lunes, 28 de marzo de 2016

Adenda: MARVEL contra todos (o todos contra MARVEL)



Batman v Superman: El amanecer de la Justicia (1) es, se dice, es el film con el que se pretende establecer el DC Cinematic Universe, o sea, el “universo cinematográfico” formado por películas para el cine, y también series de televisión, basadas en los personajes súper-heroicos de los DC Cómics; a imitación, se añade rápidamente, de la versión cinematográfico-televisiva de los Marvel Cómics, el Marvel Cinematic Universe. Dejo para el fandom la discusión sobre cuál de ambos “universos” (así los llaman) es el mejor, o a cuál le fallan las piernas o el culo, que diría el profesor Keating; a fin de cuentas, es una controversia parcial, que gira en función de según qué cómics de qué editorial le gusten a cada cual. Con las películas o series televisivas ocurre tres cuartos de lo mismo: a quien le guste la estrategia de Kevin Feige para Marvel la aplaudirá a rabiar, y a quien le guste la de Warner para DC, la de Fox con la franquicia “marvelita” cuyos derechos sigue poseyendo, la de los X-Men, o incluso la de Spiderman en manos de Sony hasta hace muy poco, también. Pero lo que cuenta a la hora de la verdad son los films en sí mismos considerados, con independencia de su pertenencia o no a uno u otro “universo” o a una u otra estrategia de mercadotecnia. Llegados a este punto, y si tengo que pronunciarme, lo cierto es –mal que pese– que, en ese “duelo” entre Marvel por un lado y Warner/ Fox/ Sony por otro, estos últimos son los que están ganando la batalla a nivel cualitativo.


Cierto: los films de los Marvel Studios no están mal; pero, por ahora, los únicos títulos de su producción cinematográfica que realmente me parecen buenas películas son el estupendo Capitán América: El primer Vengador (2) –ya no su secuela, Capitán América: El Soldado de Invierno (3), pese a no ser nada despreciable–, y el muy divertido y menospreciado Ant-Man; el sorprendente Deadpool (4) comparte con el primer Capitán América y con Ant-Man parecido espíritu, aunque se trata de una producción de la Fox; el resto de la filmografía “marvelita”, tanto las tres entregas de Iron Man (5) como El increíble Hulk, pasando por los dos episodios de Los Vengadores (6), la primera entrega de Thor –no así la segunda, Thor: El mundo oscuro, mediocre y aburrida hasta decir basta–, o Guardianes de la Galaxia (7), me parecen solo correctos. De hecho, la película más interesante, audaz y atrevida basada en un superhéroe de los cómics Marvel es precisamente la que oficialmente no forma parte del MCU, dado que no fue producida por la división cinematográfica de la Casa de las Ideas: el arriesgado, incómodo y personal Hulk firmado por Ang Lee. Demasiado personal, y por eso mismo demasiado “molesta”, como para gustar.


De acuerdo que Fox ha cosechado “pifias” en materia súper-heroica con dos títulos tan soporíferos como el Daredevil de 2003 y su spin-off, Elektra, de 2005. De acuerdo también en que las dos primeras producciones de Fox en torno a los 4 Fantásticos –Los Cuatro Fantásticos y Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer– dejaban bastante que desear, pero Fox se arriesgó –aun con malos resultados en taquilla, pero aquí estamos hablando de calidad– con los notables Cuatro Fantásticos de Josh Trank, del mismo modo que lo han hecho recientemente, y en este caso con inesperado éxito, con DeadpoolEn cambio, su franquicia sobre los mutantes, con todas sus irregularidades, tiene más miga: las tres entregas firmadas por Bryan Singer –X-Men, X-Men 2 y X-Men: Días del futuro pasado (8)– son harto interesantes, y me atrevo a afirmar que lo mejor de la excelente X-Men: Primera generación le debe más a Singer que a ese sobrevalorado bluff llamado Matthew Vaughn; incluso las consideradas “malas” –X-Men: La decisión final, las dos entregas de las aventuras de Lobezno (9)– lo son menos de lo que suele afirmarse. En cuanto a Sony, y a pesar de sus dos “psicotrónicos” largometrajes en torno al Motorista Fantasma, atesoran una franquicia sobre el Hombre Araña que, al menos, contiene una buena película –The Amazing Spider-Man (10)– y un par de aceptables –las dos primeras entregas de Sam Raimi–, las cuales, si no compensan, al menos equilibran un poco el resultado de las mediocres Spider-Man 3 y The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro (11).


No niego que el cine de superhéroes de Marvel tiene un buen nivel; más aceptable que bueno, teniendo en cuenta la media de calidad de la notoria cantidad de títulos que han puesto en marcha en pocos años, pero, repito e insisto, en absoluto malo. Pero, ¿qué me dicen del de Warner? ¿Qué tiene cosas malas? Desde luego: el mediocre (aunque divertidísimo) Superman III; las dos entregas del Hombre Murciélago del a veces interesante (aquí no) Joel Schumacher, Batman Forever y el penoso Batman y Robin; la endeble adaptación de las aventuras de Green Lantern/ Linterna Verde de 2011; incluso el sobrevalorado segundo Superman de Richard Lester (en realidad, al 50% o más, de Richard Donner), o el primer eslabón de la así llamada Trilogía del Caballero Oscuro, Batman Begins, están por debajo de lo que suele pregonarse; y, sin ir más lejos, ahí el irregular Batman v Superman: El amanecer de la Justicia. Pero, con todo, Warner alumbró el primer y magnífico Superman de Richard Donner, muy superior a la decepcionante El Hombre de Acero (12); los dos films de Tim Burton sobre el Hombre Murciélago, Batman y Batman vuelve, que hoy no menciona casi nadie porque ni aquéllos ni su director están ya “de moda” (sic), se sitúan como mínimo a medio camino entre lo interesante y lo excelente; y, por descontado, está el magnífico El caballero oscuro de Nolan (13), así como el interesante (con todas sus irregularidades) El caballero oscuro: La leyenda renace (14). ¡Incluso el denostado Superman Returns de Singer tiene bastante más interés del pregonado! Por no hablar de una contribución al género súper-heroico tan valiosa e inclasificable –y muy heterodoxa, cosa que no puede decirse de todas las producciones de Marvel– como Watchmen (véase de nuevo 13).


La, digamos, “guerra” que parece haberse abierto entre los partidarios del cine de superhéroes producido por Marvel, y el producido/ distribuido por las demás majors de Hollywood, se encuentra excesivamente polarizada entre los admiradores de los cómics Marvel y DC, confundiéndose y mezclándose los méritos de los personajes y los personajes gráficos en sí mismos considerados, y los de las películas, entendidas asimismo de manera autónoma e independiente, incluso, del material en el que se inspiran. Dicho de otra forma: se confunden, sospecho, los méritos intrínsecos de los films con sus méritos (o, si se prefiere, valores) como adaptaciones de los originales gráficos, dándose preeminencia a esto último por encima o al margen de sus méritos, o valores, cinematográficos. Como siempre he sido del parecer de que una película, cualquier película, tiene que “funcionar” por sí sola, con independencia del material en el que se inspira (y de mi conocimiento o desconocimiento del mismo), me encuentro con films basados en superhéroes del cómic norteamericano que me “funcionan” con independencia de mi ignorancia del original gráfico (caso de Deadpool), y con otros que no me “funcionan”, o que lo hacen en menor grado, a pesar de partir de ese mismo grado de desconocimiento (caso, por ejemplo, de Guardianes de la Galaxia).


Mal que pese a los fans del cine súper-heroico de Marvel –salvo honrosas excepciones, que me consta que las hay–, por más que la política de producción llevada a cabo en el seno de los Marvel Studios por el productor Kevin Feige es de una admirable coherencia, no es menos cierto que –asimismo, salvo honrosas excepciones– las producciones Marvel se están distinguiendo, hasta la fecha, por la escasa personalidad de sus realizadores. Resulta paradójico comprobar que incluso los directores con una pátina más personal que han trabajado a las órdenes de Marvel han llevado a cabo en el seno de estos estudios sus obras más impersonales, algo notorio en el caso del Kenneth Branagh de Thor –por más que el autor de Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces o Frankenstein de Mary Shelley lleva años haciendo films cada vez menos personales, algo que más bien cabe achacarle a su propia evolución particular que a la influencia de Feige–, el James Gunn de Guardianes de la Galaxia o el Joss Whedon de Los Vengadores y, sobre todo, Vengadores: La era de Ultrón. Que las dos mejores películas súper-heroicas de los Marvel Studios (hablo por mí), Capitán América: El primer Vengador y Ant-Man, estén firmadas por realizadores sin fama de “personales”, Joe Johnston y Peyton Reed respectivamente, ¿es una casualidad? Sospecho que no. Que ello es el resultado, para lo bueno y para lo malo, de la labor coherente, férrea, controlada, pero al mismo homogénea, uniformizada, “despersonalizadora”, de Kevin Feige. Y que lo que se gana en eficacia, se pierde en personalidad.


En cambio, con todas sus irregularidades, y a pesar de todas las interferencias de producción habidas y por haber en este tipo de blockbuster súper-heroico (creer lo contrario sería una ingenuidad), está muy claro que, en su momento, Richard Donner supo imprimir una determinada personalidad (fuera la suya, o la creada ex profeso al respecto) en su versión de Superman y en el aproximadamente 50% que le corresponde de Superman II (solo hay que ver lo que luego hizo Richard Lester, ya en solitario, en Superman III); que Tim Burton convirtió, en mayor o menor medida, a Batman y Batman vuelve en películas “burtonianas”; que Bryan Singer dejó su sello en sus films sobre los X-Men, e incluso, en su alegremente despreciada visión de Superman; que Christopher Nolan, huelga decirlo, se dejó ver, y mucho, en su Trilogía del Caballero Oscuro; que hasta Sam Raimi dejó algo de su impronta en sus tres películas sobre Spiderman (y Marc Webb en, al menos, el primero de sus dos films sobre el lanzador de redes); que Josh Trank logró algo especial con su reivindicable versión de Cuatro Fantásticos; que, a falta de ver qué derroteros seguirá su futura carrera como realizador, Tim Miller firma un debut prometedor gracias a Deadpool; y que Zack Snyder supo brillar, en Watchmen, a pesar del (para mí) tropezón que supuso El Hombre de Acero, y determinados instantes de Batman v Superman se encuentran muy cercanos, no por casualidad, a su lectura de Alan Moore. Tampoco se trata de pontificar diciendo lo contrario, que el cine súper-heroico de otras majors que no son Marvel es “el bueno”, y el de Marvel, “el malo”, ni mucho menos. Sencillamente, ni el cine “súper-heroico” made in Marvel es el mejor, ni el made in Warner/ Fox/ Sony et altrii, el peor: hay que irlo viendo todo caso por caso, película a película.


1 comentario:

  1. Gran entrada Tomás, que me imagino dará para interesantes discusiones. Me quedo (más allá de diferir en algunas opiniones) con la idea de valorar cada película "por sí sola", sin tener en cuenta el conocimiento o no del cómic, cosa en la que coincido plenamente.
    Igual no viene a cuento pero creo que es lo mismo que cuando se adapta un best-seller y los fans de la novela se enfada porque han quitado de aquí o de allá tal cosa y se niegan a valorar en su justa medida lo que ven porque no es lo que esperaban. Sé que literatura y tebeo no es lo mismo y que no es lo mismo adaptar "una historia" (caso de Watchmen) que "un personaje" (caso de Superman) pero espero se entienda lo que quiero decir.
    Un saludo.

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