zarth Arn –mira que cuesta de escribir y de pronunciar–, en forma de garra gigante que, cuando se toca zafarrancho de combate, cierra sus dedos formando un puño, en una de las escasas ideas visuales dignas de mención; la dignidad que transmite Christopher Plummer, sacando adelante un papel que es puro estereotipo echando mano de un par de caídas de ojos (sic)… Evidentemente, Starcrash es una mala película y una de las peores space opera que se recuerdan, pero su carácter de irresistible placer culpable está fuera de toda discusión.

 


(1) Me remito, para no alargarme, a la filmografía que aparece en IMDb: https://www.imdb.com/name/nm0905162/?ref_=ttfc_fc_wr2

(2) https://www.imdb.com/name/nm0905163/?ref_=rvi_nm   

(3) https://www.imdb.com/name/nm0172826/?ref_=ttfc_fc_dr1

(4) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2023/05/y-el-conde-aterrizo-en-el-siglo-xx.html

(5) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2017/06/homenaje-roger-moore-la-espia-que-me.html 

1 comentario:

  1. "Starcrash" es una de las películas habituales en las webs de "películas malas" angloparlantes, y con razón: stop-motion, David Hasselhoff con rímel, sables laser, maquetas cutres... Lo que me recuerda que ellos tienen toda una tradición de disfrutar con el cine malo a sabiendas que por aquí nos falta. Quizás es porque ellos tuvieron un programa que lo popularizó, "Mistery Science Theater 3000", y nosotros no.

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