lunes, 6 de abril de 2020

Noche de estreno: “OPENING NIGHT”, de JOHN CASSAVETES



Surgida como consecuencia directa del (lógico) fracaso comercial de una propuesta tan áspera como The Killing of a Chinese Bookie (1976), pero sin duda alguna mucho más conseguida en todos los sentidos, Opening Night (1977) es posiblemente la mejor película de John Cassavetes, junto con Una mujer bajo la influencia (A Woman Under the Influence, 1974). Tal y como explica el biógrafo de este último, Marshall Fine, en su libro Accidental Genius. How John Cassavetes Invented the American Independent Film (Hyperion. Nueva York, 2005), Cassavetes había estado trabajando en el guion de Opening Night desde principios de la década de los sesenta, y en 1968, recién estrenada Faces (1968) y a punto de enfrascarse en la realización de Husbands (1970), habría declarado al New York Times que pensaba iniciar el rodaje tan pronto como acabara esta última. Huelga añadir que eso no fue así: que, entre Husbands y Opening Night, Cassavetes dio preferencia por una razón u otra a Así habla el amor (Minnie and Moskowitz, 1971) y a las citadas Una mujer bajo la influencia y The Killing of a Chinese Bookie.


Cassavetes puso en marcha la producción tan pronto como recibió 500.000 dólares, en concepto de ventas a salas de The Killing of a Chinese Bookie, a los cuales añadió su salario como actor por su participación en el mediocre thriller Pánico en estadio (Two-Minute Warning, 1976, Larry Peerce), y unos 2.000 dólares de beneficios de Una mujer bajo la influencia. Teniendo muy claro desde el principio que su esposa Gena Rowlands asumiría el papel protagonista, el de la actriz de teatro Myrtle Gordon, para interpretar al director de escena Manny Victor el realizador volvió a contar con su amigo Ben Gazzara, quien en aquellos momentos estaba interpretando en los escenarios una enésima reposición de la famosa pieza de Edward Albee ¿Quién teme a Virginia Woolf? Parece ser –sigue explicando Fine– que Cassavetes había considerado interpretar él mismo al director de escena, pero como su también amigo y habitual colaborador Seymour Cassel, intérprete inicialmente previsto para encarnar al actor y compañero de Myrtle en el teatro Maurice Aaron, se hallaba rodando Valentino (ídem, 1977) a las órdenes de Ken Russell, Cassavetes decidió interpretar a Maurice y confiarle el rol de Manny Victor a Gazzara. Para el papel de Nancy Stein, la joven admiradora de Myrtle, Cassavetes confió deliberadamente en una desconocida casi sin experiencia interpretativa, Laura Johnson (tan solo había hecho un papel muy secundario en una desconocida película escrita y dirigida por el actor Telly Savalas en 1977, titulada Beyond Reason). Hasta el último momento, Cassavetes intentó convencer nada menos que a Bette Davis para que encarnara a Sarah Goode, la dramaturga autora de la (imaginaria) obra de teatro The Second Woman que se representa en el momento culminante de la película, y al no conseguirlo confió el papel a otra veterana, Joan Blondell.  


El rodaje de Opening Night tendría lugar entre finales de 1976 y principios de 1977 en distintas localizaciones de Pasadena, New Haven y Nueva York. El Lindy Opera House en Wilshire (que fue demolido poco después de la filmación) y el Pasadena Civic Auditorium sirvieron de escenarios para los fragmentos que transcurren en el teatro. Apuntar, a título de curiosidad, que, para rodar la secuencia del momento culminante del film, la representación de The Second Woman en su noche de estreno (opening night), participaron, mezclados entre el público asistente al evento, diversos amigos y colaboradores habituales de Cassavetes, tales como los actores Peter Falk y el ya mencionado Seymour Cassel, y el realizador Peter Bogdanovich.
   

En Opening Night, Cassavetes fusiona dos de sus grandes amores, el teatro y el cine (o quizá tres, si añadimos a los mismos a su esposa, la actriz Gena Rowlands), en lo que a grandes rasgos se presenta como un atractivo discurso sobre la creación artística, que básicamente gira en torno al conflicto que sufre Myrtle Gordon (Rowlands), una prestigiosa actriz de teatro a la que empiezan a asaltarle una serie de dudas sobre su valía como intérprete y su futuro profesional como consecuencia de un hecho traumático que sirve de detonante para sus angustias: la muerte accidental, atropellada por un coche, de Nancy (Johnson), una admiradora suya de tan solo 17 años. Ese suceso trágico hace que Myrtle se cuestione la fugacidad de su existencia, y que la asalten una serie de dudas y temores relacionados con la obra de teatro que está representando en sesiones previas, pues ahora teme verse encasillada en papeles de mujer madura como el que interpreta en la pieza, y ese temor lleva aparejado consigo un posible principio del final de su carrera y, por ende, de su vida.   


Fiel a sus procedimientos habituales, y a pesar de su larga duración (144 minutos), en esta ocasión Cassavetes crea casi perfectamente una atmósfera a tono con los problemas emocionales de su protagonista. El mundo del teatro, con todo lo que tiene de artificio, resulta ideal para erigirse en una suerte de metáfora visual del conflicto de una mujer que ha desarrollado una triunfante trayectoria como actriz (es decir, como “mentirosa” profesional), y que ahora se encuentra, por primera vez en su vida, cara a cara con sus miedos y temores, con sus emociones más profundas y turbadoras. Resulta fundamental, para comprender en toda su magnitud el alcance de los problemas del personaje de Myrtle, el dibujo que Cassavetes lleva a cabo de su relación con las demás figuras de su entorno: Manny Victor (Gazzara), el director del montaje teatral, que en cierto sentido intenta aprovechar el conflicto de Myrtle para que así ella enriquezca su interpretación en el escenario; Maurice (Cassavetes), compañero de escena de Myrtle, al que teme porque, por exigencias del libreto, tiene que abofetearla en una escena, algo que la aterroriza, lo cual es otro reflejo indirecto, externo, de su conflicto interno; y Sarah Goode (Blondell), la autora de la obra de teatro, que desde su vejez trata de mitigar las dudas de Myrtle. El clímax del relato es, sin duda alguna, uno de los mejores de todo el cine de Cassavetes: tan pronto como llega la tan temida por Myrtle noche del estreno, la actriz se presenta en el teatro completamente borracha, débil, acabada… pero al final lleva a cabo la mejor, más brillante y divertida representación teatral que imaginarse pueda, en unos veinte minutos finales que se cuentan, probablemente, entre lo más bello jamás rodado por su autor.



Con todas sus irregularidades y tiempos muertos, a tono con esos mismos altibajos que, según Cassavetes, caracterizaban el comportamiento de los hombres y mujeres que poblaban su cine, de ahí que siempre quisiera mostrarlos de esa manera, Opening Night atesora, asimismo, un par de secuencias que el que suscribe también incluiría sin dudarlo entre lo más logrado de este realizador: aquéllas, poética la primera, cruda y violenta la segunda, en la que Myrtle se enfrenta imaginariamente al “fantasma” de Nancy (¿su imaginación?, ¿el espíritu de su juventud perdida?, ¿la personificación de su miedo a envejecer, a morir, a desaparecer…?), cuya intensidad dramática y contenido onírico no hubiese despreciado Ingmar Bergman. En la primera, Myrtle se encuentra a solas en su camerino y delante del espejo donde se maquilla, e imaginariamente evoca (o “invoca”) al espíritu de Nancy, que se le “aparece”, justo a su lado; la planificación, a base de primeros planos muy cerrados sobre los rostros de Myrtle y Nancy, confiere a la secuencia una lograda atmósfera de intimidad, en virtud de la cual la evocación (o “invocación”) de Nancy llevada a cabo por Myrtle produce un efecto en absoluto terrorífico y sí, por el contrario, de notable ternura. La segunda, en cambio, es tensa y crispada: aquí, el espíritu de Nancy (o lo que Myrtle cree que es tal) agrede a la protagonista; aquí, por tanto, la planificación es más abierta, los primeros planos ceden el paso al plano medio, y el estatismo de los encuadres se “rompe”, dando paso a la cámara en mano y al “barrido” de la imagen, en consonancia con los miedos y temores de una Myrtle que, a medida que se va acercando la noche de estreno, va aumentando su sensación de pánico y perdiendo el control sobre sí misma.



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