Batman v Superman: El
amanecer de la Justicia (1) es, se dice, es el film con el que se pretende establecer el DC
Cinematic Universe, o sea, el “universo cinematográfico” formado por películas
para el cine, y también series de televisión, basadas en los personajes
súper-heroicos de los DC Cómics; a imitación, se añade rápidamente, de la
versión cinematográfico-televisiva de los Marvel Cómics, el Marvel Cinematic Universe.
Dejo para el fandom la discusión
sobre cuál de ambos “universos” (así los llaman) es el mejor, o a cuál le
fallan las piernas o el culo, que diría el profesor Keating; a fin de cuentas,
es una controversia parcial, que gira en función de según qué cómics de qué
editorial le gusten a cada cual. Con las películas o series televisivas ocurre
tres cuartos de lo mismo: a quien le guste la estrategia de Kevin Feige para
Marvel la aplaudirá a rabiar, y a quien le guste la de Warner para DC, la de
Fox con la franquicia “marvelita” cuyos derechos sigue poseyendo, la de los
X-Men, o incluso la de Spiderman en manos de Sony hasta hace muy poco, también.
Pero lo que cuenta a la hora de la verdad son los films en sí mismos
considerados, con independencia de su pertenencia o no a uno u otro “universo”
o a una u otra estrategia de mercadotecnia. Llegados a este punto, y si tengo
que pronunciarme, lo cierto es –mal que pese– que, en ese “duelo” entre Marvel
por un lado y Warner/ Fox/ Sony por otro, estos últimos son los que están
ganando la batalla a nivel cualitativo.
Cierto:
los films de los Marvel Studios no están mal; pero, por ahora, los únicos títulos de su
producción cinematográfica que realmente me parecen buenas películas son el
estupendo Capitán América: El primer
Vengador (2) –ya no su secuela, Capitán América: El Soldado de Invierno (3), pese a no ser nada despreciable–, y el muy divertido y menospreciado Ant-Man; el
sorprendente Deadpool (4) comparte con el primer Capitán América y con Ant-Man parecido espíritu, aunque se trata de una producción de la Fox; el resto de la filmografía “marvelita”,
tanto las tres entregas de Iron Man (5) como El increíble Hulk, pasando por los dos episodios de Los Vengadores (6), la primera entrega de Thor
–no así la segunda, Thor: El mundo oscuro,
mediocre y aburrida hasta decir basta–, o Guardianes de la Galaxia (7),
me parecen solo correctos. De hecho, la película más interesante, audaz y
atrevida basada en un superhéroe de los cómics Marvel es precisamente la que oficialmente no forma parte del MCU, dado que no fue producida por la división cinematográfica de la Casa de las Ideas: el
arriesgado, incómodo y personal Hulk
firmado por Ang Lee. Demasiado personal, y por eso mismo demasiado “molesta”, como para gustar.
De
acuerdo que Fox ha cosechado “pifias” en materia súper-heroica con dos títulos
tan soporíferos como el Daredevil de
2003 y su spin-off, Elektra, de 2005. De acuerdo también en
que las dos primeras producciones de Fox en torno a los 4 Fantásticos –Los Cuatro Fantásticos y Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer–
dejaban bastante que desear, pero Fox se arriesgó –aun con malos resultados en
taquilla, pero aquí estamos hablando de calidad– con los notables Cuatro Fantásticos de Josh Trank, del mismo modo que lo han hecho recientemente, y en este caso con inesperado éxito, con Deadpool. En
cambio, su franquicia sobre los mutantes, con todas sus irregularidades, tiene más
miga: las tres entregas firmadas por Bryan Singer –X-Men, X-Men 2 y X-Men: Días del futuro pasado (8)– son harto interesantes, y me
atrevo a afirmar que lo mejor de la excelente X-Men: Primera generación le debe más a Singer que a ese
sobrevalorado bluff llamado Matthew
Vaughn; incluso las consideradas “malas” –X-Men:
La decisión final, las dos entregas de las aventuras de Lobezno (9)– lo son menos de lo que suele
afirmarse. En cuanto a Sony, y a pesar de sus dos “psicotrónicos” largometrajes
en torno al Motorista Fantasma, atesoran una franquicia sobre el Hombre Araña
que, al menos, contiene una buena película –The
Amazing Spider-Man (10)– y un
par de aceptables –las dos primeras entregas de Sam Raimi–, las cuales, si no compensan,
al menos equilibran un poco el resultado de las mediocres Spider-Man 3 y The Amazing
Spider-Man 2: El poder de Electro (11).
No
niego que el cine de superhéroes de Marvel tiene un buen nivel; más aceptable
que bueno, teniendo en cuenta la media de calidad de la notoria cantidad de
títulos que han puesto en marcha en pocos años, pero, repito e insisto, en
absoluto malo. Pero, ¿qué me dicen del de Warner? ¿Qué tiene cosas malas? Desde
luego: el mediocre (aunque divertidísimo) Superman
III; las dos entregas del Hombre Murciélago del a veces interesante (aquí
no) Joel Schumacher, Batman Forever y
el penoso Batman y Robin; la endeble
adaptación de las aventuras de Green Lantern/ Linterna Verde de 2011; incluso
el sobrevalorado segundo Superman de Richard Lester (en realidad, al 50% o más,
de Richard Donner), o el primer eslabón de la así llamada Trilogía del
Caballero Oscuro, Batman Begins,
están por debajo de lo que suele pregonarse; y, sin ir más lejos, ahí el
irregular Batman v Superman: El amanecer de
la Justicia. Pero, con todo, Warner alumbró el primer y magnífico Superman de Richard Donner, muy superior
a la decepcionante El Hombre de Acero
(12); los dos films de Tim Burton
sobre el Hombre Murciélago, Batman y Batman vuelve, que hoy no menciona casi
nadie porque ni aquéllos ni su director están ya “de moda” (sic), se sitúan como
mínimo a medio camino entre lo interesante y lo excelente; y, por descontado,
está el magnífico El caballero oscuro
de Nolan (13), así como el
interesante (con todas sus irregularidades) El
caballero oscuro: La leyenda renace (14).
¡Incluso el denostado Superman Returns
de Singer tiene bastante más interés del pregonado! Por no hablar de una
contribución al género súper-heroico tan valiosa e inclasificable –y muy
heterodoxa, cosa que no puede decirse de todas las producciones de Marvel– como
Watchmen (véase de nuevo 13).
La,
digamos, “guerra” que parece haberse abierto entre los partidarios del cine de
superhéroes producido por Marvel, y el producido/ distribuido por las demás majors de Hollywood, se encuentra
excesivamente polarizada entre los admiradores de los cómics Marvel y DC,
confundiéndose y mezclándose los méritos de los personajes y los personajes
gráficos en sí mismos considerados, y los de las películas, entendidas asimismo
de manera autónoma e independiente, incluso, del material en el que se
inspiran. Dicho de otra forma: se confunden, sospecho, los méritos intrínsecos
de los films con sus méritos (o, si se prefiere, valores) como adaptaciones de
los originales gráficos, dándose preeminencia a esto último por encima o al
margen de sus méritos, o valores, cinematográficos. Como siempre he sido del
parecer de que una película, cualquier película, tiene que “funcionar” por sí
sola, con independencia del material en el que se inspira (y de mi conocimiento
o desconocimiento del mismo), me encuentro con films basados en superhéroes del
cómic norteamericano que me “funcionan” con independencia de mi ignorancia del
original gráfico (caso de Deadpool),
y con otros que no me “funcionan”, o que lo hacen en menor grado, a pesar de
partir de ese mismo grado de desconocimiento (caso, por ejemplo, de Guardianes de la Galaxia).
Mal
que pese a los fans del cine súper-heroico de Marvel –salvo honrosas
excepciones, que me consta que las hay–, por más que la política de producción
llevada a cabo en el seno de los Marvel Studios por el productor Kevin Feige es
de una admirable coherencia, no es menos cierto que –asimismo, salvo honrosas
excepciones– las producciones Marvel se están distinguiendo, hasta la fecha,
por la escasa personalidad de sus realizadores. Resulta paradójico comprobar
que incluso los directores con una pátina más personal que han trabajado a las
órdenes de Marvel han llevado a cabo en el seno de estos estudios sus obras más
impersonales, algo notorio en el caso del Kenneth Branagh de Thor –por más que el autor de Enrique V, Mucho ruido y pocas nueces o Frankenstein
de Mary Shelley lleva años haciendo films cada vez menos personales, algo
que más bien cabe achacarle a su propia evolución particular que a la
influencia de Feige–, el James Gunn de Guardianes
de la Galaxia o el Joss Whedon de Los
Vengadores y, sobre todo, Vengadores:
La era de Ultrón. Que las dos mejores películas súper-heroicas de los Marvel Studios (hablo
por mí), Capitán América: El primer
Vengador y Ant-Man, estén firmadas por
realizadores sin fama de “personales”, Joe Johnston y Peyton Reed respectivamente, ¿es una casualidad? Sospecho que no. Que ello es el resultado, para lo bueno y para lo malo, de la labor coherente, férrea, controlada, pero al
mismo homogénea, uniformizada, “despersonalizadora”, de Kevin Feige. Y que lo
que se gana en eficacia, se pierde en personalidad.
En
cambio, con todas sus irregularidades, y a pesar de todas las interferencias de
producción habidas y por haber en este tipo de blockbuster súper-heroico (creer lo contrario sería una ingenuidad),
está muy claro que, en su momento, Richard Donner supo imprimir una determinada
personalidad (fuera la suya, o la creada ex profeso al respecto) en su versión
de Superman y en el aproximadamente
50% que le corresponde de Superman II
(solo hay que ver lo que luego hizo Richard Lester, ya en solitario, en Superman III); que Tim Burton convirtió,
en mayor o menor medida, a Batman y Batman vuelve en películas “burtonianas”;
que Bryan Singer dejó su sello en sus films sobre los X-Men, e incluso, en
su alegremente despreciada visión de Superman; que Christopher Nolan, huelga
decirlo, se dejó ver, y mucho, en su Trilogía del Caballero Oscuro; que hasta
Sam Raimi dejó algo de su impronta en sus tres películas sobre Spiderman (y
Marc Webb en, al menos, el primero de sus dos films sobre el lanzador de
redes); que Josh Trank logró algo especial con su reivindicable versión de Cuatro Fantásticos; que, a falta de ver qué derroteros seguirá su futura carrera como realizador, Tim Miller firma un debut prometedor gracias a Deadpool; y que Zack Snyder
supo brillar, en Watchmen, a pesar
del (para mí) tropezón que supuso El
Hombre de Acero, y determinados instantes de Batman v Superman se encuentran muy cercanos, no por casualidad, a su lectura de
Alan Moore. Tampoco se trata de pontificar diciendo lo contrario, que el cine súper-heroico
de otras majors que no son Marvel es “el
bueno”, y el de Marvel, “el malo”, ni mucho menos. Sencillamente, ni el cine “súper-heroico”
made in Marvel es el mejor, ni el made in Warner/ Fox/ Sony et altrii, el
peor: hay que irlo viendo todo caso por caso, película a película.