domingo, 23 de noviembre de 2014

JOSÉ MARÍA LATORRE en el recuerdo



Recuerdo que la primera vez que vi a José María Latorre… ¡no le reconocí! Era la época en que él acababa de publicar su ya clásico libro El cine fantástico para la colección Serie Mayor de Dirigido por…, y yo, por aquel entonces ávido lector de la revista y sobre todo de las críticas de Latorre, fui a hacerme con un ejemplar a la misma redacción de la revista (cuando todavía estaba ubicada en la Rambla Catalunya de Barcelona). Latorre en persona me atendió, pero sin que yo supiera que era él y sin que él tampoco se identificara, enseñándome un ejemplar del libro, y me lo cobró. Fue luego, al llegar a casa, quitar el plástico que envolvía el volumen y fijarme en la foto del autor en la solapa cuando me di cuenta. ¡Mierda, y yo sin pedirle que me lo dedicara! Cosa curiosa, nunca le pedí que lo hiciera con ninguno de sus libros.


La segunda vez que le vi fue en un pase especial que hizo la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya con motivo del estreno del último (y horrible) film de Samuel Fuller, Calle sin retorno (Street of No Return, 1989), al cual asistió el propio Fuller y buena parte de la plantilla de Dirigido por…, entre ellos Latorre. Cosas de la vida, pocos meses después, en enero de 1990, empezaba yo a colaborar en la revista, primero en Imágenes de Actualidad, donde publiqué mi primera crítica —Melodía de seducción (Sea of Love, 1989, Harold Becker)—, y poco después en Dirigido por…, si bien antes, por así decirlo, pasé una especie de “examen”: me pidieron que escribiera una crítica para la revista, y me recalcaron que “Latorre se la va a mirar con lupa”. Era la crítica de El escándalo Blaze (Blaze, 1989, Ron Shelton). Pasé el “examen”, y a partir de ese momento empecé a colaborar en ambas revistas todos los meses. Ya han transcurrido desde entonces casi veinticinco años.


Sé que en ocasiones se me ha reprochado el ser una especie de “discípulo” de José María Latorre. Es una herencia que asumo sin problemas, habida cuenta de que tanto antes como ahora, y dicho sea con el debido respeto a mis compañeros (y excompañeros) de Dirigido por…, Latorre ha sido el mejor crítico que ha pasado por la revista y uno de los mejores críticos de cine de España de su generación, si no el mejor. No se me caen los anillos a la hora de reconocer que aprendí mucho de sus textos sobre cine, los que publicó en Dirigido por… y los que hizo para otras editoriales, como su excelente ensayo sobre cine y literatura Los sueños de la palabra o su imprescindible Nino Rota. La imagen de la música, dedicado, huelga decirlo, a un compositor que fue siempre una de sus “filias” más reconocidas y difundidas.


De Latorre asimilé muchas de las intuiciones que luego me sirvieron a la hora de ver cine. “Cosas” que, para muchos a los cuales ahora se les llena la boca con palabrería indefinida que ni dice nada ni sabe a dónde va del tipo hay-otras-maneras-de-ver-el-cine (pero sin aclarar cuáles…), probablemente tampoco significan nada, pero que a mí me han resultado de enorme utilidad a la hora de establecer e ir creando y (espero) perfeccionando mi propio criterio. “Cosas” que, dicen esos mismos, ya están superadas (pero sin presentar la más mínima prueba ni el menor argumento sólido al respecto), como el concepto de puesta en escena, o como a Latorre le gustaba decir en algunos de sus últimos textos, puesta en imágenes, en virtud del cual la calidad de un film se desprende de la calidad de su planificación: del sentido que imprime el realizador sobre lo que está narrando mediante la elección de un determinado encuadre o la inserción de un movimiento de cámara: de su mirada. “Cosas” como que una película puede tener un buen guión y a pesar de eso ser un mal film por culpa de la falta de pericia de quien está tras las cámaras, y al revés, cómo en ocasiones un buen director es capaz de sacar provecho de un libreto convencional o hasta mediocre en virtud de su trabajo creativo tras esas cámaras. “Cosas” como la valoración de la novela u obra de teatro, y su conocimiento de las mismas, a la hora de determinar qué ideas de una película son aportación de los autores de los originales literarios que las inspiran y cuáles pertenecen al director, o también, a su guionista o guionistas. “Cosas” como que el valor de un film no se mide en virtud de sus cualidades “temáticas” (“el tema”: ¡el puto “tema”!), sino que a veces se encuentra en texturas enfocadas más bien hacia las emociones y la sensibilidad más recónditas del espectador: ese conjunto de entelequias de difícil o a veces imposible definición, pero al mismo tiempo perfectamente claras a simple vista, que se conoce genéricamente como atmósfera. “Cosas” como que el cine de género no es un código preestablecido a partir del cual elaborar ficciones fílmicas convencionales sino, por el contrario (y siempre y cuando se haga con talento), una herramienta de expresión en virtud de la cual los así llamados géneros codificados —el cine fantástico, el western, la comedia, el cine de aventuras, el melodrama— eran caudales repletos de arte y talento.


Si aceptar esto significa ser un “discípulo” de Latorre, sin duda alguna lo soy. Y, como yo, muchos otros compañeros de oficio cuyos nombres resulta ocioso mencionar, incluyendo en no pocos casos a algunos de los detractores del propio Latorre, cuya opinión acaso podían no compartir —yo mismo no siempre la compartía—, pero que a pesar de ello le tenían por un referente, aunque pudiese ser uno de tipo negativo: un ejemplo de lo que no les gustaba de la crítica de cine pero al que les resultaba imposible dejar por completo de lado. Según como se mire, Latorre ha tenido y tiene dos clases de “discípulos”, los que han disfrutado con sus textos sobre cine y los que no, pero de un modo u otro todos ellos han acabado convirtiéndolo en ese referente. Gustaran o no, las críticas de cine de Latorre eran un portento de excelente redacción, desarrollo minucioso de sus argumentos y ejemplos prácticos de lo que afirmaba; es decir, estaban argumentadas, y además regadas con sus grandes conocimientos en materia de literatura, arte y música, no solo la de Nino Rota, por descontado. Críticas eruditas escritas por alguien muy culto, pero con una enorme capacidad de comunicación, perfectamente comprensibles para cualquier lector.


Contrariamente a lo que mucha gente pueda creer, nunca tuve mucho trato personal con Latorre en estos veinticinco años. La mayor parte de nuestras conversaciones eran de tipo profesional y por teléfono. Recuerdo haber asistido a algunas de las presentaciones de sus libros, coincidir en el Festival de Sitges, hacerlo una vez al mes en la redacción de Dirigido por… e Imágenes de Actualidad, en los consejos de redacción y poco más. No presumo en absoluto de haberle conocido bien ni de ser uno de sus mejores amigos. Él y yo éramos muy distintos. No soy un “continuador” de su obra ni nada por el estilo; que carguen otros con ese papel, si quieren, o pueden. Pero la importancia que ha tenido en mí como crítico de cine está fuera de toda duda, y si eso no gusta —me consta—, basta con no leer lo que escribo: yo suelo ser el primero en decir que hay cosas mejores que leer. Las necedades de este estilo hace tiempo que no hacen otra cosa sino aburrirme.


Me consta que la devoción de Latorre por Rota (entre otras muchas cosas) iba más allá de lo intelectual y entraba, de lleno, en el terreno de lo sentimental, algo que un profesional del escepticismo como él jamás habría querido reconocer. Un escéptico que se miraba con respeto, pero también con prudente distancia, la creencia en la vida ultraterrena, algo que dejó en evidencia en una necrológica que escribió para Dirigido por… sobre su admirado (y admirable) Peter Cushing, a quien le dedicó su libro de cine fantástico, donde se hacía eco de la famosa creencia del actor según la cual confiaba que, cuando muriera, se iba a reencontrar con su querida esposa y su viejo amigo Terence Fisher (realizador que, huelga decirlo, debe no poco a Latorre su posterior reconocimiento entre la crítica de cine de nuestro país). ¿Se imaginan ustedes un encuentro en el otro barrio entre Latorre y Rota? Caso de haberse producido —chi lo sa?—, seguro que tienen cuerda para rato.

15 comentarios:

  1. No se puede añadir una coma. Solo, y enlazando con el último párrafo, que Latorre puede dedicarse a esos encuentros con Rota, Fisher y demás con la tranquilidad de saber que Dirigido queda en muy buenas manos.

    ResponderEliminar
  2. Excelente Tomás.
    Sí, sería bonito pensar en ese encuentro Latorre - Rota.
    Y sí algún analista cinematográfico actual puede llegar a transmitir en sus escritos las sensaciones que traían aparejadas los de José María Latorre, sin duda eres tu.

    ResponderEliminar
  3. "...basta con no leer lo que escribo: yo suelo ser el primero en decir que hay cosas mejores que leer". Seguro que las habrá, Tomás, pero para mí y me consta que para muchos aficionados a esto de los "flims", eres todo un referente. Claro que no siempre estoy de acuerdo con tus críticas (ese Conan de Nispel que me sigue pareciendo un bodriaco tremendo en el que sus responsables mostraron escaso respeto por el personaje), pero un mundo en el que todos estuvieramos de acuerdo sería muy aburrido.
    Sobre Latorre, poco más que comentar, gran crítico y todo un enamorado del cine, como dejaban entrever de forma clara sus magníficos textos. Descanse en paz.

    Un saludo y ánimo a toda la redacción de "Dirigido por..."

    ResponderEliminar
  4. Hola, Tomas: primero, dar el pésame a la familia, amigos y personas allegadas de José María Latorre.
    Después darle las gracias por todos los textos que ha escrito, seguirá siendo un placer leerlos y releerlos
    Y, por último, lamentar el tono de cabreo que desprende el artículo con el mundo de la crítica cinematográfica; por desgracia, cada vez somos menos los consumidores de prensa y libros cinematográficas y más duras las condiciones laborales de los periodistas cinematográficos, y por eso leer que en lugar de construir un contexto cinéfilo constructivo, determinadas personajes les mueve un afán destructivo hacia otros colegas, me provoca un sentimiento de pesar; parece poder aplicarse la frase tan repetida som pocs i mal avinguts

    ResponderEliminar
  5. Hola Tomás y demás compañeros,

    Lamento profundamente la pérdida de José María Latorre. Lo cierto es que la noticia, leída esta misma mañana en tu blog, me ha cogido completamente por sorpresa, pese a que en el último número de Dirigido Por se indicaba lo siguiente en la sección Pantalla digital: “José María Latorre va a faltar a su cita mensual con los lectores de esta sección por un leve problema de salud del cual esperamos se restablezca pronto”. Resulta verdaderamente difícil reflejar con unas pocas palabras la excepcional importancia que ha tenido Latorre en España como crítico de cine, pero también, y de forma especialmente señalada –y desde mi punto de vista no lo suficientemente conocida y reconocida– como escritor de gran literatura. He revisado en mi correo electrónico y localizado varios mensajes suyos con los que me respondía –nada menos que en 2004, y posteriormente también en 2009– a peticiones mías para localizar algunos de sus libros. El más antiguo de todos es el siguiente: “Hola, José María. Hace tiempo que busco tres de tus libros pero me está resultando imposible conseguirlos. He probado en varias librerías de Barcelona pero me dicen o bien que están agotados o que es imposible conseguirlos. Se trata de "School Bus", "Huida de la ciudad araña" y "La noche transfigurada". ¿Sabes de alguna librería dónde pueda encontrarlos?”. A lo que muy amablemente él me respondía: “Hola. Sí, en efecto, son difíciles de encontrar en librería. Si me dieras tu dirección trataría de enviarte al menos "School Bus" y "Huida de la ciudad araña", no así "La noche transfigurada", de la que sólo tengo un ejemplar. Gracias por tu interés y un saludo, José María”. Finalmente, y tras darle en primer lugar las gracias, busqué –y encontré– una manera alternativa de conseguir los ejemplares sin necesidad de “quitárselos” a él, lo que ciertamente me causaba un poco de vergüenza. He tenido el placer de leer sus 44 novelas (y recopilaciones de cuentos) –y también gran parte de sus ensayos, críticas y literatura sobre cine– y creo que la calidad media que tenían sus trabajos es sencillamente apabullante. En este sentido, no conozco a nadie a su altura dentro del panorama cultural español. Gran literatura me parecen “School Bus”, “Huida de la ciudad araña”, “Miércoles de ceniza”, “Sangre es el nombre del amor”, “Osario”, Las trece campanadas”, “La noche transfigurada”, “Treinta y cinco milímetros de Franco”, “Los teatros imaginarios”, “El hombre de las leyendas”, “Los jardines de Beatriz”, “El año de la celebración de la carne”, “Visita de tinieblas”, “El silencio”, “Fragmentos de eternidad”, o su último trabajo, publicado este mismo año 2014, “Música muerta y otros relatos”. Por no hablar de algunos de sus libros de cine, sencillamente imprescindibles y que deberían ser urgentemente reeditados: “El cine fantástico”, “Nino Rota, la imagen de la música” o “La vuelta al mundo en 80 aventuras”.
    Desconozco si Latorre deja alguna obra sin publicar, pero espero que de darse el caso ese trabajo (o trabajos) pueda llegar a ver la luz algún día, aunque sea a titulo póstumo. Y cuanto antes mejor. José María Latorre bien lo merece.

    Mi más sentido pésame para sus familiares y amigos. Desde Barcelona un fuerte abrazo,

    Oscar Navales

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estaría muy bien que alguien reeditara obras narrativas fundamentales como "School bus" o "El año de la celebración de la carne". A ver si alguna editorial toma nota.

      Eliminar
  6. Hola a todos: gran pesar el que he sentido al conocer la noticia de la muerte del que, en mi opinión, es sin duda uno de los tres o cuatro ensayistas cinematográficos más lúcidos de España. Sé que esto sonará a tópico, pero creo que con él desaparece una manera de acercarse al cine, una determinada forma de ver y entender, que tiene su orígen en la crítica cinematográfica que se hacía en los años 60 y que ya prácticamente ha desaparecido, barrida por comentarios que no son otra cosa que promociones encubiertas, ejercicios de "culturetismo", crónicas de circunstancias y otras "modelneces". Nunca le agradeceré bastante que escribiera un libro tan fundamental como "El cine fantástico", que durante una época leí a pequeños sorbos, disfrutando, aprendiendo, discrepando, claro que sí, pero fascinado por su elegancia para tratar un género tan vapuleado. Y, como ya he dicho aquí alguna vez, me emocionan extraordinariamente las palabras que dedicó en "Los sueños de la palabra" a Fritz Lang y a la novela de aventuras, al maltratado Hitchcock de "Topaz" (esa joya), a Mackendrick, etc, etc. "Los sueños de la palabra" es una obra que todos los que ven y escriben sobre cine deberían tener siempre a mano. Y no olvidemos al Latorre novelista y cuentista, al que conozco peor, pero con el que me identifico plenamente.
    En fin, que ha muerto un grande, al que echaremos de menos. Parafraseando lo que él escribió sobre Cushing en la dedicatoria de "El cine fantástico": Latorre, el mejor caballero que paseó "detrás" de la cámara por los terrenos del fantástico. Descanse en paz.

    ResponderEliminar
  7. Hola. Poco o nada puedo añadir. Lamento de veras su ausencia. Leo Dirigido desde hace veinte años, es decir, he leído a Latorre desde hace veinte años y eso le hace "como de la familia" -a ti también, Tomás, para mí y para muchos lectores-. No es sólo que se vaya un excelente comentarista: es algo más.

    ¡Salud! Y que Dirigido no decaiga nunca. Eso ya de por sí es un buen homenaje.

    ResponderEliminar
  8. Precioso comentario, Tomás. Latorre ya es algo más que una referencia crítica que a muchos nos ha enseñado lo indecible: forma parte de nuestra memoria sentimental. Se hará muy raro abrir un Dirigido y no ir, antes que nada, a sus páginas finales. A mí en concreto su forma de entender el cine fantástico me ha resultado fundamental: pensar en la Hammer y pensar en él son casi la misma cosa.

    ResponderEliminar
  9. Siguiendo con la analogía con Nino Rota, siempre pensé en Latorre como una especie de reencarnación del Príncipe de Salina, el protagonista de "El gatopardo". Una persona fuera de época, capaz de pasear con melancólica elegancia entre los restos de un mundo (el ideal de la cultura) en crónica decadencia.

    Ojalá en un futuro próximo se pueda plantear un homenaje a su figura en forma de antología seleccionada de sus críticas. Las nuevas generaciones no pueden quedar huérfanas de su riquísimo legado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy buena idea dedicarle un homenaje en "Dirigido por" recopilando algunas de sus mejores críticas.

      Eliminar
  10. Enhorabuena por tu bello texto de homenaje a la figura de extraordinario crítico de cine (y notable escritor_ que era como él, seguramente, preferiría ser recordado dado que su amor por la literatura era superior al que sentía por el cine_).
    Mi más sentido pésame a su familia y a todos sus allegados.
    Es obvio que su fallecimiento marca un antes y después ene la historia de la revista Dirigido por---, no sólo fue su redactor jefe durante años, y el autor de mayor números de páginas en la misma sino creo que su alma y su columna vertebral. Al menos creo que así lo hemos percibido los que llevamos leyendo esta revista desde hace décadas. Pensar que ya no volverá a publicar un artículo nuevo en la revista se nos hace raro (y sigo hablando en plural porque creo que es un sentimiento colectivo extensible a muchos de los más fierres y longevos lectores de la revista), a nivel personal (y no sin cierto egoísmo por mi parte) lamento (y de qué manera) el hecho de que no volveré a disfrutar de sus textos, porque esa es la palabra clave en mi opinión de su escritos (como él prefería llamar) cinematográficos: disfrutar. Él hacía que la lectura de sus críticas una experiencia enriquecedora y en la que el placer del texto bien escrito, de la prosa cuidada y mimada no iba reñido (al contrario) con el análisis, valoración u otras partes de una crítica cinematográfica. Desde luego se la va echar de menos.

    Podría seguir diciendo cosas sobre el privilegio que ha constituido la lectura de sus textos pero no quiero eternizar este mensaje, quisiera acabar eso sí diciéndote, Tomás, que si se observa en ti su huella, su semilla o su influencia, debe ser un privilegio y un orgullo (y no otra cosa). Tener grandes maestros es algo muy de agradecer y que ellos (y su espíritu) perduren, por así decirlo, en otros escritores cinematográficos es algo que nos invita a seguir leyendo revistas como Dirigido.
    Muchas gracias, José María, por tantos momentos de grata lectura y hasta siempre. Fue un placer (no caminar junto a usted como se decía en una memorable película de Walsh) pero si leer sus escritos cinematográficos.

    M.

    ResponderEliminar
  11. Yo llegue a Jose Maria Latorre por su faceta como critico de cine. Alla por el año 1987compre por primera vez Dirigido Por. Recuerdo que aparecia en la portada Paul Newman. Se estrenaba El Color del dinero. Me impacto muchisimo esta revista por la calidad de sus criticas. Ahi lei a Antonio Castro, Javier Coma, Quim Casas, Carlos F Heredero etc. Pero por encima de todos ellos descubri a Jose Maria Latorre. Nunca habia leido criticas de cine de tal calidad. Estaba aostumbrado a los criticos de guion, pero gracias a este excelente profesional aprendi sobre las virtudes de la puesta en escena y de la planificacion. Gracias a el supe valirar una pelicula por elementos que van mas alla del mero guion. Mas tarde descubri al Latorre escritor, y la verdad es que me subyugo. Lei Sangre es el nombre del amor y La noche transfigurada e intente conseguir todas sus novelas, cosa que fue imposible. Su prosa es cuidada, clara y muy original. Lo recomende a muchisima gente. Para mi es un escritor de culto. D.E. P

    ResponderEliminar
  12. Hola, Tomás.
    Muchas gracias por tu sentido homenaje al gran José María Latorre. Me llamo Xoán, te sigo desde tu primera crítica en "Dirigido" y soy uno de tus rendidos admiradores. Quiero que sepas lo mucho que significas para tantos anónimos cinéfilos, por ahí perdidos por esas olvidadas y "neboentas" tierras de Dios (o del Demonio, que tampoco es malo, carallo!...). Y, por supuesto, cuánto significaba para todos nosotros el inolvidable Latorre, posiblemente el mejor crítico de cine de "las Españas" desde... los que no lo eran, como Julio Camba o Wenceslao Fernández Flórez (permíteme que barra un "anaquiño" para casa).
    Antes que nada, no creo que nadie pueda "reprocharte" ser una especie de discípulo de ese gran crítico y escritor, ahora que por desgracia nos ha dejado para siempre (¡no sabes cuánto voy a echarle de menos, a pesar de que nos quede su estupenda obra! Yo también voto por una recopilación de sus críticas, a poder ser en libro). Creo que para cualquiera de los que escribimos sobre cine es un honor, sin que eso signifique de ninguna manera que personalmente no vaya uno haciendo su propio camino, labrándose su particular idiosincrasia en el "arte de juntar letras" (disculpa la ironía), en fin, su personalidad única y bien definida, como me parece que ya es la tuya desde hace mucho tiempo.
    Leyendo la noticia de la muerte de Latorre, no pude (ni quise) evitar las lágrimas que sin darme cuenta (y algo avergonzado de "sentir": ¡malditos prejuicios!) noté de pronto resbalando por mis mejillas. Y no soy ningún crío. Estudiando en Madrid en 1972, compré el número cero de "Dirigido por...", y hasta hoy. Nunca fui subscriptor, he vivido en Madrid, Barcelona (diez años) y ahora, de nuevo, en Vigo, mi ciudad, y siempre fiel al "Dirigido" y a Latorre (y ahora a tí, y no es coba). Soy periodista y (secundariamente: no puede ser de otra manera en "cierta" prensa) crítico de cine, desde comienzos de los anos ochenta, "en los así llamados" (aquí tienes un "resabio" de Latorre, de su escepticismo), en decimonónica acepción, periódicos "de provincias".
    José María Latorre era como un padre para mí. Alguien muy cercano, casi de la familia. Un día de primavera de 1986, pocas semanas antes de regresar definitivamente a Vigo, intenté conocerle personalmente y me acerqué hasta la antigua redacción (yo trabajaba entonces en una calle cercana). Llevaba conmigo un ejemplar de su primer libro-ensayo, "Luces y sombras del cine negro" (coescrito con Javier Coma). Pero una vez en el portal, las piernas me flaquearon y me di la vuelta vergonzosamente. Ahora me arrepiento más que nunca. Huelga decir que tengo todos sus libros de cine que considero imprescindibles y que citas en tu escrito (además de alguna novela). Los releo continuamente porque son una fuente inagotable de sabiduría cinéfila, de cultura, de calidad literaria. Admiraba de Latorre lo mismo que admiro en tí: su precisión en el lenguaje, sin florituras y yendo a lo esencial; su mirada única y tan personal; su manera de ver esas "cosas" del cine que parecen estar perdiéndose; su lúcida y sutil crítica a esta sociedad podrida sin remedio; su elegancia narrativa, sin pelos en la lengua pero sin estridencias ni exabruptos ("arroutadas" que decimos en Galicia), de los que tú sí haces gala, ocasional y oportunamente, eso sí, y que tanto me hacen reír (último ejemplo: “el tema”, ¡el puto “tema”!). ¡Dales duro, Valentí, estamos contigo, y al que no le guste, a barrer las calles! (con todo mi respeto para los sufridos trabajadores de la limpieza de aquí y acolá; y no cambio la frase porque, como tú mismo, estoy hasta el gorro de lo políticamente correcto).
    Desde Vigo, un saludo de Xoán Acuña, el menda. No un "adéu-siau" si no un "deica logo", pues nos vemos en "Dirigido" y en este magnífico Cine TFV. (Y un abrazo muy fuerte, si me lo permites, de este modesto compañero de fatigas).

    ResponderEliminar