miércoles, 21 de octubre de 2015

Almas solitarias: “IRRATIONAL MAN”, de WOODY ALLEN



[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] De un tiempo a esta parte se ha convertido en un lugar común el afirmar que el cine de Woody Allen ya no es tan creativo, arriesgado ni experimental como era antes (ni tan bueno). Pero, claro, todo depende del color con que se mire, pues incluso en sus momentos, digamos, álgidos de apreciación crítica, entre finales de los setenta y hasta bien entrados los años noventa —para entendernos, entre Annie Hall (ídem, 1977) y Balas sobre Broadway (Bullets over Broadway, 1994)—, lo cierto es que su cine resultaba tan irregular como lo es ahora, pues incluso en esos supuestos “años dorados” a Annie Hall le seguía un melodrama tan mediocre como Interiores (Interiors, 1978); a Hannah y sus hermanas (Hannah and her Sisters, 1986), dos obras tan discutibles como Días de radio (Radio Days, 1987) y September (ídem, 1987), esta última particularmente fallida, o una tan sobrevalorada como Otra mujer (Another Woman, 1988); y entre dos films tan magníficos como Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1989) y Sombras y niebla (Shadows and Fog, 1991) —este, para mi gusto, su mejor trabajo junto con Manhattan (ídem, 1979)—, se insertaba una pieza tan poco conseguida como Alice (ídem, 1990). Decir, como se dijo en una época, que cada nueva película de Allen era una obra maestra estaba fuera de lugar; pero afirmar que ahora no se encuentra en su mejor nivel también me parece inexacto.


El balance del cine de Allen de estas últimas dos décadas no me parece que esté en absoluto tan por debajo de la media de los tiempos en los que era más apreciado. Ya me he expresado en más de una ocasión a favor de Match Point (ídem, 2005), El sueño de Cassandra (Cassandra’s Dream, 2007), la siempre denostada Vicky Cristina Barcelona (ídem, 2008) (1), Conocerás al hombre de tus sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010) (2), Midnight in Paris (ídem, 2011) y Magia a la luz de la luna (Magic in the Moonlight, 2014), estas tres últimas mucho mejores de lo que se dijo. También lo he hecho a favor de Blue Jasmine (ídem, 2013) (3), mejor considerada que las anteriores gracias en no poca medida a la excepcional interpretación de su actriz protagonista, Cate Blanchett. No puedo hablar tan bien de la muy mediocre Scoop (ídem, 2006), o de las discretas Si la cosa funciona (Whatever Works, 2009) (4) y A Roma con amor (To Rome with Love, 2012) (5).


Llegado el momento de comentar Irrational Man (ídem, 2015), su última propuesta hasta la fecha, si hay algo que, de entrada, me ha llamado la atención positivamente de esta película es el hecho de que Allen siga conservando, mal que pese y por mucho que se haya dicho lo contrario, el talante experimentador que siempre ha recorrido, con mejor o peor fortuna, el conjunto de su filmografía. Lo que más me ha interesado de Irrational Man no es el hecho de que, por más que haya sido promocionada de esa manera, no se trate de una comedia, si bien tampoco es un drama en sentido estricto (como tampoco lo eran, para no retroceder demasiado atrás en el tiempo, ni Conocerás al hombre de tus sueños ni Blue Jasmine); ni tampoco el hecho de que recupere, en parte, el toque de thriller policíaco que tan bien empleó en Delitos y faltas o, en clave de comedia —esta sí, y de las buenas—, en Misterioso asesinato en Manhattan (Manhattan Murder Mystery, 1993). Todo esto está muy bien en sí mismo considerado, pero nada que Allen no haya ensayado en otras ocasiones. Me parece más interesante el empleo de la voz en off, siempre tan impopular, el hecho de que en Irrational Man no haya una, sino dos voces over, exponiendo en voz alta los pensamientos de sus principales protagonistas, Abe (Joaquin Phoenix) y Jill (Emma Stone), y construyendo a partir de las mismas buena parte del sentido del relato.


Abe es un profesor de filosofía que acaba de ser trasladado a la universidad donde estudia Jill, más joven que él. Escéptico y alcoholizado, Abe no cree en muchas de las cosas que enseña y está convencido de que su existencia es una pura banalidad. Por puro tedio, mantiene una relación sexual esporádica con Rita (Parker Posey), una mujer casada tan aburrida como él de su rutina cotidiana. Por su parte, Jill lleva una existencia, en apariencia, diametralmente opuesta: es joven y llena de ilusiones, y tiene un novio, Roy (Jamie Blackley), con el que tiene planes de convivencia y/ o boda a corto plazo. Pero, cada uno a su manera, Abe y Jill son inconformistas. Ambos son, en el fondo, dos solitarios que buscan paliar de distinta manera esas soledades: Abe, con el alcohol y el sexo (por orden de preferencia); Jill, concentrándose en sus estudios, como si intentara descubrir en ellos esa entelequia llamada sentido de la vida. Como digo, la voz en off de ambos personajes nos describe sus inquietudes más íntimas y personales por separado. Resulta casi natural que entre ellos acabe surgiendo una relación: los dos se sienten atraídos el uno por el otro porque se reconocen mutuamente entre sí como dos inadaptados sociales que no terminan de encajar en un mundo que no comprenden ni les comprende. Jill se siente fascinada por Abe y su conducta antisocial e inconformista, todo lo contrario de su novio Roy, serio-y-formal donde los haya; y a Abe le gusta Jill porque ve en ella la vieja llama que prendió en su interior cuando era más joven. Jill termina enamorándose de Abe, si bien este último insiste en rechazar una y otra vez sus avances amorosos, no tanto por los años que les separan (tampoco tantos) como, sobre todo, por la conciencia que tiene Abe de su imposibilidad de recuperar la ilusión de la juventud que caracteriza a Jill, a la que teme impregnar de sus tristeza y nihilismo: a la que teme estropear.


Una vez consolidada la peculiar naturaleza de la relación entre Abe y Jill, esa mezcla de fascinación intelectual y amor no correspondido, el relato da un giro inesperado que provoca una sorprendente evolución en el carácter de unos personajes, hasta ese momento, en cierto sentido, estancados el uno en el otro. Tomando algo en una cafetería, Abe y Jill oyen a sus espaldas la conversación de un grupo de personas sentado en una mesa contigua a la suya. Una mujer llamada Carol (Susan Pourfar) les explica a tres amigos suyos (Gary Wilmes, David Aaron Baker y Nancy Villone) que su exmarido está a punto de arrebatarle la custodia de sus hijos menores de edad gracias a que es buen amigo de un tal juez Spangler (Tom Kemp), el magistrado encargado de juzgar el procedimiento de custodia, y que sabe que se la concederá al padre de los niños aun sabiendo que aquél jamás los cuidará como hasta ahora ha hecho la madre. Eso provoca que en la mente de Abe germine una sorprendente idea: asesinará al juez Spangler, a fin de evitar que esa pobre mujer pierda a sus pequeños y que un padre desalmado se salga con la suya.


Como siempre en Allen, no es ajena a esa situación la pincelada intelectual tan característica de él, introducida en los diálogos secuencias atrás, relativa a la figura de Fiodor Dostoyevski y a una de sus más famosas novelas, Crimen y castigo. Lo que mueve al protagonista masculino de Irrational Man a cometer el asesinato del juez Spangler es comparable, hasta cierto punto, con la decisión de matar del protagonista de Crimen y castigo. La gran diferencia estriba en que, tras cometer el crimen, Abe no solo no siente el menor remordimiento de conciencia, sino que incluso llega a barajar muy seriamente… la posibilidad de matar a Jill tan pronto como esta termina enterándose de que es el responsable de un asesinato, y sufre en su lugar esos remordimientos, conminándole una y otra vez de que tiene que entregarse a la policía. Puede afirmarse que, en cierto modo, la personalidad del protagonista de Crimen y castigo se divide así en la de los dos protagonistas de Irrational Man, de ahí la absoluta coherencia del uso de dos voces en off para expresar los pensamientos/ sentimientos de dos seres humanos que creían estar muy cerca el uno del otro, hasta que acaban descubriendo que eso no era más que una ilusión. ¿Cuántas relaciones de pareja no tienen, en mayor o menor medida, un componente de autoengaño por parte de sus componentes?


Esta es, si cabe, la más amarga de las conclusiones a las que llega esta interesante película que es Irrational Man, crónica del proceso de reconocimiento de dos seres humanos convencidos de que había un vínculo sólido e inquebrantable entre ellos, forjado a base de respeto intelectual y sentimental, y que al final acaban descubriendo cómo se alza entre ellos una barrera infranqueable: nada más concebir la idea del crimen, durante su ejecución y después del mismo, el carácter de Abe sufre una notable transformación, convirtiéndose en una persona más alegre y optimista, absolutamente convencido como está de que por fin ha encontrado un sentido a su existencia; en cambio, cuando Jill consigue que Abe le confirme sus sospechas, revelándole la autoría del asesinato del juez, es la hasta entonces simpática, vitalista y dicharachera muchacha la que cambia, convirtiéndose en alguien repleto de temores y dudas, de miedos e incertidumbres. Un momento magnífico al respecto es aquél en el que Jill mira en la distancia a Abe, de pie y a la orilla de un lago: en uno de los planos más bellos del último cine de Allen, Abe aparece desde el punto de vista de Jill como una figura borrosa, distorsionada por la luminiscencia que la luz del sol arranca de la superficie del agua, a tono con esa nueva perspectiva que ahora tiene Jill de él: para la muchacha, Abe ahora es, asimismo, un hombre “borroso”, de contornos morales y éticos poco claros.  



2 comentarios:

  1. Hola Tomás,

    Te sigo desde hace un tiempo en este blog, que me parece estupendo y lo primero que quiero hacer es felicitarte.

    Respecto a Allen: estoy muy de acuerdo en la "pereza" a la que se ve sometido por parte de crítica y público a la hora de valorar/analizar sus películas. Es un cineasta prolífico y, por ello, tiende a la irregularidad, razón de más para ser cuidadoso a la hora de hablar de su cine como tú haces en esta ocasión.

    Dicho esto, el último Allen me tiene un poco desconcertado. Todas sus películas de 5 años hacia atrás parten de buenas ideas, pero me da la sensación de que no están del todo bien desarrolladas. Hablo, sobre todo, de 'Blue Jasmine' y de esta 'Irrational Man'. La primera por ser demasiado literal en cuanto a referentes (¿Tenessee Williams?) e incluso a intenciones (demasiados clichés al respecto de los nuevos ricos y la clase media-baja estadounidense). La segunda me parece que falla por su literalidad: en donde tú ves virtud, yo veo vagancia. Me refiero a todo aquello que tiene que ver con Dostoievski y a la conducta moral y filosófica de los protagonistas, aspecto que no dejan de dialogar durante todo el film. Echo de menos en el último Allen más desarrollo, menos literalidad.

    Con todo, da gusto ver lo bien interpretadas que están sus películas (uno de los grandes méritos poco reconocidos de Allen, la dirección de actores) y su pericia en la puesta en escena. El detalle que comentas al respecto de la dualidad de puntos de vista y la majestuosidad de ese plano con Abe al fondo difuminado hunden otro de esos tópicos tan vagos cuando se habla de Allen: aquel que reza al respecto de su estilo poniendo por delante sus guiones de su puesta en escena. ¡Todo lo contrario!

    Me despido lanzándote uns pregunta: ¿Qué te parece 'Broadway Danny Rose'? Para mí una de sus cumbres como cineasta, tengo curiosidad por saber tu opinión.

    Un saludo y gracias por todos estos textos.

    Germán

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    1. Buenos días, Germán:

      Muchas gracias por tus amables palabras. Comprendo lo de la literalidad, aunque en el caso de "Irrational Man" quizá quede más justificada que en otras ocasiones dentro del cine de Allen por el hecho de que los personajes son personas muy cultas.

      Hace muchos años que no he vuelto a ver "Broadway Danny Rose", pero el recuerdo que tengo es el de una película ágil, divertida y repleta de momentos brillantes. No fue de los Allen mejor recibidos en su momento, no te creas, se lo acusó de ser un mero reciclaje de ideas anteriores, pero sospecho que, vista a ojos de hoy, debe aguantarse pero que muy bien. Recuerdo, sobre todo, que Allen hace una de sus interpretaciones más divertidas (cada vez que dice aquéllo de: "¿Puedo introducir un concepto dentro de esta coyuntura?" en los momentos más inoportunos...), y un momento muy vistoso de un tiroteo en el que el sonido de los disparos es sofocado por unos muñecos o globos gigantes (no recuerdo bien) que emiten un silbido ensordecedor tras ser agujereados.

      Saludos cordiales.

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