martes, 3 de noviembre de 2009

APUNTES SOBRE “TITANIC”


[Nota bene: las siguientes líneas son un complemento de lo que el firmante ha escrito para la revista Imágenes de Actualidad, Sección Cult Movie, correspondiente al número del mes de diciembre de 2009]

El próximo estreno de Avatar (ídem, 2009), el nuevo y muy esperado trabajo de ficción del realizador canadiense James Cameron, me ha llevado estos días a abordar una revisión de la que hasta la fecha es la más famosa y exitosa película de su director, Titanic (ídem, 1997). Estas líneas no pretenden ser otra cosa, tal y como ya he indicado, que unas reflexiones colaterales respecto a lo que he escrito para la sección Cult Movie de la revista Imágenes de Actualidad del próximo mes de diciembre. De esta manera, este blog cumple una función que espero seguir practicando en el futuro, esto es, la de servir de soporte para mis digresiones sobre aquellos temas de los cuales ya haya hablado desde las páginas de Dirigido por…, Imágenes de Actualidad o cualquier otra publicación en la que escriba, hechas con la intención de verter aquí todas aquellas ideas que, dicho coloquialmente, se me hayan quedado “en el tintero” por problemas de espacio o de cualquier otra índole.

Lo primero que querría recalcar respecto a Titanic es que, antes de revisar este film, llevé a cabo una especie de pequeña preparación previa, consistente en volver a ver las dos más conocidas películas anteriores a la de Cameron en torno al mismo tema: la producción norteamericana El hundimiento del Titanic (Titanic, 1953), de Jean Negulesco, y la británica La última noche del Titanic (A Night to Remember, 1958), de Roy Ward Baker. Mi intención –un tanto maliciosa, lo reconozco— era comprobar por mí mismo algo que ya intuí en el momento del estreno del film de Cameron, es decir, las posibles influencias que aquellas dos películas pudieron tener sobre la del director de Avatar. En efecto, esas influencias existen: la famosa historia de amor que centra el film de Cameron, la que viven el pasajero de tercera clase Jack Dawson (Leonardo DiCaprio) y la pasajera de primera clase Rose DeWitt (Kate Winslet), está inspirada en el romance, aquí muy secundario, mostrado por Negulesco en El hundimiento del Titanic entre los personajes encarnados por Audrey Dalton, “la chica rica”, y Robert Wagner, “el chico pobre” (¡este último incluso luce un corte de pelo que recuerda mucho al de DiCaprio!); por su parte, la secuencia del hundimiento del transatlántico, que dura alrededor de una hora en la película de Cameron, bebe de los nada menos que noventa minutos que dedica Baker al mismo suceso en La última noche del Titanic: determinados detalles, como el destrozo de la cocina o ciertos planos inclinados de la popa del barco alzándose trágicamente del agua antes de su naufragio definitivo, reaparecen de un modo muy similar en la versión de Cameron. Pero lo más sorprendente del cotejo con cierta continuidad de las tres películas consiste en comprobar que, a pesar de sus semejanzas, y de las lógicas reincidencias que hay en las tres en determinadas situaciones o clichés que, según parece, sucedieron realmente la noche del naufragio (la banda de música, la anciana dama que se negó a abandonar a su viejo esposo, etc., etc.), a la hora de la verdad las tres son radicalmente distintas, con lo cual es completamente injusto afirmar que Cameron “copiara”. Dicho rápidamente, mientras que El hundimiento del Titanic es un melodrama hollywoodiense en el cual el naufragio es el telón de fondo para la tragedia particular de unos pocos personajes, y que La última noche del Titanic es, por el contrario, una reconstrucción coral, minuciosa y amargamente sarcástica sobre un drama colectivo en el cual salieron a relucir las diferencias de clase social, el Titanic de Cameron es, a pesar de tener pinceladas de todo lo anterior y por encima de cualquier otra consideración, un relato ensoñador y no-realista, en los márgenes mismos del cine fantástico, el género practicado con más asiduidad por su director a lo largo de su carrera.

Esa perspectiva o punto de vista de ensueño queda perfectamente claro desde sus primeros –y bellísimos— primeros minutos. Tras unas breves escenas iniciales en las cuales vemos al Titanic zarpando del puerto de Liverpool en 1912, rodadas con una deliberada estética de cine mundo a semejanza del Federico Fellini de Y la nave va (E la nave va, 1983), la película se traslada a las negras profundidades del Atlántico, cuya oscuridad es rota por las luces de un par de pequeños mini-submarinos que exploran, en la época actual, los restos sumergidos del Titanic. Las imágenes tienen algo de fantasmagórico, como si el célebre barco naufragado fuera una tumba sumergida llena de recuerdos de un pasado lejano que nunca volverá. De hecho, hay momentos en los cuales unas pequeñas cámaras sumergibles y a control remoto exploran el interior del navío –luego sabremos que la intención de dicha expedición, comandada por Brock Lovett (Bill Paxton), es la de encontrar un valiosísimo diamante conocido como el Corazón de la Mar—, y las imágenes que se nos ofrecen tienen algo de melancólico y evocador, incluso de poético (hay un pequeño gran momento al respecto: cuando la cámara recorre los restos de un piano y, de fondo y sutilmente, suenan unas notas sueltas del instrumento).

La perspectiva ensoñadora que domina el relato queda todavía más clara cuando, al poco, las pesquisas de un decepcionado Lovett por no haber encontrado el diamante le conducen a la existencia de una anciana superviviente del naufragio del Titanic llamada Rose y que ahora tiene 100 años (encarnada entonces por Gloria Stuart). Rose se reconoce de inmediato como la joven desnuda y con el Corazón de la Mar como única prenda que aparece en el dibujo que ha sido hallado en la caja fuerte de Cal Hockley (Billy Zane), un adinerado pasajero de primera clase que sobrevivió al naufragio. Incluso en el momento en que la anciana arroja una mirada sobre ese dibujo, sumergido en un recipiente de líquido conservador, Cameron coloca la cámara desde un ángulo, digamos, “imposible”, desde el interior del recipiente, de tal manera que el primer plano de la anciana Rose aparece así distorsionado por el movimiento del líquido, adornando de este modo la mirada de la anciana con una atmósfera irreal y evocadora. A partir de este momento, la trama de Titanic gira en torno a los largos flashbacks que, al hilo de la narración de la anciana Rose, recrean los hechos desde el punto de vista de esta última. Fíjense que hemos dicho “recrean”, no “reconstruyen”, así como “punto de vista”. De este modo, el film es una evocación deformada por el tiempo transcurrido (84 años), y por tanto “embellecida”, llevada a cabo por una anciana centenaria en torno a la historia de amor que vivió, cuando tan sólo tenía 17 años, con un chico de 19 que viajaba en tercera clase. Éste es el punto de vista, o si se prefiere, la perspectiva narrativa adoptada por Cameron desde el principio y que no abandona en ningún momento: la de un relato que no pretende ser ni mucho menos “realista”, sino por el contrario mágico y prácticamente “fantástico”. Por otro lado, esta perspectiva de ensueño es lo que justifica en muchas ocasiones ciertas supuestas “debilidades” o “blanduras” del guion, habida cuenta de que el relato de Rose puede que no se corresponda en ningún momento con lo que ocurrió realmente, sino que todo puede tratarse, sencillamente, de un recuerdo completamente imaginario.

No por casualidad, Rose describe al Titanic como “el buque de los sueños”, y en todo momento el transatlántico es mostrado, efectivamente, como un escenario de otro mundo: casi como un universo propio que se rige por reglas que poco o nada tienen que ver con la realidad, o que, en el contexto de la frágil memoria de una mujer centenaria, son una “realidad” que empieza y termina en sí misma considerada; tanto da, en este sentido, que el Titanic existiera en la realidad empírica y que su tragedia fuera empíricamente auténtica. La película no trata de eso, y el trabajo de realización de Cameron lo deja muy claro en todo momento. Por ejemplo, es mérito del amigo Frederic Soldevila el haber señalado, en su inédito análisis sobre el cine de Cameron, la importancia que tiene la primera vez que la joven Rose mira al Titanic antes de embarcarse en él: la cámara desciende en grúa sobre la muchacha mientras ella baja de un coche y la reencuadra en primer plano en el momento en que alza el rostro, oculto por su enorme y caro sombrero, y recoge esa primera mirada al navío; como apunta Soldevila, a partir de ese instante, de ese “intercambio de miradas” entre el buque y la protagonista femenina (en cierto sentido, el movimiento de grúa equivaldría a una simbólica “mirada imposible” del Titanic sobre Rose), el destino de la muchacha quedará indefectiblemente sellado al del transatlántico. Más aún: se produce en este instante una especie de conexión mágica entre Rose y el Titanic; la voz en off de la anciana Rose explica que, para ella, el navío era como un barco de esclavos que la conducía a una especie de muerte en vida (su ineludible compromiso matrimonial con un hombre, Cal, al que no ama), y que en su interior se agazapaba un grito de rebeldía; Cameron corta entonces a un plano de una de las chimeneas del buque con el silbato sonando a toda potencia, como si se correspondiera metafóricamente con ese “grito interior” de Rose; y el siguiente plano consiste, no por casualidad, en un plano medio de las chimeneas del Titanic que, a través de un calculado reencuadre, se va abriendo hasta abarcar el escenario del interior de la taberna del puerto donde vemos por primera vez al personaje que va a responder, y corresponder, a ese grito de rebeldía de Rose: Jack, quien junto con su amigo Fabrizio (Danny Nucci) conseguirá a última hora un par de pasajes para el transatlántico jugando a las cartas; se crea, de este modo, una asociación y un vínculo Titanic-Rose-Jack.

Pocas secuencias más tarde, el vínculo entre el buque y los personajes protagonistas se refuerza mediante un brillante fragmento que muestra en paralelo a Jack y Fabrizio en la proa del Titanic y la frenética actividad de la sala de máquinas del barco, de tal manera que el entusiasmo juvenil de los muchachos (el célebre momento, parodiado hasta la saciedad, en el cual un eufórico Jack exclama: “¡soy el rey del mundo!”) se contrapone a una minuciosa demostración de la potencia del navío. No será la única vez que Cameron consiga crear así la ilusión de que el Titanic es “casi” un ser vivo, como se verá, por ejemplo, en las secuencias culminantes del naufragio. Hay al respecto un momento en el cual ese aparentemente todopoderoso navío transmite una lograda sensación de patetismo, incluso de indefensión: un marinero arroja un cohete de advertencia y, a continuación, Cameron inserta un magnífico plano general muy abierto del buque, de tal manera que el Titanic parece así un barquito de juguete, y el cohete que explota por encima de su cubierta una insignificante chispa en medio de la negrura de un océano inmenso: la tragedia del Titanic no es nada para una mar gigantesca y cruel. Más adelante, hay otro detalle extraordinario: ese impetuoso travelling en retroceso por el interior de uno de los pasillos que se van inundando aparatosamente, y con tanta fuerza, que el torrente incluso arranca de sus dinteles algunas puertas justo en el momento que el Titanic se precipita fatídicamente hacia las profundidades del Atlántico: ese chorro de agua parece, tal y como está filmado, una herida que “sangra” a borbotones, el último y espectacular estertor de vida de un gigantesco animal fabuloso. También hay apuntes en los cuales la tragedia del desdichado naufragio del buque está vista desde una perspectiva muy lírica: véase la resolución de la muerte del capitán Smith (Bernard Hill), la cual tiene visos de suicidio (el comandante del Titanic, absolutamente anonadado y superado por los acontecimientos, se dirige al puente de mando que se está inundando y allí, de pie y a solas, espera la muerte: los cristales del puente estallan como consecuencia de la presión y el agua entra violentamente); o ese cuerpo de una mujer ahogada, flotando en el salón y bajo la cúpula que la presión del agua asimismo ha destrozado, como si llevara a cabo una especie de surrealista ballet submarino (y que, según Cameron, se inspira en la imagen de Shelley Winters en el fondo del lago de La noche del cazador/ The Night of the Hunter, 1955, Charles Laughton).

El Titanic no es únicamente el escenario donde se desarrolla la historia de amor entre Jack y Rose; un romance, volvamos a recordar, cuya aparente “imposibilidad” o “idealización” se justificaría en base al hecho de ser el producto de la recreación llevada a cabo por la memoria de la anciana centenaria. El Titanic está presente, de manera muy física, en todos y cada uno de los momentos culminantes de la relación de los personajes. Ambos se conocen en el momento en el cual una desesperada Rose se coloca al otro lado de la barandilla de popa y coquetea con la posibilidad de suicidarse, siendo salvada in extremis por Jack; ambos irán a parar a esa misma barandilla cuando el Titanic dé sus últimos coletazos antes de sumergirse bajo las aguas; en este mismo sentido, la frase que Rose le dice a Jack: “Aquí fue donde nos conocimos”, subraya de nuevo la posibilidad, más allá de su aparente ingenuidad, del hecho de que nos hallamos ante la visualización de unos recuerdos asimismo “ingenuos” o “idealizados”; ello justificaría, insistamos de nuevo, la aparente caracterización de algunos personajes secundarios, por ejemplo el a menudo muy criticado de Cal, que en muchas ocasiones suele ser despachado como un mero villano de una pieza cuando lo cierto es que también puede ser visto bajo ese prisma distorsionado de unos recuerdos muy lejanos en el tiempo (por otra parte, aprovecho la ocasión para romper aquí una lanza a favor de la interpretación que del personaje lleva a cabo el subvalorado Billy Zane, en cuya labor se advierte un soterrado e inteligente sarcasmo que se eleva sobre la aparente simplicidad de su personaje: véase, por ejemplo, cómo resuelve el actor una escena tan irónica como aquélla en la cual su personaje consigue subirse a uno de los botes salvavidas haciéndose pasar maliciosamente por el padre de una niña llorosa a la que ha encontrado por casualidad).

Estábamos apuntando el hecho de que el Titanic se encuentra físicamente presente en los principales momentos del romance de Jack y Rose. Resulta ejemplar en este mismo sentido otra famosa secuencia, luego objeto de parodias y burlas de toda índole, en la cual el vínculo entre el navío y los protagonistas es más poderoso que nunca; me refiero, claro está, a la del “vuelo” de Jack y Rose en la proa del Titanic, cuyo carácter onírico queda perfectamente expresado no tanto por la cualidad plástica de la fotografía y el tono distante de la narración en off de la anciana Rose (ese atardecer anaranjado que, como apunta esta última, fue la última vez que el Titanic vio la luz del sol: un presagio del desastre que se avecina), como sobre todo, tal y como apunta de nuevo Frederic Soldevila, el magnífico cierre de la secuencia: esos bellos encadenados que nos trasladan de la proa “recreada” por la mente de Rose a la proa “real” sumergida a casi 4.000 metros de profundidad: una imagen romántica con un final funesto: una imagen “de amor” que se transforma en una imagen “de muerte”. No es de extrañar, siempre en este mismo sentido, que a continuación se produzca la consumación del amor de los protagonistas, de nuevo con el transatlántico como perpetuo telón de fondo e incluso cómplice de ese romance. Así, tras el momento de intimidad en el cual Jack dibuja a Rose desnuda y con el Corazón de la Mar ceñido a su cuello, vemos a la pareja de jóvenes recorrer juguetonamente las dependencias del Titanic; en particular, el descenso de Jack y Rose a la sala de máquinas tiene una cualidad sensual nada despreciable: el calor de las máquinas cuyo fuego alimentan hombres sudorosos se contrapone con el creciente calor sexual de los muchachos; Cameron inserta un par de planos al ralentí, de tal manera que el vaporoso vestido blanco de Rose parece flotar entre la humareda levantada por el carbón que alimenta las máquinas (puede interpretarse ese descenso a las entrañas del Titanic como una especie de simbólico descenso a los infiernos que transforma momentáneamente a Jack y Rose en una suerte de modernos Orfeo y Eurídice, amantes mitológicos cuyo amor se vio asimismo truncado por un destino fatal). La sensualidad reaparece con fuerza en la resolución elíptica del coito de los protagonistas dentro del coche en la bodega de carga del buque: la temperatura sexual de los cuerpos de los amantes dentro de la cabina cerrada del vehículo empaña los cristales del mismo, sobre uno de los cuales se posa de repente la mano de Rose en un gesto de éxtasis; posteriormente, vemos a los amantes abrazados dentro de ese coche y con los cuerpos bañados en sudor.

La idea de que los “recuerdos” evocados por la anciana Rose son más irreales que verídicos, el eco lejano pero todavía profundo de un amor adolescente en el marco de una tragedia de colosales proporciones, reaparece en las secuencias finales. La anciana Rose, a bordo del barco que comanda Brock Lovett, se acerca por la noche y en camisón a la popa de este navío y arroja el Corazón de la Mar a las profundidades, devolviéndolo al lugar donde según ella debe estar: el Titanic. El hecho de que la anciana vaya en camisón sugiere asimismo la posibilidad de que nos hallemos nuevamente ante la visualización de una especie de sueño; algo que queda reforzado a continuación, cuando vemos a la anciana en su camarote ¿durmiendo?, ¿soñando?, ¿muriendo? (el hecho de que la cámara detalle las fotos colocadas junto a su mesita de noche, y que ilustran momentos felices de su vida, tiene algo como de recapitulación y cierre de una existencia larga y fructífera). Entonces, el relato concluye con una nueva secuencia onírica que podemos interpretar, asimismo, como otro sueño de la anciana o, si se prefiere, como una simbólica reunión en el más allá de las mil quinientas almas de los que fallecieron en el Titanic, por mediación de otro extraordinario movimiento de cámara que nos conduce a través de los degradados pasillos y cubiertas de un Titanic naufragado que, paulatinamente, vuelve a “la vida”, hasta culminar en el fantasmagórico y concurrido reencuentro de una rejuvenecida Rose con el eternamente joven Jack. Se comparta o no la creencia en la vida ultraterrena, se crea o no en la cualidad de los sueños como reflejo de nuestros anhelos y secretos más profundos, el cierre de Titanic tiene una fuerza que merece ocupar un lugar de honor en el haber de James Cameron.

18 comentarios:

  1. Nunca se le dieron bien los romances a James Cameron y esta peli es la prueba viviente. Cameron hace buenos guiones, buenas escenas de acción, buenos FX, saca partido de actores muy limitados y técnicamente es lo más cercano a Kubrick que tendremos nunca...pero el romance no es lo suyo. Probó la comedia y no le fue mal, pero las historias de amor son ya otra cosa.

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    1. Para mi james Cameron es un gran director, prueba esta q la gran multipremiada película titánic y ahora avatar son unas de las películas más grandes de la historia,en especial titánic xq es una historia de la vida real,yo xmi parte lo felicito xq es un gran director,yo creo qno ay q criticar sin saber xq si ATi no te gusta ay otros y otras q si,Y si se le da el rol de los romances,si bien la prueba esta en el gran éxito q an tenido dichas películas, si no sabes mejor guardate tus comentarios xq te criticaran siempre,y no es mi afán de hacerte sentir mal sólo es mi opinión,espero y me disculpes xmi comentario ok? Gracias y salu2 bye.

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    2. Amí me parece q james Cameron es un gran director,prueba esta q la multipremiada película titánic y ahora avatar, son unas películas grandes,por algo titánic ganó 11 de sus 14 estatuillas y si no recuerdas se llevó la de mejor película y mejor DIRECTOR xsi no lo sabías,a james si se le da el rol de romances, x algo fue la películas más taquillera de todos los tiempos,sin ofenderte deberías ahorrarte estos comentarios sino te gustaría q te dijeran cosas malas,ATi no te gusta pro ay mucha gente q le gusta el trabajo de james,para mi es excelente y más xq titánic es basada en una historia real,Yo apruebo su gran trabajo,

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  2. Es usted un escritor increible.
    Me gustaría entrevistarlo para mi humilde blog.

    Le dejo mi dirección: andres_ponses@hotmail.com
    Gracias y un saludo.

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  3. Antes de nada, nunca le agradeceré lo suficiente a Carlos Serrano que me haya descubierto el blog de uno de los críticos de cine más prestigiosos de este país para mi. Y dicho esto...
    A mi, personalmente, Titanic no me entusiasma demasiado, creo que tiene un envoltorio demasiado ostentoso para tan limitado contenido. Coincido con usted en que los primeros minutos, la forma en la que están rodados y la belleza de esas imágenes, parecen un sueño y un viaje a las tierras de Morfeo.
    En cuanto a que Cameron copie o no, hoy en día es muy difícil ser original al 100% y todos cogemos cosas e ideas de lo que nos gusta o lo que vemos, máxime cuando lo que se relata es un hecho histórico (el hundimiento) con personajes reales que vivieron esa situación de una única manera posible y que todo aquel que quiera contar dicha desventura ha de verse condenado a repetir ciertos patrones. Otra cosa sería, hablando de los homenajes, si nos centráramos en un film como Aliens, donde hay muchas similitudes con otras cintas de género.
    Sea como sea, Cameron es uno de los grandes y yo estoy esperando con entusiasmo que se estrene Avatar. El tiempo dará o quitará razones.
    Saludos y un placer.

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  4. Magnífico texto, Tomás. Es esta capacidad que tienes para analizar en detalle el lenguaje cinematogáfico para ponerlo en relación con el sentido global del relato, ya sea explicito o sugerido por las imágenes, lo que te convierte para mí en un crítico de referencia, del que aprender a ver cine con una mirada más amplia y comprensiva.Gracias.

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  5. Aunque no tenga nada que ver. Tomás, la señorita de la portada que sustituye a Marilyn ¿es Sharon Stone?. Gracias.

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  6. Tras leer este texto, me reafirmo en que eres un número uno. Excelente comentario.
    Respecto a la película, me gustaría saber que opinas de un recurso tan increíble como llevar a esa anciana de 100 años en helicóptero al barco. Lo que sería para decir "apaga y vámonos" en cualquier película seria, ¿cómo se puede tolerar a gente como James Cameron? ¿Es un fallo en toda regla o hay que buscarle tres pies al gato?

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  7. Respuesta para Tomás Serrano (contestaré las otras más adelante, lo prometo).

    Lo primero de todo, mis disculpas por si acaso me excedí con mi comentario sobre "Si la cosa funciona", pues prometo por lo que más quieras que en ningún momento pretendí ofender a nadie en particular, sino que me refería a un estado general de opinión.

    Respecto a lo que comentas de "Titanic", pues la verdad es que la idea de traer a la centenaria Rose en helicóptero está traído por los pelos, y en este caso no vale la coartada del "recuerdo embellecedor" o "sublimador" y todo eso. Vamos, no sé hasta qué punto una anciana puede viajar en helicóptero o es consecuencia de la sempiterna afición de James Cameron por los personajes femeninos fuertes (demasiado, quizá, en este caso, a los 100 años...).

    Un cordial saludo.

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  8. Gracias por la respuesta, Tomás, pero de verdad que no me di por aludido. Lo que pasa es que me gusta mucho más lo que ha hecho Woody Allen en su tierra, y lo mismo diría de otros directores norteamericanos, por lo que intuyo que puede haber alguna relación con la calidad de la producción (como industria) de uno y otro continentes.
    Saludos.

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  9. Buenas tardes a todos:

    Pues precisamente, Carlos, "Mentiras arriesgadas" es todavía el Cameron que se me resiste: habrá que darle otra oportunidad. A juzgar por "Avatar", el director parece haber dejado de lado el tema romántico, por más que, según parece, también aquí haya historia de amor, en principio más secundaria.

    Crowley: estoy de acuerdo en que, cada día más, lo del copiar o no empieza a no tener sentido en un cine, como a veces he dicho, más Godard que nunca: cine que se alimenta del propio cine.

    Gracias por vuestras amables palabras, Mariano y Andrés Pons (no tardaré en ponerme en contacto contigo vía e-mail).

    Un abrazo para todos.

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  10. Un último apunte para Juan Pedrero:

    Lo siento, se me olvidaba. Los ojos de la fémina que ilustra ahora el encabezamiento de este blog no es Sharon Stone. Casi me dan ganas de hacer un pequeño concurso de cara a ver quién adivina de qué actriz se trata y, sobre todo, de qué película.

    Un saludo cordial.

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  11. Es buena idea la del concurso,aunque no haya premio,je,je.

    Vamos a probar,¿Michelle Pfeiffer en Lady Halcon?

    Un saludo.

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  12. Pues yo me inclino por Scarlett Johansson en "La joven de la perla".

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  13. Hola de nuevo, amigos:

    Pues hace un rato, el amigo Pedro Grimalt es el que ha dado de lleno en la diana: es una imagen de Rebecca Romijn en "Femme Fatale". Pese a todo, hay que reconocer que los demás tampoco iban desencaminados: Sharon Stone (otra "femme fatale"), Michelle Pfeiffer (supongo que por los ojos azules), Scarlett Johansson (quizá por la atmósfera azulada que tenía en ciertos momentos "La joven de la perla")...

    Un saludo cordial.

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  14. Eres muy buen ecritor. Me encantaron tus opiniones acerca del Titanic, la verdad es una pelicula estupendamente buena y seguramente una de las mejores que he visto. Tengo doce años, me vi Titanic hace poco y... ¡ME FASCINO! Queria preguntarte; si sabias; si se va a estrenar Titanic 2 El Retorno De Jack. En youtube mostraron trailers, pero no creo que sean verdad. IGUALMENTE PARA CONFIRMAR! Gracias.
    Saludos.

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  15. Buenas tardes, Luciana:

    Bienvenida al blog. Me alegro de que te gustara el comentario. Pásate por aquí siempre que te apetezca.

    Puedes estar segura de que ese "Titanic 2: el retorno de Jack" no se hará nunca; es tan sólo un rumor; y esos tráilers que han circulado por Internet al respecto son un bulo, un montaje hecho por algún aficionado con sentido del humor.

    Un abrazo,
    Tomás.

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  16. hola me gusto tu relato tomas,amo titanic,para aclarar lo de el sueño de rose era que ella estaba muriendo ya que cuando jack murió le hizo prometer que si luchaba por vivir el le prometía a ella que pasaría por su cama y vería sus logros y se la llevaría junto a el, entonces ella era como una parte de rompecabezas del titanic por eso todos lo que estaban esperando en el titanic, al morir lo iban formando ya que era como un rompecabezas,ella era la ultima pieza y al llegar, se casa con jack ose jack era el que vio las fotos y se la llevo como lo prometió.

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