[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE TEXTO SE REVELAN DETALLES IMPORTANTES DE LA TRAMA DE ESTA PELÍCULA.] Disculpen la franqueza, pero me revienta la hipocresía de los que años atrás proclamaron que Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993, Steven Spielberg) (1) era una mediocridad y que ahora, en cambio, la ponen por las nubes comparándola con cada nueva entrega de la saga jurásica, sobre todo desde el reinicio de la misma a partir de Jurassic World (ídem, 2015, Colin Trevorrow). El nuevo capítulo de la franquicia, Jurassic World: El renacer (Jurassic World: Rebirth, 2025), quiere, más o menos, recuperar el espíritu de las tres primeras películas, más cercanas a la famosa novela de Michael Crichton que las inspiró y a la fórmula narrativa del survival. Para ello, cuenta con un guion de David Koepp, quien ya participó en el libreto del primer film, lo cual acentúa el relativo parecido de las tramas de ambas películas, aunque no para bien.
De entrada, Jurassic World: El renacer pasa por alto un punto de partida argumental con posibilidades que se apuntaba al final de Jurassic World: El reino caído (Jurassic World: Fallen Kingdom, 2018, J. A. Bayona) y que la siguiente entrega, Jurassic World: Dominion (ídem, 2022, Trevorrow), desaprovechaba por completo: la posibilidad de que los seres humanos se vieran en la obligación de compartir nuestro mundo con los dinosaurios. Jurassic World: El renacer arranca con un convencional prólogo de “suspense” cronológicamente situado en 2008, para luego dar un salto de diecisiete años hasta nuestro 2025, momento en el que se nos dice, vía rótulos informativos, que la mayoría de los dinosaurios que se extendieron sobre la faz de la Tierra se extinguieron como consecuencia de su mala aclimatación a la atmósfera actual, y que la mayoría de los que sobreviven lo hacen aislados en diversas islas alrededor del planeta situadas en el ecuador. Lástima, pues creo honestamente que la idea de la forzosa convivencia entre humanos y dinosaurios albergaba muchas posibilidades. Pese a todo, hay un apunte al principio del film: un enorme dinosaurio herbívoro enfermo que bloquea una de las salidas de Nueva York, causando un gran atasco. Pero como las películas hay que juzgarlas no por lo que pudieron haber sido, sino por lo que son, sigamos adelante.
A pesar de venir firmado por Koepp, un guionista que en el pasado había demostrado una gran habilidad en materia de libretos y en sus escasas pero atractivas incursiones tras las cámaras –me refiero, en este último caso, a El efecto dominó (The Trigger Efect, 1996), El último escalón (Stir of Echoes, 1999) o La ventana secreta (Secret Window, 2004)… no a Mortdecai (ídem, 2015)–, lo cierto es que el guion de Jurassic World: El renacer es, de lejos, lo peor del film. Retoma un escenario similar al de la isla Nublar de Parque Jurásico, en esta ocasión la isla Saint-Hubert en el Atlántico donde, como vemos en la mencionada escena de “suspense” de apertura, se llevaban a cabo experimentos con nuevos especímenes de dinosaurios, producto de los cuales eran monstruosas mutaciones. Como punto de partida no está mal, pero tampoco se le saca demasiado jugo salvo la revelación, en el tercio final del relato, de la existencia del Distortus Rex, un monstruoso dinosaurio creado en el laboratorio responsable del desastre descrito en la repetidamente mencionada primera secuencia. A la isla de Saint-Hubert van a parar dos grupos humanos: el primero, capitaneado por Zora Bennett (Scarlett Johansson), una mercenaria, su compañero de aventuras y viejo amigo Duncan Kincaid (Mahershala Ali), el paleontólogo Henry Loomis (Jonathan Bailey), Martin Krebs (Rupert Friend), y tres miembros del equipo de Zora y Duncan: Bobby (Ed Skrein), LeClerc (Bechir Sylvain) y Nina (Philippine Velge); y, por otro lado, el segundo grupo humano, formado por los cuatro componentes de la familia Delgado: Reuben (Manuel García-Rulfo), su hija adolescente Teresa (Luna Blaise), el prometido de esta última, Xavier (David Iacono), y su hija pequeña Isabella (Audrina Miranda). Los primeros han sido contratados por Krebs, representante de una empresa farmacéutica que está interesada en la consecución de las muestras de ADN de tres dinosaurios vivos que tan solo se encuentran en Saint-Hubert, gracias a las cuales podría elaborarse un medicamento que acabaría con la mayoría de las enfermedades cardíacas; mientras que los segundos son una familia que está de vacaciones en su yate y sufren el ataque de un mosasaurio, el cual vuelca su embarcación, y aunque son recogidos por Zora y su gente, todos acaban naufragando en la isla como consecuencia del ataque de más lagartos terribles. A partir de ese momento y hasta el final, Jurassic World: El renacer consiste en una carrera por partida doble –Zora y su equipo por un lado, los Delgado por otro–, cuya meta es alcanzar un punto de encuentro –el laboratorio de fabricación de dinosaurios mutantes de la primera secuencia: pueden imaginarse el resto–, donde esperan ser recogidos por un helicóptero.
El problema es que todo esto, así planteado, tiene escaso interés. Para empezar, se nota –y mucho– que a las dos estrellas que encabezan el reparto, Scarlett Johansson –nada creíble como mercenaria…, suponiendo que sea creíble en algo– y Mahershala Ali, Koepp les ha escrito “diálogos adicionales” con vistas a su lucimiento personal. Es muy significativa al respecto la secuencia de su conversación a solas, en un momento de relajación a bordo del barco que los lleva hacia la isla, en la cual ambos se sinceran y hablan sobre dolorosas experiencias de su pasado: la enésima ruptura sentimental en el caso de ella, la muerte de su pequeño hijo en el de él. La secuencia es perfectamente prescindible: con su eliminación, la película seguiría siendo exactamente la misma. Algo mejor –no mucho– es el personaje del paleontólogo encarnado por Jonathan Bailey: Henry Loomis viene a ser una mezcla del Dr. Allan Grant del primer, tercer y sexto film “jurásico” con una suerte de versión adulta de Harry Potter; Bailey está bien en el papel, pero el personaje no tiene mayor relieve, como tampoco lo tienen los miembros de la familia Delgado, y en particular, el joven prometido de la hija adolescente, el cual por momentos llega a hacerse insoportable y el candidato ideal para ser devorado por un dinosaurio carnívoro, cosa que no ocurre gracias a un par de inesperadas acciones heroicas que lo redimen. En cuanto al personaje que, desde el principio, se postula como “la rata traidora” de la función, Krebs, tampoco hay nada que analizar, ni tan siquiera que acabará hallando su merecido entre las fauces del Distortus Rex, porque resulta previsible desde el minuto uno.
Si, a pesar de todo, Jurassic World: El renacer no resulta completamente despreciable es gracias a la labor de puesta en imágenes de Gareth Edwards, cineasta graduado en “cine de monstruos gigantes” gracias a su interesante Monsters (ídem, 2010) y a su notable remake de Godzilla (ídem, 2014), punto de arranque de una franquicia, el Monsterverse, que para mi gusto explora mejor el tema de la convivencia entre humanos y “kaijus” que una saga, la jurásica, que ya hace tiempo que no da más de sí. A pesar de los “obligados” homenajes al film original de Spielberg –la secuencia en la que Zora, Duncan, Loomis y LeClerc descubren una gigantesca manada de titanosaurios, imponentes pero inofensivos, mientras suena de fondo el tema principal de John Williams para Parque Jurásico, y es que nadie puede prescindir de la música de Williams, ni aquí ni en el sobrevalorado Superman (ídem, 2025) de James Gunn (2)–, Jurassic World: El renacer es una película bien realizada, en la cual su director logra un puñado de momentos atractivos y excelentemente construidos, pese a sustentarse en una base dramática tan endeble, sobre todo en lo que se refiere a las escenas de acción. Incluso en aquellas en las cuales la sombra del productor ejecutivo Spielberg es más evidente: la ya mencionada secuencia de los titanosaurios, en la que destaca esa bonita imagen de las delgadas y larguísimas colas de esos animales brotando como por arte de magia por encima de las hierbas altas; o la secuencia de “suspense” en el supermercado del laboratorio, deudora de la célebre persecución de los niños en la cocina por parte de los velociraptores.
De ahí que, a pesar del guion, insípido, y del carácter gastado de la franquicia, Jurassic World: El renacer atesora algunos buenos momentos. En la secuencia del ataque del mosasaurio al barco de Zora: el plano picado que muestra a Zora y Loomis, en una arriesgada posición encima de la proa del barco, y debajo, el ojo del mosasaurio bajo el agua, deseoso de hacer presa en ellos. La muerte de Nina: Edwards la resuelve en un plano general fijo, construido de tal manera que vemos, a la derecha del mismo y en segundo término, a un espinosaurio introduciéndose en el agua, y desapareciendo detrás del equipo empaquetado varado en la orilla de la playa que ocupa el primer término del encuadre, tras el cual también se encuentra Nina; de repente, una brusca sacudida de ese paquete de material, y el grito de socorro de la muchacha, son suficientes para expresar que el dinosaurio la ha “cazado”… La escena en la que Xavier, que se ha apartado de los Delgado para ir a mear (sic), casi es “cazado” por un velociraptor: Edwards vuelve a recurrir a un plano general fijo, con Xavier en primer término del encuadre mientras que, a sus espaldas, se desata el peligro: un velociraptor está a punto de arrojarse contra el joven cuando, de pronto, un Mutadon –una mezcla mutante de raptor y pterosaurio (un dinosaurio volador)– se arroja sobre el velociraptor y lo arrastra volando hacia su nido. En la ya mencionada secuencia del supermercado: el plano en semipicado sobre el charco de agua en el cual se refleja otro Mutadon que está entrando por el techo del establecimiento. Secuencias fabricadas a modo de set pieces, tales como el ataque a los Delgado en el río por parte de un T-Rex (dinosaurio que nunca puede faltar en cada entrega de la saga jurásica), la situación de “suspense” que se da cuando Zora, Loomis y LeClerc entran en la cueva del Mutadon, o el acoso final a los supervivientes del relato en el laboratorio por parte de más Mutadon y del Distortus Rex, bien rodadas y montadas, cumplen con su objetivo: ser el parque de atracciones que la película promete.
(1) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2013/08/incidente-en-isla-nublar-parque.html
(2) https://elcineseguntfv.blogspot.com/2025/07/nuestro-amigo-y-vecino-el-metahumano.html
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