martes, 23 de julio de 2013

El significante y el significado: “LA CABAÑA EN EL BOSQUE”, de DREW GODDARD



[ADVERTENCIA: EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE REVELAN IMPORTANTES DETALLES DE LA TRAMA DE ESTE FILM.] Primera cuestión: a pesar de que La cabaña en el bosque (The Cabin in the Woods, 2012) figura como dirigida por el debutante y también coguionista Drew Goddard, mucha gente se refiere a este film casi como una obra de su otro coguionista y productor, Joss Whedon; ello es bastante comprensible, habida cuenta de que, antes de debutar en la realización con esta película, Goddard no solo ha sido guionista a las órdenes del anterior en dos de sus series de televisión más famosas —Buffy, cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer, 1997-2003) y el spin-off de esta última Ángel (Angel, 1999-2004)—, sino que en cierto sentido La cabaña en el bosque recoge en parte el estilo de fantástico juvenil, a medio camino entre lo irónico y lo referencial, que nutría el espíritu de esas teleseries; por otro lado, a la espera de ver los siguientes trabajos como director de Goddard, pero sobre todo a la vista de la escasa personalidad que se percibe por el momento en su labor tras las cámaras, todavía es pronto para saber si nos hallamos ante un cineasta con voz propia o ante un subalterno dispuesto a ensuciarse con el trabajo que a su jefe no le apetece hacer por sí mismo.


Segunda cuestión: la historia del cine nos ha enseñado que, cuando un film empieza mostrándonos dos acciones en paralelo que a simple vista nada tienen que ver entre sí, no resulta difícil intuir que esas dos tramas acabarán confluyendo de una manera u otra. Efectivamente, eso ocurre tan pronto como se nos confirma que la descripción de la salida de fin de semana de cinco universitarios —Dana (Kristen Connolly), Curt (Chris Hemsworth), Jules (Anna Hutchinson), Marty (Fran Kranz) y Holden (Jesse Williams)— está estrechamente relacionada con la misteriosa actividad ante un sofisticado complejo de ordenadores que controla sistemas de vigilancia a distancia llevada a cabo por un par de tecnócratas —Sitterson (Richard Jenkins) y Hadley (Bradley Whitford)—, y que ambas acciones tienen como denominador común una-cabaña-en-medio-del-bosque donde los cinco jóvenes piensan pasar “el finde” y alrededor de la cual ese par de adultos están tramando algo que no tarda en intuirse que será feo, muy feo. Respecto a esto último, hay que reconocer que hay un bonito plano que expresa muy bien la estrecha relación entre ambos grupos de personajes: ese encuadre general abierto combinado con un movimiento panorámico de izquierda a derecha del encuadre, siguiendo al unísono la furgoneta donde viajan los jóvenes recorriendo una estrecho camino en la montaña y metiéndose en un túnel, y el vuelo de un ave que, de repente, se estrella mortalmente contra un inesperado muro invisible. 


A partir de aquí, La cabaña en el bosque desarrolla dos discursos, el significante (el que se deriva de lo que se ve) y el significado (el que dimana de lo que se intuye), o dicho de otra forma, ofrece cuanto menos dos grandes lecturas. Por un lado, desarrolla un relato de terror convencional, con la diferencia de que se trata de una narración “controlada” a distancia por los dos mencionados tecnócratas, quienes a través de su sofisticadísimo sistema por ordenador manipulan a placer a los cada vez más aterrorizados ocupantes de la cabaña, de cara a consumar así un oscuro propósito cuyo sentido no se desvela hasta los minutos finales. Pero, por otra parte, semejante planteamiento dramático da pie a un discurso (obvio, todo hay que decirlo) sobre el carácter manipulador y formulario de cierta parcela del actual cine de terror estadounidense. Bajo este punto de vista, los personajes de Sitterson y Hadley no serían sino una suerte de simbólicos demiurgos que manipulan los mecanismos capaces de desatar el miedo entre los muchachos a los que torturan sádicamente desde la comodidad de su sofisticado centro de control; ¿hace falta añadir que Sitterson y Hadley no serían sino los directores/guionistas de una “película” de terror que van “creando” sobre la marcha, recurriendo no por casualidad a todos los tópicos generados por el género a lo largo de un siglo de existencia como tal? Más aún: ¿acaso cuesta ver en La cabaña en el bosque un soterrado discurso sobre el papel que los “viejos” (los tecnócratas) juegan sobre los jóvenes (los estudiantes) a la hora de manipularlos a placer mediante la creación de ficciones de terror hechas a su medida? Idea que, por descontado, aquí está expuesta en relación con el cine de terror, pero que puede ampliarse tranquilamente a muchos aspectos del funcionamiento de la sociedad: un mundo en el que los adultos se aprovechan de quienes todavía no han crecido lo suficiente para alcanzar la experiencia y la madurez que les darían una oportunidad para sobrevivir a los horrores de la sociedad que esos mismo adultos han creado, convirtiendo a los jóvenes en la “carne de cañón” necesaria (dicen) para hacer que las cosas “funcionen”, bien sea para asegurar el negocio del cine, o en el peor de los casos, para mandarles a morir en las guerras.


La idea es ingeniosa y está expuesta con habilidad, por más que no se termine de sacarle todo el provecho a la misma por culpa de que sus responsables, Goddard, Whedon o ambos en comandita, se limitan a plantearla bien para luego resolverla mal, o casi. Aclaro rápidamente el “casi” porque, es de justicia reconocerlo, La cabaña en el bosque es un film de presupuesto generoso (30 millones de dólares), y ello redunda a favor de una filmación cuanto menos impecable (quizá demasiado: se echa en falta algo más de suciedad, a lo Rob Zombie, o el desparpajo de Sam Raimi, sin duda alguna un referente fundamental de esta película). Hay excelentes apuntes que elevan el tono de la función, tal es el caso del ya mencionado plano aéreo que nos descubre la existencia del muro invisible que rodea la zona en torno a la cabaña, el detalle de la ventana en forma de falso espejo visible por un lado y por el otro no (que expresa el carácter de “juego de espejos” del film: una película de terror que se mira a sí misma como película de terror), o —procurando no “destripar” demasiado, de cara a quienes todavía no lo hayan visto— el espectacular movimiento de cámara en retroceso que muestra a Dana y Marty dentro del ascensor de paredes acristaladas y nos descubre el universo de horrores ocultos al que han descendido. Respecto a esto último, apuntar que no deja de tener su gracia el hecho de que el film sea a ratos (sobre todo, en sus minutos finales), un completo muestrario o casi habría que decir que “bestiario” de las criaturas que han poblado las pesadillas creadas por el imaginario visual y temático del cine fantastique, y que todas ellas no sean sino un horripilante telón de fondo tras el cual se oculta el horror definitivo: el terror que no tiene forma, aquel que ni la más calenturienta imaginación es capaz de concebir, en un merecido homenaje final a H.P. Lovecraft.


La lástima es que, como digo, el o los responsables de La cabaña en el bosque no se atreven a ir más allá de ese planteamiento, y al mismo le falta mucho más mordiente, acaso porque el film es relativamente caro para tratarse de una producción inscrita en los márgenes del “cine de terror para adolescentes”, lo cual puede haber generado en sus autores un cierto miedo a “pasarse”: La cabaña en el bosque es una película de terror con cierto planteamiento, digamos, “intelectual”, pero al mismo tiempo no quiere —o no puede— dejar de ser una película de terror lo más “popular” posible. Ello se percibe en el recurso a ideas de guión y de puesta en escena que o bien se niegan a abandonar los (cómodos) márgenes del “terror para adolescentes”, proporcionando cierto tono ligero al relato que en nada le beneficia, o el recurso a esas convenciones que, en principio, se miran con perspectiva crítica para luego abrazarlas con toda la alegría del mundo: el movimiento de grúa que se acerca a la ventana de la habitación donde Dana se pasea en braguitas; la tópica caracterización de los personajes más jóvenes (la “sensata”, el “fortachón”, la “zorrita”, el “buen chico” y el “fumeta” con aires a lo Owen Wilson), que da pie a alguna escena tan estúpidamente gratuita como la del beso de Jules a la cabeza de lobo disecada; la aparición del redneck que atiende en la gasolinera (Tim De Zarn), que parece salido del Deliverance/Defensa de John Boorman o de cualquier epopeya de terror rural de Tobe Hooper; las insistentes referencias a Posesión infernal (The Evil Dead, 1981), que acaban siendo cansinas; el primer ataque de los zombis coincidiendo, cómo no, con el momento en que Curt y Jules salen a copular en medio de la floresta; la aparición en la última secuencia de una famosísima star hollywoodiense estrechamente vinculada al género fantástico… Ello no obsta para que, vuelvo a insistir, La cabaña en el bosque haga gala a ratos de cierta sofisticación visual; las escenas de acción están bien rodadas y el relato transcurre en sus líneas generales a muy buen ritmo y sin alargarse en exceso (95 minutos), por más que el conjunto transmita cierta sensación de obra parcialmente fallida: lo más interesante se intuye en los márgenes de un relato demasiado centrado en lo más obvio. 
 

2 comentarios:

  1. Es ingeniosa a base de detalles que ni Scary Movie ha consegido en 5 pelis... viniendo del "homenaje" al terror, se lleva mi aplauso, porque no deja de ser desde el inicio una broma hacia al espectador, entretenida y autoparódica en su visionado, pero que no se clava en tu retina como digamos... "El resplandor"? Nah.. son pelis muy distintas..

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  2. Es una gran película que presenta grandes innovaciones al género, sobre todo temáticas; es cierto que como dices le falta algo de suciedad malsana ( a lo Rob Zombie) y quizá atmósfera (a veces parece aspirar a visualizar una hipotética sección de El Corte de Inglés de monstruos) pero por el contrario tiene virtudes de las que Lords of Salem carece: mayor ritmo, carece de las reiteraciones de ésta y más modesta pese a su presupuesto, los 20 finales del film de Zombie no acaban de funcionar, parece un remedo del Aregento de Suspiria e Inferno mezclado con elementos del Polanski del quimérico inquilino y La semilla del diablo. En cualquier caso dos notables obras como la también estupenda Sinister, recientemente comentada por Latorre en Dirigido.

    Toni

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