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miércoles, 24 de febrero de 2010

“I’M NOT THERE”: LAS SEIS VIDAS DE BOB DYLAN



Hay que felicitarse porque, aunque sea con casi tres años de retraso, por fin se haya estrenado en España la que, para el que suscribe, es la mejor película de Todd Haynes y uno de los más interesantes films legados por el cine norteamericano de esta última década. Si bien estos días, y ya con motivo de su estreno en los Estados Unidos, I’m Not There (ídem, 2007) se ha promocionado como una especie de biopic atípico –que también lo es— en torno a la figura de Bob Dylan, hasta el punto de que la película de hecho surgió como resultado de una serie de conversaciones entre Haynes y Dylan (en sus títulos de crédito figura como “inspirada en las canciones y las muchas vidas de Bob Dylan”), lo cierto es que el aspecto que, a nivel particular, me resulta más atractivo del film reside en lo que en cierto sentido contiene de compendio de lo que ha sido, y es, el cine norteamericano de estas últimas décadas. Ello, dicho sea de paso, no tiene nada de nuevo dentro de la carrera de un cineasta –a mi entender, y sin ánimo de pontificar, el más interesante de los independientes, o considerados como tales, de la moderna cinematografía estadounidense, por encima incluso de Gus Van Sant— que ha cimentado una parte importante de su carrera sobre la evocación de determinadas convenciones de los géneros clásicos del cine norteamericano, algo que ya se incluía en su excelente Safe (ídem, 1995) y sus sutiles referencias al melodrama, y que quedaba en evidencia en su no menos interesante Lejos del cielo (Far from Heaven, 2002), con Douglas Sirk y el cine en technicolor y scope de los cincuenta colocados en primer término del relato. Todo ello está expuesto en I’m Not There cruzándolo con otro tipo de evocación, musical en este caso, sobre la figura de Dylan y, en particular, los momentos más relevantes de la carrera profesional de este último y, de paso, de la historia de los Estados Unidos de estas últimas décadas, visualizándolo mediante un estilo fragmentado e impresionista, elaborado sobre la base de un complejo montaje en paralelo, que recupera y a mi entender supera los experimentos formales y narrativos previamente ensayados por Haynes, también con música rock y/o pop como telón de fondo, en su cortometraje Superstar: The Karen Carpenter Story (1987) y en su no menos atractiva Velvet Goldmine (ídem, 1998).

I’m Not There me parece una de las más originales maneras de plantear un biopic de estos últimos tiempos. En vez de hacer lo que suele conocerse como una hagiografía del personaje biografiado, lo que Haynes ofrece es una aproximación indirecta a eso tan difícil, ¿o imposible?, de reflejar en una pantalla de cine, esa entelequia que llamamos el espíritu, en este caso el de Dylan. Su propuesta, como digo, me parece ejemplar: en vez de desarrollar un relato con planteamiento, nudo y desenlace clásicos (lo cual no quiere decir que en I’m Not There se renuncie por completo a un cierto clasicismo narrativo; digamos que, más bien, se dosifica, empleándolo como un recurso expresivo más), lo que el film hace es ofrecernos un retrato “coral” de las múltiples facetas de la carrera y la personalidad de Bob Dylan, dividiéndolo en hasta seis personajes distintos, cada uno de los cuales representa una de las etapas profesionales y/o vitales de la trayectoria de Dylan, cuyo nombre no es mencionado en ningún instante de la proyección. De tal manera, la infancia y vocación musical de Dylan viene representada/expresada/simbolizada (elíjase lo que se prefiera) a través de la historia de un chiquillo negro, Woody (Marcus Carl Franklin), amante de la música folk y devoto de Woody Guthrie, a quien se hace referencia directa en una escena concreta entre este último, agonizando en un mísero hospital, y el niño que le admira. Los primeros años de Dylan en lo que se conoce como canción-protesta se personifican en la figura de Jack (Christian Bale), un cantautor que, años después, se convierte en el exaltado Reverendo John, haciendo alusión así a la conversión real de Dylan al catolicismo. La narración va siendo salpicada por los comentarios verbales de otro cantautor y poeta, Arthur (Ben Whishaw), quien se hace llamar así por Arthur Rimbaud, y que expresa de este modo la faceta estrictamente poética de Dylan. Un bloque importante lo ocupa Jude (Cate Blanchett), un cantautor que personifica uno de los momentos cruciales de la carrera musical de Dylan, su abrazo de la música rock, lo cual le convirtió en un paria y un traidor entre sus seguidores de sus años de canción-protesta porque le acusaban de haber abrazado la comercialidad. También tenemos a Robbie (Heath Ledger), un actor que precisamente interpreta en el cine la vida de Jack/Bale, en lo que puede verse un apunte de “cine dentro del cine” por parte de Haynes y, quizás, un malicioso o cuanto menos irónico comentario en torno a la faceta como “actor”, de fingimiento, de la personalidad artística del propio Dylan. Finalmente, pero no por este mismo orden, hay un fragmento de aires westernianos centrado en la figura de Billy (Richard Gere), otro cantautor que en su caso se rebela contra los caprichos del cacique del pueblo cercano a donde vive…

Quim Casas expone muy bien, en su crítica publicada en el número 397 de Dirigido por… (febrero 2010), la sutil interrelación que se da en el film entre las peripecias de estos personajes pseudos-Dylan y los períodos reales de la carrera del cantautor; tanto, que me veo incapaz de superarlo. De ahí que me limitaré a anotar el brillante discurso de “cine dentro del cine”, o mejor dicho en este caso concreto, de “cine sobre el cine” que plantea Haynes en esta película, paralela y/o soterradamente al discurso en torno a/dentro de Bob Dylan, echando mano de una inteligente y heterodoxa combinación de formas cinematográficas “clásicas” (o consideradas como tales) y “modernas” (ídem), que expresan visualmente la personalidad polifacética de Dylan como, indirectamente, el amplio abanico expresivo del cine de estos últimos treinta y cinco o cuarenta años aproximadamente. I’m Not There me parece, por tanto, un film válido no sólo como aproximación heterodoxa y esquinada a la figura artística de Dylan, sino también una película que podrá verse y casi me atrevería a decir que “consultarse” en el futuro como un casi perfecto compendio del lenguaje cinematográfico a finales de la primera década de este siglo. Sin ánimo de ser exhaustivo, dado que este film es de los que, creo, requiere más de un visionado para asimilar su compleja experimentación con el lenguaje y en el momento de escribir estas líneas tan sólo lo he visto una vez, destacaría, ni que fuera a vista de pájaro:

1) La evocación del cine clásico de Hollywood y del macro-género de la Americana (dentro de la cual, entendida en un sentido cultural amplio que engloba tanto el cine como el resto de las artes estrictamente estadounidenses, Bob Dylan ocupa ya un lugar de honor); evocación que brilla en torno su esplendor en las escenas centradas en el pequeño Woody, las cuales rinden homenaje a esa tradición tanto en sus líneas generales como, más particularmente, a esa América Profunda que hace pensar en otra evocación, la llevada a cabo en su día por el hoy excesivamente olvidado Hal Ashby en Esta tierra es mi tierra (Bound for Glory, 1976), no por casualidad una película sobre Woody Guthrie; evocación que se encuentra, a otro nivel, en el tono de western de las metafóricas escenas centradas en el personaje de Billy, las cuales asimismo rememoran indirectamente la participación de Dylan como actor y compositor de la banda sonora en el film de Sam Peckinpah Pat Garrett y Billy el Niño (Pat Garrett & Billy the Kid, 1973). 2) La importancia cada vez más consolidada de la televisión como forma de lenguaje audiovisual complementaria y/o enriquecedora del lenguaje del cine, hasta el punto de que las imágenes de la pequeña pantalla, con su “imperfección” e inmediatez, han acabado formando parte del imaginario colectivo; aspecto este último que queda patente en las confesiones mirando a la cámara del cantautor y poeta Arthur; en las escenas de (falsas) retransmisiones televisivas que muestran entrevistas y/o actuaciones en directo del cantautor Jack (así como su posterior conversión en el Reverendo John); y, en particular, en las brillantísimas reconstrucciones en blanco y negro de la famosa entrevista dada en la vida real por Dylan con motivo de su concierto en Londres y el desastroso desarrollo de este último ante un público encolerizado que le acusaba de “traidor” y de haberse “vendido” a la música rock (dichos entrevista y concierto pueden verse en el excelente documental de Martin Scorsese No Direction Home: Bob Dylan, 2005), fragmentos a los cuales no es ajena la extraordinaria labor de Cate Blanchett en el papel de Jude, alter ego afeminado y/o afectado del Dylan del período evocado. Y, finalmente: 3) La excelente digresión meta-fílmica que contiene I’m Not There, en cuanto es una película que al mismo tiempo sabe verse a sí misma como película, consciente de su artificio pero asumiéndolo como tal; aspectos éstos que quedan perfectamente sugeridos, por un lado, en la trama centrada en el personaje de Robbie, el actor que interpreta a Jack en un imaginario film biográfico sobre este último, cuyo retrato está marcado por fuertes componentes de realidad cotidiana (su relación amorosa con Claire, Charlotte Gainsbourg, en virtud de la cual vemos que, a fin de cuentas, Robbie no es sino otro ser humano con problemas cotidianos como los demás); discurso meta-fílmico, vuelvo a insistir, que se apunta asimismo en las evidentes referencias a Fellini Ocho y medio (Otto e mezzo, 1963) en las escenas del jardín centradas, de nuevo, en el personaje de Jude, donde incluso suena de fondo –ya lo han apuntado otros— el tema musical de Nino Rota para El Casanova de Fellini (Il Casanova di Federico Fellini, 1976), a modo de irónico contrapunto/comentario musical sobre las turbulentas relaciones amorosas del auténtico Dylan, tanto las que en este fragmento londinense atañen a Jude y Coco (Michelle Williams), esta última una representación imaginaria de Nico, la musa de la Warhol Factory, como las referencias soterradas a la relación de Dylan con Joan Baez, ésta reflejada a su vez en el film en el personaje ficticio de Alice Fabian (Julianne Moore).

8 comentarios:

  1. Muy bien argumentado y expuesto. Enhorabuena por este fantástico refugio cinéfilo que he descubierto hoy. Tus comentarios sobre LA CINTA BLANCA y UP IN THE AIR no tienen desperdicio. SEGUIREMOS EN CONTACTO.

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  2. Gracias, Tomás, por esta hermosa reseña. El domingo ví la película y quedé hechizado. Me parece una de las más atrevidas, aguerridas y arriesgadas aproximaciones a la personalidad de Dylan en particular y, como comentas, aportaciones al biopic en general (de hecho, como Quim Casas comenta, es difícil verlo como un biopic teniendo en cuenta el tipo de relato estandarizado que esa denominación "biopic" designa normalmente).

    Me pregunto -porque no nos lo dices :)- si eres o no dylanita. Tu reseña, centrada en el lenguaje cinematográfico como corresponde a este lugar, no despeja esa mi duda. Pero convendrás conmigo que la (despampanante) cantidad de aristas narrativas, metanarrativas, de símbolos, referencias más o menos veladas (a D. A. Pennebaker, por ejemplo) y metáforas se encauzan, aunque de fondo en el retrato de un tiempo, principalmente en el retrato de una figura (y en el hecho de su constante reinvención que tanto desencajó en su tiempo -sobretodo en los sesenta- a la crítica y el público). En ese sentido, todas esas infinitas líneas narrativas que emergen de la tramoya formal (dicho de otra forma, buena parte del contenido), creo que, en un primer estadio, compendian los estudios (sean escritos o audiovisuales) sobre la figura del artista, eliminando lugares comunes, para, después, en un segundo estadio, imprimir Haynes su particular visión sobre ese universo, lo que le resulta más llamativo, más trascendente en términos analíticos de todo tipo, y también por razones sentimentales (subjetividad necesaria que habita, por ejemplo, en las elecciones musicales -y determinados pasajes/letras de esas canciones escogidas-).

    Yo sí me reconozco como un profundo admirador de Dylan (o debería decir de tantos Dylans) y de sus discos, no sólo en términos de letras sino también en el aparato musical, una constante exploración que, pienso, refiere la quintaesencia del devenir de la música popular en la segunda mitad del siglo pasado, con influencia hasta el presente. (sigue)

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  3. (sigue)
    En ese sentido, volcado sobre la personalidad ("y muchas vidas") de Dylan, me permito aportar algunos felices hallazgos que he encontrado en mi primer visionado de la película, los cuales tienen relevancia en lo biográfico pero también en la forma, en el complejo pero tan fructífero modo que tiene Haynes de acumular datos y sensaciones:

    Que el primer segmento narrativo, en el que conocemos al niño Woody Guthrie, se ubique en idénticos parámetros al del primer capítulo de Bound for Glory, la autobiografía del autor de This land is your land. Que el bluesman auténtico Richie Havens acompañe a la guitarra al joven Woody en una interpretación doméstica y feliz de Tombstone Blues. La tensión entre el fervoroso deseo de homenajear a sus referentes (el niño visitando el psiquiátrico donde mora un moribundo Guthrie) y la necesidad de un artista de hallar su propio camino (el comentario que le hace una anciana negra diciéndole "Vive tu propio tiempo, los niños deben cantar acerca de su propio tiempo"). Las entrevistas a Jude que se vuelven “extendidas”, pues se muestran fragmentos que en realidad acaecieron -algunas que aparecen en "Don't look back", otras en "No Direction Home"- pero se alargan exponiendo tesis de pensamiento en lugar de la mera actitud esquiva que en realidad tuvo Dylan. Los personajes asignados a la mujer y a una amante de Robbie Clark arrancados del tenor de la primera estrofa de una canción -Visions of Johanna- que se escucha, o la siguiente presentación del amor en ciernes que reproduce clisés inmortalizados por fotógrafos de la época (como la imagen que dio lugar a la portada del Freewheelin’) mientras al acompañamiento de I want you propala una inmensa joie de vivre. El plano que muestra la irrupción de Jude en el Newport Folk Festival en 1965 con su "Maggie's Farm", cuya ruptura interpretada como agresión por el público folk se textualiza de forma hiperbólica: la banda empuña unas metralletas y empieza a disparar al público. El plano que nos muestra a Billy el Niño oteando una inmensa fronda, la cámara alternando aquella visión con un rápido montaje de acontecimientos relevantes de la época, mientras se escucha el All along the Watchtower: por empecinado que fuera el retiro de Dylan del que nació el disco John Wesley Harding, siempre quedó un vínculo y compromiso con su tiempo. El detalle slapstick que relaciona a Dylan con los Beatles (y con su afición compartida por la marihuana) en el inicio de una, probablemente la mejor, de las citadas secuencias surrealistas. El hecho de que un mismo actor, Bruce Greenwood, interprete tanto al periodista que cuestiona a Jude Quinn como a un decrépito Pat Garrett, estableciendo puentes narrativos (sobre anatemas de Dylan) merced de una audacia de casting, y apuntalados con el protagonismo por parte del propio Greenwood de una canción de Dylan, Ballad of a thin man, ilustrada. La secuencia del entierro en Riddle, el pueblo de Billy el Niño, en la que una banda interpreta el tema Goin 'to Acapulco, extraído del Basement Tapes mientras el orador lleva el rostro pintado de forma semejante a como se maquilló Dylan durante la gira de la Rolling Thunder Revue…

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  4. Termino mi largo comentario, pidiendo perdón por la extensión, y con una petición. ¿Te apetecería escribirnos una reseña sobre "No Direction Home"? Personalmente me parece de lo mejor que ha hecho Scorsese en estos últimos años, y aunque has comentado que te gusta, me gustaría mucho que nos regalaras unas cuantas notas al respecto. Quizá ya lo hayas escrito en algún sitio, si es así, referénciamelo, que lo buscaré.

    Un abrazo

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  5. Vi esta pelicula hace un año tras descargarla de Internet, creía que jamás se estrenaría en España... y estoy de acuerdo contigo, Tomás. Es lo mejor que ha hecho Haynes (Safe es buena pero su puesta en escena me dejó algo frio) y para mí el mejor documental musical que haya visto jamás. Resume la esencia del concepto folk y la canción-protesta sin personalizar jamás en icono alguno (ni en Dylan). JON

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  6. Buenos días a todos:

    Sergi: sobre "No Direction Home" escribí algo en mi libro sobre Martin Scorsese publicado por Ediciones Carena, aunque mi comentario es más bien pequeño, habida cuenta que este libro sólo pretendía ser una introducción general a Scorsese y su extensión era, por ello, limitada.
    Evidentemente, por lo que comentas (y no te preocupes por el tema de la extensión; además, lo has fragmentado para hacerlo más llevadero), veo que también has percibido que la película de Todd Haynes tiene muchos elementos de interés y está pletórica de sugerencias. Curiosamente, no soy ni un gran conocedor de la obra de Bob Dylan ni me incluyo entre sus admiradores (tampoco entre sus detractores), lo cual es otro mérito de este film, creo: hacerte atractiva la personalidad del biografiado, con independencia de la opinión particular que puedas tener sobre el mismo.

    Jon: pues yo vi la película hace relativamente poco, gracias a una edición en DVD norteamericana que compré en una tienda de Barcelona con material de importación; y la compré porque, listo de mí, estaba convencido de que a este paso este film no se vería en España ni siquiera en DVD..., y, a las pocas semanas, se anuncia su estreno en cines. Bueno, los 15 euros que me costó la copia tampoco serán mi ruina; además, la edición USA en DVD lleva dos discos, con numerosos extras en el disco 2, así que la cosa compensa. Y con subtítulos en castellano, algo ya muy frecuente en las ediciones en DVD estadounidenses, que hace tiempo que se han dado cuenta del potencial del mercado de habla hispana.

    Un abrazo.

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  7. Hola Tomás, ¿me podrías decir cuál es esa tienda de importación y en qué calle está? Es que me interesa mucho. Gracias. A mí también me gustó (y mucho) "I'm not there".

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  8. Buenas noches, Holden:

    Cómo no. La tienda en cuestión es muy conocida en Barcelona. Se llama "Freaks", y está en la calle Ali Bei, nº 10, 08010 Barcelona, muy cerca del Paseo San Juan, tel. 93 232 98 64, freaks@inicio.es. Tienen muchos DVD,s de importación, tanto USA (zona 1) como oriental (zona 3), además de material español, inglés e italiano; hay, asimismo, libros y revistas, editados en España o de importación. Esa es la parte buena. La parte menos buena es que lo que tienen es un poco caro, o muy caro si escoges "exquisiteces" exóticas, pero también hacen ofertas especiales o liquidaciones de "stocks" más económicas. Si necesitas más datos, házmelo saber. Y, como siempre digo, ¡que conste que no cobro comisión!

    Un abrazo.

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