[ADVERTENCIA:
EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE
REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE
ESTE FILM.] Éramos pocos, y parió la abuela. No contentos con casi haber
empezado este año 2013 con un buen asalto a la
Casa Blanca —Objetivo: La Casa Blanca
(Olympus Has Fallen, 2013, Antoine Fuqua) (1)—,
ahora casi lo acabamos con otro (cinematográficamente hablando, se entiende),
pergeñado por el alemán largo tiempo instalado en Hollywood Roland Emmerich,
quien parece tener una (divertida) filia, consistente en ver la destrucción de
la residencia del primer mandatario de la nación norteamericana, tal y como ya
hizo en Independence Day (ídem, 1996)
—de la cual, por cierto, está preparando dos secuelas consecutivas: ID Forever Part I e ID Forever Part II: el que avisa no es traidor—, algo a lo que se
hace referencia directa en los diálogos de Asalto
al poder (White House Down, 2013), y así todo queda en casa.
El avispado
Emmerich, quien probablemente puso en marcha Asalto al poder con vistas a resarcirse de las posibles pérdidas
económicas de su anterior y no tan comercial Anonymous (ídem, 2011), su mejor película por otro lado, y que,
siguiendo la misma estrategia de mercado, seguramente ha reactivado Independence Day para compensar el
fracaso comercial, al menos en los Estados Unidos, de su más reciente
propuesta, plantea la misma siguiendo todos los tópicos de lo que hace ya mucho
tiempo que se configuró como un género, subgénero o variante genérica con
personalidad propia: el actioner. El
John Cale (Channing Tatum) de Asalto al
poder viene a ser, en este sentido, un heredero directo del John McClane de
la serie Jungla de cristal, es decir,
alguien que está-en-el-lugar-equivocado-y-en-el-momento-equivocado (¡cuánto
enriquece el cine nuestro vocabulario!); nada nuevo bajo el sol, habida cuenta
de que el héroe del film de John McTiernan tampoco era un dechado de originalidad,
sino un destilado de cientos y cientos de héroes previamente brindados por la
cinematografía estadounidense a lo largo de un siglo de historia. Casualmente,
Cale se encuentra visitando la Casa Blanca
junto a su hija Emily (Joey King); y, asimismo por casualidad, pues el destino es
aquí más caprichoso que nunca, se convierte en el único hombre que puede (sigamos
enriqueciendo nuestro léxico) marcar-la-diferencia y salvar una situación
desesperada: la que se produce a raíz de la toma de la
Casa Blanca por parte de un grupo
paramilitar formado por elementos de extrema derecha y exsoldados desengañados
por la política pacifista del presidente Sawyer (Jamie Foxx), un mandatario
que, ¿otra casualidad?, recuerda vagamente a Barack Obama. La unión hace la
fuerza (dicen): de ahí que, previo rescate del segundo por el primero, Cale y
Sawyer acaben formando equipo, convirtiendo Asalto
al poder en una (otra) variante de la fórmula de la buddy movie o “película de colegas”, mostrándonos de paso que, a
pesar de su pacifismo y si se presenta la ocasión, el presidente de los Estados
Unidos los tiene tan bien puestos como el inefable Harrison Ford de Air Force One (El avión del presidente)
(Air Force One, 1997), película de otro alemán residente en Hollywood, Wolfgang
Petersen.
A pesar de lo
rutinario del guión, servido en bandeja por James Vanderbilt, y de la
convencional funcionalidad de la realización, tan insípida y a la vez, y a
pesar de todo, no desagradable de ver, característica de Emmerich (el alemán
siempre ha sabido filmar, pero no expresar ideas con la cámara: no es lo
mismo), hay algunos pequeños aspectos positivos que impiden que el desastre sea
total y absoluto. Está, como siempre, el buen hacer de James Woods, quien tiene
a su cargo el personaje clave de la función: Walker, el encargado de seguridad
de la Casa Blanca
y, por eso mismo, el personaje perfecto para organizar un ataque contra ella
desde dentro, tal y como ocurre aquí; en este sentido, la manera de apoderarse
del lugar resulta relativamente más verosímil que la de Objetivo: La Casa Blanca,
por más que la forma como se hacía en esta última fuera más divertida, de puro
descacharre; en comparación, Asalto al
poder parece algo más sobria, si bien dicha sensación no tarda en
desvanecerse, pues el film de Emmerich funciona de menos a más: una vez tomada
la sede presidencial, el resto deviene un delirio a base de misiles
teledirigidos que repelen cualquier contraataque del ejército norteamericano,
tanto da que sea con tanques o helicópteros, e incluso el Air Force One se va a
parir monas… Hay que reconocer, empero, que Emmerich sabe manejar el tema de
las escenas de acción, todas, como digo, bien filmadas, y sobre todo, bien
planificadas; y flota sobre el conjunto del relato cierto humor soterrado que invita
a no tomárselo demasiado en serio (suponiendo, claro está, que alguien
mínimamente sensato pueda hacerlo), el cual se deja salir subrepticiamente a
través de salidas cómicas, por más que, también hay que decirlo, se nota que
están insertadas cronómetro en mano: porque “toca”, dicen,
para-aliviar-la-insoportable-tensión.
(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2013/05/la-caida-del-olimpo-objetivo-la-casa.html
Cuando un especialista en cine de acción, como Emmerich, que disfruté enormemente y revisiono con asiduidad por la espectacularidad de la cinta, tiene que firmar un título como el que nos ocupa, la cosa es un poco preocupante, no se sabe si por la escasez de ideas, o simplemente, porque hay que hacer caja. Me parece una sucesión de extravagancias fuera de lugar, con una nula credibilidad y un personaje principal, que obtiene el papel porque pone pelas. Destruir simbolos es una de las debilidades del bueno de Roland, pero la elección del protagonista, chorrea un poco, llega un momento que es increiible que un equipo superpreparadísimo, no roce tan siquiera a un solo tipo, y que según que personajes, pululen por el edificio supermegaprotegido con total tranquilidad e impunidad. Los efectos especiales, son marca de la casa, son espectaculares y a la vez, de un burdo que tira para atrás, las últimas imágenes sobrevolando a unos transeúntes, en los sims, tienen más creidibilada, me recordaron a las infografias que presentan los arquitectos (saludos amigo Carlos Escribano), para que sus edificios queden superbonitos en un ambiete "real". 4.5 por el medio entretenimiento (mucha acción) y poco más.
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