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jueves, 24 de junio de 2021

“EL CUENTO DE LA CRIADA”: tercera aproximación

 


[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE LA CUARTA TEMPORADA DE ESTA SERIE.] Como ya tuve ocasión de explicar en otro lugar, no se puede juzgar toda una temporada de una serie compuesta por diez episodios en función de las impresiones que me habían suscitado los tres primeros que había tenido ocasión de ver antes de escribir mi reseña al respecto (1). Decía entonces que, a la vista de esos tres primeros capítulos, la cuarta temporada de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale, 2017- ) no se apartaba ni un ápice de los planteamientos de las temporadas que la preceden. [Nota bene: véanse mis otras aproximaciones, la primera (2) y la segunda (3), en otro lugar de este mismo blog.] Eso parecía lógico, habida cuenta de que, seguía diciendo, los principales responsables de esta serie –la cadena Hulu, el creador y showrunner Bruce Miller e, incluso, Elisabeth Moss, su actriz protagonista, también productora ejecutiva y, por tanto, se supone, con algo de voz y voto en el resultado y, además, aquí directora de tres episodios de esta temporada, el tercero, el octavo y el noveno, lo cual, por cierto, y como luego veremos, se nota–, debían pensar que, si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Todo parecía indicar, en definitiva, que al menos buena parte del argumento de esta cuarta y, por ahora, última temporada –solo por ahora: ya está en preparación la quinta–, se iba a centrar en la rebelión contra la tiranía de Gilead liderada, o al menos apoyada, por June Osborne (Elisabeth Moss). No ha sido así. Lo que se ha planteado en esta ocasión es, más bien, la descripción de la culminación del proceso de conversión de June es una especie –parafraseando a Abel Ferrara– de “ángel de venganza”; imagen “angelical” esta, por cierto, que ya fue anticipada, metafóricamente, en el episodio sexto de la tercera temporada, Household (Dearbhla Walsh; véase de nuevo mi primera entrada dedicada al “universo Cuento de la Criada”, nota 1, donde se reproduce esa imagen). En este sentido, la serie ofrece en esta cuarta temporada un cambio de orientación que pone de relieve, una vez más, la fragilidad de su supuesto “feminismo”, mal entendido y peor desarrollado, habida cuenta de que lo que, hasta ahora, era poco más o menos una reivindicación de los derechos de la mujer pasada por el prisma metafórico de su condición de distopía futurista ubicada en un futuro peligrosamente cercano, y aderezada con toques dignos del torture porn –como bien apuntaban mis amigos Elisa McCausland y Diego Salgado al respecto (de nuevo nota 1)–, ha acabado dejando paso a una historia de venganza que toma prestados elementos de otro género, subgénero o variante genérica no menos controvertido que el torture porn, esto es, el rape & vengeance, cuya filosofía, explicada grosso modo, viene a hacer buena la tristemente célebre expresión: “contra violación, castración”.   

 


Pero vayamos por partes. Es verdad que esta cuarta temporada ha reincidido en determinados aspectos temáticos y visuales ya abordados por la serie en sus anteriores entregas; entre los primeros, cuestiones como el sojuzgar a mujeres que son obligadas a casarse excesivamente jóvenes con Comandantes o soldados a fin de procrear –cf. Esther Keyes (una excelente Mckenna Grace, de lo mejor de esta temporada), la esposa de tan solo 14 años del Comandante anciano y enfermo del primer episodio, Pigs (Colin Watkinson)–; la venganza de June contra unos Comandantes amigos de follarse a Criadas a las que obligan a vestirse “de putas” para su recreo –segundo episodio, Nightshade (Watkinson)–; y, sobre todo, las torturas físicas y psicológicas a las que es sometida June en el tercer episodio, The Crossing, acaso no por casualidad uno de los dirigidos por la propia Elisabeth Moss, convertida de un tiempo a esta parte en la “sufridora” oficial del audiovisual norteamericano actual, tal y como demuestran sus prestaciones en largometrajes como Nosotros (4) o la nueva versión de El hombre invisible (5), y que en este capítulo se sumerge con entusiasmo en premisas nuevamente cercanas al torture porn, subgénero que no ha dejado de hacer acto de presencia en más de un momento de este serial.  



Ello no obsta para que esta T.4 de El cuento de la criada ofrezca, por otra parte, su tendencia habitual a cerrar cada episodio con un cliffhanger o una escena “fuerte” (algo, por lo demás, característico del 90% de seriales audiovisuales contemporáneos que recogen la vieja herencia de los seriales cinematográficos; en el fondo, nada nuevo bajo el sol), dando como resultado momentos logrados en materia de “suspense” y tensión: en el primer episodio, el movimiento de cámara en retroceso que precede a June mientras esta abandona el corral donde se produce, fuera de campo, una sangrienta revancha; en el segundo, la escena nocturna en la que June se ve “rodeada” por los haces de luz roja de una serie de francotiradores que la están apuntando con sus armas de fuego; en el tercero, el dramático clímax al ralentí del tercer episodio en una carretera, una vía férrea y un paso a nivel (que incluye una bonita coda que, a modo de flashback, se erige en un guiño a la novela de Margaret Atwood en la que se inspira la serie); en el quinto, el inesperado reencuentro de una conmocionada June con su vieja amiga Moira (Samira Wiley) en medio del campo de batalla en el que se han convertido las calles de Chicago; y, sobre todo en el décimo, una secuencia de impacto que cierra episodio y temporada de una manera particularmente decisiva, sobre la cual volveremos.



Lo afirmado en los dos párrafos anteriores no suaviza lo que esta cuarta temporada de El cuento de la criada tiene de apología de la venganza, más bien al contrario. En esta ocasión, hemos visto a una June más puteada que nunca, y, en consecuencia, más sedienta de revancha que nunca. “Let freedom rage”, libera tu ira, fue uno de los eslóganes publicitarios de la serie, al menos en los Estados Unidos [ver foto]; ya a salvo en Canadá, en una de sus reuniones de terapia con mujeres que, como ella, vivieron y sufrieron bajo el yugo de Gilead –a las cuales también asisten Moira y su otra amiga lesbiana, Emily (Alexis Bledel)–, June les pregunta por qué no deberían superar el trance padecido dando rienda suelta a la rabia acumulada en su interior… La cuarta temporada muestra a una June llevada al límite de su resistencia física y emocional: en el primer episodio, tiene que recuperarse del dolorosísimo balazo en el vientre que recibió en el clímax de la tercera temporada; en el tercero, ya lo hemos avanzado, es torturada sádicamente –practican sobre ella el tristemente célebre método de tortura de la CIA consistente en ahogar a la persona con una toalla en la cara y derramando agua sobre la misma; también es encerrada durante horas en un claustrofóbico ataúd de metal; y, en un momento dado, a punto está de que le arranquen una uña con unas tenazas…–, y, a la vista de su negativa a hablar, la torturan psicológicamente mostrándole a su hija mayor Hannah (Jordana Blake), a la que hace tiempo que no ve, amenazando con hacerle daño si no coopera; también, en el ya mencionado clímax de ese mismo tercer episodio, tiene que ver, durante un intento de fuga, cómo cuatro de sus compañeras de cautiverio mueren a balazos o arrolladas por un tren; al principio del cuarto episodio, ella y su amiga Janine (Madeleine Brewer) se esconden dentro de un camión cisterna lleno de leche, y a punto están de ahogarse en ella; y en el quinto, asimismo ya mencionado, June y Janine tienen que huir por patas de un bombardeo sobre Chicago…


La reacción de June a todo este padecimiento es rabiosa, y se manifiesta, sobre todo –y supongo que no por casualidad– en los episodios octavo y noveno, dirigidos por Elisabeth Moss, y que tienen mucho de lucimiento y autobombo de la actriz. En el octavo, Testimony, su momento culminante gira, valga la redundancia, alrededor del testimonio que presta June ante el tribunal canadiense encargado de las diligencias previas contra el comandante Fred Waterford (Joseph Fiennes) y su esposa Serena (Yvonne Strahovski), ambos detenidos al final de la tercera temporada por las autoridades canadienses, acusados de crímenes contra la humanidad. Moss planifica la escena de la declaración de June contra los Waterford, explicando con pelos y señales todas las atrocidades que cometieron sobre ella y otras mujeres, usando un encuadre de larga duración que toma a la protagonista en plano medio y en ligero contrapicado, a modo de expresión del carácter moralmente “elevado” del personaje sobre las ruines personas que la maltrataron sin piedad. En el noveno episodio, Progress, Moss directora vuelve a hacer énfasis tras las cámaras en la crucial escena en la que June visita a Serena en la cómoda estancia donde esta última se halla retenida; su antigua torturadora trata de mostrarse conciliadora, uniendo a ello el hecho de que se encuentra embarazada, después de años de no haberlo conseguido (y sin poner reparos a la violación de las Criadas, entre ellas June, por parte de su marido en la así llamada Ceremonia); pero June no está para hostias: en un cerrado primer plano de su rostro en ligero semipicado, ¿desde otra perspectiva “elevada”, ergo semidivina?, la protagonista le vomita a Serena en la cara toda su rabia y odio acumulados, diciéndole que ojalá algún día alguien le arrebate el bebé que está esperando, para que sepa, por fin, cómo es el dolor de una madre a la que le roban sus hijos…



El décimo episodio, The Wilderness (Liz Garbus), que por lo visto tanto ha “escandalizado” a algunos seguidores de la serie, alcanza su momento culminante, y por ende el de esta cuarta temporada, con otra secuencia “fuerte”: el asesinato del Comandante Fred Waterford a manos de June y otras muchas mujeres, entre ellas la ya mencionada Emily, en un arranque de venganza pura y dura. Las antiguas Criadas y Marthas de Gilead, animadas por la contagiosa ira de June, se reúnen de noche en un bosque a caballo de la frontera de Gilead y Canadá y, convertidas en una especie de versión contemporánea de las Bacantes, destrozan a golpes al Comandante Waterford
–y a mordiscos: June se da el gusto de hacer aquello que el Comandante le prohibía cuando se la llevaba con él al puticlub Jezabel para tirársela: morderle en los labios hasta hacerle sangrar–, para luego ahorcar su cadáver en un muro donde se lee el eslogan combativo escrito en (falso) latín que ya aparecía tanto en la novela de Atwood como en la primera temporada de la serie: “nolite te bastardes carborundorum”. No dejes que los cabrones te hagan polvo.



La idea, más impactante per se que por el efectismo de su resolución visual (los insertos que muestran, en medio de la matanza, a June recordando al comandante en Jezabel cuando le ordenaba que no le mordiera son bastante feos), proporciona un giro radical a una serie acaso discutible en el fondo y en la forma, pero que, por eso mismo, por su ambivalencia, me resulta atractiva, precisamente por su carácter contradictorio. La cuarta temporada concluye con June regresando al apartamento en Canadá que comparte con su marido, Luke (O-T Fagbenle), y su pequeña hija Nicole, fruto, recordemos, de su relación con Nick (Max Minghella), y, todavía manchada con la sangre de Fred Waterford, se despide de su bebé, consciente de que a continuación deberá huir o de que pronto va a ser detenida por la policía. En el horizonte de la todavía hipotética quinta temporada se perfila el más que probable retorno de June a Gilead, con la finalidad de recuperar a su hija Hannah, y la posible relevancia que podría tener el personaje, incorporado a esta cuarta temporada, de Esther Keyes, la adolescente rebelde que, harta de que se la follaran los soldados a las órdenes de su marido comandante, acabó cosiendo a puñaladas a uno de ellos, recordemos, en el primer episodio. Habrá que ver si los responsables de la serie se atreverán a seguir el camino argumental del rape & vengeance abierto en esta cuarta temporada o, por el contrario, y haciendo caso a ciertas críticas recibidas con respecto a lo “inapropiado” de ese clímax vengativo, intentarán reconducir esta serie hacia el redil de la corrección política y el feminismo light.
 

(1) Véase mi crítica en DIRIGIDO POR…, n.º 517 (mayo 2021): http://elcineseguntfv.blogspot.com/2021/04/elproximo-12-de-junio-se-cumplen-cien.html  

(2) “El cuento de la criada”: una primera aproximación: https://elcineseguntfv.blogspot.com/2020/05/el-cuento-de-la-criada-una-primera.html  

(3) “El cuento de la criada”: segunda aproximación: https://elcineseguntfv.blogspot.com/2020/12/el-cuento-de-la-criada-segunda.html

(4) Véase mi comentario en este blog: https://elcineseguntfv.blogspot.com/2021/04/los-ligados-nosotros-de-jordan-peele.html

(5) Véase mi comentario en la web de DIRIGIDO POR…: https://www.dirigidopor.es/2020/07/01/el-hombre-invisible-2/


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