sábado, 11 de abril de 2020

Teatro musical y cine musical: “CAMELOT”, de JOSHUA LOGAN




Al contrario que en el musical homónimo de Frederick Loewe y Alan Jay Lerner estrenado en 1960, la versión cinematográfica de Camelot (ídem, 1967, Joshua Logan) no está narrada sobre la base de un largo flashback, en el cual el rey Arturo (a cargo de Richard Harris en el film) rememora su vida en la corte de Camelot antes de librar la batalla definitiva contra el ejército de Mordred (David Hemmings), ya que la trama de la película sigue un orden lineal. La primera secuencia transcurre en un bosque nevado en las inmediaciones de Camelot, por donde pasea un solitario Arturo, vestido con ropajes nada ostentosos, y allí mismo se produce su primer encuentro con Guenevere (Vanessa Redgrave), que acaba de llegar al lugar junto a su séquito para unirse a Arturo en un matrimonio concertado. La evidente falsedad del decorado de ese bosque hecho en estudio y espolvoreado con nieve artificial proporciona, de entrada, la atmósfera como de cuento de hadas que va a predominar a lo largo del relato, a la cual cabe añadir el tono de comedia de enredo que domina esta secuencia, construida alrededor de una clásica situación equívoca: Guenevere abandona subrepticiamente el séquito que la escolta, para meditar (cantando la canción The Simple Joys of Maidenhood) en torno a su enlace matrimonial con ese rey al que todavía no conoce y al que, por eso mismo, teme; se tropieza con Arturo, quien en vez de identificarse como el monarca, le dice que se llama “Verruga” (sic), y le glosa las maravillas del reino de Camelot (interpretando a su vez la canción homónima), descubriéndose al final de la secuencia, y tras arrojar bolas de nieve a los soldados que intentan apresarles, la condición regia del personaje. Ni que decir tiene que el Camelot de Joshua Logan está más cerca del tono naíf de Los caballeros del rey Arturo (Knights of the Round Table, 1953, Richard Thorpe) que de la sobriedad del Lancelot du Lac (ídem, 1974) del francés Robert Bresson o de la atmósfera sombría y crepuscular del Excalibur (ídem, 1981) del británico John Boorman. Pero tampoco lo pretende.



En este sentido, Camelot es una honesta muestra de los métodos más clásicos y habituales a la hora de adaptar al cine un musical concebido inicialmente para el teatro. Se percibe el esfuerzo de Logan con tal de conseguir –al igual que ya hiciera en dos de sus mejores trabajos no-musicales, Picnic (ídem, 1955) y Bus Stop (ídem, 1956)– que la película sea lo más cinematográfica posible, sin por ello renunciar al empleo deliberado de determinados recursos teatrales; véase, por ejemplo, cómo resuelve frontalmente el monólogo en el cual el rey Arturo (magnífico Richard Harris, en una de sus mejores interpretaciones), tras haber descubierto el amor adúltero de Guenevere y Lancelot (Franco Nero), rechaza la tentadora idea de vengarse de ellos y acepta con resignación el triste papel que el destino le ha reservado a causa del amor que siente, a pesar de todo, hacia la esposa infiel y el amigo que ha traicionado su confianza. Salvo esta excepción, y la de alguna que otra secuencia musical que está rodada respetando la perspectiva teatral de la “cuarta pared” –por ejemplo, los números musicales The Simple Joys of Maidenhood y What Do the Simple Folk Do?, el ya mencionado momento en que Arturo canta Camelot al principio y al final del film, o su canción-monólogo How To Handle a Woman–, la mayoría de canciones y/ o números coreográficos están filmados en exteriores, o tienen un dinamismo adicional con respecto al original escénico en virtud de numerosos cortes de montaje destinados a darles agilidad.


Es el caso de C’est Moi, que ilustra la decisión de Lancelot de incorporarse a la orden de caballeros convocada por Arturo y su viaje desde Francia a Camelot; del campestre número musical The Lusty Month of May, interpretado por Guenevere, sus doncellas y amigos; de Then You May Take Me To the Fair, escena en la que Guevenere solicita a los caballeros Sir Lionel (Gary Marshal), Sir Sagramore (Peter Bromilov) y Sir Dinadan (Anthony Rogers) que reten en duelo a Lancelot a cambio de conseguir el privilegio de acompañar a la reina a visitar la feria; y de la bellísima If Ever I Would Leave You, cantada por Lancelot a Guenevere: tres secuencias bucólicas en las cuales se percibe, a nivel estético, la notable influencia del movimiento hippie en el momento de la realización de la película; o el espectacular tema coral Guenevere, que suena de fondo durante el juicio que condena a la esposa de Arturo a morir en la hoguera, acusada de alta traición al rey, y durante el temerario rescate de la misma in extremis llevado a cabo por Lancelot y sus hombres (dicho sea de paso, ¡cuánta emoción transmite Lionel Jeffries, en el papel del rey Pellinore, en esta última escena!). No deja de resultar paradójico, empero, que probablemente el mejor y más intenso momento del film sea precisamente una escena no musical y muy melodramática: cuando Lancelot, que ha matado accidentalmente a Sir Lionel durante el torneo, abraza el cadáver del caballero y, con lágrimas en los ojos, le suplica que viva, consiguiendo gracias a su pureza de corazón la milagrosa recuperación de Sir Lionel; la escena tiene fuerza porque está tratada con admirable sobriedad, e incluso un actor tan limitado como Franco Nero está aquí convincente.

Vanessa Redgrave, Richard Harris, el realizador Joshua Logan y el director de fotografía Richard H. Kline, en un momento del rodaje.




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