martes, 23 de marzo de 2010
DEMONIOS DE LA MENTE, ÁNGELES DEL ALMA: A PROPÓSITO DE “SHUTTER ISLAND” Y “THE LOVELY BONES” (PRIMERA PARTE)
Acaban de coincidir en nuestras carteleras las últimas películas de dos de los cineastas en lengua inglesa más famosos de sus respectivas generaciones, el veterano realizador norteamericano Martin Scorsese y el más joven pero consagrado director de cine neozelandés Peter Jackson. Shutter Island (ídem, 2010) me parece el mejor film que ha realizado Scorsese en estos últimos años y, sin duda, su mejor colaboración con Leonardo DiCaprio, del mismo modo que creo –por más que, a juzgar por lo que he leído y oído hasta la fecha, debemos ser pocos quienes defendemos esta opción— que The Lovely Bones (ídem, 2009) es el mejor y más moderno trabajo de Jackson desde Criaturas celestiales (Heavenly Creatures, 1994). Más allá del hecho obvio de que estas películas se inspiren en novelas, la de Scorsese en el estupendo libro homónimo de Dennis Lehane y la de Jackson en la curiosa pero fallida novela de Alice Sebold publicada en España como Desde mi cielo, hay otras particularidades que, inesperadamente, las hermanan hasta cierto punto. La primera, o cuanto menos la que a mí me ha llamado particularmente la atención, sobre todo si se han leído las novelas de las cuales parten, reside en el hecho de que ambos films superan en ciertos aspectos a sus originales literarios. En lo que se refiere a la película de Scorsese dicha mejoría es relativa, dado que como acabo de apuntar la novela de Lehane es interesante en sí misma considerada y el film la sigue casi a pies juntillas; por tanto, más que de mejoría habría que hablar, quizás con mayor propiedad, de matización o de relectura personal. La película de Jackson también matiza y “relee” el libro de Sebold, pero lo hace con mucha más profundidad, hasta el punto de retocar, perfeccionar e incluso suprimir algunas partes, las peores, de la novela, quedándose únicamente con lo más interesante de la misma para acabar logrando un film decididamente superior al libro.
Shutter Island es, hasta la fecha, la única novela que he leído de Dennis Lehane, un autor “de moda” (dicho sea sin intención peyorativa) dentro del mundillo cinematográfico gracias al éxito que han tenido las películas basadas en sus libros: Mystic River (ídem, 2003, Clint Eastwood), Adiós, pequeña, adiós (Gone Baby Gone, 2007, Ben Affleck) y el film de Scorsese. Este último, cuyo guión firma Laeta Kalogridis, sigue bastante fielmente la trama del libro, reproduciendo incluso algunos de sus diálogos (el estilo de la novela se presta a ello, dado que es muy “cinematográfica”; un poco, salvando las distancias, como El silencio de los inocentes/El silencio de los corderos, de Thomas Harris); pero, a pesar de ello, en la película queda más clara ya desde el principio mismo del relato la cuestión del trastorno mental, fruto de una serie de traumáticas experiencias del pasado, que sufre su protagonista, el agente federal Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio); resulta más evidente, asimismo, que el relato transcurre desde el interior de su subjetividad, por más que tanto en el libro como en el film haya al respecto una serie de pistas falsas destinadas a alterar la percepción del lector/espectador. En la novela y en la película, la trama propiamente dicha arranca a bordo del barco que transporta a Teddy y su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo) a la isla de Shutter; y, si bien es verdad que en ambas se incide en el malestar físico y psicológico de Teddy –el personaje odia el mar (el libro incluye un pequeño episodio de su infancia junto a su padre que lo recalca), se marea y vomita—, en el film se apunta desde el principio el carácter “mental” del relato. Scorsese altera con sus imágenes la prosa seca y directa de Lehane mediante una clara estilización: el barco que conduce a los agentes hacia la isla surge de entre la niebla, como una especie de “buque fantasma”; Scorsese recurre a una de sus imágenes más queridas, la de Teddy mirándose al espejo del cuarto de baño, como haciendo frente a lo peor de sí mismo, ya presente en Toro salvaje (Raging Bull, 1980) y El aviador (The Aviator, 2004); las siguientes escenas en la cubierta del barco, resueltas mediante transparencias vagamente hitchcockianas, transmiten ya una sensación de irrealidad.
La película de Scorsese recalca el trastorno mental del protagonista más al inicio del relato que en el libro, en el cual si bien se insiste desde las primeras páginas en que Teddy está seriamente afectado por terribles recuerdos del pasado –sobre todo, lo relativo a su esposa Dolores—, no se insinúa que los mismos pueden estar afectando la percepción que del presente tiene el personaje hasta bien avanzada la narración. Sin embargo, el film tarda relativamente poco en visualizar las traumáticas rememoraciones, pesadillas y momentos oníricos que torturan a Teddy, e incluso añade una secuencia fragmentada, solamente apuntada en la novela, en la cual vemos que el tormento del protagonista se remonta, de hecho, a sus años de servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial, y más concretamente, a su entrada junto con su pelotón en un campo de exterminio de judíos, donde vivió una serie de acontecimientos que quedaron grabados en su memoria: un oficial alemán que intentó suicidarse antes de que los aliados lo capturaran y que, al fallar el tiro destinado a acabar con su vida, acabó siendo rematado por el propio Teddy; las tétricas imágenes de los cadáveres de judíos amontonados y cubiertos de nieve, sobre todo la de una madre y su hija pequeña juntas en un último y gélido abrazo; o el momento, uno de los mejores de la película, en el cual, movidos por un impulso vengativo, Teddy y sus hombres acribillan a los soldados alemanes a los que han desarmado y hecho prisioneros, resuelta en un crudo travelling lateral. ¿A qué se debe este planteamiento dramático y narrativo? En vez de hacer como se hace en la novela, es decir, revelar absolutamente toda la verdad (o la aparente verdad) sobre lo que le ocurre a Teddy Daniels, sobre lo que pasa por su cerebro, justo al final del relato, Scorsese y su guionista prefieren, antes de llegar a esa conclusión, anticipar en cierta manera esa verdad, esa revelación, de forma que, mientras que en el libro el descubrimiento que hace el lector de la verdadera situación es radical, en el film esto último, más que un descubrimiento, es más bien una confirmación de los peores temores del espectador. Dicho de otro modo: Scorsese elude en parte el efecto sorpresa del final de la novela porque, antes de llegar al clímax, en cierto modo ya lo ha anticipado; cierto es, me dirán quienes también hayan leído el libro, que algo así es lo que hace Lehane, pero no de una manera tan explícita como el realizador, el cual no parece tan interesado como el escritor en esconder esa información y concentrarla toda en ese golpe de efecto final y prefiere, en cambio, explorar previamente lo que la tenebrosa aventura de Teddy Daniels en la isla de Shutter tiene de experiencia sensorial, y de paso, lo que de experiencia o, si se prefiere, experimento con ciertas formas del cine fantástico tiene Shutter Island para el propio Scorsese.
Uno de los mejores aspectos de esta película, y que a mi entender honra a Scorsese, es que juega a placer con las convenciones del cine de terror, y que lo hace además sin prejuicios ni inhibiciones. Digo esto en referencia a la que, hasta ahora, era la más decidida incursión de su director en un terreno si no completamente fantástico, sí cercano a ciertas convenciones del género, como era El cabo del miedo (Cape Fear, 1991). Pero si esta última, a mi entender uno de sus peores y más redundantes trabajos, fracasaba por culpa de su aparente vergüenza a asumir su condición de film comercial y de género, de tal manera que Scorsese incurría en el error de convertir todos y cada uno de sus tópicos de thriller en recursos de estilo subrayados hasta el ahogo, acaso creyendo que un tópico deja de serlo y se magnifica, se sublima, a base de insistir formalmente en él a base de ruidosos efectos de montaje y de cámara en movimiento hasta convertirlo en una especie de abstracción, en Shutter Island demuestra en cambio todo lo contrario: que, a estas alturas de su carrera y sin tener quizás ya nada que demostrar ni a los demás ni a sí mismo, Scorsese por fin ha aprendido a hacer cine comercial –y con éxito: la película es, en estos momentos, la más taquillera de toda su carrera—, sin que eso signifique hacer un cine indigno o intelectualmente ínfimo. Si El cabo del miedo era una casi desesperada apuesta por lo comercial disfrazada de tics de autor tan aparentes como vacuos, Shutter Island es la obra de un cineasta que domina plenamente su estilo y se puede permitir un “descenso” a las convenciones del cine comercial con plena conciencia y, sobre todo, pleno dominio de sus mecanismos: con Shutter Island, Scorsese parece haber hallado, por fin, la manera de “llegar” al gran público sin traicionarse a sí mismo ni rebajar sus pretensiones artísticas, culminando así, y por el momento, su actual etapa en asociación con el actor Leonardo DiCaprio. En Shutter Island, Scorsese descubre con delectación que las convenciones del cine de terror y también del thriller que maneja para la ocasión son, como para Hitchcock, instrumentos narrativos puestos al servicio de lo narrado.
Shutter Island es un relato gótico de pura raza construido alrededor de una trama policíaca. Desde una perspectiva gótica hay, por así decirlo, de todo: un paisaje remoto y aislado, la isla de Shutter a punto de ser azotada por un huracán; un escenario lleno de habitaciones secretas donde no se puede entrar y de puertas cerradas que no se deben abrir, el penal psiquiátrico de Ashecliffe; hay un personaje aparentemente ambiguo y que constantemente transmite la sensación de que sabe mucho más de lo que dice, el Dr. Cawley (Ben Kingsley); hay una aparente “damisela en peligro”, Rachel Solando (Emily Mortimer), la convicta que ha huido de su celda y que es la que ha provocado la presencia de Teddy y Chuck en la isla; hay una especie de “científico loco”, el Dr. Naehring (Max von Sydow), un médico que cree en las cadenas y la lobotomía como método terapéutico para los criminales dementes del penal; hay un cementerio y un panteón; hay elevados acantilados que se precipitan sobre un mar revuelto; y hay un faro, simbólico escenario sobre el cual regresaremos, dado que también ocupa un lugar destacado en ciertos momentos de The Lovely Bones… Pero si todo ello es atractivo en sí mismo considerado, lo mejor reside en la soltura con la cual Scorsese lo visualiza todo, en un ejercicio que, cierto, como suele ser habitual en el cineasta neoyorquino, tiene mucho de exhibición de cinefilia (referencias al cine negro de los años cuarenta y cincuenta, a las producciones de Val Lewton, al cine de terror gótico, etc., etc.), pero que también tiene una función narrativa concreta: expresar que, a fin de cuentas, el tormento mental del personaje de Teddy es fruto de su imaginación desbocada, que la conspiración para esconderle información sobre el misterioso paradero de Rachel Solando, o respecto a Andrew Laeddis (Elias Koteas), el hombre del cual se dice que provocó el incendio en la casa de Teddy donde falleció su esposa Dolores, no es más que la fantasía de otro demente encerrado en su propio mundo; ¿y qué mejor que expresar ese mundo irreal, inexistente, que haciéndolo a partir de convenciones cinematográficas asimismo inexistentes en la realidad cotidiana, empírica y tangible? Para Scorsese, el cine es una fábrica de sueños pero también de pesadillas; y, por ello, convierte la pesadilla de Teddy en una sucesión de momentos “de cine”. Asimismo, el cine es una realidad alternativa; por eso la realidad alternativa de Teddy es tan cinematográfica: el protagonista digamos que “vive una película” porque, expresado coloquialmente, también se ha “montado una película” en su cerebro. Una “película”, y “de terror” por añadidura, en la cual caben, por tanto, numerosas secuencias oníricas (todos los misteriosos flashbacks/ sueños de Teddy con Dolores); visitas a “casas de los horrores” (Teddy internándose en el pabellón de los internos más violentos); encuentros con “monstruos” (conversación de Teddy con George Noyce/ Jackie Earle Haley, cuyo rostro tumefacto como consecuencia de haber recibido palizas le da un aire a lo Rondo Hatton); incluso conversaciones con “brujas” o “pitonisas” (diálogo de Teddy con la “auténtica” Rachel/ Patricia Clarkson a la luz de las llamas de una hoguera con reminiscencias infernales).[Nota bene: ¿a alguien más le pareció, como a mí, que la caracterización del actor Elias Koteas, con el cabello prácticamente rapado, con esa enorme cicatriz cubriéndole la cara de lado a lado y con esa iluminación tenebrosa, recordaba mucho a la que lucía Robert De Niro en Frankenstein de Mary Shelley/ Mary Shelley’s Frankenstein, 1994, Kenneth Branagh? ¿Pura casualidad, o un (nuevo) guiño malicioso por parte de Scorsese?]
(Continuará…)
Yo creo que es totalmente deliberado el parecido entre Elias Koteas y De Niro-Frankenstein. También lo pensé viendo la secuencia. Me parece clarísimo, desde el maquillaje al gesto, la risa característica.
ResponderEliminarAparte de lo que comentas sobre la relación con la novela -que no me he leído y por tanto no puedo opinar-, suscribo tus alabanzas a la película. Aunque en mi caso tiene menos mérito, porque las tres películas (de ficción) de Scorsese que preceden a ésta me gustan, creo, mucho más que a ti, especialmente The Departed. Creo que las cuatro, con sus diferentes temáticas o afiliaciones genéricas, comparten un elemento esencial: los riesgos asumidos por la mirada cinéfila del cineasta, que le llevaban mucho más allá del mero ejercicio del storytelling para acumular ideas puestas en imágenes, dejarse llevar por la grandilocuencia formal, el exceso, de lo que se extraían soluciones narrativas y visuales de lo más sugestivas. Por esa razón, me parece muy curioso, paradójico, el comentario que merodea en muchas críticas de que en todas estas películas Scorsese "se ha vendido" al cine comercial, o busque desesperadamente el Oscar, u otros comentarios del mismo corte que he venido leyendo al respecto. En cualquier caso, según mi argumento, sí que es cierto que el material que maneja el director en Shutter Island es el que le permite -mucho más que el de las otras tres películas- dejarse llevar. Filmar (ojo, SPOILER)las percepciones, sentimientos y sueños de una mente enferma es un campo abierto, libre, para imprimir todo ese "expresionismo cinéfilo", y quizá por ello el relato, estrictamente considerado, chirría menos que los de las otras tres películas.
Y hablando de campo libre para imprimir los propios intereses y motivaciones, también creo que el material de Alice Sebold -en el que la muerte como elemento fantástico convive con la vida como elemento "real"- también le deja mucho margen a Peter Jackson para hablar de lo que más le gusta. Pero eso me lo guardo para la continuación de tu reseña... :-)
Saludos
Apúntame desde aquí como "el otro" al que le ha encantado "The lovely bones", a la que ya dediqué comentarios elogiosos en mi blog. "Shutter Island" me ha parecido una buena película trufada de secuencias maravillosas (mi preferida en este momento es el paseo en coche de DiCaprio con ese guardia tan inquietante interpretado por Ted Levine). Me gustaría destacar la "suerte" de Lehane en sus adaptaciones, no ya porque Eastwood o Scorsese hayan elegido sus novelas para adaptarlas, sino porque cuando Ben Affleck lo hace se revela como uno de los mejores directores jóvenes de hoy en día. ¿Qué te pareció "Adiós, pequeña, adiós"?, es una película con la que me pasa lo que a tí con "Lovely bones": supongo que no estoy sólo en mi admiración, pero no veo a nadie más ahí fuera...
ResponderEliminarUn saludo.
Buenos días, Tomás:
ResponderEliminarComparto tu admiración por esta película, para mí también, y de largo, el mejor Scorsese de los últimos años. Quería comentar una idea que me ronda la cabeza, y de la que no estoy muy seguro debido a que solo he visto la película una vez (SPOILER): ¿y si en realidad la conspiración de Shutter Island fuera cierta? Desde luego con la explicación final del doctor encarnado por Ben Kingsley todo encaja, pero quién sabe si todo es una puesta en escena destinada a que el detective dude de su propia cordura. Cierto que en el último flashback Daniels recuerda la aparente verdad de lo sucedido con su esposa, pero ¿y si todo se debe a las drogas que, según el personaje interpretado por Jackie Earle Haley, los doctores le han ido suministrando a Daniels? Creo que el plano final del faro de la isla puede sugerir que quizás no lo sepamos “todo” sobre lo que ahí sucede... Asimismo, la ya famosa frase final de Daniels (“vivir como un monstruo o morir como un héroe”) puede indicar que es consciente de que, como muy bien dices, se ha ido montando su propia película para escapar de una verdad horrible. Pero quizás también podría indicar que el protagonista, tal y como le indica a su supuesto compañero, ya no se deja convencer por lo que dicen los doctores y que prefiere ser sacrificado a colaborar encubriendo la conspiración... Personalmente no creo que la conspiración sea cierta, pero probablemente la película puede interpretarse desde ambos puntos de vista (FIN DEL SPOILER).
Un aspecto que me ha interesado mucho de la película es la selección musical, sobretodo con la pieza de Krzysztof Penderecki que se escucha en varias secuencias. Con tu permiso dejo aquí el enlace a la entrada de mi blog dedicada a la música de “Shutter Island”:
http://lossusurrosdelnoctambulo.blogspot.com/2010/03/shutter-island-musica-para-un-viaje-la.html
Saludos.
P.D.: ¡Que curioso que digas lo del parecido de Elias Koteas con el De Niro del “Frankenstein”! Recuerdo que cuando vi el tráiler de “Shutter Island” por un momento pensé que se trataba de un cameo del propio De Niro...
Muy de acuerdo con lo que dices sobre "Shutter Island", sobretodo con lo de que Scorsese, con muy buen ccriterio, rechaza hacernos pasar la mayoría del metraje como real para luego "darnos el cambiazo" a lo Shyamalan y prefiere exacerbar la sensación de irrealidad, de pesadilla o de delirio de toda la trama. Creo que es un detalle que le honra, además de una opción bien inteligente, porque películas con giro final a lo Shyamalan o a lo "El club de la lucha" nos hemos hartado de verlas en los útlimos años, y sólo nos faltaba que a estas alturas Scorsese quisiera sorprender con el mismo truco.
ResponderEliminarBuenas tardes a todos:
ResponderEliminarEs verdad, Sergi, que las anteriores colaboraciones Scorsese-DiCaprio no terminan de convencerme, sobre todo "Gangs of New York", pero reconozco que cada una ha ido un poco a más, y ésta me parece, por ahora, la más satisfactoria.
RealMcManus: reservo mi opinión detallada sobre "The Lovely Bones" para la próxima entrega (la razón por la cual la he dividido en dos es porque me estaba quedando demasiado farragoso). "Adiós, pequeña, adiós" me pareció una buena película, y no tuve más remedio que quitarme el sombrero ante el Ben Affleck-director después de haber estado años despotricando contra el Affleck-actor (a pesar, cierto, de su buena labor en "Hollywoodland", incluso en "La sombra del poder"). Mi impresión es que el film de Affleck gustó bastante, y tengo ganas de ver su siguiente trabajo como realizador, pero quizá sea cierto que no se habló de ella con el entusiasmo que se merecía (o no con el mismo entusiasmo que han generado, a veces, peores películas).
Pedro Grimalt: precisamente tengo la intención de comentar ese final ambiguo de "Shutter Island" en la próxima entrega. Por cierto, también me llamó la atención la muy curiosa selección musical que ha utilizado Scorsese en esta ocasión como banda sonora.
Neville: muy de acuerdo contigo en lo de que, probablemente, Scorsese haya considerado con anticipación el, digamos, "peligro Shyamalan", y que la gente dijera: "otra película donde nada es lo que parece, etc., etc."; y que quede claro que me gusta Shyamalan, pero quizás ya va siendo hora de que cambiara de disco (a ver qué habrá hecho con "The Last Airbender"). Puedo que eso sea lo que le haya motivado a darle a "Shutter Island" un enfoque que no dependiera por completo de la sorpresa final.
Un abrazo.
Shyamalan ya "cambio el disco" en sus 2 ultimas (y fallidas) peliculas, no? Quiero decir, ni LADY IN WATER ni EL INCIDENTE se reinventaban con un giro final como si hacia en las anteriores.
ResponderEliminara mi tambien me gusto bastante la de Scorsese, y me confirma que cuando "autores" se acercan al cine de genero mas "comercial" suelen dar resultados muy interesantes. Aqui el director se luce con su camara (ha vuelto con Bob Richardson, cosa que le honra) y con su cinefilia (con Hitch a la cabeza, como no). Eso si, pienso que DiCaprio no da del todo la talla en ese prota de noir clasico que pide el relato.
LOVELY BONES no la vi porque Jackson no me suele gustar demasiado y, encima, aqui le llovieron palos por todos lados. A ver si me haces cambiar de opinion!
saludos!
F
Pues a mí, supongo que en parte influido por las distintas expectativas que tenía respecto a las dos películas según los comentarios que venían recibiendo, me ha gustado bastante más " The Lovely Bones" que "Shutter Island"; de hecho la de Jackson es una de esas que me apetece volver a ver, porque creo que se le puede sacar más "jugo" en sucesivas visiones, y eso a pesar de que en determinados momentos la película "pierda el norte" o entre en confusiones de punto de vista o distintos tonos que no se llevan muy bien entre sí. Pero en sus mejores momentos, que son bastantes, consigue ser verdaderamente perturbadora y visualmente poderosa.
ResponderEliminarEn cuanto a "Shutter Island", me pareció simpática, en cuanto a los elementos y de genero que contiene, y en general un trabajo muy competente de Scorsese y a menudo brillante en sus soluciones visuales, pero de la que yo esperaba más.
Tienes razón sobre "El cabo del miedo" en que Scorsese le da un tratamiento excesivo y exageradamente grotesco por momentos y que en "Shutter" consigue ser digamos, más sutil o sobrio, pese a que la trama se prestaba a lo contrario.
Sin embargo "Cape Fear" me parece más interesante en su discurso ( el psicópata como detonante de las culpas y deseos ocultos de los miembros de una familia y de su desintegración) y un ejemplo estupendo de inserción de un discurso autoral en una película de género, funcionando razonablemente bien en los dos niveles.
Así que, "Shutter", bien, pero sin ser para mí ese gran Scorsese que lleva sin aparecer desde "La Edad de la Inocencia" posiblemente.
Excelente análisis para una excelente opus magnum (de obra menor nada) de Scorsesse. Mis amigos de Judex Fanzine llegan a conclusiones parecidas (Shutter Island como un prodigioso juego metalingüistico) en su humilde pero exquisito magazine conline: http://www.judexfanzine.net/v3/fitxa.php?id=1315.
ResponderEliminarExcelente The lovely Bones, lei el libro y tengo que decir que casí me gusto más la película. Shutter Island, también me sorprendió,
ResponderEliminardespués de ver loss últimos fracasos de Scorsesse. Y sobre todo magnífico árticulo del maestro Luchino Visconti, en Dirigido, gracias Tomás.