viernes, 8 de agosto de 2014

“THE STRANGE DOOR”, de JOSEPH PEVNEY & “THE BLACK CASTLE”, de NATHAN JURAN, editadas por L’ATELIER 13



Acaba de editarse en DVD un pack de la firma L’Atelier 13 que reúne dos producciones de la Universal más que interesantes, cuyo denominador común reside en la presencia en el reparto de Boris Karloff y la atmósfera gótica que las envuelve. Me estoy refiriendo a The Strange Door (1951), de Joseph Pevney, libre adaptación del relato de Robert Louis Stevenson The Sire de Maletroit’s Door (La puerta del señor de Maletroit) co-protagonizada por Charles Laughton; y The Black Castle (1952), ópera prima de Nathan Juran en cuyo reparto también hallamos a Richard Greene, Stephen McNally y Lon Chaney Jr. El libreto que acompaña a esta edición contiene un par de extensos textos míos al respecto.


Espléndidamente fotografiada en blanco y negro por Irving Glassberg, y con modestos pero eficaces decorados realizados por Bernard Herzbrun, Eric Orbom y el futuro director de The Black Castle Nathan Juran, The Strange Door es una película atmosférica, cuya densidad dramática se deriva del trabajo con los encuadres y la atención puesta en el detalle por parte de Joseph Pevney, todo lo cual da pie a momentos tan espléndidos como la misteriosa primera aparición de Alain de Maletroit (Laughton) en la taberna, donde le esperan sus cómplices para elegir a Beaulieu (Richard Wyler, aquí acreditado como Richard Stapley) a fin de involucrarlo en el diabólico plan del primero; el gesto de repugnancia del criado Talon (Michael Pate) ante los sonoros modales de su amo mientras come, premonitorio del giro que dará el personaje en el tercio final del relato; la bella irrupción de Blanche (Sally Forrest) en el dormitorio de Beaulieu, apareciéndosele como un fantasma para prevenirle del peligro que corre; el descubrimiento de Edmond de Maletroit (Paul Cavanagh) en las mazmorras, fingiéndose loco con la complicidad de su fiel Voltan (Karloff); el momento en que Voltan, siguiendo las instrucciones de Edmond, ayuda a Beaulieu a huir (en realidad, para intentar asesinarle a la menor ocasión…); la tenebrosa secuencia en el cementerio, con el hallazgo por parte de Beaulieu de que su amigo, el conde Grassin (Alan Napier), ha sido asesinado, y el intento de asesinato del propio Beaulieu, evitado in extremis por Voltan; en particular, ese inolvidable clímax en el cual tienen parte activa los engranajes de un molino de agua que ponen en marcha el mecanismo que amenaza con aplastar a Beaulieu, Blanche y Edmond en la celda de este último. Una pequeña joya.


Nathan Juran, en su primer trabajo tras las cámaras y posiblemente uno de los mejores de su carrera, resolvió con solidez y energía un conjunto que bordea en todo momento el exceso pero sin caer nunca en él, extrayendo una inusitada fuerza a los fragmentos más memorables, tal es el caso de las espléndidas secuencias que dibujan el retorcido sadismo de von Bruno (McNally): el momento en que él y su criado Gargon (Chaney Jr.) golpean con un bastón a la pantera negra que tienen encerrada y sin comer en una jaula, con la finalidad de que, tan pronto como la liberen para darle caza, el animal sea lo más peligroso y feroz posible a fin de hacer más excitante su captura; la secuencia de la cacería, en la cual se combinan el riesgo inherente a la caza de esa misma pantera hambrienta y enfurecida con el peligro que sufre Burton (Greene) de ser asesinado “accidentalmente” por von Bruno y sus hombre durante la batida (en lo que pueden percibirse ciertos ecos de la célebre “caza más peligrosa” del malvado Zaroff); la huida de Burton y Elsa (Rita Corday, aquí acreditada como Paula Corday) atravesando los alrededores de la letal mazmorra repleta de cocodrilos (acaso una nueva alusión al universo de Zaroff); y la brillante resolución, que no “destriparemos” en atención a quien todavía no haya visto la película, la cual culmina con ingenio esta interesante producción.

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