viernes, 28 de enero de 2022

El hombre del Diners’ Club: “SOLO CONTRA EL HAMPA”, de FRANK TASHLIN



Rodada en medio de tres de sus mejores trabajos con Jerry Lewis –¿Qué me importa el dinero? (It’s Only Money, 1962) y, sobre todo, las extraordinarias Lío en los grandes almacenes (Who’s Minding the Store, 1963) y Caso clínico en la clínica (The Disorderly Orderly, 1964)–, Solo contra el hampa (The Man from the Diners’ Club, 1963) es una relativa rareza dentro de la carrera del realizador Frank Tashlin, sobre todo desde la perspectiva del momento en que la dirigió. De entrada, y al contrario que sus films con Lewis, solos o con el añadido de Dean Martin –a los citados habría que sumar Artists and Models (1955), Loco por Anita (Hollywood or Bust, 1956), Yo soy el padre y la madre (Rock-a-Bye Baby, 1958), Tú, Kimi y yo (The Geisha Boy, 1958) y El ceniciento (Cinderfella, 1960)–, Solo contra el hampa no está realizada bajo el paraguas financiero de Paramount, sino que se trata de una producción Columbia. Además, y con la excepción de ¿Qué me importa el dinero?, no está rodada en color, sino en blanco y negro, una elección estética que, en el caso de Solo contra el hampa, se revela harto coherente, habida cuenta tanto su carácter de (ligera) parodia del cine negro como, sobre todo, la tendencia habitual de Tashlin a hacer referencias cinéfilas (¡hoy se le consideraría, también, un cineasta posmoderno!). Por ejemplo, en Solo contra el hampa ese gusto suyo por el guiño cinematográfico se percibe claramente en esa fugaz imagen del actor Everett Sloane desplazándose con un par de muletas…, y evocando así, de paso, su famoso personaje en La dama de Shanghai (The Lady from Shanghai, 1947), de Orson Welles. Apuntar, como curiosidad, que uno de los guionistas de Solo contra el hampa es nada menos que William Peter Blatty, el futuro autor de la novela que daría pie a la popularísima El exorcista (The Exorcist, 1973), de William Friedkin; su libreto para esta película de Tashlin fue su primer trabajo como guionista, y no fue ni mucho menos su última incursión en la comedia, como demuestran, sobre todo, sus trabajos posteriores para Blake Edwards, como El nuevo caso del inspector Clouseau (A Shot in the Dark, 1964), ¿Qué hiciste en la guerra, papi? (What Did You Do in the War, Daddy?, 1966) o Darling Lili (ídem, 1970).



Un segundo rasgo fundamental de Solo contra el hampa reside en el hecho de que, a pesar de tratarse de una comedia protagonizada por Danny Kaye, en todo momento transmite la sensación de hallarnos en presencia de un vehículo para Lewis, quien en algunas de sus películas como director –El terror de las chicas (The Ladies Man, 1961), Las joyas de la familia (The Family Jewells, 1965), La otra cara del gángster (The Big Mouth, 1967)–, o solo como actor –Delicado delincuente (The Delicate Delinquent, 1957), de Don McGuire– ya había jugado a contrastar su personaje habitual, “el bobo”, con el mundo del crimen. Sin embargo, en Solo contra el hampa “el bobo” corre a cargo de Kaye, quien interpreta aquí a Ernest Klenk, un empleado de la empresa Diners’ Club que, para no perder su empleo, intenta enmendar un gravísimo error laboral: el haber aprobado una tarjeta de crédito a favor de un famoso mafioso buscado por la policía: “Foots” Pulardos (Telly Savalas). Lo cierto es que, aun siendo un personaje que podría haber asumido perfectamente Lewis, el Klenk de Solo contra el hampa le debe mucho a la personalidad de Kaye, por más que el actor resultara aquí algo mayor (rondaba los 50 años) para encarnar a un timorato que teme perder su empleo porque eso arruinaría sus inminentes planes de boda con una compañera de trabajo de la que se ha enamorado, Lucy (Martha Hyer). No por casualidad, Solo contra el hampa fue el último trabajo cinematográfico de Kaye como protagonista en un papel cómico: su siguiente película sería, seis años después, La loca de Chaillot (The Madwoman of Chaillot, 1969), de Bryan For
bes, donde desempeña un papel secundario y, por añadidura, de corte dramático.



Sea como fuere, el personaje protagonista de Solo contra el hampa encaja perfectamente en el tipo de humor de Frank Tashlin, un cineasta acaso no lo suficientemente bien valorado todavía como su categoría artística se merecería, a pesar de hallarnos, en esta ocasión, ante uno de sus trabajos menos conseguidos, por más que sea muy representativo de su estilo. Lo mejor de Solo contra el hampa lo hallamos en sus primeras secuencias, realmente desternillantes, y en su clímax final, asimismo muy divertido, a pesar de que venga a ser una especie de ensayo o de precedente de la persecución automovilística que el propio Tashlin perfeccionaría en su inmediatamente posterior Lío en los grandes almacenes. Lo afirmado no significa que los fragmentos que se encuentran en medio de ese principio y ese final no sean buenos, pero el interés decae ostensiblemente salvo en puntuales ocasiones, y en sus líneas generales palidece en comparación con la brillantez del arranque y el desparpajo de la conclusión. El comienzo, como digo, es excelente y está lleno de ingenio y ocurrencias tan divertidas como las escenas en las que, cada vez que alguien abre la puerta de la habitación insonorizada donde está el enorme ordenador (o “computadora”, como se decía entonces) con las fichas de papel de los clientes del Diners’ Club, el estruendoso sonido electrónico que brota de ese recinto pone de los nervios a Klenk, convirtiéndole en un amasijo de espasmos y tics (más adelante, el personaje aclara que esa reacción es el resultado de unos hechos de su pasado); o, en particular, la magnífica secuencia de la “lucha” de Klenk contra ese mismo ordenador, y que culmina, como era de prever, en una auténtica lluvia de fichas por toda la habitación, precedida por una hilarante situación entre Klenk, la máquina y la corbata que se le ha quedado enganchada en ella, y que se remata con un excelente gag sonoro: el grito de la encargada del ordenador (que ha estado trabajando seis semanas para poner en orden las fichas), y el sonido de su cuerpo al desplomarse como consecuencia de un desmayo, tras comprobar por sí misma el estropicio provocado por el torpón de Klenk. El final, ya lo he avanzado, no es menos divertido: arranca con una dinámica persecución de los matones de “Foots” en pos de Klenk por las diversas dependencias del gimnasio propiedad del gánster (un local llamado El Templo del Sudor –sic–, cuyo lema es: “Su pérdida [de peso] es nuestra ganancia” –otro sic–), durante la cual el protagonista se vale ingeniosamente de los utensilios y máquinas de la instalación deportiva para hacer frente con donaire a los delincuentes que intenta matarle, y culmina en una persecución automovilística no menos delirante, en la cual también se ve involucrado el jefe de Klenk (el Sr. Martindale: el citado Everett Sloane) y el mismísimo “Foots”, huyendo de la policía en bicicleta (sic).



Solo contra el hampa
está, igualmente, recorrida por ese sentido del humor tan característico de Tashlin que hallaba su inspiración en el cartoon: recordemos que este cineasta inició su trayectoria profesional en el cine trabajando en diversas producciones de dibujos animados para los hermanos Fleischer, Disney y Warner Bros. Eso se percibe en detalles tales como, por ejemplo, que el gánster “Foots” (“Pies”) tenga el pie izquierdo más largo que el derecho: precisamente ese detalle físico es el que permite identificarle en todas las fichas policiales, y el hecho de que Klenk comparta esa misma particularidad le hace el candidato perfecto para… ocupar el lugar de “Foots” en el incendio que tiene planeado provocar en su propio gimnasio, a fin de fingir su muerte y evadirse así de la acción de la justicia. Otras reminiscencias del cartoon podemos hallarlas, asimismo, en lo que atañe a la caracterización de los personajes secundarios, y en particular, en determinadas escenas cómicas y gags, tal es el caso de las escenas “de enredo” que se producen cuando Klenk huye del apartamento de Sugar Pye (Cara Williams), la borrachina amante de “Foots”, usando el montacargas para asistir rápidamente a un ensayo de su boda con Lucy; o la que tiene lugar en medio de una fiesta pletórica de pseudo-poetas beatniks (entre los cuales hallamos, por cierto, a un jovencísimo Harry Dean Stanton); las escenas que ilustran los (desastrosos) movimientos del “bobo” Klenk en su primer día de trabajo en el gimnasio de “Foots”, donde ha conseguido empleo fingiendo ser preparador físico; o ese momento en que, persiguiendo a Klenk por ese mismo gimnasio, George (George Kennedy), el fornido guardaespaldas de “Foots”, es aplastado entre una puerta y la pared, dejando en esta última un hueco con su silueta, exactamente igual que si fuera un personaje animado de cualquiera de los cartoons de Warner cuando se arrean un mamporro.
 



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