miércoles, 12 de abril de 2023

Programa doble: “1984” (versión 1956) + “ASALTO A LA TIERRA”



Hoy en día, inquietante signo de los tiempos que nos ha tocado vivir, para mucha gente la expresión “Gran Hermano” se asocia de inmediato con cierto reality show televisivo de una imbecilidad extrema. Es más, abrigo la sospecha de que probablemente ninguno de los espectadores que han empleado su tiempo en visionar semejante engendro tiene la más remota idea de que el origen del “Gran Hermano” se remonta a 1948, año de publicación de la primera edición inglesa de 1984, una excelente novela de George Orwell en la cual, a grandes rasgos, su autor proponía la descripción, imaginaria pero no exenta de cierto realismo, de una sociedad futurista a casi cuarenta años vista, que vendría a ser una versión corregida, aumentada y exacerbada del comunismo (similar, hasta cierto punto, a la fantasía futurista urdida por Aldous Huxley, a partir de una visión convenientemente magnificada de los males del capitalismo, en su no menos espléndida Un mundo feliz). 



Pero no estamos aquí para hablar de la novela de Orwell, sino de la versión cinematográfica homónima que realizó a partir de ella Michael Anderson en 1956, la cual había sido precedida dos años antes por una celebrada adaptación para televisión escrita y dirigida por Nigel Kneale para la BBC: las dos se encuentran recogidas en la edición en DVD que editó en su día L’Atelier 13. Empecemos por el 1984 de Michael Anderson, un film sobrio y estilizado que, a pesar de tratarse de una coproducción británico-norteamericana de Holiday Film y Columbia, tiene sobre todo la atmósfera característica del cine de ciencia ficción inglés, en la línea de pequeños clásicos como La vida futura (Things to Come, 1936), de William Cameron Menzies. La versión de Anderson es razonablemente fiel al libro de Orwell, con la salvedad de que, a diferencia de otras versiones, como la de la BBC que se recoge en ese mismo DVD o la más posterior –y excelente– de Michael Radford (filmada deliberadamente, recordemos, en el año 1984, con John Hurt y Richard Burton como protagonistas), se hace más hincapié en la elaborada trampa preparada por O’Connor (Michael Redgrave), en virtud de la cual Winston Smith (Edmund O’Brien) y Julia (Jan Sterling) caerán en manos del gobierno del Gran Hermano, aprovechándose del ansia de Winston por alistarse en un hipotético grupo de rebeldes que quieren acabar con la tiranía. Según explicaba la Dra. Zora G (sic) en el folleto que acompañaba a dicha edición en DVD, se hicieron dos versiones del final, una más fiel a la novela (y más amarga), con Winston y Julia convirtiéndose en fieles servidores del Gran Hermano tras haber sido sometidos a tortura y lavado de cerebro (este es el final que aparece en la edición en DVD), y otra, también melodramática pero más heroica, en la que Winston es abatido a tiros mientras grita: “¡Abajo el Gran Hermano!” (un final, por cierto, rechazado por Sonia Orwell, viuda del escritor, quien fue la responsable de que la película estuviera durante años retirada de la circulación). El film de Anderson no es, en sus líneas generales, muy memorable, pero a pesar de ello como adaptación de Orwell es más que digna y cuenta con el valioso concurso de unos excelentes intérpretes.



Ya hemos comentado que la edición en DVD contiene, como extra, la versión de 1984 escrita y dirigida en 1954 para la cadena de televisión británica BBC por Nigel Kneale (si bien otras fuentes acreditan como realizador de este telefilm a su productor Rudolph Cartier). Curiosamente esta versión es más larga y todavía más fiel al libro de Orwell que la película de Anderson, aunque se percibe hecha con muchos menos medios, algo lógico teniendo en cuenta su origen televisivo y que, además, se trata de una producción emitida en riguroso directo, cosa muy usual en la televisión de la época (si bien, como aclara el texto de la Dra. Zora G, algunos planos de exteriores fueron rodados con anticipación, e insertados en los momentos oportunos, a fin de dar la deseada sensación de continuidad). El formato televisivo se nota, y mucho, sobre todo en lo que se refiere a la cámara estática, los funcionales movimientos de cámara siguiendo las evoluciones de los actores y los abundantes primeros planos y planos medios de estos últimos. A pesar de ello, esta versión para la pequeña pantalla es una pieza valiosa y recomendable de ver, ni que sea por el concurso de talentos de dos futuras estrellas de la productora Hammer Films: el ya mencionado Nigel Kneale, cuyo guion para El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, 1955), de Val Guest, tras una primera adaptación también para la televisión, sería el pistoletazo de salida de la espléndida especialización de Hammer en el terreno del cine fantástico; y sobre todo, el gran Peter Cushing, futuro barón Frankenstein y Van Helsing en diversas obras maestras de Terence Fisher para el mismo estudio, quien asume espléndidamente el papel de Winston Smith, secundado por, entre otros, un no menos magnífico Donald Pleasence, quien también aparece en la versión de Anderson pero cuyo personaje está en la de Kneale mucho más potenciado.  
          




¡Qué simpática es Asalto a la Tierra (Uchûjin Tôkyô arawaru), producción japonesa dirigida por Kôji Shima de 1956! Y, sobre todo, qué curiosa resulta su condición de heredera de algunas ideas ya apuntadas en diversos clásicos de la ciencia ficción norteamericana de los cincuenta, caso de Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951), de Robert Wise (con los extraterrestres advirtiendo a la humanidad de que debe detener sus desmanes con la energía atómica so pena de autodestruirse), o de Cuando los mundos chocan (When Worlds Collide, 1951), de Rudolph Maté/ George Pal (el mundo al borde de la destrucción como consecuencia de una catástrofe “natural” procedente del espacio); así como, por otro lado, su valor como precedente de algunos títulos posteriores, inscribibles tanto en la cinematografía nipona (El hundimiento del Japón/ Nippon chinbotsu, 1973, Shiro Mirotani) como en la estadounidense (Meteoro/ Meteor, 1979, Ronald Neame: la idea, expuesta en esta última, de que las dos potencias mundiales por antonomasia, los Estados Unidos y la por entonces vigente Unión Soviética, deben aliarse y lanzar sus misiles atómicos al unísono para destruir al gigantesco meteorito que amenaza con destruir nuestro mundo está directamente sacada, sin duda alguna, de Asalto a la Tierra). 



Tal y como informaba el siempre documentado folleto que acompañaba a las ediciones en DVD de L’Atelier 13, Asalto a la Tierra fue, es, la primera película japonesa de ciencia ficción rodada en color. Lo más chocante de su visionado, o nuevo visionado (pues el film se estrenó en España el 11 de noviembre de 1957, pero quizás desde entonces no había vuelto a verse), consiste en comprobar que, al menos durante sus primeras secuencias, Asalto a la Tierra tiene un tono cotidiano, costumbrista e incluso intimista que casi hace pensar en algunas propuestas de Yasuhiro Ozu rodadas, asimismo, en color (por ejemplo, Buenos días/ Ohayô, 1959). Ello resulta muy eficaz, habida cuenta de que, poco después, la subrepticia introducción del elemento fantástico en el relato, las primeras y extrañas apariciones en el cielo de objetos voladores no identificados, y en particular los primeros indicios de vida alienígena infiltrándose entre los seres humanos, contribuyen a violentar sencilla pero drásticamente esa tonalidad inicial casi realista. Y, si bien es verdad que el insólito aspecto físico de los extraterrestres puede mover a la risa, dada la pobreza de los efectos especiales y los maquillajes con los cuales están representados (prácticamente, un simple disfraz de tela), ello no debería ser óbice para reconocer que esta modesta película tiene otros alicientes dignos de estima. Así, por ejemplo, la idea harto curiosa de que, para los exóticos extraterrestres que vienen a advertir a la humanidad del peligro que corre (seres con forma de estrella y con un único ojo en el centro; por tanto, sin ninguna referencia física “humana”), el aspecto de los habitantes de la Tierra sea, desde su punto de vista, “repugnante” (como ellos pueden serlo para nosotros, claro está). También resulta divertida la idea de que uno de los alienígenas se infiltre entre los humanos adoptando la apariencia física de… ¡una famosa estrella femenina japonesa del teatro musical! (lo cual sugiere, sotto vocce, de que para los alienígenas las cuestiones de género, de sexo, son irrelevantes: ¡a saber cómo funciona su sistema reproductivo!). Y, contra todo pronóstico, las secuencias de catástrofe del tercio final, iluminadas en rojo como consecuencia de la proximidad del ardiente meteorito que se acerca a nuestro mundo, atesoran una atmósfera apocalíptica nada desdeñable (lo cual, además, convierte a Asalto a la Tierra en precedente de otro pequeño clásico posterior de la ciencia ficción, en este caso la británica: The Day the Earth Caught Fire, 1961, Val Guest).



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