miércoles, 4 de diciembre de 2019

La visita del rencor: “LOS VISITANTES”, de ELIA KAZAN




[NOTA BENE: EL PRESENTE ARTÍCULO ES UN COMPLEMENTO DEL “DOSSIER” SOBRE ELIA KAZAN PUBLICADO EN LOS N.º 502 y 503 DE “DIRIGIDO POR…” (SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2019) (1).]


Justo entre El compromiso (The Arrangement, 1969), un interesante trabajo rodado a finales de los sesenta, aunque no tanto como los otros tres que dirigió en esa misma década, los extraordinarios Río salvaje (Wild River, 1960), Esplendor en la hierba (Splendor in the Grass, 1961) y América, América (America, America, 1963), y la película que cierra su filmografía, la inteligente El último magnate (The Last Tycoon, 1976), Elia Kazan rodó Los visitantes (The Visitors, 1972), uno de sus trabajos menos difundidos y más difíciles de ver desde el momento de su estreno en España, a principios de la década de los setenta, y además en una versión recortada y suavizada por la censura franquista de la época, luego recuperada, íntegra y fiel a la original, en formato DVD. Rodada con un bajísimo presupuesto y un equipo mínimo (en ocasiones se ha dicho que la casa de campo que aparece en el film era la del propio realizador), Los visitantes supuso una inesperada incursión de Kazan en un terreno formal y estético más cercano a los modos del cine independiente surgido entre finales de los cincuenta y desarrollado, sobre todo, durante la década de los sesenta, por más que, a pesar de ello, siga brillando el sentido del encuadre “psicológico” y de la dirección de actores tan característicos del mejor cine de su autor.


A partir de un guion escrito por su propio hijo Chris, Elia Kazan desarrolla un relato tenso y claustrofóbico que se inspira en parte en el mismo suceso real que se encuentra en la base de la muy posterior película de Brian de Palma Corazones de hierro (Casualties of War, 1989), esto es, la violación y asesinato de una indígena por parte de un pelotón de soldados norteamericanos durante la guerra de Vietnam, el cual fue denunciado por uno de esos hombres que se negó a tomar parte de ese crimen y a encubrirlo. En cierto sentido, y jugando un poco con la perspectiva del tiempo, Los visitantes vendría a ser la “secuela” de Corazones de hierro, dado que parte de la teórica situación (esta, completamente inventada por Chris Kazan) que se produciría si dos de los soldados procesados por ese delito, aquí llamados Nick (Steve Railsback) y Tony (Chico Martínez), se presentaran en el hogar del compañero de armas que les denunció, Bill (James Woods, en su debut en el cine), una vez cumplida su condena. Alrededor de ese incómodo reencuentro, que obliga a Bill a tener que hablarle a su mujer y madre de su pequeño hijo, Martha (Patricia Joyce), y a su suegro, Harry (Patrick McVey), de ese suceso trágico que tan solo quiere olvidar, gira el nudo dramático de un relato que, contrariamente a lo que pueda parecer, resulta menos turbulento de lo que sería de esperar, y eso a pesar de que la situación que se produce termina confluyendo, previsiblemente, en un estallido final de violencia.


Los visitantes es un film curioso y no exento de atractivos, pero aún así está lejos de las mejores obras de su autor. Si bien los elementos discursivos siempre estuvieron presentes en la filmografía de Kazan, en otras ocasiones su realizador había demostrado un gran talento a la hora de integrar sus discursos en un conjunto dramáticamente elegante y cinematográficamente inventivo; dicho de otro modo, el cine de Kazan era, en gran medida, “cine de mensaje”, pero ese mensaje no solía resultar cargante ni molesto porque el cineasta era consciente de que, además de ese discurso, una película necesitaba otros componentes (dramáticos, estéticos). No es el caso de Los visitantes, en la cual el mensaje, el discurso, está puesto al desnudo y ocupando en primer término los encuadres, algo que se nota en la concepción misma de la situación (pocos personajes en un escenario aislado de la así llamada civilización) y su puesta en escena, en la cual abundan los planos rodados con luz natural, de tal manera que muchas escenas son oscuras, “tenebrosas”, a tono con las aviesas intenciones de los visitantes (sobre todo, el perturbado Nick). Está muy claro que a Los visitantes no le faltan elementos de interés: sus intérpretes son excelentes y hay buenos momentos, en particular, algunos juegos de miradas entre los personajes, mucho más atractivos y tensos que lo que expresan los diálogos; la secuencia en la que Bill, Nick y Tony acompañan a Harry a disparar contra el perro de un vecino que no para de colarse en su propiedad y le causa destrozos, un buen apunte sobre determinada carga de violencia soterrada presente en algunas capas de la sociedad rural estadounidense; o la pelea final entre Bill y Nick. Pero el conjunto arroja, en general, un saldo de frialdad, acaso deliberada, como diciéndonos: “esta es una película-para-hacernos-reflexionar”, lo cual estaría muy bien si no se notara tanto. Los visitantes es una de esas películas que, en ocasiones, los realizadores de fuerte personalidad hacen cuando sienten la necesidad no ya de decir algo, sino incluso de escupirlo con repugnancia, y eso pesa en el resultado tanto para lo bueno como para lo malo.  



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