
sábado, 29 de agosto de 2009
“HECHO EN EUROPA”: UN HOMENAJE AL CINE DE GÉNERO EUROPEO DE LOS AÑOS 60 Y 70

viernes, 28 de agosto de 2009
FORMAS DEL CINE DE TERROR, MÉTODOS DEL CINE DE AUTOR: A PROPÓSITO DE “ARRÁSTRAME AL INFIERNO” Y “ANTICRISTO” (y 2)


He oído decir que parte del rechazo que provoca o puede provocar Anticristo entre ciertos sectores de opinión reside en el hecho de que no se
soporta que el autor de films supuestamente tan “sensibles”, “delicados” y/o “poéticos” (táchese lo que no proceda) como Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad o Dogville se haya ensuciado las manos con un género, el de terror, para mucha gente todavía equivalente a subcultura. Doy por sentado que nadie en su sano juicio creerá que Anticristo es un paso en falso en la carrera de Von Trier en base a una consideración tan pedestre como su pertenencia a un género, todavía dicen algunos, indigno de un artista. Tampoco veo ningún problema en el hecho de que el cineasta danés haya construido Anticristo exactamente igual que muchísimos films de terror, partiendo de una construcción tan clásica, tan tópica incluso, como la que tiene su película, la cual arranca con: 1) el planteamiento de una situación traumática: el hijo de una pareja, un hombre y una mujer sin nombre propio (unos magníficos y desinhibidos Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg), fallece en un trágico accidente; la madre, rota de dolor por lo ocurrido, precisa tratamiento psiquiátrico e incluso la internación en un hospital; el film prosigue con: 2) la ubicación del grueso principal del relato en un escenario aislado e incomunicado: el traslado de los protagonistas a una cabaña de su propiedad en medio del bosque, donde él espera así tratar adecuadamente el desconsuelo de ella y curarla; y culmina con: 3) una explosión de violencia desaforada, resultado de los dos pasos previos. Es decir, Von Trier recurre a una construcción narrativa que no se encuentra lejos de la de muchísimas películas de terror “al uso”, como puedan ser Cabin Fever (ídem, 2002, Eli Roth), The Descent (ídem, 2005, Neil Marshall) o, sin ir más lejos, la célebre Posesión infernal de Raimi.
Ahora bien, ¿es esto malo en sí mismo considerado? Estoy convencido de que no. Y más teniendo en cuenta que uno de los aspectos más interesantes de Anticristo no reside en el hecho de que Von Trier recurra a esa construcción tan manida, sino precisamente en el extraordinario provecho que saca de ella. Demuestra conocer muy bien los mecanismos narrativos del cine de terror y los aplica con conocimiento de causa, mucho mejor que cuando aplicó los del melodrama o del musical en sus obras más alabadas. Sabe que el buen cine fantástico no se infiere de sus contenidos temáticos y/o literarios, sino de un tratamiento visual con la cámara que sea, asimismo, fantástico. Es por eso que, por una vez y sin que sirva de precedente, en esta ocasión ha demostrado que sabe hacer con la cámara algo mejor que un mero maquillaje “modernizado” de formas operísticas (Rompiendo las olas), fingir que destruye las reglas de la sintaxis cinematográfica tradicional sin ofrecer absolutamente nada a cambio (Los idiotas), recrear viejas maneras del cine musical con vistas a lograr un efecto “disonante” (Bailar en la oscuridad), suplir mediante el encuadre la ausencia de decorados (Dogville/Manderlay), o dejar que una cámara automática decida por sí misma –o, al menos, eso decían— la planificación (El jefe de todo esto). En Anticristo hay un profundo trabajo de puesta en escena en el que cada secuencia, casi cada plano, sugiere cosas, aporta datos, genera información y al mismo tiempo fomenta dudas y recelos, ambigüedades y titubeos; un trabajo de realización que obliga al público a no ser un mero espectador pasivo, sino que busca, ¡ay!, su implicación intelectual, su participación emotiva: le obliga a pensar. Por ello me parece su mejor película.


Anticristo se compone de tres partes rodadas en color y de un prólogo y un epílogo en blanco y negro. El prólogo consiste en una primera




Se ha dicho, y no sin razón que, por encima o al margen de su
inscripción en el fantástico (“por encima” para quienes detestan este género, “al margen” para quienes lo respetamos), Anticristo es la historia de la crisis de una pareja contada en clave terrorífica; poco más o menos, lo mismo podríamos decir –ya se dijo— de El resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick; de hecho, en Anticristo hay un guiño a esta última: el plano general aéreo en semipicado que muestra el coche de los protagonistas internándose en el bosque, camino de la cabaña. Así pues, si El resplandor podía entenderse como el proceso de destrucción de una pareja como consecuencia de la frustración de un escritor fracasado y alcoholizado que ya no soporta la vulgaridad de su esposa y llegó al extremo de hacerle daño a su hijo en el pasado, puede verse Anticristo como el proceso de disolución de otra pareja que, tras la muerte de su pequeño, han perdido lo único que les unía afectivamente y ahora tan sólo les queda el sexo como fugaz consuelo a sus respectivas soledades compartidas.












La película se cierra –atención: SPOILER— con un epílogo en blanco y negro, como el prólogo, lo cual sugiere que tanto el uno como el otro se
corresponden con la visión sin color, sin auténtica vida, del personaje masculino: ese paréntesis, en el cual se ha enfrentado a las fuerzas de la naturaleza y de Lo Femenino, su temporada de color, ha concluido, dejando paso a un triste regreso a casa arrastrando su pierna herida. De repente, el hombre ve o, una vez más, cree ver, a docenas y docenas de mujeres ascendiendo la colina donde se encuentra, pasando a su lado sin hacerle caso y como si atendieran, al igual que su esposa, a la llamada de lo natural, en una especie de “pastoral femenina” de la cual él, como Hombre, está forzosamente excluido. Un rótulo final incluye una dedicatoria a Andrei Tarkovski, que según parece tantas risas provocó en el último Festival de Cannes (y alguna que otra risotada en el pase de prensa donde visioné la película); lejos de ser un chiste, como se ha dicho, me parece absolutamente coherente y nada gratuita la relación espiritual existente entre Anticristo y el cine de Tarkovski; y no me refiero únicamente a los recursos estéticos (el prólogo en blanco y negro, los escenarios naturales neblinosos) que afloran en las aportaciones específicamente fantásticas del gran cineasta ruso, Solaris (Solyaris, 1972) y Stalker (ídem, 1979): sin estar a su altura, el carácter feérico de las imágenes conseguidas por Von Trier no anda tan lejos del tono mágico de La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962), el rigor estético de Andrei Rublev (Andrey Rublyov, 1966), la abstracción de El espejo (Zerkalo, 1975) o la sombría visión de la soledad del ser humano que afloraba en Nostalgia (Nostalghia, 1983) y Sacrificio (Offret, 1986). Anticristo es, hasta la fecha, la ocasión en la que Lars von Trier ha estado más cerca de emular a sus maestros.

martes, 25 de agosto de 2009
FORMAS DEL CINE DE TERROR, MÉTODOS DEL CINE DE AUTOR: A PROPÓSITO DE “ARRÁSTRAME AL INFIERNO” Y “ANTICRISTO” (1)











No deja de ser sintomático de las intenciones del


(continuará…)
lunes, 17 de agosto de 2009
“HARRY POTTER Y EL MISTERIO DEL PRÍNCIPE” – “ICE AGE 3: EL ORIGEN DE LOS DINOSAURIOS”
Mi paréntesis vacacional, la acumulación de estrenos veraniegos y mi diversificación laboral me han forzado a repartirme un poco en detrimento de este blog que, no me cansaré de insistir en ello, escribo por el mero placer de hacerlo, sin pretensiones de pontificar y con la única intención de conversar tranquilamente sobre cine. Para reanimarlo un poco, incluyo aquí un par de reseñas que en principio formaban parte de una entrada que preveía iba a ser más extensa y donde tenía pensado incluir diversos estrenos de los meses de julio y agosto que me he echado a los ojos. Como estamos ya a mediados de agosto, los estrenos se amontonan y he tenido la ocasión de hablar de algunos de ellos en comentarios que saldrán próximamente publicados en Dirigido por... e Imágenes de Actualidad –es el caso de Up, de Pete Docter y Bob Peterson, Asalto al tren Pelham 1 2 3, de Tony Scott, G.I. Joe, de Stephen Sommers, o Desgracia, de Steve Jacobs—, me abstendré de hablar de ninguno de ellos aquí, con la excepción de Harry Potter y el misterio del príncipe, que he optado por incluir en el blog con un texto más extenso que el que saldrá en fecha próxima también en Imágenes de Actualidad. Esta entrada es modesta, lo sé; se trata, tan sólo, de desengrasarme tras la vuelta de las vacaciones de verano, mientras preparo estos días un par de nuevas entradas relacionadas con otros títulos que también he visto en cines recientemente, y que dadas sus características especiales creo que darán mucho de sí.
Harry Potter y el misterio del príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009), de David Yates.- Se ha venido diciendo
casi desde el primer día (¡antes, incluso, de que se hubiese estrenado!) que esta nueva entrega de la serie Harry Potter era la mejor de todas. Pues bien, tras haberla visto, solamente puedo atribuir aquella afirmación al entusiasmo de los incondicionales de la saga, a los lectores del libro a partir del cual ha salido esta película y que yo desconozco (Harry Potter y el príncipe mestizo en su edición española), o sencillamente a una mera campaña publicitaria, dado que este nuevo capítulo cinematográfico de la creación de J.K. Rowling me ha parecido uno de los menos interesantes, y acaso el más aburrido de todos, dada su duración a todas luces excesiva. No digo que Harry Potter y el misterio del príncipe sea un film abominable: está rodado con corrección, su acabado técnico es impecable y “funciona” desde una perspectiva estrictamente formal. Sencillamente, no da lo que promete. Tras un arranque vistoso para ir “abriendo boca” (el ataque de los Mortífagos al londinense Puente del Milenio y al barrio secreto de los magos), lo más teóricamente interesante, la descripción de la infancia y juventud de Tom Riddle, el futuro Lord Voldemort, está resuelto de una manera tan formularia y apática que no la animan ni los vistosos flashbacks de tono verdoso que la ilustran; además, se echa en falta la presencia de Ralph Fiennes, ausente de esta entrega por razones argumentales. Y, con franqueza, los problemas amoroso-adolescentes de Harry (Daniel Radcliffe), Hermione (Emma Watson) y Ron (Rupert Grint) son para bostezar largo y tendido: por comparación, y sin salirnos de la saga, estaban mucho mejor resueltos y dosificados en la despreciada Harry Potter y el cáliz de fuego (Harry Potter and the Goblet of Fire, 2005, Mike Newell), una de las mejores entregas de la serie junto con Harry Potter y la cámara secreta (Harry Potter and the Chamber of Secrets, 2002, Chris Columbus). Asimismo, da pena ver a intérpretes atractivos como Alan Rickman o Helena Bonham Carter aquí tan desaprovechados, a pesar de la relevancia que tienen sus personajes en el desarrollo de la trama (sobre todo, el encarnado por Rickman). El realizador David Yates se esfuerza por darle un tono tenebroso al relato –el mismo que ya intentó imprimir en su anterior, y también mediocre, Harry Potter y la Orden del Fénix (Harry Potter and the Order of the Phoenix, 2007), en la línea “oscura” de la no menos sobrevalorada Harry Potter y el prisionero de Azkabán (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, 2004, Alfonso Cuarón)—, pero el resultado es a todas luces insuficiente, a pesar de un morceau de bravoure –la eficaz secuencia de Harry y Dumbledore (Michael Gambon) en la cueva— que tarda mucho, demasiado, a incorporarse a la función: llevamos ya dos horas de proyección, y la secuencia tampoco es tan brillante como para compensar tanta, tanta espera. Señalar, empero, un par de aspectos de este decepcionante Harry Potter y el misterio del príncipe, éstos sí dignos de mención: la interpretación de Jim Broadbent, realmente extraordinario en todas sus intervenciones, hasta el punto de que por sí solo consigue imprimir a la película ni que sea una apariencia de densidad; y la partitura del compositor Nicholas Cooper, que a mi entender consigue desmarcarse de los trabajos previos de John Williams y Patrick Doyle con una banda sonora personal que recoge la mejor herencia del sinfonismo británico.
Ice Age 3: el origen de los dinosaurios (Ice Age: Dawn of the Dinosaurs, 2009), de Carlos Saldanha y Mike Thurmeier.- También me ha decepcionado un poco esta nueva entrega de la serie Ice Age, ya que a mi entender continúa el camino de decreciente interés que ya mostraba la todavía atractiva Ice Age 2: el deshielo (Ice Age: The Meltdown, 2006, Carlos Saldanha) respecto a la excelente Ice Age (La edad de hielo) (Ice Age, 2002, Chris Wedge y Carlos Saldanha). Sigo pensando que lo mejor de esta última era su espléndido sentido del gag, algo que ya se percibía con mucha menos intensidad en Ice Age 2: el deshielo, la cual aumentaba a cambio las dosis de aventura, algo que vuelve a reaparecer de forma más perceptible en Ice Age 3: el origen de los dinosaurios, donde los gags aparecen reducidos al mínimo en beneficio de las secuencias de acción. Ello, en sí mismo considerado, no sería negativo si no fuese porque se nota demasiado su condición de secuela del primer Ice Age que intenta mantener el patrón establecido por esta última; así, los ya célebres paréntesis cómicos protagonizados por la rata Scrat y su bellota aquí parecen metidos con calzador más que nunca. Tampoco está a la altura de lo que inicialmente promete la descripción del nuevo escenario de las peripecias de los personajes de Ice Age 1 & 2, es decir, ese “mundo perdido” poblado de dinosaurios del cual podría haberse sacado mucho más jugo. Hay que anotar, en el terreno de lo positivo, la incorporación del personaje de Buck, esa enloquecida zarigüeya tuerta que tiene a su cargo algunos de los mejores momentos de la función, en particular aquellos que atañen a su enfrentamiento con un gigantesco dinosaurio que viene a ser su propia versión de Moby Dick. Ice Age 3: el origen de los dinosaurios acaba siendo, a pesar de todos esos defectos, un buen film: hay algunos gags que funcionan (por ejemplo, la primera secuencia cómica que enfrenta a Scrat con una ladina versión femenina de sí mismo); y secuencias de acción bien resueltas, como la de la planta carnívora o la pelea contra los velociraptores mientras la mamut da a luz a su cría. Pero el conjunto transmite, a pesar de esos destellos de brillantez, una sensación mecánica y a ratos de rutina que parece poner en evidencia el desgaste de la fórmula que lo sostiene y que no hace esperar nada bueno de cara a una hipotética cuarta entrega.
Harry Potter y el misterio del príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009), de David Yates.- Se ha venido diciendo


jueves, 6 de agosto de 2009
“SCIFIWORLD” AGOSTO 2009, YA A LA VENTA Y CON DOBLE PORTADA


El número 17 de la revista Scifiworld destaca, en primer lugar, por publicar este mes dos portadas con los rostros de Daniel Radcliffe y Emma Watson, intérpretes respectivos de Harry Potter y Hermione, con motivo del reciente estreno de la última, aunque todavía no definitiva, entrega de la serie creada por la escritora J.K. Rowling, Harry Potter y el misterio del príncipe; en el mismo número, sus responsables aprovechan la ocasión para repasar lo que ha dado de sí la saga de Hogwarts. También hay artículos dedicados a Poltergeist, a la versión de La isla del Dr. Moreau firmada por John Frankenheimer (yo debo ser de los pocos a los que les gusta) y a la excelente producción fantástica del malogrado cineasta británico Jack Clayton. Mi contribución de este mes, bajo el genérico Terrores reales, pretende ser un repaso a algunas producciones de corte fantástico que de un modo u otro se inspiran en hechos reales o que han sido “vendidas” como tales, tal es el caso del film, de próximo estreno, Exorcismo en Connecticut.
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