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martes, 31 de octubre de 2017

Crónicas vampíricas: “ENTREVISTA CON EL VAMPIRO” + “LA REINA DE LOS CONDENADOS”



Entrevista con el vampiro, de Anne Rice (o Confesiones de un vampiro, como se titulaban sus primeras ediciones españolas), no es una mala novela, pero sin lugar a dudas su calidad literaria no se encuentra a la altura de la extraordinaria popularidad que goza, sobre todo, en los Estados Unidos, donde es una intocable pieza “de culto” desde el momento mismo de su primera edición en 1976, año en el que Paramount ya llevó a cabo un primer intento de adaptación cinematográfica que contaba con guion de Frank DeFelitta y cuyos protagonistas iban a ser nada menos que Mick Jagger (Louis), David Bowie (Lestat), Jon Voight y Peter O’ Toole, bajo la dirección del británico Nicolas Roeg. Paradojas del mundo del cine, otro realizador procedente de las islas británicas, el irlandés Neil Jordan, acabaría haciéndose cargo de Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, 1994), ambiciosa superproducción de Warner Bros. en la que el autor de Mona Lisa tuvo que lidiar con no pocas dificultades y cortapisas, la primera de ellas la discutible calidad del libro de Rice que el cineasta debía respetar al máximo, de cara a no defraudar a sus numerosísimos admiradores. Aunque el guion de la película figura escrito por Rice, lo cierto es que el mismo fue obra de Jordan. Según parece, la escritora había hecho un par de guiones de cara a una adaptación cinematográfica de Entrevista con el vampiro sobre los cuales el productor David Geffen y Jordan empezaron a trabajar, a pesar de que no les gustaban. “Los guiones de Anne Rice no son satisfactorios, no resultan cinematográficos –declararía Jordan–. Creo que no ha debido escribir anteriormente muchos guiones y esa inexperiencia se nota porque resultan extremadamente teatrales”. Jordan escribió en solitario un tercer guion que sería el definitivo. Sin embargo, Rice logró salir beneficiada de la decisión arbitral adoptada al respecto por la Writers Guild of America, porque Jordan no pudo demostrar que había reescrito al menos dos tercios de un guion ya existente para tener derecho a su propio crédito como guionista.  


Por suerte, su lectura de Entrevista con el vampiro es en muchos sentidos superior a la novela de Rice en la que se inspira: allí donde la escritora ofrece una visión lánguida y existencial sobre la tragedia de unos seres que sufren la inmortalidad más como una condena que como una bendición, Jordan prefiere en cambio adentrarse en el mundo de los vampiros con una mezcla de fascinación y de malsana curiosidad hacia el entorno recargado y decadente por el que se mueven sus insólitos personajes. El resultado es una película que, por encima de sus (inevitables) servidumbres de superproducción hollywoodiense, en ocasiones parece hecha en contra de esas mismas cortapisas, e incluso contra las convenciones del género en el que se inscribe, logrando transformar en virtudes aquello que, en manos menos habilidosas, podrían haberse convertido fácilmente en defectos. No es ningún secreto para nadie que la presencia de Tom Cruise es una concesión a la comercialidad, algo que se hace patente sobre todo en las escenas finales, ausentes en la novela de Rice y añadidas aquí para darle un poco más de cancha a su estrella protagonista (las cuales, a pesar de su carácter de pegote, no dejan de tener cierta gracia: Lestat ataca al entrevistador –Christian Slater–, toma el volante de su descapotable y escucha por la radio una versión de Sympathy for the Devil, de los Rolling Stones, versionada por los Guns’n’Roses). Mas a pesar de que el famoso astro resulta completamente inadecuado para el personaje del hedonista vampiro Lestat (Rice confesaría que, cuando escribía su novela, siempre había imaginado a Rutger Hauer como el intérprete idóneo para Lestat), no es menos cierto que su labor interpretativa se revela por momentos esforzada y no exenta de sentido del riesgo. Por otro lado, Cruise cuenta con el apoyo de la buena labor de sus compañeros de reparto, desde el siempre efectivo Stephen Rea como el rencoroso no-muerto Santiago a la brillante performance, sorprendentemente madura, de la pequeña Kirsten Dunst como Claudia, la vampiresa atrapada en un cuerpo de niña, pasando por un correcto Antonio Banderas como el vampiro cuatro veces centenario Armand y, contra todo pronóstico, un Brad Pitt más entonado que de costumbre como el vampiro con remordimientos de conciencia Louis, de hecho el auténtico protagonista de relato.


También es verdad que, en ocasiones, Jordan se recrea en la exhibición de los lujosos escenarios creados por Dante Ferretti (la decoración pretende apabullar, y lo consigue), pero también sabe extraer el necesario partido de los mismos, enfocándolos a la consecución de un clima entre malsano y cotidiano. Hay que anotar al respecto los excelentes travellings con que se abre el film: el aéreo que desciende sobre un plano general nocturno del puerto de San Francisco, y el que le sigue a continuación, recorriendo a ras del suelo la fauna de borrachos, vagabundos y marginados urbanos que llenan las calles hasta detenerse en la fachada del edificio por cuya ventana se asoma… un vampiro: Louis (una ingeniosa manera de contraponer, por un lado, los “horrores” cotidianos de una gran ciudad y, por otro, los “horrores” sobrenaturales que esa misma gran ciudad también puede cobijar). Asimismo, merece una mención la resolución del viaje de Louis y Claudia por Europa a través de una elipsis visual –que parece inspirada en el Scorsese de La edad de la inocencia– en base a los tenebrosos dibujos que hace la pequeña vampiresa. En particular, la concepción del decorado del Teatro de los Vampiros de París, que enlaza coherentemente con la manera como los no-muertos gobernados por Armand disimulan su condición a los ojos del mundo, escenificando un espectáculo macabro que se diría inspirado en los auténticos shows macabros que se celebraban en el Teatro del Grand Guignol parisino en la época retratada en la película de Jordan, y gracias a los cuales se acuñaría la expresión “granguiñolesco”. 


Finalmente, hay momentos en que Entrevista con el vampiro parece ir en contra de muchas de las convenciones del cine de terror: la película no pretende “asustar” en primera instancia, sino más bien ofrecerse ante el espectador como un lujoso paseo por un mundo oscuro, tenebroso y decadente, descrito en ocasiones con buenas pinceladas de humor negro (véanse algunas de las escenas protagonizadas por Lestat, Louis y Claudia, sorprendidos en actitudes cotidianas marcadas, irónicamente, por su condición de vampiros: las muertes de la sastra o del profesor de piano; el cadáver de una mujer que, como un perverso juguete roto, esconde Claudia en el armario). Eso no significa, por descontado, que cuando conviene el film no sepa “asustar”, recordándonos que a fin de cuentas estamos presenciando una especie de cuento cruel sobre bebedores de sangre y seres inmortales que viven para asesinar y asesinan para vivir, y que forman “familias” disfuncionales o se agrupan en torno a inquietantes compañías de teatro: ahí están secuencias concebidas a modo de verdaderas sinfonías del horror, como la pelea de Lestat contra Louis y Claudia después de que estos últimos hayan intentado envenenarle (con esa memorable aparición del putrefacto Lestat tocando el piano), o el extraordinario momento en que Louis es encerrado en un ataúd de hierro mientras Claudia y Madeleine (Domiziana Giordano) son condenadas a morir abrasadas por la luz solar: el momento en que Louis descubre los cadáveres calcinados de Claudia y Madeleine, los cuales se deshacen apenas los roza, es una de las imágenes más bellas legadas por el cine fantástico de estos últimos años. Entrevista con el vampiro es una película que va ganando con el paso del tiempo, más allá de las estériles polémicas que envolvieron su preparación.


La reina de los condenados (Queen of the Damned, 2002) es una de esas secuelas que, ya desde el momento mismo del anuncio de su realización, vinieron marcadas bajo el estigma de cierta “maldición” que las convertía, automáticamente y antes siquiera de que nadie la hubiese visto, en una-mala-película. De entrada, La reina de los condenados nacía a modo de continuación “pobre” de Entrevista con el vampiro, sustituyendo al prestigioso director de la primera entrega, Neil Jordan, por el discreto y apenas desconocido realizador australiano Michael Rymer, de quien tan solo se había estrenado en España un thriller correcto pero olvidable, Juego de confidencias. Para colmo de males, la gran estrella de Entrevista con el vampiro, Tom Cruise, se negaba a repetir el papel de Lestat, el cual corría a cargo ahora de un intérprete mucho menos popular, el irlandés Stuart Townsend, y ello a pesar de que el aspecto físico de este último se aproxima todavía más al del Lestat literario que el del inadecuado Cruise. En definitiva, se trataba de una secuela hecha con menos dinero (alrededor de 35 millones de dólares, poco más de la mitad de los entre 50 y 60 millones que costó Entrevista con el vampiro), que al final se saldó con unos modestos resultados en taquilla (poco más de 30 millones recaudados solo en cines estadounidenses). Por si fuera poco, ni siquiera se trataba de una adaptación fiel de la novela homónima de Anne Rice, sino que tomaba prestadas ideas de los dos siguientes volúmenes de las Crónicas Vampíricas publicados a continuación de Entrevista con el vampiro: Lestat, el vampiro y La reina de los condenados. De hecho, en sus títulos de crédito figura únicamente como “basada en las Crónicas Vampíricas de Anne Rice”.


La sorpresa reside en que, a pesar de todos esos malos indicios, La reina de los condenados no solo no es una mala película sino, por el contrario, un film interesante que, si bien es cierto que no acaba de apurar todas sus posibilidades, dejándose en el tintero no pocas sugerencias que hubiesen merecido un mejor desarrollo y mayor profundización, al final se revela una aportación al cine de vampiros harto estimable y a ratos notable. La primera nota positiva la proporciona la forma como resuelve una de las ideas heredadas de la novela de Rice Lestat, el vampiro: la posibilidad de que el no-muerto protagonista acabe pasando desapercibido en nuestro mundo convirtiéndose en… ¡estrella de rock! ¿En qué otro ámbito podría un vampiro ser aceptado casi “normalmente” dentro de la sociedad contemporánea? Contra todo pronóstico, el proceso que convierte a Lestat en rockero está hábilmente resuelto mediante elegantes elipsis e incluso acaba teniendo cierta gracia: el Lestat de La reina de los condenados acaba siendo así el primer vampiro de estética goth de la historia del cine. Otro detalle divertido: el videoclip del grupo de rock gótico liderado por Lestat, que ilustra los títulos de crédito de la película, es en blanco y negro e imita la estética expresionista de El gabinete del Dr. Caligari.


Pero, a un nivel más profundo, la música acaba jugando un papel importante en el desarrollo del film. La primera vez que vemos a Lestat, tras haberse levantado de la tumba donde ha estado reposando durante los últimos años (lo cual encaja poco más o menos con el final propuesto por Neil Jordan en Entrevista con el vampiro), lleva consigo un violín, instrumento musical tradicionalmente vinculado, no por casualidad, con el Diablo: Sympathy for the Devil, recordemos, era la canción de los Rolling Stones que cerraba Entrevista con el vampiro. El detalle del violín juega un papel dramático relevante, dado que establece un vínculo afectivo entre Lestat y la raza humana: en el flashback que reconstruye su conversión en no-muerto a manos del “vampiro antiguo” Marius (Vincent Perez), vemos a Lestat confraternizando con una joven gitana en la playa mientras ambos interpretan una pieza musical al violín. Más adelante, el rock gótico de Lestat le sirve tanto para embelesar a los humanos (circunstancia que el vampiro aprovecha para alimentarse de la sangre de las groupies que acuden solícitas a su mansión sin tener ni idea de lo que les espera), como para captar la atención de los vampiros, a los que desafía para que salgan de su anonimato como ha hecho él. Pero las canciones de Lestat también advierten de su presencia a alguien especial: Jessica Reeves (Marguerite Moreau), una muchacha que trabaja para una organización con sede en Londres que se dedica al estudio de los fenómenos paranormales, entre ellos el de los vampiros (la escena en la que Jessica percibe la naturaleza “vampírica” de la música de Lestat es excelente: la joven estudia unos documentos mientras que, al fondo del plano, un aparato de televisión emite el videoclip de Lestat; de repente, el volumen de la canción sube, sin que Jessica haya tocado el aparato, como si esa música de repente penetrara profundamente en su mente). En uno de los momentos culminantes de la función, durante el concierto de rock ofrecido por Lestat en el Valle de la Muerte que se ve interrumpido por el ataque de una horda de vampiros sedientos de venganza, el público grita enfervorizado, ajeno a la auténtica batalla de no-muertos que se está desarrollando en el escenario.


Otro aspecto interesante, que el film tan solo desarrolla a medias, reside en el personaje de Jessica, esa joven que siendo niña perdió a sus padres (humanos) y acabó siendo adoptada y educada en sus primeros años de existencia por su tía Maharet (Lena Olin), una vampiresa que tiene el árbol genealógico de su familia grabado en su mansión y que explica que, para un vampiro, una manera de soportar el peso de la inmortalidad consiste en mantener y cuidar a una familia humana, como ha hecho ella con Jessica. La lástima es que, en contrapartida, no se profundice en el carácter de esta última: está claro que el hecho de haber sido educada por una vampiresa y sus amigos no-muertos es lo que explica que al llegar a adulta Jessica se dedique al estudio de los vampiros, pero la película no ahonda en la cuestión de que también quiera convertirse en una no-muerta, algo que dentro del género fantástico ya se había planteado en títulos como Son of Dracula (Robert Siodmak, 1943): Jessica parece demasiado normal como para querer engrosar las filas de los inmortales bebedores de sangre. A pesar de ello, esta cuestión da pie a otro momento excelente: la escena en la que Lestat, a fin de hacerle desistir a Jessica de su decisión de “vampirizarse”, la obliga a mirar cómo asesina cruel y dolorosamente a otra muchacha.


Por otra parte, todo lo relacionado con la “reina de los condenados” del título, la vampiresa milenaria Akasha, que corre a cargo de la malograda cantante y actriz Aaliyah (en el que fue su segundo y último trabajo para el cine, antes de morir prematuramente en un accidente de aviación a los 22 años de edad), resulta en contraposición menos interesante, quizá a falta de un mayor desarrollo: Akasha es una no-muerta cuya antigüedad se remonta a la época de los egipcios y sus poderes son superiores a los de cualquier otro vampiro, pero su presencia acaba siendo una excusa para crear un conflicto en relación con Lestat que, de otro modo, no tendría un rival a su altura. A pesar de ello, las escenas relacionadas con Akasha están resueltas de forma afortunada: los primeros síntomas de su resurrección, por mediación de un mordisco de Lestat en la muñeca, cuando todavía es una especie de estatua de mármol; en particular, la matanza de vampiros que provoca en el pub londinense donde suelen reunirse los no-muertos, que culmina con esa bella imagen de Akasha surgiendo intacta de entre las llamas del incendio que ella misma ha provocado (en una estampa que hace pensar en Ayesha, la famosa “diosa del fuego” surgida de la pluma de H. Rider Haggard, el creador del aventurero Allan Quatermain). En su conjunto, y a pesar de ciertas irregularidades (esas escenas oníricas, a lo videoclip, en las que Lestat ve en sus alucinaciones a Akasha y su reino de terror, las cuales parecen un tributo a la imagen “musical” de Aaliyah), La reina de los condenados acaba siendo un film sugerente y bien filmado: el plano final, con Lestat y la vampirizada Jessica paseando por el puente de Londres con la cámara a sus espaldas, mientras a su alrededor la imagen se acelera para sugerir el paso del tiempo y la imperturbabilidad de los vampiros ante el mismo, resulta memorable.  

¡¡FELIZ HALLOWEEN!!


1 comentario:

  1. Muchas gracias por esta reseña/sinopsis, necesitaba ver la relación entre ambas películas y mis espectativas fueron superadas, me llevé mas de lo que buscaba, veré ahora "La reina de los condenados"

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