viernes, 11 de agosto de 2023

“¡Dios mío, está lleno de estrellas!”: “2010: ODISEA DOS”, de PETER HYAMS



Arthur C. Clarke, coautor del guion de 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) (1) junto con el realizador Stanley Kubrick, y autor de la novela homónima elaborada a partir de ese mismo guion editada en 1968, publicó en 1982 una continuación literaria de aquélla, titulada 2010: Odisea dos; en 1987 publicaría una tercera parte, 2061: Odisea tres; y, en 1996, una cuarta, 3001: Odisea final; estas dos últimas no han sido llevadas al cine o a la televisión, al menos por ahora (2). Clarke le ofreció a Kubrick la posibilidad de adaptar 2010: Odisea dos, pero la negativa del cineasta a realizarla le abrió la puerta a otro director, Peter Hyams, quien acababa de incursionar con éxito en la ciencia ficción con su estupenda Atmósfera cero (Outland, 1981). Como recoge el biógrafo de Kubrick Vincent LoBrutto, lo primero que hizo Hyams fue telefonear a Kubrick: “Tuve una larga conversación con Stanley y le expliqué lo que haría. Le dije que, si tenía su aprobación, yo haría esta película, y si no me la daba, no la haría. Nunca me hubiese atrevido a hacer el film sin la bendición de Kubrick. Es uno de mis ídolos; sencillamente, uno de los talentos más grandes que haya tenido este mundo. Él más o menos me dijo: “Claro. Hazla si quieres. No me importa”. Y en otra ocasión añadió: “No te preocupes. Tú solo tienes que hacer tu propia película””.



Hyams escribió el guion, manteniendo frecuentes contactos con Clarke para que le asesorara, y además de producir y dirigir el film se encargó de la dirección de fotografía, tal y como tenía por costumbre. Con distribución de la productora original de 2001: Una odisea del espacio, Metro-Goldwyn-Mayer, y un presupuesto generoso para la época de 28 millones de dólares, 2010: Odisea dos (2010, 1984, a.k.a. 2010: The Year We Make Contact) hace recaer su protagonismo en el Dr. Heywood Floyd –encarnado en la película de Kubrick por William Sylvester y en la de Hyams por Roy Scheider–, quien se embarca en la nave rusa Leonov, comandada por la capitana Tanya Kirbuk (Helen Mirren), junto con otros dos cosmonautas norteamericanos, el doctor en ingeniería Walter Curnow (John Lithgow) y el Dr. Chandra (Bob Balaban) –el informático que diseñó el célebre ordenador HAL 9000 (de nuevo doblado por Douglas Rain)–, con la finalidad de viajar hasta la órbita de Júpiter, abordar la abandonada nave estadounidense Discovery Uno, averiguar qué ocurrió con su tripulación y descubrir el secreto del monolito gigante que todavía se encuentra por esas latitudes. Un enigma en el que tendrá mucho que ver el “espectro” –o lo que sea…– del cosmonauta Dave Bowman (encarnado, nuevamente, por Keir Dullea). A pesar de que 2010: Odisea dos llegó a cosechar cinco nominaciones al Óscar –entre ellas, una para sus efectos visuales, supervisados por Richard Edlund, quien tuvo que reconstruir tan solo a partir de fotografías los diseños originales de la película de Kubrick que este último se había encargado escrupulosamente de destruir–, su recaudación en taquilla fue algo endeble (40 millones de dólares solo en los Estados Unidos).



A pesar de que su reputación ha mejorado con el paso del tiempo, pues lo cierto es que tampoco está tan mal como se dijo en el momento de su estreno, en sus líneas generales, y salvo determinados instantes, 2010: Odisea dos es un film insípido y más bien aburrido, que no solo no está a la altura del original sino, ni tan siquiera, a la de Atmósfera cero. De hecho, a nivel visual, y a pesar de reproducir con fidelidad el interior de la nave Discovery Uno de la primera película, su look fotográfico y su diseño de producción hacen pensar más en Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) (3) o en la misma Atmósfera cero, que ya de por sí era deudora del film de Ridley Scott, que en Kubrick. Pese a todo, hay algo que hace a esta película relativamente simpática: la saludable falta de pretensiones demostrada por Hyams en su labor como guionista y director. Probablemente consciente de que no iba a conseguir algo del nivel de 2001: Una odisea del espacio, Hyams ni siquiera lo intentó, y resolvió 2010: Odisea dos a su manera, sin pretender “hacer de Kubrick”, con humildad y coherencia combinadas.



Dada su condición, ineludible, de secuela, 2010: Odisea dos empieza con un engorroso prólogo, a base de fotos fijas e inserción de rótulos, acompañado por la voz de un traumatizado Bowman exclamando: “¡Dios mío, está lleno de estrellas!”, el cual resume sucintamente la trama de 2001: Una odisea del espacio. Pese a la fama del film de Kubrick, sus productores debieron considerar necesario el refrescar la memoria del espectador ante esta secuela tardía dieciséis años después, y poner en antecedentes al público joven que muy probablemente no lo había visto. Hija de su tiempo, 2010: Odisea dos presenta una trama con ecos de la guerra fría, en la cual los norteamericanos y los rusos, estos últimos todavía soviéticos, deben colaborar para llevar a cabo una peligrosa misión de rescate de la Discovery Uno, la cual todavía navega a la deriva por los alrededores de Júpiter: los soviéticos tienen una nave preparada para llegar a Júpiter meses antes que los norteamericanos, la mencionada Leonov, pero tan solo los “yanquis” saben cómo volver a poner en funcionamiento la Discovery Uno y al superordenador HAL 9000 para que relate lo ocurrido nueve años atrás. Hace bastante tiempo que leí la novela de Clarke, pero recuerdo que un tercer país formaba parte de esta carrera espacial, China, con resultados catastróficos: la misión china se estrella en una de las lunas de Júpiter, Europa, y mueren todos sus miembros. Hyams eliminó a los chinos, así como un epílogo del libro, que transcurre nada menos que en el año 20.001 (sic), momento en que Europa está ya poblada por una nueva especie no humana, y a cambio acentuó, como ya he mencionado, un clima de guerra fría que se había reactivado en el cine estadounidense a raíz de la subida a la presidencia del reaccionario Ronald Reagan. En la película, los Estados Unidos y la todavía Unión Soviética se encuentran al borde de una probable tercera guerra mundial como consecuencia de su injerencia en diversos países sudamericanos.  



El film de Hyams es, por comparación, más “cotidiano” y mucho menos “trascendente” que el de Kubrick. Toque de cotidianeidad –por más que sea harto convencional– que se percibe en escenas como aquélla en la que el Dr. Floyd se refugia dentro de su cabina mientras la Leonov lleva a cabo una peligrosa maniobra –una secuencia destinada, se nota, a añadir un toque de “acción” al relato–, y que cuenta con ese detalle de la joven cosmonauta rusa, Irina (Natasha Shneider), que, aterrorizada, entra en la cabina de Floyd y se abraza a él en busca de amparo; la secuencia en la que Walter y el cosmonauta ruso Maxim (Elya Baskin) saltan al vacío desde la Leonov hasta la Discovery Uno, en la cual los jadeos de miedo de Walter dentro de su traje presurizado llenan buena parte de la pista de sonido, en una secuencia que anticipa, vagamente, un famoso momento de la subvalorada Misión a Marte (Mission to Mars, 2000, Brian de Palma) (4); ese instante (el peor del film) en el que Floyd y Walter se ponen a hablar, nostálgicos, de perritos calientes (sic), para que veamos que, pese a su madurez, siguen siendo sanos-chicos-americanos (por favor…); o la escena de “suspense” en la que Chandra consigue, tan solo dialogando, convencer a HAL –a riesgo de que, como en la primera película, vuelva a rebelarse– para que se sacrifique a fin de facilitar el regreso de la expedición a la Tierra.


2010: Odisea dos
es un film bien rodado y resuelto con pulcritud, pero que halla en esa impecable factura su principal inconveniente, dado que esa misma limpieza visual y narrativa va en detrimento de la creación de una buena atmósfera fantástica. Resultan sintomáticas de lo afirmado las secuencias en las que el espíritu de Bowman se presenta en la Tierra ante su esposa, Betty (Mary Jo Deschanel), apareciéndose en el monitor de televisión, y ante su anciana madre (Herta Ware), hospitalizada, a la cual peina sus cabellos con un cepillo antes de que la mujer fallezca, en lo que parece un guiño a Segundo de Chomón: las ideas de base de ambas escenas son bonitas, pero el resultado no tiene fuerza. Igual ocurre con la secuencia en la que Bowman se aparece ante Floyd, adoptando, por corte de montaje, todas las apariencias que lucía el actor Keir Dullea en la película de Kubrick: joven cosmonauta, maduro caballero, anciano decrépito e, incluso, “bebé cósmico”: está resuelta con gran sobriedad, cierto, pero ni emociona ni conmueve. Pese a todo resulta simpático, por ingenuo, casi naíf, el discurso pacifista y conciliador del relato, que culmina con la transformación de Júpiter en un segundo sol, el cual no solo convertirá a su satélite Europa en una segunda Tierra, sino que además eliminará de un plumazo el inminente estallido de una guerra atómica entre las superpotencias terrestres como consecuencia del nacimiento de una nueva “conciencia planetaria”.

 

(1) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2023/08/la-concepcion-de-lo-humano-en-2001-una.html

(2) Las cuatro novelas se encuentran recopiladas en el volumen Una odisea espacial. La saga completa, publicado por Debolsillo. Barcelona, 2018.

(3) http://elcineseguntfv.blogspot.com/2017/05/una-odisea-sexualizada-en-el-espacio.html

(4) Véase mi comentario en el artículo El cine fantástico. Rock gótico, telekinesia y viajes espaciales, publicado en DIRIGIDO POR…, n.º 452 (febrero 2015), dentro de la primera entrega de un dosier en dos partes dedicado a Brian de Palma: http://elcineseguntfv.blogspot.com/2015/02/dirigido-por-febrero-2015-ya-la-venta.html 

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